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Luisa en la Playa Nudista

Me llamo Juan y mi novia se llama Luisa.

Después de más o menos 4 años de relación decidimos mudarnos a vivir juntos. Nos comíamos todos los días. Tirabamos en cada una de las partes de la casa. Durante los primeros 6 meses hacíamos todo juntos. Justamente un día mientras Luisa se miraba al espejo después de una ducha me dijo que necesitaba broncearse. Cuando la ví con más detalle noté esas ligeras marquitas más claras del bikini y del top. Ella estaba aburrida de ellas y me propuso ir a una playa nudista. Quería por fin tener un bronceado perfecto.

Lo hizo entre risas y como un juego provocándome. Yo le dije que iba a pensarlo y seguí mi rutina como cualquier día. Debo ser sincero y reconocer que la idea no me gustó en primera instancia. Porque esta fase de nuestra relación fue muy romántica, de lado dejé mis fantasías y el morbo. Cuando hacíamos el amor lo hacíamos casi siempre en la pose del misionero y eyaculaba dentro de su vagina mientras ambos nos besábamos. La petición de Luisa me hizo recordar algo que me dijo un día un amigo. Cuando uno las trata bien ellas se aburren.

Por supuesto, nuestra relación iba muy bien, pero para hacer que Luisa nunca se aburra de mí, de nuestra relación, pensé que necesitaba inyectar un poco de picardía de vez en cuando. Lo romántico está muy bien pero a todos nos gusta ser morbosos también. Ese fin de semana y con la tranquilidad de vivir solos le propuse que pasaramos todo el día desnudos, ella aceptó pero no aguantamos todo el día. El frío de la ciudad no da para tanto.

Durante los siguientes meses retomé mi actividad de novio pervertido. La convencí de ir a un sexshop y compramos varios atuendos muy sexys. Y escogimos un nuevo juguete para nuestros días de calentura. Ella se enamoró a primera vista de un vibrador azul. Por alguna razón amó el color. Pero le pareció demasiado grande. Era de 25 centímetros. Incluso a mí me pareció grande. Definitivamente esa cosa podía hacer quedar mal a mi amigo que no llega a los 17 cm.

Pero es un juguete pensé, le encantará y es cosa de los dos.Tras un rato mirando, yo la influencié para que optara por un vibrador un poco menos grande pero que fuera realista, que pareciera una verga de verdad. Un año antes cuando le regalé su primer consolador jamás hubiera escogido este. Nos decantamos por un vibrador de 20 centímetros. La vendedora le entregó en la mano la verga de muestra para que viera lo que iba a comprar y ella soltó una risa nerviosa mientras lo meneaba un poco. Yo me sentí un poco nervioso y me ruboricé pero mi sonrisa aunque algo tímida fue signo de complicidad y ella lo notó.

Además, esta iba a ser una oportunidad de hacer realidad de alguna forma esas imágenes que de vez en cuando yo imaginaba. Lamenté que estos vibradores no trajeran testículos porque la experiencia sería más realista, pero ella quería un vibrador esta vez. En mi interior ardía de curiosidad de verla con una verga adentro y eso saciaría mis ganas. Son solo fantasías, no quería y no creo que soportaría de verdad ver a otro hombre penetrando a mi novia.

Siempre un par de tragos y una suscripción a un canal de adultos nos dieron mucha diversión por los siguientes meses. El primer día que usó el vibrador tuvo muchos orgasmos. Ese día fue solo para ella. Sin proponermelo cuando sintonicé el canal porno este nos mostró una chica mamando distintas vergas, un blowbang. Nuestra confianza era mayor y Luisa ya miraba sin pena y en algunas ocasiones gemía comentando sobre las vergas que veía en la pantalla. Cuando usábamos el vibrador era casi norma que yo me dedicara a sus tetas, ella llega mejor cuando me ocupo de sus pezones.

Pero Luisa no es una mujer envidiosa, en ocasiones ella se dedicaba de lleno a mí. Me practicaba sexo oral y dejaba que yo disfutara de la pelicula. Me preguntaba si me gustaban las senos de la actriz, si me gustaba su trasero, y generalmente yo acababa en su boca y sientiendome como el mejor hombre del mundo. Siempre ambos hemos sido unos pervertidos. Solo necesitábamos más confianza.Las vacaciones de ese año las planeamos cuidadosamente. Un destino paradisíaco, brisa, mar y al menos un día: playa nudista. Así es, al aflorar de nuevo mi lado pervertido acepté la idea para pasear con ella desnuda de la mano y poder exhibirnos al mundo.

Decidimos escoger un destino fuera del país para sentirnos más cómodos estando en bola. Un lugar en el fueramos extraños y el pudor pudiera quedar de lado. Compramos nuestros tiquetes y preparamos todo juntos. No sé qué pensamientos cruzaban la mente de Luisa. Ella me manifestaba querer por fin tener un bronceado parejo. Yo presentía que tal vez le excitaba un poco que la vieran y mirar un poco.Yo por mi parte y un poco predispuesto imaginaba a muchos hombres mirando, sus tetas, su vagina, su culo. Imaginaba que ella también ansiaba ir para ver otras vergas, que pasabamos junto a hombres atléticos y musculosos y ella se quedaba mirando fijamente sus paquetes y dentro de sí pensaba vulgaridades.

Varias veces dudé en llevarlo a cabo porque a pesar de haber hecho un par de travesuras sentía que estábamos cruzando la raya. Me tranquilicé cuando leí experiencias de otras parejas en las que mencionaban que era más lo bueno que lo malo. Nuevamente las fantasías de tener a Luisa desnuda y que pudieran mirarla me excitaba. Esta vez era diferente la verían toalmente desnuda, pero mi consuelo era que yo podría también ver a otras mujeres. Me emocionaba pensar en el alimento que ambos le iba a dar a la vista.

Las semanas siguientes fueron muy lentas, ambos deseábamos ya las vacaciones para descansar un poco de la rutina de la ciudad. La vida es corta, es solo un juego, y las ganas de que la anduviéramos desnudos para que admiraran nuestros cuerpos y poder admirar otros se mantenían intactas. Mis fantasías para esta época se tornaron más hacia serle infiel a Luisa con mujeres mucho más voluptuosas, sobre todo de tetas y eventualmente en que hacíamos intercambios con otras parejas.

Cuando llegaron las vacaciones todo pareció ocurrir en cámara rápida. Disfrutamos mucho la estadía en tierras cálidas y tomamos montones de fotos. Definitivamente había muchos recuerdos por compartir. Excepto los del penúltimo día, ese día visitamos la playa y sería algo que recordaríamos toda la vida pero que no podíamos ni nos atreveríamos a capturar bajo los lentes de una cámara.

Cuando llegamos a la playa estábamos aún vestidos e íbamos tomados de la mano, un poco nerviosos. Empecé a ver algunas personas tomando el sol, pero algunos tenían ropa. Algunas mujeres a lo lejos estaban desnudas y algunas solo hacían topless. Como un radar escaneaba para tratar de ver algunas tetas. -Aquí deberíamos ya quitarnos todo-, me dijo Luisa sacándome de mi introspección. Nos desnudamos y fue inevitable no empezar a tener una erección. Luisa se veía divina y yo por el contrario me sentía muy inseguro. A pesar de que me quemé en el gimnasio para lucir muy atlético la experiencia me sobrecogía.

Ambos estuvimos un rato cubriéndonos y con pena de empezar a adentrarnos en la playa pero cuando pasó por nuestro lado un grupo de extranjeros sin siquiera mirarnos nos llenamos de coraje. No logré identificar en qué idioma hablaban pero estaba seguro de que no era inglés.Caminamos detrás de los extranjeros, un grupo de 4 personas, dos parejas por lo que pude apreciar, eran ya de mediana edad, no eran viejos pero sí maduros y caminaban con soltura, al parecer no era la primera vez que hacían esto.

Nosotros estuvimos rezagados a unos metros detrás de ellos y los usamos a manera de escudo, enmudecidos por los nervios. No atinábamos a decir mayor cosa. -Es linda la playa, me dijo Luisa. -Hmmmm, respondí. Mi erección que estaba en un punto medio bajo totalmente, pero al caminar y al rozar mis piernas por momentos tendía a subir.

Una de las mujeres que iban delante de nosotros tenía un culo notable, pero los demás eran cuerpos más bien normales, Luisa estaba absorta en la playa y de vez en cuando miraba pero no había nada lascivo en su mirada. Como los extranjeros eran un poco lentos, nos desesperamos y empezamos a caminar delante de ellos. Ante nosotros se alzaba una playa hermosa, un mar un poco inquieto y sobre todo una sensación de liberación que seguro no habíamos experimentado nunca. Estabamos totalmente en bola.

Ahora la playa se puso más concurrida y empezamos a notar más personas que estaban completamente desnudas. Algunas jugaban, otras reían y otras salían corriendo de la playa. Parecía no importarles o no notar nuestra presencia. Para mí, era sumamente extraño pero luego de un rato ya estaba más relajado al notar que no éramos objeto de todas las miradas. Luisa por momentos tapaba su vagina con las manos por pudor pero también después de un rato lo dejó de lado.

Ya con más calma y sin la rigidez en mi cuello empecé a voltear para ambos lados y pude notar miradas de aquí y de allá. Por supesto la experiencia resultó totalmente ajena a lo que yo imaginé. Sé que muchos hombres miraron a Luisa y se deleitaron con sus atributos. Pero así mismo yo me deleité con las novias o esposas de otros hombres. No sentí celos en la playa. Sentía que todos éramos iguales.

No comentamos nada, ambos de todas maneras estábamos un poco tímidos porque era nuestra primera experiencia de este tipo. Pero en varias ocasiones la descubrí con su mirada baja viendo penes y eso me excitaba. Especialmente cuando pasó un hombre de color con la que parecía su esposa. El hombre no era tan joven pero la verga era notable. No pude evitar imaginar a Luisa metiéndose una vergota negra en la boca.

Sobre decir que al volver al hotel hicimos el amor delicioso. Comentando cosas sucias ya en la confianza que da la intimidad.

Prometimos volver a hacerlo, ella estaba feliz porque se bronceó como quería y le pusimos un poco de picante a la relación.

Ric69

Soy hombre heterosexual

visitas: 3917
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2021-01-07 02:53:49
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2 Comentarios

Excelente relato.

2021-02-08 11:41:18

Que ternura. Largo, tierno y muy para la familia.

2021-01-08 04:07:48

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