Soy un hombre maduro de 44 años, desde muy chico aprendí a complacer a las niñas de mi colegio y del barrio. Esto me llevó a disfrutar demasiado del poder de las mujeres hasta el punto de disfrutar sólo con el placer de ellas, pero esta no es la razón de mi relato.

Tengo una linda amiguita, es muy joven, cuando nos conocimos apenas era una adolescente con deseos experimentar su vida sexual, inicialmente nos convertimos en excelentes amigos, hasta el punto de contarme sus fantasías y sus experiencias intimas al masturbarse. Nuestra amistad fue cada día madurando más y nuestras charlas se hacían cada vez mas calientes, un día después de ver unas fotos de esas que se pasan las chicas por whatsapp empezó a preguntarme, mis respuestas eran muy explicitas y su curiosidad era cada minuto mas intensa, llegué a proponer que me mostrara las imágenes.

Para mi sorpresa, accedió a mostrame su enorme colección, pero enfatizaba en 3 fotos, eran imágenes de una chica mamando una enorme verga, su primer pregunta fue ¿eso no es maluco? Después me dijo yo quiero ver una verga en vivo y en directo, pero sin que pase nada. Seguimos hablando y noté que de verdad no había tenido experiencia alguna, le propuse un domingo en la tarde que me dejara mostrarle sin ninguna intensión más que ver. De inmediato me propuso la hora y el lugar.

El momento llegó y después de una breve charla nuestra primera experiencia llegó, era una mezcla entre curiosidad, morbo y temor, ambos estábamos un poco asustados, con un “muestre pues” se rompió el hielo, me recosté en el sofá y me dispuse a sacar mi verga, para ese momento ya yo estaba un poco caliente, mi verga estaba un tanto dura, me bajé el pantalón y dejé que mirara el bulto que se hacia en el bóxer, una linda mano con unas uñas medio maquillar de color rosado empezó a sobar mi bulto, con su dedos a palpar y a tratar de describir lo que era el pene y los testículos.

Le inquietó la razón del porque estaba erecto sin hacer nada, le expliqué que su actitud y la manera como lo hacíamos me ponía muy caliente, metió sus dedos y se dispuso a recorrer de la base hasta el glande, bajó el interior y allí estaba ella calmando su curiosidad, le causo asombro ver mis testículos tan grandes, con una mano sostenía el interior y con la otra tocaba con sus dedos el pene. Con pequeños apretones experimentaba la temperatura, el grosor y la textura de mi verga, ya para ese momento mi verga estaba a reventar, describía cada experiencia con dos o tres palabra; es duro, caliente suave, una mezcla entre algo brusco y delicado. Olía la mano con la que había acariciado el pene; me gusta el olor.

Se mojó el dedo indice con su saliva y lo frotó en el glande, “que chevere” mientras dejaba ver una sonrisa un poco picara y nerviosa argumentó. Así duramos poco mas de media hora hasta que decidió volverlo mi verga a punto de reventar a su lugar, lo acomodó y me subió el pantalón, cerró la cremallera y con una pequeña palmada en mi verga le dijo con una voz suave y maliciosa “chao penis” así la bautizó.

Después me propuso sacarme espinillas de la espalda, me pido que me quitara la camisa y cuando estaba sin ella se quedó mirando mis tetillas y sin pensarlo empezó a lamer y a dar pequeños mordiscos era una dama en su esplendor de una vida sexual, permití que lo hiciera por mucho rato, disfrutaba cada mordisco al verme respirar fuerte y gemir. Después se dedico a buscar en mi piel cualquier granito o protuberancia que pudiera apretar.

Así pasó nuestra tarde de primer encuentro, nunca imaginé que se repitieran tantas y tantas tardes, cada una fue una experiencia onírica y que a mi edad nunca imagine volverlo a vivir.

Por esta razón encontraran en los próximos relatos sucesos cortos o muy largos, pero cada uno de ellos describirán lo que un hombre a sus 40 años vive cuando decide ser amigo, cómplice o tutor de una pequeña dama.

Muchas gracias por su lectura