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Confesaré que tengo gran afinidad o gusto sexual por las prostitutas o mejor catalogadas por la OIT como trabajadoras sexuales, jamás las he considerado mujeres de vida alegre, sino mas bien personas vulnerables por diferentes aspectos de su vida personal, quizás sea juzgado como un hombre promiscuo o portador de una ETS; paradójicamente he aprendido mas del autocuidado con ellas que en cualquier ambiente académico.
Resulta que en una visita a un prostíbulo del oriente antioqueño conocí una mujer bastante llamativa, no solo por su aspecto físico, sino también por su forma de ser, creo que de alguna manera nos vimos y ambos quedamos “flechados”, tanto que pagué por un rato (media hora) y terminamos culiando 2 horas, eso si TODO con preservativo.
Identificar patrones de doble personalidad en uno mismo requiere de un proceso lento que exige acompañamiento especializado, esto se los escribo porque encuentro en ellas el rigor de ser casado y que mi amada sea una puta, escuchar sus historias, creerme su protagonista, ser solidario con sus sentimientos.
Ocurrió que ambos intercambiamos números y continuamos en contacto, nos veíamos con frecuencia para conversar y divertirnos como novios, hasta que llegó el momento en que ambos nos enamoramos, aún sabiendo yo que hacía ella la acepté tal como era, sexualmente fuimos siempre muy apasionados y nos descubrimos mutuamente.
Una vez fui a recogerla hasta su trabajo por uno de esos lugares de la avenida el palo (pleno centro de Medellín), estaba aún temprano y decidimos pasar un rato a solas, ella es una mujer alta de 1.70, cabello oscuro largo tinturado, piel blanca, ojos claros, labios gruesos, cejas tatuadas de buen contorno, talla de senos 36 B, muy bien dotada de cadera, tono de voz bastante agradable, piernas largas, abdomen plano sin estrías ni gorditos, en fin, creo que me excedí en los detalles.
Como verán estaba en una situación de enamoramiento bastante crítica, por seguridad ambos nos practicamos todas las pruebas pertinentes para descartar cualquier riesgo de salud, habíamos decidido tener sexo sin condón, por lo que no queríamos ninguna sorpresa, total ella planificaba y no había peligro de un embarazo.
En esa ocasión entramos al motel y pedimos una habitación con jacuzzi, estando solo nos besamos de manera intensa y acalorada para desnudarnos con todo el morbo, fuimos a la ducha y con el agua tibia enjabonaba su espalda mientras ella lo hacía con mi pene, opté por dejarla de espaldas hacia mí para penetrarla de manera anticipada, ella gimió, así que lo saqué para arrodillarme y chupar toda su vagina, sentí como se vino en mi cara.
Nos secamos para no sentir frío y estar mas cómodos en la cama, durante aquel encuentro no hicimos nada exótico, solo amarnos y besarnos con gran pasión, parecía que nos entendiéramos en silencio, así que llegó el momento del orgasmo donde ambos terminamos al tiempo.
Debo ser sincero y reconocer que cierto sentimiento de fecundación invadió mi cuerpo, jamás lo he entendido pero fue algo extraño, mi pene permaneció erecto dentro de su vagina con esos pálpitos que deja la eyaculación, la piel de gallina en ambos nos había convertido en cómplices del deseo lujurioso.
Pasaron los días y nos seguimos viendo como de costumbre hasta que ella comenzó a portarse extraña conmigo, simplemente creí que ya no le gustaba o que estaba interesada en otra persona; bastante equivocado estaba hasta que en una llamada me pide que nos veamos con cierta urgencia. Había trascurrido un mes desde ese episodio en el motel, entonces me revela que tiene un mes de embarazo y no sabe qué hacer.
Como era de esperarse le dije que contaba con mi apoyo y quería seguir con ella, así sería mi segundo hijo con otra mujer que no era mi esposa, era un descarado completamente; nos dimos a la tarea de asistir a cada cita y control prenatal, hasta que un accidente en moto acabó con aquella esperanza y nuestra relación.
El final no es para nada feliz por toda la nostalgia recargada, espero haya sido un relato de su agrado y espero sus comentarios.