
Compartir en:
-Gracias, mi amor la cena de aniversario estaba espectacular, me encantó. Espero que el postre esté igual de delicioso- le dijo Claudia a su novio mientras coquetamente se mordía los labios. Celebraban su tercer aniversario y este hombre la enloquecía, la trataba como una reina y se la culiaba con una perra; para ella era una locura estar en los brazos de este hombre y más aún tener su verga en su vagina.
La cena terminó y Claudia sabía que la deliciosa faena que viviría la haría subir al cielo y de vuelta a la tierra. Claudia se metió rápidamente al bañopara ponerse aquella lencería que había comprado para esta ocasión, era una enterizo blanco, bastante pequeño, semi transparente; que enjaulaba sus enormes y redondas tetas, en un encaje tan provocativo que llevaría a la perdición a cualquiera que lo viera, la parte de abajo era ajustada, pensó por un momento, era tan ajustada que lograba partir en dos su concha, estaba perfectamente depilada, húmeda de sus fluidos, que levemente iban deslizándose desde su interior y perfumaban con ese característico oler a mujer su brillante vagina. Su clítoris era preso de los rocen placenteros de dicha prenda, era un espectáculo ver aquella chochita divida en su línea natural por aquel diminuto pedazo de tela blanca. Su culo redondo quedo expuesto al ambiente, sus nalgas grandes danzaban al compás de sus pasos. Estaba dispuesta a darle un placer jamás entregado a su hombre.
Al salir del baño pudo notar a su macho acostado en la cama; que al verla salir con esta delicada prenda su mejor respuesta, casi poética y romántica fue una erección instantánea; su verga se levantó cual estandarte de guerra y consigo conllevaba una invitación a iniciar la locura que vivirían. Claudia caminó rápidamente hacia él, su puso de frente y con una mirada íntima invitó a su pareja a disfrutar de su cuerpo. Su novio no perdió la oportunidad de empezar a besar a Claudia, era intenso pero tierno; sentía como su lengua se deslizaba en su boca, y juntas danzaban en armoniosas caricias; sus manos recorrían su figura y apretaban sus nalgas grandes y bien paradas. Su culo era delicioso, era firme, era voluminoso y se ajustaba a la perfección a sus manos. Claudia estaba perdida en la lujuria del momento, su agitada respiración era el mejor testimonio de la excitación en aumento que tenía; logró sentir los dedos de su novio abriéndose paso por entre la pequeña tanguita, que no era más que un diminuto obstáculo entre sus dedos y la caliente chochita de esta diosa. Como pudo hizo a un lado la tanga, exponiendo un carnoso clítoris, que palpitante solo anhelaba ser acariciado y consentido; el novio de Claudia giró y la acostó sobre la cama, levantó las piernas de Claudia y como si fuera un hombre moribundo de sed, sumergió su cabeza en la entre pierna de su amada doncella y procedió a lamer de la manera más rítmica y deliciosa la concha de Claudia. Los minutos pasaban y este hombre no se despegó ni un momento de ese clítoris encandecido, Claudia sabía que estaba por llegar a un orgasmo intenso, y sus rápidos, pero precisos movimientos pélvicos, permitieron que de su interior evacuara un chorro de delicioso orgasmo, era un líquido semitransparente, tibio, de un aroma especial, delicioso. El cual hizo que ella por un microsegundo no sintiera nada más que las electrizantes contracciones de las paredes vaginales expulsando este néctar, que solo las diosas pueden proveer y que solo un dios es capaz de admirar y de disfrutar.
Casi sin tiempo para reincorporarse logro sentir aquella verga penetrando la ya bastante mojada vagina de Claudia, aquel falo de carne penetraba esta conchita de una manera brusca, salvaje pero muy intensa y placentera para ella. Sus pelvis chocaban duramente y el sonido hacia un eco en el oído de Claudia; que sentía como aquel hombre buscaba llegar a lo mas profundo de su útero; como pudo dio la vuelta y quedó en cuatro patas, su hinchada, palpitante, lubricada y goteante vagina quedó a merced de este semental enloquecido de placer; rápidamente se ubicó la cabeza de su verga en la entada de la vagina de Claudia y sin piedad alguna apuñaló sus entrañas con su gruesa herramienta, el placer estaba al máximo y lo que al principio eran tiernas caricias, ya a esta altura era placenteros castigos a tanta calentura, le daba fuertes nalgadas a su concubina, hasta el punto de dejar enrojecida sus nalgas; halaba su pelo cual perra en celo necesita ser castigada; estaba enloquecido, embriagado por la mezcla de aromas, esos aromas que armónicamente llenaban el ambiente, el olor a sexo a sudor a alcohol y a vagina lubricada eran el mejor estimulante para este hombre; que sentía como pronto una gran ráfaga de leche inundaría las entrañas de su amada compañera; de manera muy predecible sintió como sus testículos impulsaban a través de sus órganos una ración descomunal de semen, y en una explosión orgásmica dejó salir su liquido seminal en la ya maltratada cuquita de Claudia; ella sentía como los chorros golpeaban sus paredes interiores, y aunque tibio, sofocaban y refrescaban el ardiente palpitar de su enrojecida conchita; y casi en forma de agradecimiento se sentó en la cama y aunque su tambaleante amante intentaba recuperar el aliento después de tan monumental eyaculada, ella tiernamente engulló la verga de su semental y empujó hasta el fondo lo que más pudo, sintiendo como esas ultimas gotas de leche se deslizaban por su seca garganta y llegaban a su estómago. Disfrutaba el dulce sabor del semen de su macho y sabía que esta noche no sería la última vez que estaría llena de semen y supo que vale la pena disfrutar de cada aniversario.