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Con mi amiga.

Te quedaste otra vez en mi casa. Esa vez no pasó nada. Bebimos de más, pero a mi no me hizo tanto efecto. Vos estabas en otras cosas y yo no iba a hacer nada.

En la mañana, te paraste frente al espejo, te subiste la camisa de la pijama y viste tu abdomen reflejado. Yo te ví y giré mi rostro. Quería ver, pero no iba a dejar que me vieras viéndote.

Me hiciste un comentario que me hizo mirar, lo hice rápidamente y volví a la pantalla del computador. Ayyyy... como quisiera seguir mirandote, que lentamente te subieras la camisa... Ver cómo uno de tus dedo recorrería tu abdomen lentamente, hasta abajo y se asomaría en tu short.

Estarías un rato mirándote, una eternidad yo mirando. Luego, te quitarías la camisa, te desabrocharías el sostén y lo tirarías en la cama. Me mirarías, yo te miraría. Sonreirias y seguirías en el espejo. Tu torso desnudo brillaría con la luz que se filtra por la ventana: ¡tenes tantos lunares... cuantas estaciones para hacer en tu recorrido! 

¿Qué pasaría si cedierás? ¿Qué pasaría si nos miraramos?

Esto: Ya no logro disimular, descaradamente te miro. Lo disfrutas, lo buscas, me provocas. 

De un solo tirón te quitas el short. Tus tangas son de ese fucsia que me has contado que te gusta. Me gusta el perfil de tu culo: se ve firme, parado, duro. Veo que piensas lo mismo que yo, porque te llevas ambas manos a tus nalgas y te las agarras firmemente, cambias de posición para verte de perfil en el espejo y quedas frente a mi. Yo te veo, creo que mi mirada no dice nada, no me muerdo el labio, no le estoy tocando el cabello, no se me dilatan las fosas nasales porque ando respirando más rápido, no tengo las pupilas dilatadas: nada en mi te muestra cómo estoy. Sin embargo, si metieras tu mano en mi calzón, encontrarías otra historia.

Estás de frente, solo tenes tu pequeña tenga y veo los meses de tu entrenamiento en las formas de tu cuerpo. Me encanta. Sigues ahí, no te mueves, no me muevo. Estoy rogando para que no te pongas la ropa y te subas a la cama. Mis plegarias son escuchadas. Vienes hacia mi y la imagen que tengo es la de un felino acechando su presa. Te mueves rápidamente, te me haces encima y yo caigo en la almohada. 

Por fin, llega el anhelado beso. No lo recordaba, tu lengua es muy rápida y me cuesta seguirle el ritmo, pero, al final, lo encontramos. Mis manos están en tu espalda, recorren tu columna y llegan hasta el límite de tus tangas. No la bajo, la recorro, mis dedos se deslizan y, con una fuerza inesperada, te agarro de ambas nalgas y te subo más, necesito que todos nuestros labios se encuentren. Dudas, quieres parar, te queres bajar. Yo paro, te miro, espero y el beso vuelve a llegar. Repito el movimiento, con la misma fuerza y esta vez no dudas. Tu ropa interior cae y mis dedos ingresan en tu vagina.

Parce, estás húmeda. Eso me pone a mil.

Mis movimientos, inicialmente torpes (lo confieso, hace rato no están dentro de nadie) van recorriendo con confianza. No recordaba lo bien que se siente estar dentro de alguien, sentir el cambio de temperatura, esa humedad que impregna los dedos, esas paredes de material deslizable. Subo y bajo, toco tus paredes. Mis manos tienen voluntad, yo hace rato que ando perdida en sensaciones, en tu respiración, entre tus besos, en tus movimientos. Hasta ahora, estoy con un dedo, pero necesita apoyo. Sin pensarlo, te introduzco dos más. Casi tengo mi mano dentro de ti. Se te escapa un suspiro y dos palabras que no alcanzo a escuchar. Mi mano se mueve rápidamente, de arriba a abajo, una y otra vez, fuerte, rápida, constante. Tu respiración va en aumento, te mueves de adelante hacía atrás y yo de arriba a abajo. Esta ahí, lo siento, se acerca... Wow... Llega. Tu cuerpo se relaja, mis dedos siguen en ti. Mi mano esta húmeda más que la tanga que tenes puesta.

Lentamente, saco mis dedos. Quiero probarte, saber a qué sabes. ufff. Me hago encima de ti. Sigo con mi ropa, no me la voy a quitar (no aún) este momento es mío, es mi encuentro con tu cuerpo. Nuestro beso es diferente, más rítmico, más profundo. Estás en los momentos del posorgasmo y no has abierto los ojos. Me gusta. Mis labios se desconectan de tu boca, bajan a tu mentón, a tu cuello. Lo recorro con mi lengua. No me quedo mucho, hay otras partes que me llaman. Mis palpitaciones van en aumento. Llego a tu pecho. Son pequeños, me caben en la boca, están a medida. Succiono lentamente. Mi lengua recorre tu pezón, lo moldea, lo reconoce, baila con él. Luego, son mis labios. Lo chupan y me fascina. No me aguanto y lo muerdo. Primero, lo rozo con mis dientes, luego, los halo levemente. Despiertas, me miras, tomas mi cabeza y me aprietas. Esa era la señal que estaba esperando. Me dejo llevar, succiono, lo tomo entre mis dientes y lo jalo. Aaaahhh es todo lo que escucho. Repito la operación con el otro, y la respuesta es más alta. Estoy en tu abdomen, delicioso; pero no hago estación. Hay un olor que me llama, un calor que me guía, unos movimientos que me orientan. Voy bajando por tu ombligo y empiezas a moverte, te subes en la cama, parece que quieres que llegue rápidamente. Me tomo mi tiempo, tenés que desearlo más, tenes que pedírmelo. Tomo tus tangas y de un solo movimiento te las quito. Y, ahí está, frente a mí. Viéndola me doy cuenta que no tenía elementos para imaginármela. Me empiezo a acercar. Bajo lentamente con mis labios, saco la lengua y sigo tu linea vertical. ¡Estás tan húmeda! algo parecido a un corrientazo te llega, pues se arquea tu espalda. Espero que vuelvas a tu posición. Paso nuevamente mi lengua y una gota de tus fluidos se queda en mis labios y, cuando los alejo, se expande (pienso en el queso de la pizza cuando se da el primer mordisco). Me voy a tus piernas, las beso, las recorro, te las muerdo. Te mueves, algo murmuras, pero es inteligible. Me voy acercando lentamente. Primero llega mi nariz, y tu olor me penetra. ¡Oles rico! Me acerco a tu clitoris. Le respiro. No aguantas y tomas mi cabeza entre tus brazos, la acercas y yo me dejo llevar.

Primero, mi lengua se ubica en tu clítoris, recorre tu vagina. Está reconociendo, está presentandose, esta besandote. Las lamidas se hacen más rápidas y situadas. En cada milimetro que te recorro, estoy atenta de tu respiración, me darás la clave. Sigo en la búsqueda y parece que no lo encuentro. Cambio el movimiento de la lengua y el efecto es inmediato, la respiración va en aumento, empiezas a gemir y, por fin, te encuentro. El orgasmo no se demora y, esta vez, yo me vine contigo.

Ya no quiero parar. Te vuelvo a penetrar. Ese orgasmo es el aviso que hay más. Esta vez te penetro con los tres dedos, sin aviso, sin pedir permiso. Subo y bajo. Mi lengua sigue el ritmo. Vamos, vamos, ahí está. Lo siento cerca, ya viene, más rápido, ahí, ahí, ahíííííííí... Esta vez, llegue yo primero.

La noche apenas comienza y más cosas pasarían, si tan solo cedieras. 

Vivi0785

Soy mujer homosexual

visitas: 1124
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2020-09-23 02:42:29
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