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Hacer el amor

Y como olvido tú cuerpo, como dejar de sentir tú piel contra la mía, como pedirles a tus dedos que dejen de recorrerme de arriba hacia abajo, es imposible sacar tus marcas de mis labios, pues nunca olvidaría ninguno de los besos que me diste, donde el rojo de tus labios brillaba de manera tierna contra la tenue luz que se colaba por la ventana esa mañana, y que por momentos se oscurecía cuando mis manos recorrían tu rostro y palpaban tus mejillas cálidas y sonrojadas, las cuales , a pesar de tiernas, no lograban que despegáramos el café de nuestros ojos de esa mirada que provocaba que el tiempo se detuviese.

Los segundos se volvieron minutos mientras sentía tú espalda con mis manos, mientras recorría tu abdomen y tus costados con aquellas manos que, aunque toscas, esculpían con delicadeza tus curvas, como si de la mismísima venus se tratase. Cuando ya no pude resistir más, levanté esa tela que no permitía que sintieras mi piel, y empecé a recorrerte de nuevo pero esta vez detallando el delicado calor que tu cintura expresaba.

A medida que nuestros cuerpos se naturalizaban mis labios clamaban a gritos los tuyos, mientras mi cuerpo se aceleraba y mis manos se colocaban cada vez más atrevidas, hasta el punto donde mis palmas tocaron tus pechos, suaves, delicados y sensibles. Mis manos nerviosas los recorrían lentamente para conocerlos y entre caricias con suavidad y ternura, lograba sentir como tú cuerpo se estremecía y podía sentir en mi espalda y en mi cuello tus manos, tocando mi cabello mientras se entrecruzaban tus brazos formando un abrazo que acercaba nuestros cuerpos y nuestras almas.

Cuando mis manos empezaron a curiosear de nuevo, empezaron a tocar la parte de atrás de tus caderas, sentían lentamente los bolsillos de atrás de ese pantalón ajustado que resaltaba tú figura al andar. Esas mismas manos bajaron por las serpenteas de tus piernas para terminar de conocer tú ser. Si tan solo supieras lo que disfrutaban al esculpir tus glúteos, tus rodillas, tu cintura, tus curvas, conociendo que eres la más fina cerámica, la única de su tipo.

Cuando los besos ya fueron más profundos y húmedos, sentí que me recorría un calor que me recorría de pies a cabeza, un calor que acompañaba el ritmo de tus manos recorriendo mi espalda, para entonces, sentí que sobraban prendas en tú cuerpo y en el mío, fue tan solo con una mirada que ambos pedimos a gritos deshacernos de aquello que nos cubría. Lentamente desabroché tú cinturón negro y a continuación el botón de tú pantalón, sobresalía en tú ingle el borde delgado de tus cacheteros negros, abriéndole más las puertas a mi imaginación, suavemente levantaste tus caderas mientras empezaba a alumbrar la blanca piel de tus piernas. De nuevo imprudente, mis manos se posaron sobre tus glúteos y palparon esa piel que no cualquiera puede decir que ha tocado, mientras tanto tú pantalón yacía en el suelo y solo éramos tú y yo, sexo contra sexo, mientras acercabas tú rostro y besabas mis labios, y entre más curiosas eran mis manos, más fuertes eran las mordidas de tus dientes contra mi boca.

Cuando ya ninguno de los dos pudo más, nuestras almas se encontraron y yacíamos desnudos en la cama mientras suspirábamos de placer, pero ya no eran solo mis manos las que querían recorrerte, mis labios pedían más que solo tus labios, pedían todo de ti, mis labios pedían recorrer tú pecho y tus caderas, pedían hacer trazos exactos con mi lengua cual lienzo en blanco, y como pidiéndote permiso te miré y con un beso me concediste el permiso.

Te recorrí entonces con la mirada fijando el destino de mis labios, mientras mis manos se entrelazaban en un abrazo o bien se fijaban en tus costados; con suavidad besaba cada parte de ti, dejando la huella de mis labios en tu pecho y en tú cintura para que nunca me olvides.

Cuando nuestros estuvieron extasiados de placer, nuestros labios querían aún sentir los del otro, y continuamos mirándonos a los ojos, mientras lentamente nos besábamos y la lluvia se calmaba, entonces entendí que no solo hicimos el amor, si no que escribimos una historia y nos marcamos con las manos, dibujamos Picassos y pintamos DaVincis, tocamos nuestros cuerpos, corazones y almas.

Tú marcaste ese día mi alma, firmando con un beso el recuerdo de una primera vez, una primera vez que nunca olvidare.

Chris111211

Soy hombre heterosexual

visitas: 795
Categoria: Poesía erótica
Fecha de Publicación: 2018-06-21 08:13:14
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