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TACTO RECTAL

-La buena noticia es que el examen se lo puedo realizar ya mismo porque no requiere de ninguna preparación.

-Bueno doctor, verá, yo siempre estoy preparado- sentencio mientras le ofrezco una sonrisa no falta de picardía.

-Ya me imagino, claro – Me devuelve una sonrisa amplia y sincera, ahogando una carcajada y añade mientras me mira directo a los ojos –Y en su caso, no dudo de que lo va a disfrutar.

Siento el calor en mis orejas sonrojadas y sonrío de la misma manera mientras asiento con la cabeza recordando que en mi historial médico consta que soy bisexual, que Daniel es mi médico desde hace meses y que, como algunos profesionales de la salud, con sus pacientes suele ser jocoso, confianzudo y muy relajado al hablar.

-Sudadera y bóxer abajo y colócate en cuatro sobre la camilla- Dijo dándome la espalda pero con calidez sin sonar falto de profesionalismo mientras buscaba los guantes quirúrgicos y el gel lubricante.

-Pero doctor sabiendo que a la final lo voy a disfrutar y en aras de evitarle traumas al paciente, debería considerar hacerme el examen como me sienta más cómodo: acostado bocarriba- y esta vez el que ahogó la carcajada fui yo.

El silencio que siguió por algunos segundos me hizo pensar que no había escuchado y me había dado por vencido hasta que se giró hacia mí guante en mano y con expresión seria me respondió: -¿Y qué de los traumas para el médico? De eso nadie habla- Sonrió nuevamente (él es todo sonrisas) y prosiguió. –Cómo quieras, me da igual.

Por un momento no lo creí, pero no iba a cuestionar mi suerte. Me tumbé en la camilla completamente desnudo de la cintura para abajo, acomodé mi pene flácido mirando hacia la pared y me acomodé los huevos de manera instintiva, aunque finalmente colgaran igual.

Acercó una silla alta y una mesa auxiliar con paños de papel desechable, lubricante y no sé qué más. Había olvidado lo bien que olía mi doctor y empecé a arrepentirme por mi osadía. No quería pasar vergüenza.

-Esto es relativamente rápido y no es incapacitante a pesar de mis dedos gruesos- Y esta vez sí soltó la carcajada. Se disculpó por la ocurrencia y lo tranquilicé restándole importancia con mi propia versión de carcajada menos sonora. Me relajé. –Abre las piernas y vas a llevar tus testículos hacia arriba- Me pidió con voz seria mientras el frasco del gel emitía el característico sonido de salida del contenido sobre su dedo índice.

-Creí que para esto utilizaban el dedo del medio- dije con picardía a lo que me respondió sin mirarme concentrado ya en mi entrepierna –Vez demasiado porno.

Me reí, pero ya con miedo, mi verga comenzó a palpitar casi instintivamente. Lo que menos quería era una erección innecesaria. Claramente la situación que por momentos se asomaba en mi pervertida cabeza solo pasa en las pelis porno.

Sentí el contacto frío del gel en mi ojete y me sorprendió la delicadeza con que lo hizo. Esperaba una violación médica, sin compasión, pero en lugar de eso, se tomó unos segundos para lubricar el esfínter suavemente antes de entrar.

Cuando pasó suavemente por el primer anillo pude dimensionar realmente el grueso de su dedo y para cuando estaba atravesando el segundo anillo de mi ano la erección ya era inevitable. Podía sentir arder mi cara roja y mirando al techo mientras pedía que me tragara la tierra, traté de ocultar lo máximo que pude mi polla gorda con la misma mano que cogía mis güevas. Más de la mitad de mi verga era visible y yo intentaba pensar en toda clase de cosas ajenas a lo sexual buscando revertir lo irreversible. Su dedo seguía penetrando profundo y para cuando llegó a mi próstata el placer era inevitable. Un hilillo de líquido se extendía desde mi glande hasta la parte de la cadera que le correspondía por verticalidad y supe que estaba ya bastante húmedo.

-No te preocupes, es normal en algunos pacientes que esto pase. El ano es la zona más erógena del hombre, muy sensible y ayuda a tener erecciones más prolongadas y orgasmos intensos. - Sentenció con tonalidad médica y en mi cabeza mis pensamientos querían explotar (¡¿WHAAAAAT?! ¿¿¿Pero, por qué está hablando de eso???).

-Eso es cierto- dije con la seguridad de un fisiólogo, que supiera que no era ningún ignorante y le devolví el golpe. -Muchos hombres lo tienen por tabú. ¿Usted lo ha intentado?

-Naaaa. Mi mujer no sirve para esas cosas. Lo más raro o extremo que hace en el sexo, es el oral. De resto…

-Entiendo completamente. Hay manes que con solo verlos se sabe si son merecedores de una buena mamada. Es como una clasificación: Este man está mamable, este no.- y reí. Él no, me miró y supo que acaba de clasificarlo entre los mamables. Para alivianar el momento incómodo solté: - también existen en las sexshop los estimuladores de próstata. Esa vaina con una buena paja, orgasmo de locos asegurado.

Pues no ayudó a alivianar nada mi comentario. Siguió guardando silencio y me notificó que sacaría su dedo tras terminar, así que me relajara.

Mientras se sacaba el guante de la mano, volvió “doctor súper amable” y con una amplia sonrisa me palmeó el muslo tres veces como a un niño y me dijo: -Todo muy bien por allá dentro, no hay inflamación ni nada, tu próstata está sana. ¿Muy fastidioso el examen?

Yo estaba ya tan caliente que sosteniéndole la mirada muy en serio le respondí: -En realidad lo disfruté mucho, doctor.

Congeló esa sonrisa, ahora un poco fingida o perturbada, qué se yo. Bajó la mirada, la volvió a levantar mirándome fijamente y dijo: -Lo disfrutaste, ¿no? -Guardó silencio unos segundos con la boca entreabierta y me mató diciendo: - ¿Y qué tal si lo hacemos memorable?

Ante mi evidente enmudecimiento y sin esperar respuesta, tomó otro guante mientras mi corazón aceleraba como caballo en hipódromo y el sonido del lubricante expulsado sobre sus dedos índice y corazón quedó grabado en mi memoria.

Abrió mis piernas, retiró mi mano de mi verga liberándola de su prisión para que no siguiera ocultándola y empezó a estimular mi ojete sin asomo de cortesía médica, solo morbo.

Se abrió paso nuevamente entre mi esfínter, pero esta vez con el dedo corazón el cual simulaba un coito suave, entrando y saliendo sin sacarlo del todo. Me agarré la verga levantándola recta y con el dedo gordo difuminé mi humedad alrededor de todo mi glande. Delicioso. Él miraba todo, menos mis ojos, supongo que hasta ese punto de intimidad que ofrecen las miradas durante este tipo de actos, no se sentía del todo desinhibido.

Al llegar nuevamente a mi próstata la estimuló como se debe y los vellos en punta de mis piernas daban fe de que el doctor Daniel estaba haciendo un muy buen trabajo. Evité gemir con todas mis fuerzas por miedo a ser escuchado desde afuera, pero mi respiración pesada y profunda me otorgó ese grado de escape que la tensión del momento exigía. Me masturbé suavemente, no quería terminar tan rápido, quería disfrutar al máximo cada minuto, en mi interior sabía que esto no se repetiría ni desembocaría en nada más.

Sacó el dedo, estimulo el esfínter nuevamente y esta vez inició introduciendo dos dedos. Yo imaginaba que era su verga carnosa, gruesa y venosa la que se estaba abriendo paso entre mi culo caliente. Su boca estaba entreabierta, visiblemente excitado, su lengua se asomaba de vez en vez para humedecer unos labios carnosos que se secaban con facilidad ante tanto deseo. Imaginé que lo besaba, que sentía su sabor a macho, que su lengua se revolcaba con la mía como una extensión de su lujuria. Su mano izquierda bajaba a su entrepierna para estimular un bulto muy prometedor que parecía que iba a reventar su pantalón ya visiblemente húmedo de deseo.

-Si te lastimo, me avisas. - Dijo aún sin mirarme a los ojos y sin detenerse. –Lo está haciendo increíblemente bien, doctor. – Respondí jadeante.

Por momentos arqueaba mi cintura, en un acto reflejo que indicaba que quería más. Más profundo, más dedos, más grueso, más ritmo, más placer.

Quería todo, quería que el doctor me masturbara con su mano libre, que me lo mamara, que me penetrara, que me llenara de su leche, que me besara… pero el saber que Daniel solo estaba dejándose llevar por un momento de calentura, sin experiencia, que posiblemente le traería el tradicional sentimiento de arrepentimiento y culpa, que esto quizá para él era nuevo en la práctica, pero no en su cabeza, que quizá no lo repetiría hasta dentro de mucho tiempo cuando la culpa hubiese sido vencida por el deseo reprimido, todo ello, me excitaba enormemente.

Eso es doctor, déjese llevar por la lujuria, disfrútelo, deme sus dedos, su experiencia, su inocencia, su mirada, su sonrisa, lléveme al éxtasis y quédese con mis imágenes en su cabeza, con mis gemidos reprimidos de placer, con mis palabras morbosas de aprobación a su tarea, con la imagen de mi cuerpo retorcido, con mis piernas temblorosas, rígidas, con mi verga derramando leche a chorros y mi euforia controlada, con mi orgasmo… y con toda esa imagen, hágase las pajas que desee que lo devolverán a este momento.

alexanderurrea

Soy hombre homosexual

visitas: 4874
Categoria: Sexo anal
Fecha de Publicación: 2018-11-02 00:10:57
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