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La tarde calurosa de Montería quedaba atrás en medio del ambiente regulado del bus que haría la ruta de regreso a Barranquilla. El sol taladraba la vía con 39 grados y la reverberación del pavimento daba a las cosas un aspecto diferente. Serían más de cinco horas de viaje, con paradas en varios puntos del litoral Caribe para recoger y dejar personas, momentos preciosos para estirar las piernas, beber agua e ir al baño. En una de esas paradas ella subió, su nombre no lo recuerdo, ella tampoco el mio, no era necesario, no soy un Adonis y ella no es Afrodita, así que esto no es una fantasía sobre lo que me gustaría que pasara (tengo bastantes) porque esto ya pasó, y la forma y la fisionomía y la belleza nada tienen que ver con la excitación sexual, es simple si a usted le gusta alguien, tiene química sexual e instinto animal, no importa adornos, no valen palabras, solo el animal deseo.
Ella se sentó a mi lado y me saludo como alguien que siempre está acostumbrado a viajar y tiene esa rutina, minutos después veíamos una película pirata en un VCD antiguo proyectada en uno de esos televisores viejos que suele usar los buses inter-municipales, era de Antioquia del Uraba antioqueño para ser exacto, morena, grande, tetona y culona. Iniciamos una conversación anodina, sobre el entorno socio-familiar de cada uno, intuí que ella quería y necesitaba hablar, desahogarse y yo preste mi oído, hace poco había leído un libro llamado EL PODER DE ESCUCHAR y apliqué lo que allí había aprendido. Escuchar a las personas de forma activa es algo que todos deberíamos hacer, enriquece nuestra persona y la del hablante, hablamos sobre las parejas de cada uno, llegamos al campo de las intimidades, me contó sobre sus hijas adolecentes, los problemas con su esposo, de sus carencias sexuales en un intercambio desinteresado y franco que terminaría al bajar del bus, quizá por eso rebasó los limites de la reserva y de lo trivial pues nadie la juzgaría.
Un tiempo después el bus daba tumbos sobre la carretera, la película había acabado y las luces apagadas invitaban al sueño de los pasajeros, hacia frío, ella llevaba una chaqueta negra grande vieja, de esas que los costeños siempre guardamos para el frío,y le pedí que por favor la compartiera, ella lo hizo, al rato note que su mano tocaba mi muslo, quizá para ubicarse mejor, dormir en los buses es incomodo o tal vez como una insinuación, no lo sé a ciencia cierta, sólo noté que mi verga se puso dura al momento (que puedo decir soy humano y uno muy arrecho) E Hice lo imprudente, lo impensable, lo incorrecto, tome su mano y la puse en mi verga, sin reflexión alguna, es que monda arrecha no respeta familia dice un dicho popular, no sabía que haría ella, fue de verdad un arrojo de lo más puro. Ella noto mi verga y comenzó a sobarla sobre el pantalón, yo le correspondí llevando la mía a a la entrepierna de ella.
Abrí la correa, el botón, la cremallera y el boxer, bajo la chaquet (tantos estorbos en un medio publico, debí ir en sudadera) ella me masturbo, con ganas y deseos su mano bajaba de forma rítmica una y otra vez, por el tronco de mi verga, no decíamos una palabra, el mundo se movía bajo la vieja chaqueta. Ella no permitió que metiera mi mano dentro de su pantalón para masturbarla, así sólo pude tocarla por arriba de la ropa y apretar sus tetas, ella sintió la eyaculación caliente en su mano, el semen recorriendo sus dedos. El movimiento ceso y mi verga seguía dura. Seguimos así las dos horas que faltaban de viaje, me guarde mis pequeñeces y ella se acomodo la blusa, bajamos en el terminal nos dimos un saludo de cortesía y complicidad, nada de números, ni direcciónes, sólo un buenas noches y adiós.