Amo locamente a mi esposa. Ella es una mujer muy inteligente, alegre, responsable, amorosa. Es muy cohibida en temas de sexo y este relato es el inicio para empezar a cambiar eso. Mi esposa es bajita, pelo negro oscuro, ojos preciosos, un cuello que me encanta, tiene unos hermosos cachetes. Tiene una pancita, que le molesta, pero que a mi me parece súper sexy. Su cola es envidiable, no dejo de pellizcarla, morderla y lamerla. Me encanta ese culazo que tiene. Sus tetas son pequeñas, pero perfectas, sus pezones son oscuros y cuando se los lamo o rozo se ponen duros y paraditos...deliciosos.

El sexo con ella es espectacular. Me encanta como me lo mama (me gustaría que fuera más seguido) y poderme venir en su boca, en sus tetas o en su cola. Me gusta mucho cuando gime y grita al tener un orgasmo, como se contorsiona; eso me hace venirme enseguida. También me enloquece cuando se monta encima mío y me cabalga hasta hacerme derramar en su vagina, aún más cuando me cabalga de espaldas y puedo ver y agarrar ese par de nalgas redondas, grandes y jugosas.

Era un sábado y estábamos en cine, la película comenzó a las 10 pero estaba bastante floja. Nos encontrábamos en la última fila para que no nos molestara nadie. Hacía ya casi 2 semanas que no teníamos acción debido a las ocupaciones de cada uno. Una de mis fantasías siempre ha sido hacerlo en un cine y mi esposa lo sabía; se sentía la tensión sexual entre los dos. Pero ninguno se atrevía a tomar la iniciativa.

Me acerqué a darle besitos en el cuello, cosa que la hace erizar completamente y ella viendo mis intenciones, me quitaba sin mucha convicción, insinuando que siguiera. 

Estaba vestida con unos leggins negros que me encantan. Le quedan apretaditos y le resaltan la cola. Tenía una blusa escotada, de tiras, blanca. No me quiso dar gusto de irse sin brasier, pero se llevó uno que le subía las tetas y dejaba ver casi todo al inclinarse un poco.    

Léntamente comencé a pasar mi mano derecha por su pierna, mientras seguía besándole el cuello y lamiéndole las orejas. Pasaba mi lengua lenta pero firmemente desde sus orejas hasta su hombro. Ya no me quitaba, sino que me guiaba suavemente con su mano para que siguiera lamiéndole el cuello. 

Ya nos habíamos olvidado por completo de la película. Al acercar la mano hacía su vagina sentí el dulce calor que indica que ya estaba excitada. Me enloquecía pensar que sus labios ya estaban mojaditos y que su clítoris ya estaba empezando a sentir corrientazos de placer.

Con mi mano izquierda comencé muy despacio a tocarle las tetas, por encima de la blusa. Ella sabiendo que me enloquece se doblaba un poco en la silla para que pudiera ver un poco sus pezones cada vez que la luz de la pantalla lo permitía.

Su respiración comenzó a acelerarse con el roce de mi mano derecha en su cuca y la izquierda en sus senos. De repente hizo una cosa que me sorprendió muchísimo: se quitó el brasier y lo dejó en la silla de al lado. Yo enseguida pude tener acceso a ese par de pezones negros que ya estaban paraditos por la excitación.

Con la facilidad de acceso me concentré en bajarle la blusa y en hacer círculos con mi lengua en su aureola izquierda. De vez en cuando le rosaba el pezón suavemente y ella daba pequeños saltos de placer.

Seguimos así un buen rato y le dije al oído: ¡quiero que me la mames!. Ella me dijo: ¡no!. Nos pueden ver. Yo le dije que no importaba, que no había casi nadie y todos estaban concentrados. Ella de lo excitada que estaba no lo pensó más y me bajó la cremallera con cuidado, porque sabía que no tenía boxers. Ya la tenía parada y lubricada de toda la excitación por lo que estaba pasando (no lo podía creer). Se inclinó hacia "el niño" y empezó a besarle la punta tiérnamente. 

Yo con mis manos seguía cogiéndole los pezones y las tetas. Comenzó a meterse mi pene en su boca cada vez más profundo. Su cabeza subía y bajaba, al principio lentamente pero después empezó a acelerar el ritmo. Estaba que me estallaba. La detuve y le pregunté con señas si me podía venir en su boca, ella me respondió que si con una mirada de pasión y locura. Volvió a su trabajo y a los pocos segundos sentí como mi semen salía disparado en su boca. Ella nunca se lo había tragado, pero imagino que por la excitación del momento no dejó una sola gota y me lamió hasta dejarlo limpio. Se levantó y me dijo tiérnamente que me lo guardara con cuidado para no lastimarme.

Con las puchecas al aire me susurró al odio que ahora le tocaba a ella. Yo en seguida me puse manos a la obra y le seguí lamiendo los pezones (a ella la excita muchísimo que los lama, muerda y pellizque). Como era complicado meter mi mano para masturbarla, se bajó un poco los leggins y los cacheteros que tenía. Empecé a rozarle los labios y ya estaba emparamada. Mis dedos rozaban su vagina y me iba acercando de a poquitos a ese clítoris que me llamaba. 

Estaba muy mojada, con mis dedos índice y anular rozaba por los lados esa gema preciosa que palpitaba de gusto. Me mojé los dedos de la mano izquierda para rozarle la punta del pezón, cosa que la enloquece, mientras seguía masturbándola cada vez más rápido.

Ya estaba a punto de llegar, para no gritar me mordió (bastante fuerte) el brazo y me di cuenta que tuvo su orgasmo por como retorcía su espalda y apretaba su vagina contra mi mano. ¡FUE ESPECTACULAR!.

Una vez terminamos, satisfechos y extasiados. Le ayudé a subirse la blusa y los leggins. No se puso el brasier y la morbosié todo el camino hasta la casa. Cuando prendieron las luces al acabarse la película, nos levantamos y vimos que ella había chorreado la silla con sus fluidos. Nos dio pena y risa y salimos del cine muy contentos y así comenzamos una nueva etapa en nuestro matrimonio.