Guía Cereza
Publicado hace 6 años Categoría: Tríos 2K Vistas
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-“Con el debido respeto que ellas se merecen y sin ofenderlo amigo mío, pero ver el cuerpo de la mujer colombiana es de gusto exquisito”, comento él respetuosamente.

-“Si, la verdad Adriana y Marcela tienen muy buen cuerpo, aunque Adriana ya está un poco descuidadita”, le respondí riéndome.

Ambos nos reímos, allí acostados sobre la placida silla de playa que nos sostenía, en el hotel de Punta Cana donde Adriana, su sobrina Marcela y yo pasábamos vacaciones.

Adriana, de 38 años de edad, lucia majestuosa con su sexy bikini amarillo exponiendo sin pena sus esbeltos atributos femeninos de mujer costeña. Su parada cola barranquillera y esas gruesas piernas se mostraban exuberantes a los ojos de un hombre. Su diminuta tanga no podía tapar sus radiantes nalgas y nos mostraba a plenitud al selecto grupo de hombres que esa tarde disfrutábamos del sol Dominicano, el porte de un buen culo de mujer costeña. Arriba, sus generosos senos se mostraban como dos ricos melones dignos de ser lamidos por una sedienta y masculina lengua, y el top de su bikini no podía ocultar como esas tetas infladas por la silicona sobresalían portentosas y magnificentes.

Marcela, de escasos 22 años de edad, y sobrina de Adriana, había pasado de ser una incomodidad a una diaria tortura.

A mi amiga Adriana yo la conocía hacía ya un tiempo a través de uno de mis clientes en Cali, y como cosas del destino nos volvimos a conectar cuando ella ya llevaba 6 meses de separada de su ex. Curiosamente el mismo tiempo que yo llevaba de divorciado. Hacia escasos 30 días que invite a Adriana a almorzar, y con risas y silencios, compartimos las desdichas de nuestros fracasados matrimonios. Hacia escasos 30 días que yo no me explicaba como su ex dejaba sola a esa alegre mujer costeña con ese carisma, esas tetas, esas piernas y ese culo de ensueño. Hacia 30 días había descubierto de nuevo a Adriana, esa hembrota barranquillera, madre orgullosa de una nena de 5 años, buena amiga mía, con esa sonrisa encantadora y ese sexy cuerpo currambero, ya sin dueño. Difícil disimular, para mí, a mis 48 años, no antojarme sexualmente de tener a mi lado a Adriana, en minifalda y blusa escotada, luciendo con desparpajo y orgullo, las femeninas bondades de su generoso cuerpo.

Hacia escasos 15 días que invite a Adriana a ese motel de Yumbo y viví a pleno esa maravillosa experiencia de poner mis manos, mi lengua y mi verga en su voluptuoso cuerpo desnudo, para dejarle su estrecho sexo lleno con tres bombazos de mi madura y espesa leche, y luego cerrar con broche de oro al dejarme hundirle mi firme miembro por entre esas nalgas de ensueño, y gritar a pleno, después de más de 6 meses sin hacerlo, ese masculino orgasmo mientras mi verga explotaba allá enterrada en lo profundo de ese hermoso culo costeño. Jamás imagine que disfrutaría tanto encima de ella durante esas dos horas de sexo. Jamás imagine que disfrutaría tanto encima de ella durante esos 30 minutos de sexo anal mientras que le clavaba ese culo de ensueño.

Esa semana, en República Dominicana, Adriana y yo teníamos planeado fundirnos en 7 días de relax, amistad, sol, brisa, mar, trago, verdades y sexo, pero al ella invitar a su sobrina arruinaba mis planes de levantarme a su lado y de irme a dormir encima de ella con mi verga enterrada en sus tesoros.

Llevabamos ya 5 días de polvos rápidos y a escondidas de su sobrina, pero a mí me torturaban dos cosas, una era no poderme culear a Adriana toda una noche sin contratiempos ni carreras, y la otra, el juvenil cuerpo de Marcela, su sobrina de 22 añitos, ya empezaba a dejar volar mis perversas ideas de sexo con esa inmaculada, tierna y juvenil diosa.

Marcela, estudiante de comunicación social de una importante universidad de Cali tenía un muy buen cuerpo, y su bikini, dejaba volar la imaginación de más de un hombre, incluyéndome a mí, esa tarde. Su culito, moldeado y redondito sobresalía como un apetitoso durazno por encima de esa diminuta tanga y ese par de nalguitas, divinas, le daban a su cuerpo ese porte de diosa colombiana. Arriba en sus pechos, unas juveniles tetas, no muy desarrolladas, iluminaban su cuerpo juvenil, y le daban ese especial toque de coqueta y vanidosa.

A mi lado, viendo como Adriana y su sobrina Marcela se ponían de pie y caminaban hacia la orilla del mar, Pedro, un agraciado español, comerciante, divorciado de 45 años de edad, las miraba y no sabía cuál de ellas elegir, pero su silencio cómplice me decía que ambas eran la receta perfecta para sus sueños.

-“Adriana me recuerda a mi cuñada… una chava colombiana que conoció mi hermano y que lo conquisto muy rápido hace 2 años … claro, con un cuerpo así de esbelto, no se ponen condiciones... y vaya que envidio a mi hermano…”, dijo Pedro.

-“… Y Marcela me recuerda a la hija de un amigo cercano… de Tenerife, ella de 23 Abriles y con un tío de 46 de novio… plana arriba pero con unas piernas y un trasero brutales… que más le pide uno a la vida a esta edad, ahh?”, agrego el riéndose de nuevo.

-“Por eso me puse nervioso ayer cuando ella se me acerco preguntando por su móvil”, comento él.

-“… las cosas del destino que a veces nos da la oportunidad de conocer gente interesante”, le respondí.

Ayer, Marcela olvido su iPhone en el restaurante buffet del hotel y cuando regresamos a buscarlo, Pedro, solitario y con una sonrisa, le entrego a ella, la buena noticia de que su celular estaba en su poder. Ahora, 24 horas después, Pedro nos acompañaba esa tarde al lado nuestro después de entablar una amena conversación con nosotros, y tácitamente, disfrutar a pleno del espectáculo que Adriana y su sobrina Marcela le daban, al dejar ellas exponer a pleno sus atributos físicos mientras los ojos displicentes y maduros de Pedro recorrían sus cuerpos femeninos sin pena ni gloria. Imagino la tortura que pasaba por su cabeza al ver tan de cerca esos dos exuberantes cuerpos de mujeres colombianas exponiendo a pleno sus atributos, solo para sus veteranos ojos.

Ayer en la noche invitamos a Pedro a salir a bailar y experimente esa extraña y rica sensación de masculinos celos al ver a Adriana lucir ese ajustado vestido verde crema que exponía sus pechos, su cadera, su cola y sus piernas a pedir de boca, mientras Pedro bailaba encantado con ella. También experimente esa extraña y rica sensación de masculina perversión al bailar al lado de Marcela mientras el pantalón ajustado de lycra azul que ella lucia moldeaba a la perfección esas juveniles nalgas de diosa y me deleitaba viéndola a mi lado mover sus atléticas piernas y esa joven figura mostrando su culito como un dije de oro para la sedienta verga de un maduro hombre divorciado.

10 minutos después de un rápido chapuzón, Adriana y Marcela regresaron a la carpa playera donde Pedro y yo las esperábamos, y un silencio cómplice de su parte me daba a entender tácitamente su lucha por decidir cuál de esos esbeltos cuerpos húmedos de esas dos mujeres colombianas que se ubicaban en frente suyo podía satisfacer sus desesperados y masculinos sueños.

-“Bueno, mujeres hermosas, ya me deleite viéndolas hoy de nuevo en bikini, espero verlas estas noche igual de bellas para invitarlas a unos tragos en nombre de la madre patria”, dijo Pedro poniéndose de pie y despidiéndose.

-“Listo Pedro, nos vemos esta noche”, dijo Adriana acercándose a él y dándole un beso en la mejilla.

El, después de recibir el beso, descarado, bajando su mirada, repaso con sus maduros ojos las portentosas tetas y el culo de Adriana mientras ellas se voleaba hacia la silla playera. Luego, con gusto, vio como Marcela, se le acercaba y le plantaba un beso en su mejilla.

-“Bueno, Pedro, nos vemos para otra bailadita”, le dijo Marcela colocando su mano derecha sobre el brazo de él.

-“Vale, mi reina”, respondió el bajando su cabeza y viendo como el paradito culito de Marcela se alejaba de él, caminando agraciado.

Esa noche, Andrea y Marcela, su sobrina, parecían que se habían puesto de acuerdo. Estaban hechas todas unas diosas.

Andrea lucía un apretado vestido negro, elegante y sexy, el cual terminaba arriba con un generoso escote, mostrando sin compasión esas tetas majestuosas. Abajo, la ajustada prenda marcaba perfecto su cadera y arropaba esas nalgas de mujer costeña, mostrando perfecto el porque ese espigado culo barranquillero merecía ser consentido esa noche por una afortunada verga. Marcela, por su parte, lucía un apretado vestido azul claro y sus piernas y su culo resaltaban de su cuerpo hermosos, sexys y sin discusión, listos para la acción de un hombre español que le recupero su celular.

-“Me estas torturando con ese vestido corazón”, le dije a Adriana a sus oídos susurrándole en la mesa y tocándole las piernas con mi mano bajo la mesa.

-“Con esas tetas y ese culo… y los manes mirándote de arriba abajo... no sabes las ganas que tengo de subirnos a la suite y pasar toda la noche encima de ti, a puerta cerrada... mientras que el español se va y se come a Marcela”, le agregue.

-“Si lo se amor, pero no puedo dejar sola a mi sobrina... sin conocer a ese señor, no se puede”, me respondió.

Me moleste a su respuesta ya que yo estaba súper arrecho de comerme a Adriana esa noche.

-“pues pregúntale a Marcela si se quiere acostar con el man este… y dile que se vaya al cuarto nuestro… que Pedro se la monte en la sala.. y tu y yo en nuestra cama”, le dije enfadado y excitado mientras mi mano derecha se le escondía bajo sus piernas y le alcanzaba a tocar la parte interior de su entrepierna.

-“Pedro está súper arrecho con Marcela… y que rico que ella le corresponda por lo del iPhone”, agregue.

Un silencio me regalo Adriana y de inmediato Pedro y Marcela se acercaron a la mesa después de bailar.

-“Marce… ven te pregunto una cosa”, dijo Adriana poniéndose de pie y tomando de la mano a su sobrina sin dejar que ella se sentara en la mesa.

Pedro se sentó y se quedó en silencio viendo como el majestuoso culazo de Adriana se movía cadencioso alejándose de nosotros. A su lado Marcela caminaba, hermosa y sexy, y esas nalgas juveniles se mecían vanidosas sabiendo que los ojos de dos hombre maduros las miraban.

-“Como te envidio Jaime… con el debido respeto por tus damas y excusándome por mi grosería… pero difícil decidir cuál de ellas dos tiene el mejor cuerpo… Marcela, me tiene a mil con ese trasero, pero Adriana tiene un cuerpo muy completo”, comento el levantando su copa y brindando conmigo

-“Por tus mujeres y tu suerte de traerte a este paraíso esas dos bellezas colombianas”, dijo el chocando su copa contra la mía.

-“salud !!”, dijimos los dos en coro al mismo tiempo que Adriana y Marcela se acercaban sonrientes a nosotros de nuevo.

-“Amor, nos subimos la alcoba?”, pregunto Adriana estirándome su mano.

-“Vaya que pena ver que finalizan la velada… gracias a ust..”, alcanzo a decir Pedro antes de ser interrumpido.

-“Nos gustaría que nos acompañaras a la suite Pedro”, dijo Marcela acercándose a él y estirándole su mano derecha.

Pedro, sorprendido por la inesperada propuesta solo acertó a decir escuetamente mientras Marcela se paraba en frente de él, coqueta y sonriente, aun estirándole su mano.

-“Vaya.. si.. claro”

Camine con Adriana, juntos tomados de la mano, y detrás nuestro andaban él y Marcela. Llegamos al ascensor del lobby y presionamos el botón del 5to piso. La puerta de abrió y entramos solos los cuatro. De inmediato Adriana se acercó a mí y me plasmo un beso lento y exquisito, del cual nuestras lenguas se enredaron y dejaron pasar los segundos. Reaccione de inmediato y mi mano derecha, sin duda, se posó sobre el culo de Adriana y empezó a recorrer esas paradas nalgas costeñas. No me importo lo que Marcela y Pedro veían, pero al yo manosearle las nalgas a Adriana, demostraban que esa belleza de culo barranquillero esa noche me pertenecía.

Tan pronto, el timbre del ascensor sonó avisándonos la llegada al 5to piso, el beso de Adriana se rompió y gire a mi derecha para ver con excitación esa escena que llevaba ya 24 horas de espera.

Pedro y Marcela también se fundían en un beso apasionado y las dos manos de este amigo español acariciaban con generosidad las paraditas y espectaculares nalgas de Marcela.

-“Llegamos chicos”, dijo Adriana tomándome de la mano y saliendo del ascensor.

Pedro y Marcela rompieron su beso, pero la mano derecha de él no se separó ni un segundo del culo de ella.

Entramos y Adriana dio las órdenes esperadas:

-“Nosotros en la alcoba… y ustedes en la sala… usa condón y consiéntemela con cariño”, dijo Adriana separándose de mí y acercándose sobre el dándole un beso en la mejilla.

Pedro le respondió y al darle el beso, vi como su mano derecha abrazo a Adriana y se escurrió sutilmente sobre su cadera y sus nalgas.

Así de simple, durante esos 3 eternos y excitantes segundos, Pedro, finalmente, después de más de 24 horas de haber conocido a esa atractiva costeña, ponía sus manos sobre el culo de Adriana.

Ella se giró sonriente hacia mí, y sin importarle ni cinco que el la acababa de tocar, me tomo de la mano.

Los siguientes minutos me olvide quien era, me olvide que hacía y solo me concentre en una misión: satisfacer a Adriana y satisfacerme a mí mismo, clavándole la verga en sus tesoros y comiéndome esas tetas deliciosas dignas de mi lengua.

Vi la hora de reojo y observe que el reloj marcaba las 12 de la medianoche. Llevábamos más de una hora, ahí desnudos, culeando como animales salvajes. Yo estaba sentado al borde de la cama y Adriana sentada sobre mi abdomen cabalgándose mi verga sin condón. Hacia 3 minutos me había derramado adentro de ella en esa posición de caballito, mientras el torso de ella, recostado sobre mi cabeza, me entregaba sus tetas de diosa, solo para mi lengua.

Al fondo, se escuchaban deliciosamente los complacientes gemidos conjuntos de Pedro y Marcela desfogando sus secretos en la sala de la suite.

-“Me dejas darte por el culo un ratico amor?”, le pregunte a Adriana retirando de mi boca esos melones de tetas tan ricos.

-“amor, el gel lubricante está en el baño”, me respondió positivamente ella.

De inmediato con fuerza voltee el cuerpo de Adriana y los dos caímos recostados sobre la cama, sacando mi verga con dificultad de su tesoro. Su sexo, brillante y hermoso, mostraba los resultados de 60 minutos de sexo sin protección, y sus labios vaginales y su colgante clítoris lucían majestuosos y dilatados. Mi espesa y amarillosa leche cubría su sexo y en lo profundo de su vagina, tres bombazos de semen reposaban ya hirvientes.

Me pare de la cama y camine al baño, pasando por la sala en silencio. Y claro que llegue en el justo momento.

Marcela, desnuda y acomodada en cuatro, lucia hermosa. En dirección hacia la ventana, mirando la oscura bahía y con la ventana abierta, Pedro, también desnudo, se la estaba comiendo al estilo perrito, como ese culo tan divino de ella, así lo merecía.

El sexy vestido azul claro, un brassier negro y una tierna tanga estaban tiradas sobre el sofá, donde seguramente Pedro la desnudo.

Marcela gemía diferente y se le notaba lo intenso del momento que pasaba. Su cabeza se mecía lentamente de arriba a abajo, al mismo tiempo que su desnudo cuerpo se sacudía a la lenta velocidad que el abdomen de Pedro golpeaba con fuerza sus hermosas nalgas.

Pedro, aferrado a la cadera de ella con su cabeza levantada hacia el techo gemía como loco, y daba gracias al TodoPoderoso por lo que vivía en ese instante.

Claro, me di cuenta que me aparecí justo en el momento en que ambos llegaban a su orgasmo. El, vomitando su bombazo de semen adentro del fresco sexo de Marcela, y ella, al sentir como la verga de un hombre que le doblaba su edad le machacaba su tierna vagina.

30 segundos después, Pedro se detuvo y bajo su cabeza como para asegurarse que efectivamente su verga le había reventado enterrada allá adentro de ese juvenil sexo de esa colombiana.

De pronto, pase pesadamente saliva allí de pie, mirándolos.

Pedro empujo las caderas de Marcela y lentamente empezó a retirar su firme verga de la estrecha vagina de la sobrina de Adriana.

Vi cómo empezó a aparecer una flamante y portentosa verga, gruesa y mucho más grande que la mía. La cabeza del vergononon era inmensa y escurrían sin compasión largas y colgantes gotas de blanco semen.

Me paso un corrientazo por el cuerpo. Pedro no tenía condón y llevaba 60 minutos culeandose a Marcela sin protección. Casi de inmediato quedo expuesta la espectacular y formidable vagina de Marcela, marcada por unos gruesos labios vaginales y un rojizo clítoris visible a los ojos de cualquier hombre. Un hilo de rebosante leche empezó a escurrir de la brillante vagina de Marcela, mostrándole a Pedro que el brutal bombazo de semen salía libre de su sexo. Que delicia ver como el semen escurría lento y perezoso del sexo de ella y caía sin displicencia sobre el piso de la suite.

-“Desde que te vi en el restaurante muñeca, yo sabía que meterte la pija en esa concha y correrse adentro tuyo es para un hombre afortunado”, dijo el poniéndose de pie y mirándome sorprendido al darse cuenta que yo los miraba en silencio.

Claro, no fui el único sorprendido.

Adriana, al ver que me demoraba en regresar a la cama con el gel lubricante anal, se puso de pie y se apareció en la sala.

Un frio y tenso silencio nos albergó a todos.

Pedro y Marcela, apenados por no cumplir su promesa de tener sexo con protección. Yo, sorprendido y envidiando al español, al darme cuenta que Marcela era una cálida diosa para el sexo, que permitió comerse semejante vergota sin escuchar a su tía. Y Adriana, impávida y sorprendida viendo como esa gigante verga colgante de Pedro, majestuosa y firme, la dejaba volar su imaginación.

-“Tenes el cuerpo de una diosa y la sonrisa de un ángel”, dijo Pedro mirando el femenino y hermoso cuerpo desnudo de Adriana, viendo como esas tetas de silicona eran un brillante dije de oro, y luego bajando su mirada viéndole la brillante raja oculta entre sus piernas.

-“Dios… ahora si entiendo porque Marcela gemía tan duro”, dijo Adriana sonriéndole y mirándole de nuevo su firme, varonil y colgante miembro.

Una hora después miro el rejoj de la pared de la suite. Son la 1:05 am.

Me visto y me pongo mi pantaloneta y la camiseta sin afán, mientras a mi lado, Marcela, aun desnuda, hace lo mismo y se coloca su vestido azul crema sin la ropa interior. De inmediato, ella recoge su brassier y su tanga negra del piso y las coloca sobre la mesa de la sala.

Me quedo viendo como esa belleza de nalgas se ocultan bajo el ajustado vestido y luego de medio lado, su suculento, sexy y juvenil trasero se luce majestuoso, sin mostrar indicio alguno de que ella completaba, ahí tirada en la sala, dos horas teniendo sexo con dos hombres maduros.

-“Culo tan divino el tuyo corazón”, le dije acercándome a ella y tocándole sus nalgas generosamente.

-“Gracias Jaime”, me respondió ella.

Nos dimos un corto y apasionado beso, mientras nuestros cuerpos aun regurgitan de sexo, después de habérmela culeado ahí en la sala, tan pronto Pedro, el español, le descargo 3 bombonas de semen en lo profundo de su sexo. Yo, por mi parte me había derramado solo dos veces, pero disfrute al máximo esa exquisita sensación de clavármela sabiendo que su cuquita ya estaba rebosante de leche española que la había conquistado primero.

-“Primera vez que dos hombres te dejan esa cuquita llena de semen en menos de 2 horas?”, le pregunte.

Ella solo se rio.

-“Tienes la llave de la suite de Pedro?”, pregunto ella.

-“si… vamos amor”, le respondí caminando hacia la puerta y pasando por la entrada de la alcoba.

Me dio envidia, pero sabía que yo lo hacía por complacerlos a ambos.

Al fondo, la luz tenue de la alcoba dejaba entrever los dos cuerpos desnudos de Adriana, mi amiga y amante, y encima de ella, el cuerpo de Pedro, meciéndose sobre ella y moviendo su pelvis lenta y cadenciosamente sobre la cómoda cama del hotel.

Ambos, abrazados, bailaban esa danza erótica, mientras Adriana, acostada boca arriba y con sus piernas bien abiertas, soportaba el peso del cuerpo de Pedro, quien encima de ella, como un alicate en cómoda posición misionero, se la estaba culeando.

La cabeza de Adriana reposaba de medio lado y con sus ojos cerrados y su boca entreabierta gimiendo a pleno, mostraba sin pena ni gloria, como disfrutaba que esa flamante y gruesa verga catalana, se mecía libre y sin protección en lo profundo de su vagina. Aferrado a su espalda, ella lo abrazaba mientras él se movía cadenciosamente encima de ella.

Abajo, la cadera de Pedro se retorcía de placer y era parcialmente visible por unos escasos segundos como la gruesa y portentosa vergota del hombre que apenas hacia dos días nos había recuperado el celular de Marcela, entraba y salía sin problema alguno del sexo de Adriana, sin forro ni protección ni rollos sentimentales.

De repente, Adriana abrió sus ojos y un poco apenada, viendo como ella disfrutaba de ese vergononon español adentro de ella, me estiro su brazo tratando de alcanzarme a la distancia.

Entre a la alcoba caminando en silencio mientras ella aun me miraba a los ojos y su cuerpo se mecía a la misma velocidad que la vergota de Pedro entraba y salía de su sexo. Su brazo, aun estirado, me llamaba y me pedía su permiso.

-“Amor… sabes que eres muy especial... eso no lo olvides”, comento Adriana.

Pedro se detuvo sorprendido al darse cuenta que yo había entrado a la suite.

-“Que corrida tan brutal la que me di adentro de ella... como te envidio mi Colombia”, agrego el sacándole su firme miembro y levantándose de la cama.

-“Desde que vi el cuerpazo de ella cuando ustedes llegaron al hotel el Miércoles, yo sabía que una noche encima de Adriana es para nunca olvidar”, comento Pedro

Nuevamente me excite al ver esa cosota, portentosa y gigante, salir de en medio de las piernas de ella.

-“Jaime, amigo… te pones celoso, si me das permiso de meterle la pija a tu diosa por entre este trasero de reina?”, pregunto el poniéndose de pie.

Adriana aun me sostenía del brazo. La mire y en silencio ambos nos leímos la mente. Luego le sonreí y me agache para darle ese beso aprobatorio de bienvenida al mundo swinger.

7 minutos más tarde, desde la puerta de la alcoba y con Marcela abrazándome a mi lado, observamos ese espectáculo erótico digno de ser recordado. Adriana, desnuda y acomodaba en cuatro sobre la cama, con su vagina brillante salpicada de sus dulces flujos vaginales y el rebosante semen de Pedro se aferraba a las sabanas de la cama, mientras montado detrás de ella, ese amigable catalán, divorciado y libre de toda culpa, colocaba con cuidado la cabeza de su inmensa verga en medio de las espigadas nalgas de mi Adriana.

Mientras que las pesadas y bien afeitadas guevas españolas rozaban la vagina de ella, 3 centímetros más arriba, las manos de Pedro abrían su tesoro y el estrecho hoyo del ano, ese asterisco de las pasiones masculinas, aparecía hermoso y coqueto, cubierto del gel lubricante anal que yo había comprado hacia 15 días para disfrutar del trasero de mi bella currambera.

Sin mediar palabra, un profundo e intenso gemido se escuchó en la alcoba, y la inmensa cabeza de la verga de Pedro empezó a desaparecer de mi vista.

Como un cuchillo caliente en mantequilla, esa rica verga española se hundió lento y pausado, por completo en medio de las espigadas nalgas de Adriana y como buen descubridor de América conquisto de nuevo a esta mujer costeña, libre e independiente.

Finalmente, ella gimió duro y parejo y nos gritó a todos lo que Adriana sentía en ese instante:

-“ayyyyyyy Pedro… que riiiiiiicoooooooo…”

Pedro, empujándole su pelvis contra sus nalgas se aseguró que toda su firme herramienta se adueñaba del culo de esta sexy y atractiva colombiana.

De inmediato me di cuenta que Marcela y yo sobrábamos en esa escena y saliendo de la alcoba nos dirigimos a la suite de Pedro, utilizando su llave.

10 minutos más tarde pienso en Adriana y la fortuna de haberla descubierto de nuevo, ya que gracias a ella, tenía el gusto de tener a Marcela, su joven y atractiva sobrina a mi lado.

Marcela, nuevamente desnuda y acomodada en cuatro en frente mío sobre la cama de la suite de Pedro me entregaba su joven y formidable trasero. Abrí sus nalgas y puse mi delgada verga a la entrada de su brillante ano, ya cubierto del gel anal que tenía preparado para su tía.

Pensé en mi divorcio, pensé en mi ex, pensé en Adriana y pensé lo que podría estar pasando por la cabeza de Pedro en ese momento mientras él le taladraba con su verga ese culo de ensueño de esa atractiva mujer colombiana.

Cerré los ojos y pensé en mí, y lentamente hale la cadera de Marcela hacia mi abdomen, mientras Marcela gemía roncamente con placer y dolor, y yo tocaba el cielo, al sentir como mi verga se escondía por entre ese culito de diosa.

10 minutos más tarde se escucharon en el piso quinto del hotel esos dos gemidos extraños.

En la suite 502, Adriana extasiada por la incomodidad, gemía con rabia, dolor y placer, mientras que le verga de Pedro colapsaba y vomitaba su chorro de espesa y madura leche, atrapada allá en lo profundo de sus hermosas y suntuosas nalgas de mujer barranquillera, mientras que el abrazado a ella en la cama de medio lado, le acariciaba sus tetas y tomaba posesión de su cuerpo.

En la suite 510, Marcela dejaba escurrir una lagrima de rabia, dolor y placer, mientras que la verga de Jaime, el amigo de su tía, permanecía enterrada en medio de su culo y esos 10 minutos convertía su lujuriosa y suntuosa cola de gimnasio, en una mezcla de maduro semen, gel lubricante y saliva de un maduro hombre, que en ese momento, empezaba a descubrir el exquisito placer de pasar toda la noche encima de una hembrita mucho más joven que él, culeandosela, sin carreras ni contratiempos, sin esconderse de nadie, sin explicaciones de ninguna índole.

Hoy, acá sentado en la silla de la playa, el sol de la mañana irradia con calor mi cara. Marcela, la sobrina de Adriana se pone de pie y orgullosa se acomoda su bikini rojo, antes de entrar al mar.

Sus paradas nalgas, redonditas, sexys y suculentas, llaman la atención de cualquier hombre. Me volteo y la observo y me parece increíble que pase toda la noche encima de ella, clavándole ese culo y dejándole su estrecho sexo lleno de mi leche.

Su tanga y el top rojos no pueden ocultar para nada lo atractivo de su juvenil cuerpo. Quien iba a imaginarse que ese culo tan rico tenia atorada mi verga toda la noche.

Al fondo, Adriana y Pedro salen del mar y se acercan a nosotros tomados de la mano como pareja. El cuerpo húmedo de Adriana luce aun espectacular y las voluptuosas tetas, majestuosas, saltan a la vista con orgullo. Sus gruesas piernas y ese culazo costeño, no reflejan que en la noche anterior dos vergas diferentes la llenaron a saciar de placer. Su delicada tanga azul oculta ese carnoso tesoro escondido entre sus piernas, sin imaginar que dos vergas diferentes vomitaron a saciar su leche en sus entrañas. Sus apetitosas y redondas nalgas no reflejan que en la noche anterior una sola verga exploto atrapada en lo profundo de ese culazo de reina.

Ella me da un tierno beso en los labios y se sienta al lado de Pedro.

-“son colombianos?”, nos pregunta un hombre solitario de cerca de 40 años que a mi derecha nos miraba con detalle y con curiosidad por entender la relación de nosotros cuatro.

-“si claro, mucho gusto Jaime… yo soy de Cali”, le digo poniéndome de pie.

-“Hola... mucho gusto Adriana”, le dice ella extendiéndole su brazo con una sonrisa amable.

-“Y bueno... yo soy el extranjero acá... Pedro, de Barcelona”, responde el con acento fuerte.

-“Gracias, soy Alfredo, de Sincelejo… y la chica de rojo… es su hija?”, se presentó el preguntando por Marcela.

-“no, ella es mi sobrina… Marcela… también de Barranquilla... como yo”, respondió Adriana.

-“Aja… claro eche.. el cuerpo de la mujer costeña se reconoce a kilómetros… yo las vi desde hacía rato y me dije que ustedes tenían que ser colombianas y de la costa”, comento el riéndose y sacudiendo su mano alegremente como típico costeño.

Mire a Adriana como observaba el notorio bulto entre las piernas de Alfredo, el cual visible, mostraba las cualidades físicas de su bien cuidado cuerpo.

Mire a Pedro sonriente y el me respondió de la misma forma, entregándome esa mirada complaciente y picarona.

Jamás imaginaria Alfredo, este amigable y sonriente costeño de 43 años de edad, divorciado hacia 1 año, y de paseo en solitario en República Dominicana, que estaba a solo horas de poner su lengua y su inmensa verga en los tesoros ocultos de Adriana y de su sexy sobrina Marcela.

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