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Después de nuestra primera experiencia con las fantasías

Después de nuestra primera experiencia con las fantasías, esto se ha convertido en un estimulante que le ha puesto en interesante grado de calor a nuestros encuentros sexuales y en preludio de las aventuras que hemos vivido. Fruto de ello es la narración de la que nos ocupamos ahora. Convine con mi esposa, que tal como lo habíamos fantaseado, esta vez nos hospedaríamos en Cartagena en un hotel boutique en la ciudad amurallada y así lo hicimos. Ese viernes luego de registrarnos subimos a la piscina ubicada en la azotea, la vista es interesante se pueden ver cúpulas de varias iglesias, techos, balcones y ventanas de edificaciones vecinas desde las cuales también se tiene acceso visual a la piscina del hotel. Eran como las 2 y 45 de la tarde, un sol canicular, la piscina sin ningún huésped, solo el barman y un mesero. Mi esposa se acomodó en una solera, pedimos unos mojitos. Habían transcurrido como unos 30 minutos cuando apareció en el lugar una pareja de menor edad que la nuestra, él de unos 56 a 60 años, ella entre los 50 y 54. Él con estatura de 1:75. Ella 1:62, senos copa 34C o 36, de piel blanca, cabellos castaños de largo casi hasta los hombros, nalgas redondas y vistiendo un traje de baño de dos piezas de copas triangulares que dejaban ver bastante lo que pretendían cubrir; ocuparon su lugar sentándose él en una silla al lado de una mesa y ella en una solera, al escucharles hablar por su acento supimos que eran españoles. Después de un rato y luego de haber consumido un par de mojitos, con el pretexto de esparcir aceite bronceador a mi esposa, le inicié un masaje estando ella de espalda comenzando por las piernas, subiendo hasta sus nalgas casi totalmente desnudas, las nalgas de mi mujer están duras y redondas y junto con sus senos, para mí son las partes de su cuerpo que más llaman la atención, esas nalgas esa tarde se encontraban casi totalmente al descubierto, a la parte inferior de su bikini le faltaba poco para ser un hilo, luego de acariciar por un buen rato sus nalgas y pasar mis dedos por la zona que las separa, ascendí a su espalda y tal cual como en nuestras fantasías, solté el lazo del sostén y lo coloqué a un lado de su cuerpo. Me detuve, hice señas para que trajeran otro mojito con la intención que al atendernos el mesero viera a mi mujer y se lo dije preguntándole si era eso lo que quería y me contestó: “si a ti no te importa que me vea a mi tampoco” y seguidamente me devolvió la pregunta  “te gusta que los hombres me vean verdad”, sí me encanta, respondí. Cuando el mesero llegó con lo solicitado ella arqueó su cuerpo de manera tal que facilitó el ángulo visual para que el mesero pudiese ver sus senos y le regaló a él una pícara sonrisa. Transcurridos unos minutos, ahora pretextando que el broceado fuera parejo me acerqué a mi esposa, le dije que se volteara quedando sus tetas sin disimulo alguno al descubierto, la idea era que la pareja de españoles la contemplaran y que desde algunos de los balcones y azoteas vecinas la vieran, con toda naturalidad reinicié el ritual subiendo por sus piernas hasta llegar a su zona púbica tocando su intimidad, este accionar no pasó desapercibido por la pareja de españoles que ya estaban a estas alturas dentro de la piscina permitiéndose ligeros tocamientos visibles tanto para nosotros como para el par de empleados del bar de la piscina, la fantasía se estaba cumpliendo. Decidimos entrar a la alberca, con cierto desparpajo mi esposa tomó el sostén de su bikini, colocándolo a un costado de la piscina permitiendo que al introducirse en ella, las tetas de mi esposa flotaran plácidamente. Le pregunté si tenía objeción para acercarnos a la pareja de españoles, me dijo que no, “qué, te gusta esa vieja” sí, está buena, respondí a lo que mi mujer agregó: “y el marido también está bueno”. Al rato conversábamos con la pareja de españoles de temas varios mientras era inocultable la manera morbosa como él miraba a mi mujer y de seguro la de como yo a la suya. El español preguntó si era permitido que las mujeres se bañaran en topless en el hotel. Le expliqué que oficialmente no, pero que en los hoteles únicamente para adultos había cierta flexibilidad en consideración a que la ciudad mueve un turismo internacional y para muchos extranjeros el que las mujeres se bañen con el torso desnudo es bastante normal. Él y ella se miraron, sonrieron y sin más palabras ella soltó su sostén regalándonos el complemento que faltaba a la maravillosa vista de la azotea del hotel y su piscina. Cuando los últimos rayos del sol caían sobre los tejados de la ciudad amurallada, la complicidad del mesero y del barman se manifestó en la prodigalidad de su atención, lo cual fue notado por la otra pareja quienes entre sonrisas nos lo comentaron, mi mujer rio y tranquilamente dijo, “permitamos que se diviertan mirándonos, que para ellos sea una noche divertida como lo está siendo para nosotros”.

Cuando resolvimos salir del agua, la verdad, si en algún momento habíamos sentido algún grado de pena, para entonces no había en los cuatro nada de eso, tanto así que fue el español quien le puso el sostén a mi esposa y yo a la de él. Les invitamos a encontrarnos a las 10 de la noche en el pequeño bar del hotel diciéndoles que les haríamos participes de una sorpresa y así fue. En próximo relato compartiré con ustedes como transcurrió ese encuentro.

peiba

Soy hombre heterosexual

visitas: 1580
Categoria: Voyerismo
Fecha de Publicación: 2021-01-03 02:36:01
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