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UN TRIO INESPERADO

Regresaba de un viaje de negocios y había acordado con mi novia Xime que me esperaría en el aeropuerto, el cual se encuentra a 45 minutos de la ciudad. En el avión me había tomado un par de whiskies y ella también, mientras me esperaba. Previamente habíamos tenido una charla muy caliente en la que hablábamos de qué vestido llevar para recibirme y qué no llevar debajo de éste, y lo que iba a hacerle tan pronto estuviéramos solos. De manera que fue un encuentro bastante emotivo, no solo por los días que hacia no nos veíamos sino por las expectativas que teníamos al vernos.

Efectivamente estaba hermosísima como siempre y muy sexy, con un vestidito negro muy corto y vaporoso, con escote profundo que dejaban ver esos melones divinos de que hace gala. Nos besamos apasionadamente mientras yo la miraba por todos lados y aprovechaba para acariciarle las nalguitas disimuladamente para saber si tenía o no tenía pantis. Lo que si teníamos era muchas miradas encima y preferimos seguir rápidamente a buscar un taxi.

El taxista era un moreno grande, de no más de cuarenta, costeño y poco conversador pero amable, particularmente con Xime. Rápidamente nos acomodamos y comenzamos a bajar hacia la ciudad. Xime es una morena clara con una piel que parece bronceada a toda hora. Nunca pasa desapercibida y por supuesto el taxista la miraba por el retro con descaro, un descaro muy costeño. Ella se dio cuenta y se fue poniendo muy cachonda. Comenzamos a besarnos y obviamente lo primero que hice fue pasarle mi mano por debajo del vestidito para acariciarle sus caderas y rápidamente encontrarme con su cuquita perfectamente rasurada y húmeda. Yo tenía a mi “lujurioso” muy inquieto pero todo se prestaba para una sesión de fotografía, con un voyerista inesperado a bordo. Saqué una camarita pequeña y comencé a tomarle fotos a mi negra.

Ella sabía que el taxista estaba pendiente de lo que hacíamos, cuando no tenía que mirar la carretera que tiene muchas curvas y afortunadamente pocos carros, por la hora. Xime posó para mi cámara pero también muy consciente de que teníamos voyerista al timón, quien sonreía con picardía, acomodando con frecuencia el espejo retrovisor para no perderse nada. Yo no esperaba que mi negra fuera a avanzar más allá de subirse un poco la falda para que las fotos quedaran atrevidas y que el taxista pudiera darse gusto observándola. Se tocaba la cuquita, masturbándose con suavidad, morbosamente, con movimientos insinuantes, mostrando sus piernas morenas y esplendidas. Mi “lujurioso estaba que reventaba mi bragueta, pero yo estaba en mi trabajo de fotógrafo. Me imagino cómo estaría el taxista.

De pronto Xime se quitó las sandalias doradas que llevaba y que le adornaban esos pies hermosísimos que son mi fetiche predilecto. Y sin que mediara mucho más se quitó el vestido con mucha facilidad, quedando solo con un brasier transparente que también quedó fuera del lente de la cámara, dejando ver sus melones esplendidos. El voyerista pegó un frenazo pues estaba descuidando la carretera, sorprendido y excitado de lo que veía por el retro. Después Xime se volteó hacia mí y me soltó el cinturón, me abrió la bragueta, saliendo presuroso mi “lujurioso”, crecido y sonrojado, feliz de estar en libertad, deseoso de esa boca grande y carnosa que se ofrecía generosa ante él.Después de acariciarmelo suavemente con sus labios tibios, vino una corta mamada, como lubricante. Luego se me montó encima e introdujo mi verga en su vagina caliente, húmeda y riquísima, despreocupada completamente de las miradas del taxista (aunque sabía que le estaba mostrando su culito) y de cualquier mirón que viniera por la carretera, cabalgando sobre mí hasta lograr un orgasmo simultaneo, lleno de estertores y muchos fluidos.

El pequeño espacio del taxi se llenó de gemidos que tenían tres fuentes distintas. Alcancé a ver que el voyerista del timón también se había abierto la bragueta y se estaba masturbando desesperadamente hasta derramarse. Xime se bajó lentamente, mirando desprevenidamente al taxista con cierto gesto burlón, quien le mostraba su verga grandísima de negro costeño, como deseando una mamada para él. Pero ella se volvió a poner la ropita que traía, antes de llegar al peaje. Nos miramos y sonreímos como los cómplices que somos en todas nuestras aventuras y nos arrunchamos como para seguir el viaje. Ya estábamos en las goteras de la ciudad y comenzamos a pasar por la zona de moteles. El taxista comenzó a conversar sobre experiencias que había tenido llevando pasajeras, sobre todo, en las que terminaba culeándoselas. “Me parece que a su morena le gusta la tripita, como a las de mi tierra…”, lo dijo como quien no quiere la cosa…

olofernes

Soy hombre heterosexual

visitas: 1061
Categoria: Tríos
Fecha de Publicación: 2018-10-31 14:41:50
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1 Comentario

Que buena vivencia..........lo que queda en la vida son los recuerdos de lo que nos atrevimos a hacer.....cómo se nota que disfrutan lo que se presenta....!!!

2019-10-06 22:30:29