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SEXO BRAVO EN CARTAGENA

Les voy a contar lo que viví con Julieta en mi último congreso de publicidad. Ella es una mujer espectacular, tendrá unos 28 o 30 años, cabello cenizo, casi rubio, de estatura mediana, piel cuidadosamente bronceada y…más bien delgada, pero con unos melones como caídos del cielo. Esa aventurita me costó mucho dinero…, aparte de lo que gastamos en el hotel, cenas y en el bar-discoteca.

- Una vez en mi hotel, y sin inscribirme aún en el congreso, me le reporté a Xime, diciéndole que había llegado bien y que comenzaba a extrañarla. Tan pronto colgamos, llamé a Xamira, mi contacto de prepagos. Ella es la intermediaria más cotizada de Cartagena. Le expliqué el tipo de mujer que quería esta vez, exigiéndole que fuera muy liberada y estuviera bien dispuesta para mí. Estaría tres días en el congreso; ella ya sabía lo que quería decir. Tendría muchas juntas, pero de ombligos…Rápidamente me respondió que me la tenía: era Caleña y estaba por esos días de paso por Cartagena.

- Xamira cuadró la cita con Julieta para esa noche de viernes, inicio de puente. Nos encontraríamos en una reconocida discoteca a las 8 pm. Yo estaría solo en el extremo de la barra tomándome un whisky. Julieta no tenía mi descripción pues nunca me he visto con Xamira, a la cual no he podido conocer. Mis amigos de andanzas dicen que es una señora muy elegante de la sociedad cartagenera, de apellidos conocidos. Xamira es el nombre de batalla. De pronto el verdadero apellido es Román, De Andrei’s… Bueno, quien sabe...

- Llegue en taxi a discoteca un poco antes de las ocho. No había mucho público todavía y me senté al extremo de la barra. Le pedí al barman un whisky, y este con ciertos movimientos sospechosos me lo sirvió. “¿Esperas a alguien mi vida?”, me dijo con voz aflautada y melosa. Si, espero a una amiga. “Lo que quieras aquí, precioso”, y movió sus pestanas postizas. Noté que tenía las cejas depiladas, un poco corrida la pestañina, piel bronceada y una gran musculatura. Voltee a mirar la entrada y de pronto vi a mi pedido a la carta entrar muy elegante, con una falda negra corta, muy ceñida al cuerpo, sandalias altas muy destapadas y una blusa de tiras delgadas, con pedrería muy pequeña, que reflejaba las luces del bar…Sabía que era ella. Apenas entró, dirigió su mirada hacia el extremo de la barra, donde estaba yo, y me sonrió con picardía.

- Ella pronto estaba a mi lado, ofreciéndome su mejilla para saludar. ¿Darío…? Susurró muy cerca de mi rostro, sintiendo su aliento fresco, con olor a chicle de menta. Se sentó a mi lado y puso su pequeño bolso negro, de un material brillante, sobre la barra. Se quedó observándome por un corto tiempo, lo que me permitió ver sus ojos negros y grandes, un poco inquisidores. El barman se acercó, meneándose como loca en celo y, dirigiéndose a mí, preguntó si más whisky para los dos. Julieta me hizo señas de que sí. Dos whiskies más, dije entonces.

- Conversamos un poco, nos dijimos mentiras, como en todos estos encuentros furtivos y sin compromiso. Tomamos otros tragos, mientras se iba llenando el sitio. Pensé que había que buscar una mesa cerca de la pista de baile, pero ella me retuvo. No, mira allí viene mi amiga Titina. Te la presento… Titina era una rubia impresionante que inmediatamente atrajo las miradas de hombres y mujeres, no solo por su belleza sino por la forma de saludar a Julieta. Le estampó un beso en la boca, con apasionamiento. “Mi vida, estabas perdida”, dijo con una voz ronqueta muy sensual. Antes de sentarse acarició las rodillas de Julieta con suavidad. ¿Y qué están tomando? Yo quiero un Martini, dijo sin esperar la respuesta. Seguimos conversando un poco…y de pronto las dos se pararon y se fueron hacia el baño de mujeres. Pasó un largo rato y volvieron a aparecer. Venían muy eufóricas, agarradas de las manos… ¿Y eso? ¿Qué pasó?, pregunté ingenuamente. “Un pericazo mi amor, solo eso”, se adelantó Titina a responder. Julieta apenas sonrió. Vámonos de aquí mi amor: Titina tiene un apartamento en Morros. Allá podemos comer algo y divertirnos.

- Llegamos a los veinte minutos al apartamento de Titina. Muy elegante, decorado con buen gusto, que aunque pequeño tenía una sola habitación inmensa. Me senté con Julieta en una salita de cuero, blanca como el nácar, mientras Titina iba al teléfono y pedía comida al restaurante del Hotel Las Américas. Puso una botella de whisky y tres vasos sobre la mesita y se sentó muy cerca de Julieta. Llevaba también una falda muy corta. Tenía piernas bien torneadas y bronceadas sin exageración. Ellas conversaron como si yo no existiera, cosa que me incomodo al principio, pero pensé que hacía rato no se veían y era normal.

-Estábamos bebiendo Old Par cuando llegó la comida. Un mesero del hotel traía una mesita con un samovar de acero inoxidable, brillante como la plata. Titina me miró fijamente y entendí que había que pagarle. Al día siguiente volvería por el samovar y los platos. Nunca pude saber el nombre del plato pero comimos insaciablemente…Y seguimos bebiendo. Ellas volvieron a meterse al baño y ya sabía yo que estaban en otro pericazo. Se sentaron muy cerca entre ellas y no tan cerca a mí. Y comenzaron a acariciarse y a besarse, descaradamente, pensé. Al principio me sentí como en el lugar equivocado, pero cuando la una le fue quitando la ropa a la otra con mucha suavidad, sin afanes, comencé a disfrutar el momento. Mi “lujurioso”, como lo llamo yo, comenzó a inflamarse y a pedir espacio. Me acomode mejor y tome un gran sorbo de whisky. Ellas ya estaban completamente desnudas, pero se habían dejado a propósito sus altas sandalias. El show era para mí y solo hasta ese momento me daba cuenta. La música sonaba suavemente con ritmo de hip hop. Xamira se había acordado de una de mis fantasías recurrente. Tendría que llamarla a agradecerle.

- Se besaban en la boca apasionadamente, introduciéndose las lenguas sin temores ni recatos. Poco a poco Titina bajó a los senos de Julieta y le chupo sus pezones, que inmediatamente brotaron estimulados por el suave roce de los labios. Luego Julieta se tendió en el sofá, boca arriba, y Titina se puso en cuatro, mostrándome sus esplendidas nalgas y su raja perfectamente rasurada. Acarició los entre-muslos de Julieta y poco a poco se fue acercando a la vulva, rasurada en triangulo pequeño, para acariciarla inicialmente con los dedos, abriéndole los labios rosados y húmedos, como una granada, introduciendo allí su lengua, con voracidad inmensa. El cuerpo de Julieta produjo un estertor y escuché un gemido de placer. La lengua inquieta de Titina iba y volvía con habilidad notoria, mientras Julieta se acariciaba sus senos con fruición. Luego Julieta se levantó y comenzó a lamer la vulva de Titina quien permanecía en cuatro, con los brazos en el espaldar del sillón.Titina también comenzó a gemir, llena de satisfacción, pidiéndole a Julieta que no se detuviera.

- Mientras yo disfrutaba el momento, pues me parecía una escena muy sensual, saqué de mi billetera un porro que traía allí en un pequeño bolsillo, y lo prendí de inmediato. Tan pronto sintieron el olor a marihuana, la pareja de nenas se detuvo. Me miraron por fin, descubriendo que aún estaba allí, y se lanzaron al tiempo sobre mí. “Danos una chupada, danos una chupada”, casi gritaron ya encima mío. Mi “lujurioso” estaba templado y deseoso de salirse de mis pantalones, cosa que notaron al instante Julieta y Titina.Me arrebataron el porro y en dos chupadas dieron cuenta de él. Inmediatamente comenzaron a desvestirme, sin que yo pudiera o quisiera defenderme. Mientras lo hacían yo chupaba los senos de Julieta, que más parecían melones y me agarraba a las nalgas de Titina y acariciaba su vulva. Prácticamente me arrastraron a la habitación donde había una cama muy grande y mullida, con sábanas blanquísimas. Julieta se prendió con su boca de mi “lujurioso”, que hacía rato pedía atención, mientras Titina se agarraba de sus nalgas y le lamia el culo a la altura del ano. Con los dedos tocaba su vulva y se los introducía suavemente por la raja. Luego de varias cabriolas terminé yo sobre Julieta mientras Titina se retiraba a una silla a observarnos. Besé por todos lados a Julieta, llegando lentamente a los labios de su vulva y con rápidos movimientos de lengua logré que se viniera en espasmos repetidos, que indicaban orgasmos plenos. La puse en cuatro e introduciendo mi “lujurioso”, que ya tenía un condón puesto previamente por Julieta, por su raja, y me moví, primero lentamente, como galopando en la sabana, hasta llegar a un orgasmo casi doloroso de lo placentero, acompañado de un grito de satisfacción de mi parte y de un gemido simultaneo de Julieta, que indicaba un nuevo orgasmo. Quedamos abrazados por un rato, mientras regresaba Titina con sendos tragos de whisky en las manos.

- Mientras yo tomaba mi trago, Titina sacó de su mesita de noche un juguete rosado, que después de prenderlo se lo entregó a Julieta para que se lo acercara a su vulva y la rosara con este. Tenía forma de pene y vibraba suavemente. Después de un rato de juego, Titina le pidió a Julieta que se lo introdujera a ella por el ano, produciéndole estertores y gemidos de placer. “Más, máaas…”, aullaba Titina de placer. Julieta me miraba pidiendo que yo la tocara también. Me puse un nuevo condón y acercándome a Julieta le fui tocando el ano y, con un lubricante, poco a poco lo preparé para introducirle mi “lujurioso” hasta el fondo, con gemidos de satisfacción de los dos, que indicaban un dolor-placer inigualable. Ya ebrios y satisfechos nos lavamos en la ducha y quedamos profundamente dormidos. Ellas abrazadas tiernamente y yo a su lado, cubierto con una sábana, disfrutando por un momento la visión de unos cuerpos curvilíneos hermosos y entrelazados desprevenidamente.

- A la mañana siguiente ya eran como las 10 de la mañana cuando me desperté con un fuerte dolor de cabeza y completamente sediento. Apareció Julieta, vestida únicamente con mi camisa, con sendos jugos de naranja en sus manos. Me contó que Titina se había marchado más temprano, pues su marido la había recogido para pasar juntos el resto del puente, con unos amigos en las Islas del Rosario. Me contó también que ellas se habían conocido hacía un par de años en un congreso de odontología en Bucaramanga. En esa ciudad habían tenido su primer encuentro lésbico y se habían descubierto bisexuales. Titina estaba casada con un prestigioso médico de Pereira, con fama de no haber salido aún del closet, y Julieta trabajaba en su consultorio particular en Cali, donde tenía novio pero sin compromisos serios.

-Pasamos juntos el resto del día, fuimos a la playa y en la noche volvimos a la discoteca, pero esta vez bailamos hasta la media noche. Yo cancele más temprano mi hotel para quedarme en Morros el resto del congreso. Sin embargo llamé a Xime temprano para anunciarle que terminaríamos el congreso en el convento de las carmelitas descalzas, vía a La Popa, pues los dos últimos días eran de retiros espirituales. Le dije que allí la señal era muy mala y posiblemente no podríamos comunicarnos sino el lunes en la noche cuando tomara mi vuelo de regreso a Bucaramanga.Con Julieta hicimos el amor varias veces en ese fin de semana, incluyendo una ocasión en que dejamos las ventanas abiertas, sabiendo que desde varios apartamentos del frente nos estaban observando hasta con binóculos. Les dimos el espectáculo que querían, sin que supieran que nos dábamos cuenta que nos veían. Lo disfrutamos mucho pues producía emociones muy fuertes y contradicción entre el recato y el exhibicionismo.

olofernes

Soy hombre heterosexual

visitas: 1099
Categoria: Tríos
Fecha de Publicación: 2018-10-31 21:10:06
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