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Algo mas que fantasias

En nuestro sentir voyerista y exhibicionista, las fantasías han sido de mucha utilidad para facilitar el disfrute real de lo que previamente nos hemos imaginado. Nuestras tímidas experiencias iniciales espantaron los temores de describirle con palabras a mi esposa las escenas que yo quería materializar con ella. La primera vez tuvo lugar luego de un baile de sábado de carnaval. La noche había sido excitante, al fin y al cabo en una buena fiesta de carnavales todo pasa y finalmente nada pasa, por aquello de que “en carnaval todo pasa” que es tanto como decir lo que pasa en carnaval se queda en el carnaval, todo está permitido, lo que se evidencia por ejemplo en los vestidos y disfraces sensuales con los cuales las mujeres exhiben sin preocupación sus profundos escotes, sus vestidos trasparentes, unas con sus muy cortas faldas y otras con insinuantes aberturas que suben por sus muslos alcanzando el límite en el ángulo de sus entrepiernas. Los ritmos musicales invitan a los movimientos de caderas y el de los senos en sentido alternativo que después de recorrer en línea en una dirección, vuelven a recorrerla en sentido contrario, aprovechando la generosidad del los escotes que no se oponen a tales movimientos y que por el contrario contribuyen a mostrar no solo a su parejo las redondeces que se tornan en invitación irrenunciable para él, a seguir ese acompasado vaivén, sino para todos los hombres y mujeres que quieran acompañar el ritmo de esos péndulos gestores de pensamientos libidinosos.

Este ofrecimiento visual lo aproveché llamándole la atención a mi mujer resaltándole la sensualidad del vestuario de una  de las mujeres que compartía en nuestra mesa, le insistí en sus hermosos y “parados” senos, en los muslos imposibles de ocultar por el corte de su atuendo. Cuando bailábamos al lado de esta mujer, Isabel, le comentaba de sus movimientos adosados sin contención al de su hombre e incluso me atreví a enfatizarle  en el promontorio del parejo que era restregado en la zona púbica de Isabel. Entre tanto aprovechando la permisividad y ausencia de crítica lo cual es propio de esta festividad, mi esposa facilitaba con los movimientos danzarines ser ella también objeto de los deseos sexuales de los hombres y mujeres que a bien lo tuvieren, ella  exhibía con mi anuencia su disfraz que esa noche no podía pasar desapercibido, o mejor, era imposible que el cuerpo de mi mujer pasase desapercibido con su disfraz de can can cutie: un elegante vestido en colores rojo y negro con lacitos en su abierta falda la cual tenía una profunda abertura lateral que llegaba hasta unos pocos centímetros de su cintura, la tela de tul transparentaba todo su cuerpo excepto las minúsculas zonas de su pelvis y  trasero, su desnuda pierna “cubierta” por una media velada y unos ligueros sugestivos que invitaban a pecaminosos deseos; un profundo escote en V que escasamente lograba cubrir la mitad de sus senos, pero que cuando estos se agitaban con movimientos del baile o de la posición del cuerpo, dejaban ver algo más; todo para deleite tanto de ella como para el mío.

En nuestra mesa además nos acompañaba otra pareja de amigos, estos un poco más dispuestos a aprovechar la licencia carnavalera, él  miraba sin disimulo alguno a mi mujer y cualquier excusa era válida para aproximarse a ella. Su esposa Yolanda lució esa noche un disfraz de Blanca Nieves con cierto acabado picante: Blusa con escote profundo redondo cerrada con una cinta entrelazada que destacaba la semi desnudez de sus senos, calculo copa 36D falda muy corta de tul develadora de unas piernas bien torneadas a las que yo miraba con cierto disimulo, hasta el instante en que mi amigo tomó por el brazo a mi esposa y sin dar tiempo a reacción alguna me dijo baila tu con Yolanda. No hubo alternativa y que bueno que así hubiese sido. Lo disfruté, casi de inmediato bailaba tan pagado al cuerpo de mi sorpresiva nueva pareja que no había espacio alguno que separara nuestros cuerpos; la erección de mi miembro fue inmediata, la aceptación de Yolanda y sus movimientos pélvicos inequívocamente indicaban su complacencia y disfrute el cual se prolongó por unos 20 minutos, tiempo en el cual pude rosar sus hermosos senos, mirarlos sin recato alguno, desplazar mis manos por debajo de sus caderas haciendo sutiles circulos en sus nalgas, mientras sentía su respiración agitada. Las veces que extendí mi mirada para ver a mi esposa bailando con otro hombre, vi que ella también estaba aprovechando la oportunidad que la circunstancia le proporcionaba,  exhibía sus piernas y parte de sus senos mientras reía complacida, más tarde en nuestro apartamneto cuando estábamos en las caricias previas para nuestro encuentro sexual me confesaría que sintió el endurecido pene de nuestro amigo tocando las puertas de su vulva. Qué hiciste, pregunté y ella con tranquilidad me respondió, nada. Mi siguiente pregunta fue: te gustó?. Sí respondió lacónicamente y para mi sorpresa, su respuesta no me incomodó, por el contrario, me exitó más.

Partimos de la fiesta casi al amanecer como es la costumbre en las fiestas de carnaval, no sin antes haber bailado con mi esposa, disfrutar de su excitación mientras bailábamos, sentir el calor de su cuerpo y palpar con mi pene ercto la suavidad de su vulva mientras otras parejas al igual que nosotros acogiendo el mandato de la carne, nos entregábamos a los mandato del dios baco y de dionicio. Esa noche con su complicidad exhibí a mi mujer sin pudor alguno. Para terminar con un final feliz la afrodisiaca noche solo faltaba que hicieramos el acto sexual. Bajo los efectos del libertinaje que nos embriagó esa noche loca me atreví a proponerle a mi mujer por primera vez que tuvieramos fantasias sexuales dándome su aceptación, procedí de inmediato a evocar a las mujeres que compartieron con nosotros, le pregunté que como le habian parecido los senos de Yolanda, el disfraz de Isabel, que si le gusraría verme haciendo el amor con ellas y le describí lo que haría con ellas, le dije que también me gustaría que se acostara con ellas y le fui detallando escenas eróticas de esos encuentros. La respuesta de mi mujer fue sorprendentemente maravillosa, logró un grado de excitación como nunca. Esa noche descubrí que  a mi mujer no le desagrada, al menos en el mundo de lo fantástico, un encuentro sexual con otras mujeres. A partir de esa noche las fantasias sexuales se han convertido en un elemento que aporta mucha vitalidad a nuestras relaciones sexuales, e incluso ya hemos materializado varias de ellas, ya lo contaré en próximos relatos. Mi experiencia con las fantasias sexuales me llevan a afirmar que ellas son el instrumento que facilita el atreverse a lo que se creía imposible y que solo otros podian lograr

peiba

Soy hombre heterosexual

visitas: 729
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2020-12-20 00:05:15
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