Otra noche fría en la ciudad donde la primavera es eterna, nuevamente voy sola a mi cama y como de costumbre llevo puesta una pijamita de esas que abundan en mi armario, una batola muy pequeña de color negro que deja a la imaginación lo poco que no se ve en medio del escote y con el largo a media nalga.

No soy consciente en que momento pierdo la razón y caigo en un profundo sueño… ahora me encuentro allí, en una habitación que desconozco, observando desde la puerta como sus cuerpos están tendidos sobre la cama, dormitando como un par de inocentes; ella lleva puesta una pijama muy clásica, camisa y pantalón de tela muy suave, casi como puedo percibir su piel, su cabello suelto sobre la almohada y su rostro dibujando una envidiable tranquilidad… perdida en el sueño profundo no tiene ni la más remota idea de lo que está a punto de pasar en su cama, justo a su lado…

Él, para mi sorpresa lleva una camiseta y una sudadera de algodón, me sorprendo sonriendo al ver su pijama de niño bueno… me acerco sigilosamente como una fiera cuando acecha a su presa, con mis dedos toco sus labios, veo como hace un ligero guiño, coloco una mano sobre su boca y con la otra tomo de golpe su miembro que se encuentra flácido por el efecto del sueño arrullador, ante tal situación abre sus ojos y le susurro que haga silencio (shhhhh), cualquier ruido puede despertar a la mujer que se encuentra a su lado… Sin mediar palabra siento como en mi mano su pene empieza a agrandarse y ponerse duro solo por el hecho de sentir el roce de mi mano que en este punto lo acaricia con suavidad, empezamos a besarnos y su respiración se torna agitada, los besos están cargados de lujuria y en este punto mi mano agita con vehemencia su erección y acaricia la humedad de su glande, abruptamente baja su pantalón y expone por completo su miembro hinchado a lo que no encuentro más remedio que seguir mi instinto y acercar mi boca, su sabor es delicioso, cada gota de líquido preseminal que sale de su interior es una mezcla de dulce y ácido que invita a lamer y chupar sin reparo y es justamente lo que hago, le doy mamadas enérgicas y siento como se estremece mientras intenta no hacer ningún ruido, paso mi lengua por sus testículos y la deslizo hasta el periné, deja escapar un gemido de placer y con una mirada lo reprendo; regreso a mi labor, sigo procurándonos placer, ambos lo disfrutamos de un modo inexplicable… cada mamada tiene contenida una ligera presión de mi boca guiada por una succión sutil y la liberación de la presión al sentir como se llena de sangre los cuerpos cavernosos, es absurdamente excitante sentir y ver sus caras cada vez que introduzco de nuevo su pene dentro de mi boca y al verme subir y bajar la cabeza a un ritmo rápido y constantes…. Cuando percibo que se aproxima su eyaculación contenida me detengo y nuevamente con una mirada lo increpo, no es momento, aún no puede dejar salir al demonio que hace unos minutos dormía como un tierno corderito.

Guio su mano hacia su pene y le indico que continúe acariciándose mientras a un lado de la cama empiezo a desvestirme… en realidad no hay mucho que quitar, sorprendentemente tengo puesta esa batola negra corta y nada más debajo de ella… en menos de lo que puede imaginarse estoy completamente desnuda y la mano que tiene libre se posa sobre mi sexo, húmedo y caliente por cierto, acaricia suavemente, dibuja círculos con sus dedos, los introduce gradualmente, los mueve estimulando cada célula de mi piel, buscando ese punto en que el placer es absoluto y provocando contracciones que electrizan y hacen arquear mi espalda, los retira y juguetea en busca de mi clítoris, como un buen explorador encuentra esa prominencia y la estimula de tal modo que ahora soy yo quien no puede contener un gemido y dejo salir un sonido placentero al mismo tiempo que mis piernas pierden su fuerza por el goce.

Ya no me importa si ella sigue ahí perdida en los brazos de Morfeo, ahora quiero cabalgar a ese hombre que me provoca tantas sensaciones, deseo introducir su pene en mis entrañas y deleitarme con el movimiento dentro de mi… me sostiene por la cadera, acaricia mi cintura, aprieta con fuerza mis senos, empuja fuertemente mi pelvis contra la suya y dirige como todo un director de orquesta el compás de mis movimientos, arriba y abajo, un poco hacia adelante y hacia atrás, ligeros círculos con la cadera, lentos, suaves, fuertes y rápidos… una y otra vez, más y más hasta que no podemos contenernos y ambos como un duo perfecto derramamos nuestros líquidos en un orgasmo cadencioso, una mezcla de sudor, sexo y pasión… Aún así, no detengo mis movimientos a pesar de sentirme extasiada y continuo guiando esos sutiles espasmos vaginales que ejercen una presión agradable, un cosquilleo que dibuja en su rostro una sonrisa pícara y angustiada, esa mezcla de dolor y placer que disfrutamos cada vez que nuestros cuerpos encuentran este equilibrio.

De repente, me despierta una tormenta, me había dormido sin cobijarme y mi piel está tan fría que siento que me duele; aún tengo la sensación del orgasmo hace poco vivido y en busca de calor pongo mis manos en mis senos, automáticamente mi piel empieza a reaccionar al roce de los dedos y el efecto se traslada a mi entrepierna, entonces siento esa inminente fuerza que como un imán me impulsa a bajar una mano y dejarla encontrar la humedad en mis labios hinchados y palpitantes… No tengo más remedio que repetir con mis manos y con mis dedos la sensación de ese delicioso sueño, acaricio cada rincón de mi vagina, froto, meto, empujo y pienso en él, en la cantidad incontable de veces que su pene ha estado dentro de mi y en las innumerables veces que espero seguir teniéndolo… me masturbo esta vez en su nombre, con su recuerdo y a su memoria… hasta que un sollozo de placer sale de mi interior y mi sexo se empapa de ese liquido viscoso que una vez más me recuerda lo mucho que me excita pensar en su piel; finalmente, me envuelvo en mi cobija y satisfecha por la doble sensación vuelvo a quedarme dormida.