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La primera vez que hablamos fué en el trabajo, nos habíamos visto unicamente un par de veces. Entré a su oficina, mientras realizaba mis labores hubo una corta, rápida, pero profunda conversación, tocamos temas sobre las parejas, el amor y el deseo. Sin duda existía una química natural entre los dos y una confianza inexplicable. Semanas después, luego de algunas otras pequeñas conversaciones y casi sin conocer poco o nada de nuestras vidas, pasamos nuestros números de teléfono.
El mismo día comenzamos a chatear por el celular. No hubo cordialidad ni preámbulo, directamente comentamos lo mucho que nos atraíamos el uno al otro. Muy rápido hablamos de nuestros gustos sexuales, nos relatamos cada uno sus experiencias más atrevidas hasta ese momento. Era más de media noche, cuando decidimos continuar nuestra conversación por llamada. Me encontraba muy nervioso pero también muy excitado de todo lo que estaba ocurriendo, era inimaginable.
Algunas horas pasaron mientras conocíamos aún más de nuestros deseos ocultos… !Cuando llegó esa imagen!. Era una fotografía suya, estaba sobre la cama dando la espalda, llevaba puesto tan solo unos pantys negros y sus brasieres, la foto enfocaba principalmente su trasero, tenía unas nalgas deliciosas y su cuerpo joven me encendió demasiado.
Tomé mi celular y fotografíe mis boxer, dejando ver mi pene erecto debajo de ellos y con una pequeña mancha al lado de lo mojado que me encontraba. Ella respondió solicitando una foto exclusivamente de mi pene (debo decir que estaba nervioso, nunca había hecho algo así con una persona que recién conocía, que aunque nos abrimos completamente esa noche, no sabía ni su nombre completo, tan solo eramos conocidos). La excitación, sin embargo, nublaba la razón y nunca me detuve, envié la foto con mi pene totalmente erecto. La recompensa fué inmediata, envió una fotografía de sus senos, luego un video donde ella misma los acariciaba. Continué enviando un video masturbandome para ella.
Nos llamamos, escuchamos nuestros gemidos, nuestras respiraciones agitadas, mientras relatábamos todo lo que hacíamos con nuestras manos y describiamos con detalle cómo reaccionaban nuestros cuerpos.
Llegó la orden de su parte: “- Quiero ver como te vienes”. Pasamos a la videollamada, enfoqué mi pene, mientras me masturbaba, ella dictaba la velocidad, en la pantalla observaba su rostro de lujuria, sus labios de deseo cuando los mordía, pasaba rápidamente la cámara por su cuerpo desnudo, enseñándome sus senos y dejándome notar como se masturbaba también, la emoción no se pudo contener más, le dije que pronto me iba a venir, ahora sus palabras hicieron el resto, cada una de ellas me excitaba tanto que expulse con un fuerte orgasmo todo el semen sobre mi abdomen y mi pecho, pero lo mejor de todo: Del otro lado salió el más delicioso gemido que jamás había escuchado... y que pronto escucharía en persona.