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Perdoname Gerardo

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Bogotá, miércoles Febrero 12, 2020, 6 pm

Sentía que iba a explotar, me sentía en el cielo y en mi cabeza no se me pasaba otro pensamiento sino disfrutar ese delicioso corrientazo orgásmico que recorría mi cuerpo lenta y pausadamente. Con mis ojos cerrados al mundo, y mi boca entreabierta quejándome del exquisito placer sexual que me invadía, irónicamente abría una nueva etapa de mi vida. Esa que llevaba 12 meses de silencio y dolor, esa etapa que lastimosamente había dejado atrás.

Abrí ligeramente mis ojos y vi el reflejo de mi cuerpo, allí enfrente del espejo de la habitación del motel. Estaba en cuatro patas, completamente desnuda, mi cabello liso se movía libre sobre mi cabeza y mi cuerpo se sacudía ya más pausadamente al mismo ritmo que él me golpeaba su obeso abdomen contra mis moldeadas nalgas de mujer costeña. Sus sudorosas y veteranas manos se aferraban y se resbalaban de mi cadera, mientras el, infructuosamente, trataba de tomar mi pelvis y empujarla contra la suya. El sonido acuoso de esa palmada erótica de su masculino y desnudo cuerpo chocando contra el mío, sus gemidos y los míos daban un aire de sonidos de placer y mutua complacencia. Su cabeza levantada hacia el techo de la suite del motel como dándole gracias a Dios por ese momento tan glorioso para los dos. Y allá atrapada en lo profundo de mi vagina, su erecta verga madura se mecía entrando y saliendo rozando deliciosamente las paredes estrechas de mi apretado sexo mientras su firme y varonil miembro seguía aún vomitando sus espesos chorros de fresco y amarilloso esperma.

Me quería morir de placer. Su verga, deliciosamente, masajeaba mi gigante clítoris colgante y me estimulaba al máximo dándome esa sensación intensa de plena satisfacción.

Hacia escasos 60 segundos su agonizante y erótico grito se escuchó en la alcoba y sacudiéndome con fuerza me expresaba lo que un hombre cachaco maduro sentía al disfrutar como su verga explotaba a borbotones en la vagina de una joven mujer barranquillera, 17 años más joven que él.

Claro, el no tenía el condón puesto y de inmediato sentí esa rica sensación de ardor, calor y cosquilleo en lo profundo de mi sexo, mientras su verga me entregaba a borbotones su hirviente y espesa leche.

Finalmente, su cabeza se bajó y volvió a mirarme la cadera y las nalgas, como si le pareciera no creer que su desprotegida verga permanecía enterrada en mi húmedo sexo, aun escupiendo su fresco semen. Pareciera no creer que su verga yacía en lo profundo del sexo de esa amiga barranquillera tan cercana a él. Su cuerpo se detuvo y el dejo escurrir sus sudorosas manos sobre mi espalda para luego acariciarme con cariño mis pesados senos que colgaban de mi desnudo torso.

-“Diosito… que deliciiiiaaaa….ufff…que derramada tan rica, mi Claudia… con ese cuerpazo el suyo, no sabe mamasota cuanto llevaba esperando este momento… tenerla a usted, así en cuatro, con esa cola suya tan divina, esta es la posición ideal pa’culearsela”, dijo el, mientras sus manos me tocaban los voluptuosos pechos.

De inmediato y lentamente, el tomo mi pelvis y la alejo de su abdomen, me retiro su verga y sentí como un hilo de su leche fluía rebosante fuera de mi sexo y escurría por mi entrepierna.

-“Con todo respeto mi Claudia, pero es imposible para uno de hombre no antojarse de verte esa belleza de culo que tienes”, agrego y de inmediato, abriéndome las nalgas, el me coloco uno de sus dedos en la entrada de mi ano dejándolo irse lenta y atrevidamente.

Me sentí culpable, me sentí pecadora, me sentí que me caía un peso encima, pero sus palabras de apoyo me hicieron recordar que para eso están los amigos:

-“Sabes del aprecio que te tengo Claudia, sabes que cuentas conmigo ahí en las buenas y en las malas, y sabes que la vida debe continuar para ti y tu nena… todos extrañamos a Gerardo, pero desde el cielo el siempre estará pendiente de ustedes, y aquí en la tierra, yo estaré pendiente también”, agrego el mientras su dedo empezaba a moverse libre dentro de mi ano, estimulándome y despertando en mi de nuevo esa sensación extraña de compartir con un hombre especial uno de mis preciados tesoros. Me quede estática, ahí aun en cuatro, mientras de mi vagina aun escurría su fresco semen y dos centímetros más arriba su veterano dedo se mecía entrando y saliendo de ese asterisco de las pasiones masculinas y me hacía recordar que mi espigada y atractiva cola de mujer costeña era un motivo más de admiración y morbo entre los amigos que me rodeaban.

Luego con cuidado me retiro su dedo y sentí como la punta de su rugosa lengua se posaba en la entrada de mi ano y me lamia el hoyo del culo. Luego bajaba y me lamia la vagina un rato, para luego volver a subir y dejarme sentir su lengua en mi cola.

Cerré de nuevo los ojos. Me sentí extraña, pero irónicamente se me encendía de nuevo mi libido sexual.

Algo que no sentía hacia más de 365 días.

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2 meses atrás…

Viernes, Diciembre 20 de 2019, 10:30 pm

La noche de novena se cerraba una vez más y ya varias familias y amigos salían de la casa de Alfredo, amigo de Gerardo, mi difunto esposo.

-“Dame un momento y salgo a despedir a mi suegra”, dijo Alfredo retirándose de nuestro lado.

-“Que bueno verte acá, en esta noche especial, y sabes que si quieres pasar la navidad con nosotros, solo avísanos”, dijo Eduardo amablemente.

-“Si claro Claudia, solo nos dices y vamos por ti”, agrego Julio.

Alfredo, Eduardo y Julio, todos ellos de 52 años de edad, amigos de Gerardo desde la época del colegio conservaban después de tanto tiempo esa sólida amistad y ahí, como fieles, me apoyaban en ese momento tan difícil.

Habían pasado escasos nueve meses de la muerte absurda de Gerardo, producto de esta estúpida e irracional violencia que azota a nuestra ciudad capital. Por robarle su celular y el laptop, me habían dejado viuda, a mis 35 años, y sin padre, a Lorena, nuestra hija de 6 años.

Los 17 años de diferencia entre ellos y yo no eran obstáculo para mantener muy sólida la relación de amistad que cultivamos desde que Gerardo y yo éramos novios. Y mucho menos ahora que era la viuda de su mejor amigo.

Esa noche de novena de navidad me sentí diferente, libre y complacida. Esos tres veteranos amigos me ofrecían su confianza y me abrían las puertas de su casa y de su corazón en el momento que yo más lo necesitaba. Esa noche me importo poco las miradas inquisidoras de los vecinos de Alfredo, quienes me veían de arriba abajo y observaban como bajo el ajustado pantalón de lino negro se mostraban de sobra las razones por las cuales mi parada, redonda y espigada cola y mis femeninas piernas barranquilleras se lucían majestuosas a mis rozagantes 35 Abriles y que parecía injusto que una atractiva y joven viuda quedara sola en este mundo.

Claro, tanto Alfredo, Eduardo y Julio no perdían oportunidad de observarme el busto y cuando les daba el chance yo veía como ellos bajaban su mirada sobre mi pompis y por escasos segundos se deleitaban viéndome como el apretado pantalón negro moldeaba perfecto mis bien torneadas nalgas.

Esa noche me di cuenta que la vida continuaba y que la tragedia quedaba atrás en el pasado. Y no por eso me iba a esconder al mundo, quería demostrarme a mí misma y a mi pequeña Lorena que las dos saldríamos adelante, solas o en compañía de alguien más.

Esa noche mientras ellos me daban su abrazo de despedida comprendí que tampoco los podía juzgar mal por su masculinidad ni mucho menos por ser los tres tan cercanos a mí.

-“Por ahí ya te tenemos un candidato Claudia, alguien que te echo el ojo hoy y que nos dijo que le caíste muy, pero muy bien”, dijo Julio riéndose.

-“Pero es que es muy verraco que no le caigas bien a alguien, con esa sonrisa y esa actitud tuya tan echada pa’delante, agrego Eduardo.

-“Y no solo la sonrisa tuya, Claudita…. Ese cuerpazo de reina dejo libre la imaginación de mis vecinos.. por ahí había uno muy interesado preguntando por ti”, comento Alfredo mientras Eduardo le daba su coscorrón en la cabeza por lo atrevido de su comentario.

Le di el abrazo final a Alfredo y me volteé hacia la puerta tomada de la mano de Lorena.

-“Gracias por invitarnos”, les dije a ellos desde la puerta.

Ellos tres, con su copa de trago en la mano, en silencio y sin escrúpulos, posaban su veterana mirada sobre mi cadera, mi espigada cola y mis piernas.

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Miércoles, Enero 1, 2020, 1:50 am

La música de Diciembre y la rumba se escuchan a pleno en la agradable finca de Alfredo ubicada cerca de Fusagasugá, Cundinamarca. Invitada por el a celebrar la llegada del tan anhelado 2020, al lado de su familia, vecinos y amigos, comenzaba un nuevo año convencida que era tiempo de cambio para mi vida y que las cosas del pasado eran solo eso, del pasado.

La rumba estaba prendida, la música, la deliciosa comida y el abundante trago llenaban el ambiente, y los invitados celebrábamos con regocijo este nuevo año que empezaba.

-“Bernardo, me das el honor de una bailadita con mi Claudia?”, se acercó a mi Julio sonriente dejando su copa de trago al lado de la mía allí en la mesa.

-“Si claro, Julio.. eso sí me la cuida y cuando termine de bailar con Claudia, me la regresa para seguir la charla con ella”, respondió Bernando.

Todos los tres nos reímos.

Estaba sentada, al lado de unos amigos de Alfredo quienes en medio de su amena charla trataban de indagar un poco más de mi vida privada y querían saber cómo una atractiva barranquillera lidiaba con los piropos de propios y extraños que venían en mi a una mujer completa. Y también, de paso, veían con masculina complacencia como mis femeninas piernas cruzadas dejaban expuestas a su gusto mis atributos de mujer costeña, mientras ellos turnaban sus miradas hacia mis ojos, mis pechos y mi corta falda. Bernardo, uno de ellos, amigable y bonachón, me alegraba la velada con sus palabras de empuje y vigor, dándome ánimos para salir adelante en esta nueva etapa de mi vida. A pesar de haberlo conocido apenas esa noche, no me molestaba para nada que él me mirara con detalle el escote de mi blusa ni mucho menos se deleitara viendo como mis atractivas piernas quedaban expuestas a su gusto con la sexy y atrevida mini falda que esa noche lucia.

Le entregué mi mano a Julio, me puse de pie y el me llevo a la pista de baile en la gran sala de la casa finca. Mis moldeadas piernas y la minifalda azul sobresalían atrevidas de mi cuerpo. La escotada blusa de mi vestido dejaba entrever mis rozagantes senos y los allí presentes veían con envidia como Julio se apoderaba de mi cuerpo durante esos 3 minutos. Vi como los amigos de Alfredo no despejaban su mirada de la encantadora minifalda y veían mi femenino cuerpo con particular y masculino interés.

Julio me abrazo por la espalda y al ritmo de un lento vallenato de antaño, coloco su brazo derecho por detrás de mi cintura y me susurro al odio esas palabras que tanto esperaron ser escuchadas:

-“Tienes a esos amigos de Alfredo botando la baba… este man… Bernardo me dijo que estabas muy rica y que eras una hembrita muy completa… que tienes carisma de mujer luchadora… ese man tiene plata hasta pa’botar… es divorciado, dueño de cuatro supermercados en Ibagué y con hijos mayores… el bobo ese no te despega la mirada ni un segundo…tienes a ese man en ascuas..”, me dijo él.

-“Si yo no estuviera casado, yo ya te habría caído Claudia… me dan mariposas en el estómago de solo imaginar que este año 2020 empiezas una nueva etapa en tu vida y que eso incluye que alguien va a llenar tu corazón… como envidio a ese afortunado hombre con el cual seguirás adelante el camino de la vida”, dijo Julio.

-“Me estas casando ya con alguien más?”, le pregunte pellizcándole sutilmente la espalda.

-“Y es que estas recibiendo hojas de vida?.... solo dímelo mamasota a ver si me das el chance de al menos me aceptes una invitación a salir, solos los dos…”, dijo él.

-“No se te olvide Julio que estas felizmente casado y tienes una maravillosa familia que te quiere”, le recordé.

-“Si Claudia, eso lo sé y nunca va a cambiar, pero es que verte con esa minifalda me tortura pensar que de seguro en este 2020 le vas a aceptar a un man una salidita a motelear”.

-“ayy.. Bobo ¡!”, le respondí dándole un pellizco más fuerte en la espalda.

El se aferró a mí y yo a él. Y ahí en silencio cómplice terminamos de bailar viendo como los amigos de Gerardo, con sus inquisidoras miradas, me hacían cada vez más explícito su interés sexual hacia mí.

-“Solo perdóname si fui imprudente Claudia”, me susurro Julio al finalizar la pieza musical.

-“No, para nada Julio.. queda entre amigos”, le respondí caminando de regreso a la mesa donde Bernardo, sonriéndome en silencio, con una copa de trago en su mano me observaba de pies a cabeza.

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Lunes, Enero 20, 2020, 7:05 pm

La pertinaz lluvia caía sobre la fría capital y esperaba con ansiedad que Eduardo llegara. A la salida del gimnasio, me afanaba pensar que eran ya las 7 de la noche y teníamos que ir a recoger a Lorena, mi hija, a la casa de una de sus amigas.

-“Claudia ¡!!.. aquí”, escuche el grito de una voz conocida.

Allá sobre la calle, Eduardo salía de su carro y amablemente me llamaba a que entrara a su vehículo abriéndome la puerta.

Corrí para no mojarme, le di un beso en su mejilla saludándolo y entre al auto sentándome viendo como el mi miraba las piernas, la cola y el busto.

En esos 3 segundos y mientras entraba al carro pude percibir como Eduardo disfrutaba a pleno de la vista de mi pronunciado escote, y veía como mis delicadas nalgas se moldeaban perfectas bajo el ajustado pantalón deportivo de lycra. Y el ahí, de pie, con la puerta abierta, mojándose, mientras me sentaba en el auto veía como mis senos libres y sin dueño, pedían a gritos ser adorados.

Salía de la clase de Zumba luciendo mi apretado pantalón de lycra blanco y mi cómodo blusón deportivo. Aun sudorosa y con el corazón agitado le expresaba a Eduardo la ayuda que esa noche el me daba:

-“Edu, no sabes cuan agradecida estoy con la ayuda que me das, y bien apenada estoy contigo por ese favorzote de recoger a Lorena hoy”, le dije viendo como el me miraba el busto y las piernas.

-“No fresca mi Claudia.. en que clase estabas?”, pregunto el ya colocando sus ojos sin reparo sobre mis pechos.

Durante el horrible trancón de la noche en la autopista norte de Bogotá, Eduardo disfruto de mi charla y nervioso, miraba mis senos y mis piernas mientras yo permanecía ahí sentada a su lado. 1 hora más tarde llegamos al conjunto residencial donde vivo y veo con nostalgia de madre como Eduardo abraza y juega con Lorena al momento de salir de su auto. Se me hace un nudo en la garganta y se aguan los ojos por el doloroso recuerdo de Gerardo, su padre y mi difunto esposo. Como un padre jugaría con su propia hija, Eduardo sale corriendo persiguiendo a Lorena por el parqueadero del conjunto sin importarle ni cinco lo que diga la gente ni lo que lleguen a pensar de él. A su lado Lorena encuentra en él, como esa persona ausente de su vida infantil empieza a tener reemplazo. Bajo los gritos bulliciosos de su infancia, Lorena expresa la alegría que siente al ver como ese amigo inequívoco le da esos momentos de felicidad sin importarle las condiciones.

Camino al ascensor veo con nobleza como él le demuestra a Lorena cuanto la aprecia. Y veo también con sorpresa como los ojos maduros de Eduardo se deleitan a pleno a verme lucir ese ajustado pantalón de lycra blanco que resalta a la perfección mis nalgas de mujer barranquillera. Entrando al ascensor le doy un beso a Lorena mientras veo a través del espejo de la pared como los ojos de Eduardo se posan estáticos sobre mi parada cola dejando volar su imaginación.

-“Te quedas a comer con nosotras?”, le pregunte.

-“Si claro, ya avisé en la casa que hoy me demoraba”, me respondió el dándole un poco de pena al ver que yo me había dado cuenta que el me miraba las nalgas.

Esa noche, después de una ducha y de cambiarme de ropa, preparando la comida y compartiendo con el vi como los ojos veteranos de Eduardo tenían tiempo para Lorena y le entregaban a ella ese sano rato de esparcimiento en la sala mientras mi hija le mostraba sus habilidades artísticas con la pintura.

Y de paso, su sabia y madura mirada tenía tiempo también para mí y desde la sala, veía como yo le entregaba ese sano rato de esparcimiento masculino, mientras yo lucia esa atrevida, sexy, corta y ligera falda semi-transparente que esa noche decidí lucir para él. Que mejor forma de entregarle a él una señal clara de que esa amiga currambera estaba lista para enfrentar el presente, y que contaba con él para dar el paso que faltaba.

Esa noche de Enero tome la decisión que mejor considere conveniente. Era de tiempo de salir adelante y seguir con mi vida. Era tiempo de dejar atrás los recuerdos y enfrentar el presente. Y Eduardo era el primero en esta nueva etapa, esa nueva Claudia que empezaba de nuevo a compartir sus secretos con alguien más.

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Todos esos recuerdos de los pasados tres meses vuelven a mi mente esa tarde de Miércoles de Febrero, ahí desnuda y acomodada en cuatro mientras la lengua de Eduardo recorre mi ano y lo dejo que me lama y juegue con él. Con mis ojos cerrados recuerdo como en los pasados 7 años de matrimonio Gerardo disfrutaba nuestra vida sexual a pleno conmigo y con mi cuerpo desnudo.

Durante 7 años, mi femenino cuerpo de mujer barranquillera era solo suyo, y mis voluptuosos pechos, mi pompis y mi estrecho sexo eran solo para sus manos, su lengua y su verga. Y allí atrapado en medio de mis paradas y vanidosas nalgas costeñas, mi cola, como un dije de oro, se lucia gloriosa y portentosa, y despertaba envidias entre propios y extraños. Durante 7 años, fue solo suya y ahora yo tomaba la decisión de entregársela a alguien más, alguien cercano y quien se merecía lo mejor de mí.

Y qué mejor que entregarle mi pompis a esa persona que por 10 largos años miro mi trasero con deseo y rabia, sabiendo que tenía otro dueño.

-“Ven, ponte el condón y aplícame el gel”, le dije a Eduardo volteándome interrumpiendo ese intenso beso negro, mientras el me lamia el hoyo del ano.

Los ojos de Eduardo se iluminaron con natural sorpresa y me expresaron su natural y masculino regocijo por mis palabras.

-“me vas a dejar que te consienta esa belleza de culo?”, pregunto el con duda.

-“si”, le respondí sonriendo y tajante.

Un minuto más tarde, como un niño destapando su más apreciado regalo, el gélido gel lubricante cae generosamente sobre mi ano y mi vagina, al mismo tiempo que sus dedos luchan infructuosamente por entrar a ese lujurioso lugar de las pasiones masculinas.

Eduardo sin contratiempos se pone ese condón azul y veo como cubre la totalidad de su verga.

-“Lo hago por darte gusto, por haber sido tan especial y por agradecerte lo que has hecho por mí y por Lorena.. solo se cuidadoso con mi cola”, le dije dándole un beso en su mejilla.

Me acomode de nuevo en cuatro, dándole la espalda y aferre con fuerza a las sabanas de la cama del motel de Chapinero donde llevábamos 30 minutos dándonos mutuo placer. Y deje mi cabeza levantada mientras veía por el espejo en frente mío como ese maduro hombre ponía la cabeza de su verga en la entrada de mi pomposa cola.

En sus ojos vidriosos se veía la sorpresa y la excitación del momento. Sentir como ponía sus veteranas manos sobre mis dos nalgas para abrírmelas y darle paso a su verga era, para él, un momento soñado.

Tome aire y lo sostuve, mire por el espejo la cara de éxtasis de Eduardo y comprobé que había tomado la decisión correcta. Hacia escasos 30 minutos había entrado a la alcoba de este motel para que un amigo cercano, después de tanto tiempo, pusiera finalmente sus manos sobre mi cuerpo y me despojara de mis ropas para descubrir con su lengua y su verga los tesoros ocultos de esta pujante mujer barranquillera.

El coloco sus manos sobre mi cadera y mirándome por el reflejo del espejo pronuncio esas palabras tan sabias:

-“Claudia, mujer divina… llevaba 10 años sonando con este momento”.

-“..Y no sabes Claudita cuantos manes me deben de estar envidiando ahora”, agrego él.

-“Si, lo se…”, le respondí.

Apreté mis manos a las desordenadas sabanas de la cama y cerré los ojos mientras sentía como esa verga cachaca se hundía lenta e incómoda en lo profundo de mi espigada y bien trabajada cola de gimnasio.

Gemí largo y tendido. Y Eduardo hizo lo mismo. Baje mi cabeza al sentir como, después de tanto tiempo, la verga de un hombre volvía y se escondía en lo profundo de mi moldeada cola. Pensé en Gerardo, midifunto esposo, y le pedí perdón. Era tiempo de seguir adelante con mi vida. Escuchar como Eduardo se quejaba de placer mientras sentía como su erecta verga se escondía lenta y segura por entre en medio de las hermosas nalgas de esa cercana amiga barranquillera era un sonoro eco a su masculinidad. Pienso en Eduardo y me imagino la tortura de 10 años viendo como esa cola tuvo un único dueño. Levante mi cabeza y con dificultad abrí mis ojos para ver el rostro desfigurado por el placer de Eduardo cuando empezó a mecer su pelvis contra mis nalgas al sentir como su masculino miembro se sacudía libre allá enterrado en el bien atractivo culo de su cercana amiga costeña.

Durante esos largos e incomodos 15 minutos de sexo anal, sabía que tenía que hacer el sacrificio. Era tiempo de compartir mis atributos físicos y que mejor que hacerlo con alguien que se lo merecía a pleno.

15 minutos más tarde escuchar el grito orgásmico de Eduardo al sentir como su madura verga reventaba atrapada en lo profundo del hermoso trasero de Claudia, la atractiva viuda de su fallecido amigo, fue la mejor recompensa a su sana amistad.

Ahora, con su verga enterrada en mis nalgas, nuestra relación de amistad pasaba a un plano más personal.

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Ibagué, Marzo 6 de 2020, 1:02 am

Me baje de la camioneta, mientras el me abría la puerta.

-“gracias”, le respondí sonriente dejando rozar mi mano sutilmente contra su barriga.

El cerro la puerta de su 4x4 y coloco la alarma y luego los dos caminamos por el pasillo de entrada de la hermosa casa-finca de Bernardo. Amplia, sencilla y sin muchos lujos, se respiraba un ambiente de libertad y tranquilidad.

A la derecha esos encantadores jardines con palma de cera. A la izquierda, esa gran y amañadora piscina.

Que ironías nos da la vida.

Increíble saber que hacia tan solo 12 horas mi hija Lorena y yo habíamos entrado a esa finca con el solo deseo de pasar un rato de sano esparcimiento ese fin de semana. Increíble saber que esa tarde Lorena disfruto como nunca a sus antojos de esa piscina esplendida. Increíble saber que esa tarde, después de más de 365 días sin hacerlo, me volví a colocar mi bikini amarillo para lucir los atributos de mi cuerpo de mujer barranquillera ante los impávidos, nerviosos y arevidos ojos de Bernardo, quien disfruto como nunca a sus antojos viendo como mis senos naturales 36C y mi diminuta tanga mostraban de sobra el porque el insistía que yo era una mujer muy completa. Increíble que después de tanto tiempo, con seguridad y firmeza yo tomaba la desicion de lucir a pleno mi cuerpo ante los ojos de un hombre 20 años mayor. Habían pasado tan solo escasos 3 meses de conocerlo y yo me daba la confianza de exponer mis atributos físicos de mujer en frente de ese amigable y bonachón hombre tolimense.

Llegamos a la sala principal y le dije a el:

-“Déjame chequear a Lorena”, susurre en voz baja.

-“Si claro, te espero”, me respondió Bernardo.

Camine por el largo pasillo hasta llegar a la amplia habitación y abrí lentamente la puerta. Allí, al fondo, dormía profundamente mi hija, rendida y agotada, luego de correr y nadar en la piscina toda la tarde al lado de Bernardo.

-“Perdóname corazón.. pero es tiempo de seguir adelante con nuestras vidas”, le hable a Lorena en voz baja mientras veía a mi hija completamente dormida.

Cerré la puerta con cuidado y caminé de regreso hacia la sala.

Y allí estaba el, aun esperándome.

A sus 55 años de edad, divorciado, exitoso comerciante, Bernardo me miraba en silencio cómplice de arriba abajo. Le parecía increíble que esa pujante y atractiva mujer currambera que había conocido hacia escasos 3 meses en esa noche de año nuevo, lo había premiado esa tarde mostrándole sus bondadosos y generosos atributos físicos luciendo ese atrevido bikini amarillo. Le parecía increíble que Claudia, la amiga de Julio, 20 años más joven, le había aceptado sin condiciones una invitación a pasar el fin de semana en su finca de descanso cerca de Ibagué. A él, le parecía impensable que, en tan solo 3 meses de sana amistad, esa bondadosa y pujante mujer barranquillera, le mostro sin penas ni vergüenzas ajenas durante toda la tarde en la piscina de su finca como mi sexy bikini destacaba perfecto mis rozagantes pechos y abajo la tanga mostraba majestuosas a sus maduros ojos mis torneadas piernas, mis caderas de mujer rumbera y como un dije de oro, mis paraditas nalgas sobresalían solo para su inquisidora mirada.

Claro, lo note y fue muy obvio, pero toda la tarde en tortuoso silencio, ahí en la piscina, mientras jugábamos con Lorena, mi hija, y luego cuando tomábamos en sol disfrutando de unas frías y deliciosas cervezas, Bernardo recorría con sus ojos mi cuerpo de pies a cabeza, y no podía entender como esa amiga costeña que hacía 3 meses le había aceptado esa agradable charla, hoy lo premiaba, solo a él, con esa vista de ensueño.

Acabábamos de llegar a su finca de nuevo después de pasar un rato de tragos y baile en una conocida discoteca de Ibagué. Y el ajustado y sexy vestido verde que yo lucia esa noche resaltaba a plenitud mi voluptuoso cuerpo y más aún, mostraba que yo estaba esa noche dispuesta a cumplir sus deseos, esos que esperaron 3 largos meses.

Bernardo me miro de arriba abajo, colocando de nuevo sus ojos descarados en mis pechos, mi cadera y mis piernas. Así como lo había hecho esa noche de año nuevo en la finca de Alfredo, donde nos conocimos.

-“Quieres comer o tomar algo Clau?”, pregunto el viendo como el ajustado vestido verde de una sola pieza se amoldaba perfecto a mi cuerpo resaltando mis pechos, mi cadera y mis nalgas, las cuales sobresalían majestuosas, para envidia de muchos hombres esa noche.

-“una copa de vino frio me encantaría”, le respondí coqueta acercándome a él.

-“En el bar los manes de las dos mesas de al lado no hacían sino mirarte el vestido.. creo que me van a envidiar esta noche”, me respondió el abrazándome y colocando sus dos brazos en mi cadera.

-“Si, lo sé”, le dije acercando nerviosa y con duda mi cara a la suya, mientras el me aprisionaba contra su cuerpo.

Pensé en Gerardo, mi difunto esposo y le pedí perdón.

-“Esta noche te van a envidiar muchos de mis amigos”, agregue atrevida.

Era tiempo de seguir adelante con mi vida. Su cabeza, con dudas y temores lentamente se acercó a la mía y cerrando mis ojos con timidez, deje que se acercara para plasmarle un dulce beso en su boca.

Bernardo de inmediato amarro su boca a la mía y nuestros labios y nuestras lenguas se enredaron en un apasionado beso de amantes, mientras yo sentía como las manos de este amigable y bonachón hombre de negocios finalmente, después de 64 días de angustiante espera, dejo escurrir sus brazos de mi cadera y coloco sus veteranas manos sobre mis nalgas acariciándomelas generosamente.

Algunos me llamaran puta, otros aprovechada o interesada, pero mientras él me besaba y yo dejaba que sus manos recorrieran mi espigada cola a su antojo, sé que ambos estábamos llenando vacíos que por mucho tiempo fueron eso, vacíos emocionales.

30 minutos más tarde, ese corrientazo orgásmico me llena plena y lo grito con rabia. Desnuda, acostada boca arriba en la cómoda y gigantesca cama mi cuerpo se mece salvaje mientras el, también desnudo encima mío, me posee completamente, casi aplastándome con sus 85 kilos de peso. Con mis piernas abiertas, aprisionándolas contra su cadera, en posición misionero, el obeso cuerpo de Bernardo, se sacude encima del mío con ímpetu y fuerza y yo lo abrazo por su espalda con rabia y natural femenino éxtasis. Atrapada en lo profundo de mi sexo, su firme y maduro miembro, sin condón, acababa de reventar por primera vez esa noche, y él lograba un sueño reprimido por 3 meses, al verme como esa sexy y atractiva amiga currambera que lo encanto con sus sobrados atributos ese primero de Enero .

Esa noche claro, eso había cambiado.

Tirados en el piso yacían mi tanga y mi brassier negros, mi sexy y escotado vestido verde y mis zapatos de tacón alto, los cuales habían sido rapados de mi cuerpo mientras el, con afán, me desnudaba. Allá sobre la mesita de noche, como silenciosos testigos, la foto familiar de Bernardo en los felices tiempos cuando él estaba casado.

Y ahora me veía yo, ahí desnuda, tirada en la cama de su alcoba, en su espectacular finca, viviendo a pleno estas nuevas experiencias, esas que valen la pena compartir con los amigos cercanos que te rodean.

Siento las pulsaciones de su corazón a mil, su pecho postrado contra mis senos, aplastándolos, parece no querer moverse de ese estado letárgico, sus brazos se aferran contra mis piernas como para asegurarse que no nos vamos a separar los dos esa noche. Su verga, firme y dura, enterrada en lo profundo de mi vagina sigue aun vomitando los voluntariosos chorros de su fresca y veterana leche. Ya ese primer bombazo de esperma empieza a llenar mi sexo mientras el gime y se queja ruidosamente dejando su cabeza al lado de la mía.

Qué momento tan especial para los.

Después de 64 días viendo como el atractivo cuerpo de esa amigable barranquillera lo torturaba día a día, cada vez que el me invitaba a almorzar o a comer, luciendo esas atrevidas cortas faldas o esos ajustados pantalones, finalmente esa noche, en la cama de su casa finca de hombre divorciado, su verga finalmente eyaculaba portentosa su carga de amarilloso semen en mis entrañas.

En mis pies, y aun sobre la cama, la tarjeta de cumpleaños que le regale a Bernardo ese día, celebrando que llegaba a sus 55 Marzos de vida. Hacia 30 minutos había entrado a su alcoba con la seguridad de disfrutar de una nueva experiencia. Hacia 30 minutos las manos de un hombre 20 años mayor se posaron sobre mi cuerpo para quitarme el vestido y dejándome completamente desnuda, exponer a sus ojos, su lengua y su verga mis ocultos tesoros, y de paso le entregaba esa noche de lujuria a un hombre para que llenara a pleno esos insatisfechos deseos de tanto tiempo.

De inmediato siento esa sensación de intenso calor y ardor en lo profundo de mi sexo. La leche hirviente de un hombre maduro vuelve y llena mis entrañas. Los gemidos y los quejidos de Bernardo empiezan a calmarse y lentamente su desnudo y sudoroso cuerpo deja se sacudirse encima mío. Su verga llevaba taladrando mi sexo sin contemplación ya por casi 10 minutos y ahora pagaba el alto precio del éxtasis y la ansiedad. Y mucho mas cuando él era 20 años mayor.

Ahí quedamos los dos, en silencio, el encima mío con el control de mi cuerpo y yo con mis piernas bien abiertas aprisionándolo, mientras su madura y firme verga sin condón queda estática enterrada en lo profundo de mi vagina.

Mientras nuestros desnudos cuerpos quedan inmóviles, el encima mío, abro los ojos y veo el techo de la alcoba, como mudo testigo de la lujuriosa noche que apenas empieza. Mis brazos se aferran a su sudorosa espalda y su cabeza, recostada sobre mi hombro derecho, yace caída dejándome escuchar los pausados susurros eróticos de un hombre que desde esa noche de Año nuevo que lo conocí, me expreso tácitamente sus ávidos intereses sexuales de poder descubrir los ocultos tesoros de mi cuerpo de mujer costeña.

Pienso en Bernardo. Que se le estará pasando por la cabeza a él en este momento? El espero pacientemente por 3 meses para finalmente poder reventarle su veterana verga allá en el fondo de la cuquita de esa querida amiga curambera que conoció en Enero. El espero pacientemente para finalmente poder hundir su verga en medio de las hermosas nalgas de Claudia, su amiga, amante y cómplice esa noche.

Pasaron esos 2 minutos de silencio erótico mientras solo se escuchaban sus débiles gemidos y nuestros cuerpos sudorosos e inmóviles reposaban uno encima del otro. Bernardo tuvo cortas y rápidas contracciones pélvicas, muy seguramente, mientras su verga terminaba de escupir esas ultimas gotas de su veterana leche en lo profundo de mi vagina.

Sin esperármelo, él se levanta lentamente y siento como su verga erecta sale lenta y perezosamente de mi sexo. Miro su erecto miembro y veo como escurre brillante el espeso y amarilloso semen. La enrojecida cabeza de su verga hinchada y torcida hacia la derecha, luce imponente y lista para más acción esa noche. Un hilo colgante de esperma brota del glande de su pene.

-“Póngase en cuatro Claudita”, dijo él.

Sonreí y de inmediato me puse en cuatro patas dándole la espalda.

-“Desde que la vi entrar esa noche de Año nuevo en casa de Alfredo, usted con esa blusa escotada y esa rica mini falda luciendo esa belleza de piernas y esta hermosura de culo… me convencí que yo tenía que conocerla… pero nunca me imaginé que iba a tener el honor de descubrir la hermosura de ese cuerpazo suyo”.

Las manos de Bernardo se posan de nuevo sobre mis desnudas nalgas y siento como sus dedos se hunden atrevidos en lo profundo de mi vagina tocándome los labios vaginales salpicados de su semen y luego empieza a acariciarme el clítoris.

Tranquilo y sin penas ni amarguras, la erecta verga de Bernardo se hunde de nuevo lenta y segura en lo profundo de mi vagina y colocando sus manos sobre mi cadera, el empieza a mover su pelvis con delicada cadencia al mismo tiempo que su firme miembro, deliciosamente, empieza de nuevo a rozar las estrechas paredes de mí ya húmedo tesoro.

Me relajo, cierro mis ojos y mi cuerpo se empieza a sacudir mientras que su obeso abdomen golpea contra mi pelvis. Adentro, allá en lo profundo de mi vagina, la verga de este bonachón hombre de negocios ibaguereño, hace de nuevo realidad su sueño, ese que empezó esa noche de Año nuevo cuando conoció a esa atractiva y sexy currambera.

Mientras el delicioso roce de su verga moviéndose en mis entrañas enciende de nuevo mi insatisfecha libido sexual, y la verga de Bernardo roza exquisitamente mi colgante clítoris aprisionándolo en mi vulva, pienso en Alfredo y en Julio, esos amigos tan cercanos. Son ya más de 10 años de amistad su lado.

Que ironías nos da la vida.

Julio esa noche de año nuevo me entrego esas lapidarias palabras al saber que envidiaría al hombre que descubriera de nuevo los ocultos y bondadosos secretos de mi cuerpo en un motel. Y justo 3 meses después, Bernardo su amigo, sacudía cadenciosa su verga en lo profundo de mi sexo mientras ya la primera descarga de su veterana leche yacía aún caliente en mi vagina.

10 horas más tarde, ese delicioso chorro de agua caliente cae sobre mi cuerpo y me bendice con su frescura. La elegante y lujosa ducha del gigantesco baño de la alcoba de Bernardo riega a pleno mi desnudo cuerpo y ese cálido, húmedo y fuerte rocío cae sobre mi cabeza, mis pechos, mi espalda y mis piernas.

Abro con dificultad mis ojos, mientras ese chorro de agua hirviente golpea con generosidad mi cara. Con mis brazos recostados contra la resbalosa pared vivo a pleno el despertar a una nueva etapa de mi vida. Una nueva Claudia abre su corazón para continuar en el camino. Una nueva Claudia abre ese espacio para compartirlo con alguien especial.

Detrás mío las manos de Bernardo se suben y se posan lentamente sobre mis empapados senos, al mismo tiempo que su tierno y dulce gemido lo escucho con debilidad, mientras el sonido rebosante del agua caliente llena mis oídos. El, también desnudo detrás mío, me abraza con fuerza, mientras nuestros cuerpos, unidos, reciben el chorro potente de agua cálida que cae generosa sobre nosotros. Su pelvis y su obeso abdomen, unidos a mis bien torneadas nalgas, ya no se mueven. Yo, recostada contra la pared del baño, dejo de moverme pero aún sigo con mis piernas entreabiertas, de pie y en puntillas. Siendo un poco de dolor e incomodidad. Su erecta verga, inmóvil, yace enterrada en medio de mi espigada cola y allí en esa agradable ducha, le entrego sin condiciones uno de mis más preciados tesoros. Abrazados los dos bajo ese glorioso chorro de agua caliente, terminaban ahí esos 15 minutos de sexo anal, intensos y complacientes. La firme y madura verga de Bernardo permanecía hundida en lo profundo de mi bien trabajada cola de gimnasio, cumpliendo ese soñado masculino deseo reprimido desde ese primero de enero cuando esa noche me vio entrar a la finca luciendo esa atractiva minifalda.

-“no sabes Claudita cuantos de mis amigos me están envidiando”, me susurro Bernardo a mis oídos.

-“desde que te vi esa noche de año nuevo, allí al lado de Julio conversando con él, con esa falda corta tan sexy, esas piernotas, estas tetas y esa belleza de nalgas, lo primero que se me vino a la cabeza fue la envidia que me dio con tu esposo… esa noche te eche el ojo parejo y no me aguante mas y le pedí a Julio que nos presentara.. le dije a Julio que me daba envidia con tu esposo..le dije que debe ser una experiencia única comerse a esa hembrita.. y me quede frio y de una pieza cuando él me comento que eras viuda…”, agrego Bernardo.

-“la verdad mi Claudia.. me hervía la sangre cuando salía contigo… pero verte hace quince días en la fiesta de Arturo luciendo esa faldita azul, mostrando piernas y estas nalgas tan divinas, y con todos mis amigos sorprendidos y admirados con tu belleza y tu cariño… todos ellos me envidiaron y me dijeron que a mí se me notaba la alegría y el cambio por tener a esa hembrita costeña a mi lado… y verte hoy luciendo ese bikini, enseñándome esas tetas y ese trasero de diosa… no aguante mas y por eso te lo pedí en el bar… dejarte esa cuquita llena de semen y darte verga por este culo de reina eran un sueño…”, término su discurso Bernardo.

El me dio un tierno beso sobre mi hombro derecho, perdido por el agua que nos caía, y de inmediato sus manos se soltaron de mis pechos y bajando sus brazos los coloco sobre mis nalgas, para con cuidado empujar mi cadera hacia la pared, retirando muy lentamente su erecta verga de mi cola, como si el no quisiera sacar su miembro enterrado en lo profundo de mi ano.

Me queje, me dolió un poco y deje salir ese gemido de incomodidad al sentir como su verga salía allá escondida en medio de mi pompis.

No le dije nada.

Eduardo ya había recibido su merecido y justo premio.

Bernardo en ese momento, después de 64 días de haberlo conocido, acababa de disfrutar del suyo.

Pero Julio y Alfredo, esos otros dos amigos especiales y cercanos, aun llevaban ya 10 largos años esperando el chance de que yo les compartiera.

Sé que no soy justa, pero ellos dos también merecen lo mejor de mí.

julio08

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Categoria: Sexo con maduros
Fecha de Publicación: 2021-10-24 03:56:46
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1 Comentario

Unas crónicas muy interesantes, bien narradas y muy excitantes. No pude evitar sacudir mi verga al leer, ver tus fotos e imaginar.

2021-10-25 13:56:43