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REVIVIENDO EL DESEO (MI MARIDO, VICKY, RAFA Y YO)

Llevaba buen tiempo con la mosca detrás de la oreja… El gusanillo de tener sexo fuerte me carcomía los sesos y no sabía cómo decírselo a mi mujer, pues lo de ser unos universitarios había quedado atrás con un montó de historias en las que fuimos un par de cabras. 

En esa época nunca faltó el plan de tomar unas cañas en el piso de alguien. Siempre dados a la vida nocturna, la irresponsabilidad, la lujuria... ¡Qué bacanales!

Ahora, en el rol de casados y por los empleos, a lo sumo cogíamos una o dos veces por semana, tal vez el sábado por la noche, en la cama, como un par de pringados sin gracia. Pero ya estaba hasta las narices de esa vida otoñal, así que pensé en un plan….

A mi mujer no le gusta lo planeado, así que había que hacerlo parecer casual, muy espontáneo. Se me ocurría que podría invitar a una pareja, tal vez a cenar, tomar unas cañas, no sé… hacerlos caer en tentación. Pero ¿con quiénes estaría dispuesto a correr ese riesgo para nuestra reputación?

Empecé a barajar nombres. Ella tenía que ser del gusto mío y el tío, del de mi mujer. Durante semanas analicé las posibilidades, pero en nuestro círculo no encontré condiciones y pensé abandonar la idea. Sin embargo, quisieron los dioses darme un golpe de suerte y en el chat de Facebook titiló un mensaje de una amiga.

—¡Ese Quiqueee! ¡Feliz año nuevo!

—¡Hola, guapa! ¡Feliz año nuevo! ¿Qué tal se han portao los Reyes?

Era Victoria, amiga que ves algunas veces al año, como en fiestas de cumpleaños y cosas así. Su novio eterno, Rafael, era un tipo peculiar que de primeras parece un solemne gilipollas pero, cuando le pillas el punto, ves que es inteligente y con un sentido de la ironía. A mí mujer y a mí nos caían bien… podría ser la pareja que buscaba.

Vicky hablaba de sus sobrinos y sus regalos y yo, con la negra intención, pensaba en su aspecto físico. Aunque no fueran los bellezones, tienen la buena pinta que da el pertenecer a un estrato económico alto. Ella es alta y Rafael, aun más. Esmerados con su apariencia, pulidos, atractivos. Sumando y restando, Rafael sí que podría poner a mi mujer. Y a Vicky, venga, le hago todo.

Con mañas, poco a poco la fui llevando a temas íntimos, hasta que hice el lance.

—Venga, Vicky… ¿Qué opinas del sexo en parejas? —le pregunté.

—Ja, ja, ja, ja. No vi venir esa pregunta.

—Pasa de largo si no te apetece.

—No, está bien. Lo típico: respeto a quien lo practica pero no me veo follando con más gente que no sea Rafa —respondió.

—¿Y si lo hicieras solo con él, aunque hubiera más personas?

—¿Cómo es eso? ¿Voyeuristas?

—Suponte una situación en la que estamos los cuatro: Rafa y tú, Andrea y yo, y que, por lo que sea, la cosa se va poniendo caliente hasta el punto de que coges con Rafa y nosotros con Andre lo mismo.

—¿Que es una propuesta?

—Anda, dime qué piensas.

—Pero ¿cómo? ¿En la misma habitación?

—Por ejemplo.

—Pues… la verdad es que ya lo he hecho, ahora que lo dices, ja, ja, ja, ja, ja.

Vaya, debí parecer un tonto con mis rodeos. Seguí observando el bocadillo de la ventana que indicaba que Vicky seguía escribiendo

—No se lo cuentes a nadie, una prima y yo hemos follado en parejas. Ella con Alfredo y yo con lo mío.

Me contó brevemente la historia. Y con lo deli que están las dos, me costó no dejar ver la calentura y retomar la dirección de la charla.

—Calla, calla… tu historia pone hasta un monje.

—Ja, ja, ja, ja, ja...

—Nosotros también lo hicimos, pero estando en la universidad.

—Se lo tenían bien guardado, ¿eh?

—Sí, y no uses la excusa de que me has contado lo de tu prima para preguntarme por más..

—Da igual, lo que importa es que lo hayan disfrutado.

Tomé aire y enseguida escribí sin pensar, para que saliera tal cual.

—¿Te pondría si yo... Bueno, Andrea y yo, cogemos delante de ustedes?

—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó Vicky haciéndome dudar, pero era la hora de mostrar determinación e infundir seguridad.

—Para nada. Te lo pregunto tan en serio como tú has sido sincera...

—Venga, Quique, ¿sí eres tú?...

Empecé a preocuparme. Tuve que probarle mi identidad y sostenerme en la iniciativa.

—¿Cómo puedes hacerme esa pregunta? ¿De verdad quieres que te la conteste? —me replicó.

—Sí, por favor no te ofendas ni ofendas.

—Descuida. Pues mira… Sí.

¿Ah? Así no más. ¿No iba a preguntarme más? Quedé mudo, mirando la pantalla del ordenador durante los segundos más largos.

Tenía que decirle algo, pero se agolparon tantas ideas en mi cabeza...

—Hagámoslo —No se me ocurrió decir más.

Por un momento creí haber metido la pata. Vicky no escribía nada. Luego, el icono del bocadillo apareció de nuevo en la ventana de chat.

—Estaba en una llamada. Vale, ¿qué propones?

—Primero, ¿Rafael se prestaría a esto?… ¿Tú qué crees?

—¡Es un macho! Apostaría todo, ¿acaso tú no?...

Estuvimos conversando un buen rato. Entre perversiones y risas cuadramos el plan. Y lo pusimos en marcha.

Andrea no le pareció raro invitarlos a cenar. Le expliqué que la encontré en Facebook y que la charla había terciado en que nos viéramos, pero ni falta hacía, pues quería verlos y se entusiasmó con los preparativos. Las mujeres siempre quieren impresionar.

Yo no tenía menos ganas, pero por otro motivo y no dejaría que se aguara la fiesta jugando con la consola Wii o con otras mojigaterías. Tenía que poner el ambiente al punto.

Ya en la tarde del sábado estuve empalmado imaginando la noche excitante y novedosa que nos esperaba. Qué ponía mucho la idea de ver a Vicky desnuda y follando… Y  Andrea cachonda, codiciando lo ajeno y gimiendo como una zorra insaciable.

Pronto se hizo noche y llegaron en flamante camioneta. Quedé muerto al ver a Vicky. Lucía muy sexy con una falda corta entubada, suéter de cuello tortuga y botas altas… pero ¡qué hembra!

Tenía claro a qué venía... Rafael, por su parte, venía con su clásico pantalón de pinzas y camisa. Y nosotros, en cambio, los esperábamos con un aspecto muy juvenil, con vaqueros azul y camisa blanca. Eso sí, el escote y los muslos apretados de Andrea le quedaban súper. 

Tal como lo habíamos previsto, la mayor parte de la noche la pasamos charlando sobre temas sin importancia. Os podéis imaginar: que la vida de esta, que aquella, que si tal, que si cual, como la más inocente reunión de amigos.

Pero de a poco las cañas que nos tomamos nos pusieron en vía de una buena borrachera. El ambiente era desenfadado. Bromeábamos, bebíamos, reíamos. Sin venir a cuento, cogí el mando de la tele para hacer un poco de zapping y, mira tú por dónde, tras dos o tres canales vino a aparecer en la pantalla uno de estos programas eróticos en los que aparecen mensajes mientras que una tipa se sobetea.

Dejé de zapear esperando el comentario de cualquiera.

—¿Y las pavas estas que son más feas que pegarle al papá el día de su cumpleaños? —dijo Andre.

—¡Ja, ja, ja, ja! Cómo te pasas con la pobre muchacha —respondió Vicky.

—Además —intervino Rafael —hacen su buena labor a la sociedad —Y soltó la carcajada.

—¿Ah, sí? —interrumpió mi mujer— ¿Cómo es eso? ¿Promoviendo la masturbación masculina?

Como soltó ese comentario todos nos reímos. ¿Acaso estaba en disgusto por lo que puse en pantalla? Tonto de mí que caí en el error de pensar demasiado rápido. Andre, al contrario, estaba tan a gusto que siguió diciendo cosas por el estilo sin pudor. 

—Pero, en serio, sigo sin encontrarle lo morboso a esas chicas. Todo es muy falso y más que excitar causan frustración.

—Hay gustos como colores —dije yo—. Tú prefieres un drama erótico que las películas porno y, sin embargo, el porno es lo que más vende.

—Será lo que más vende —me respondió—, pero prefiero mil veces una historia con argumento y menos primeros planos de pollas, coños, gemidos fingidos y escenas con posturas imposibles.

—Vamos, que eres de las que esperan para ver si al final se casan, ¿No? —bromeó Rafael.

—Ja, —respondió burlonamente Andrea—. Que tengan una historia no significa que haya romance ni esas cursilerías. Las películas eróticas tienen tramas excitantes y entretenidas, que vas desprevenido cuando surge lo guarro.

—¿Me recomiendas alguna? —preguntó Vicky. Allí estaba ella, poniendo su parte. Justo en el momento.

—Pues… Ahora mismo no sabría decirte el nombre de ninguna pero si buscas por internet a Tinto Brass encontrarás un montón de títulos suyos. Y la mayoría me molan.

—¿Tendrás alguna por ahí —curioseó Vicky.

—En el disco duro tengo unas cuantas. Te las grabo si quieres…

—Venga, ¡pon una! ¡Elige tú! —propuso audazmente Vicky.

Andrea se quedó callada durante unos buenos segundos.

Llegamos al momento en el que solo pueden pasar dos cosas; o que lo tomes a coña, y sueltes la carcajada, como si nada, o que aceptes el reto. Y yo era incapaz de adivinar qué opción elegiría Andre.

Mi mujer cruzó la mirada con la mía esperando mi opinión.

—Por mí no hay lío, deja la tele o pon lo que quiera —respondí sonriéndole y dejándolo en sus manos.

En décimas de segundo Andrea tuvo que imaginar que poner una peli de esas marcaría un camino inevitable hacia un ambiente enrarecido y que, llegado el momento, tendría que decidir entre lo conservador o prestarse a algo más.

A lo mejor diría que no encontró alguna, porque, como dice el refrán, «quien evita la tentación, evita el peligro».

Sin embargo, Vicky insistió: 

—Anda, quiero ver cómo es eso. Busquemos una.

—Está bien —dijo. Y agregó mirando a Rafa—Además, vas a ver cómo el cine erótico mola más que el porno.

Sentí sudores de la muerte en ese instante. Solo encender el disco duro tuve esa abrumadora sensación de que la suerte estaba echada y que el resto era coser y cantar.

Andrea le dio unas reseñas de las historias a Vicky y eligieron una. Entonces apagó la luz. Todos, en silencio, sin reparos, fuimos acomodándonos para ver.

En las primeras escenas me entretuve con mis dedos en el pelo de Andrea y de vez en vez acariciaba su cuello. Yo estaba nervioso. Confieso que me costaba echar un vistazo a los del lado porque todo era muy comprometedor.

Traje otros sixpack, repartí latas y me acomodé junto a Andre. Probé meter los dedos por el escote de su camisa, pero no me dejó. A la primera, con mucha discreción, sacó mi mano del escote y, a la segunda, me miró con gesto de reprobación. Y claro, era que no estábamos solos. Como si no fuera ese el propósito, me dije a sí mismo. Ja, ja, ja...

—¿Os importa si nos descalzamos? —dijo Rafa.

—Faltaría más —contesté—. Como si estuvieseis en vuestra casa.

Se zafaron sus zapatos y, esta vez sí, se echaron en el sofá, estirando sus piernas en la chaise-longue. Muy cerca a nosotros. Rafa tenía unas medias muy way, de algún comic. Y Vicky, se veía esbelta, con unas caderas de súper hembra y sus muslos bien torneados.

Por tercera vez intenté colar la mano en el escote de Andrea. En la pantalla una pareja se desbarataba a punta de sexo. El aire estaba denso, como si el virus de la lujuria estuviera en él. Para mi sorpresa, Andre no puso freno. Todos íbamos aflojando...

Noté que Rafa había metido su mano entre los muslos de Vicky. Andrea los fisgoneaba con el mismo disimulo de aquel. Vicky tenía su falda muy arriba, aunque no se vieran más que sus muslos provocadores, faltaba muy poco para que asomara a la luz el tanga.

Mi mano ahora podía moverse con total libertad… Andrea me dejaba hacer a mi antojo. No decía nada, fingía estar concentrada en la película, pero en más de una ocasión la pillé monitoreando cómo iban nuestros invitados. De hecho, todos nos observábamos por el rabillo del ojo.

Caído en la tentación, solté el botón más alto de la camisa de Andre. Parecía muy cómoda....

Yo, en cambio, seguía un poco tenso, no me creía todo tan sencillo. Vicky ahora le masajeaba el bulto a Rafa. Y este, a su vez, le sujetaba con fuerza sus tetas. Andre tenía su boca ligeramente abierta. Las mujeres se hacían agua y nosotros, teníamos el cañón listo.  

Continué en lo mío, Solté todos los botones de la camisa. El pecho de Andre quedó a la vista. Se había entregado a la situación. Y Rafael ya no se molestaba en disimular para echarle ojo a mi mujer..

Vicky se incorporó levemente y como una descomulgada se quitó el suéter de lana. La excitación no tenía un poco tensos y todo quedaba concertado entre las miradas que iban y venían, de allí y de acá. Andrea hizo lo mismo. También se deshizo de su camisa y ambas quedaron apenas con su bra.

Me levanté del sofá con la excusa de ir al WC. Estando en pie pude verlas. Mi mujer, con su jean desabrochado y su sujetador negro de encaje. Vicky, con la falda que le quedaba como una faja en la cintura… Dejando a la vista su blanca ropa interior, pero sobre todo la anhelada almohadilla de su coño, ese montículo del pubis que había de desear acción.

Allí en el WC me quité la ropa y me quedé en bóxers. Pero antes me lo saqué y me pajee un poco. Estaba muy ansioso, no pude evitarlo.

Al regresar a la sala Andrea me guiñó un ojo mientras Vicky disimulaba su sonrisa cómplice. Rafa se levantó del sofá y también fue al inodoro. Entonces deslicé la mano dentro del interior de Andrea y apreté cariñosamente su vulva.

—¿Qué tal si, ahora que vuelva aquel tío, tú ya estás desnuda? —le susurré al oído— ¿Te apetece?

Sin responder, se bajó un poco el jean. Se lo halé desde las botas y ella levantó el trasero para que lo sacara del todo. Como quedara sin su pantalón volvió a cruzarse de piernas. Luego desabrochó el sujetador y lo tiró a un lado. Sus tetas quedaron al aire, con sus pezones erectos. Y yo no vacilé en lamerlos, para hacer enjuagar aún más su coño hambriento.

Vicky observaba cómo Andrea acariciaba mi cabeza mientras yo hacía de ternerito. Se sobaba sus tetas y enseguida se quitó aquella falda que ya estaba muy desacomodada. La tiró a un lado, dejando al alcance de mis ojos esa diminuta montañita en su entrepierna . 

Andre y yo nos besábamos. Su lengua merodeaba la mía. La yema de mis dedos se impregnaba de sus jugos vaginales y palpaba su carne calurosa. Rafa volvió al salón y esta vez los sorprendidos fuimos nosotros. Regresó desnudo. Lucía atlético y su pito estaba morcilludo. Dotado con una verga de la que Andre no quería apartar su mirada, pero aún estaba a medias… A lo mejor quería ayudar a ponérsela bien tiesa.

Entonces este me preguntó con cierta ironía:

—Y tú, ¿qué haces aún vestido en medio de dos tías?

Sonreí un poco fastidiado, pero tenía razón. Mi verga saltó como un resorte cuando bajé el bóxer y Vicky no perdía detalle, lo apetecía, tenía hambre… No paraba de verlo, ni siquiera cuando aquel le echo mano a su interior para dejarla en cueros..

Desde su extremo, cada cual, con ansiedad, se dispuso para completar esa conexión carnal con su pareja. El brillo de la TV le daba un toque de luz al salón, con la que podíamos ver entre lo claroscuro los cuerpos y sus atesoradas intimidades. 

Con cierta impaciencia cada uno iba por lo suyo, acomodándose con torpeza. Vicky le mamaba la verga a aquel mientras Andre, apenas a una brazada de ellos, los observaba mientras abría sus muslos para mí. Así que le puse mi daga en la boca de su funda. Sobraba el juego previo, su coño estaba bañado de ese almíbar, así que resbaló hasta el fondo y empecé a hurgar como deseando atravesar su útero.

Andre tenía sus ojos puestos en la polla de aquel. Brillaban de codicia. Y a Vicky le complacía ser envidiada, al tiempo que clavaba su mirada en mis ojos, ella mamando y yo empujándole mi cañón a mi mujer, que seguro estaría ansiando tener lo ajeno. 

La lujuria relleno todos los espacios del salón. Todos nuestros cinco sentidos estaban puestos al servicio de los instintos y perversiones. Pronto Vicky se puso en cuatro, con su mejilla pegada al cojín, abriendo con sus manos las nalgas y revelando ese par de ojetes que me desesperaba por no tener.

Andre y yo vimos cómo aquel le clavó su pedazo de polla, lo que hizo que aquella abriera su boca y empezara a jadear al ritmo del taz taz cada que este iba adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás. 

Andre se puso en cuatro también. Y a Rafa le importó un bledo echarse atrás, inclusive detenerse, para poder verle el culo y el coño a mi mujer. Yo, como buen caballero, di tiempo suficiente para ese deleite visual. Andre tenía apoyada su mejilla contra el cojín y no ocultaba su deseo, lo veía a los ojos, como haciéndole saber que aunque fuera yo quien la penetrara, él estaba en su mente.  

La verdad, pensé que hacía falta algo de caballerosidad. Es un tanto desconsiderado hacer sufrir frustraciones a las damas, menos bajo esos estados de ansiedad y desesperación. Podríamos tener la gentileza de darle a cada una lo que pide… El coño de Vicky estaría dilatado y bien empapado con semejante polla que se estaba comiendo, pero seguro anhelaba comerse la mía… Y Andre, ni se diga, no dejaba de ver a ese tío mientras le estrellaba mi pelvis contra el trasero.

Parecía un concierto de gemidos, chasquidos, resoplos. El golpeteo, la respiración, los coños húmedos, el olor a sexo, la piel ligeramente humedecida por el sudor... 

Cogíamos como locos. El alcohol ayudó a que todo fluyera y a la vez durara por más tiempo. Nos ponía muy cachondos exhibirnos, mutuamente. Como quien le asoma un filete a un león hambriento. ¿Acaso no les abriríamos la jaula para que degustara el filete? Ninguno se atrevió a pesar del hambre…

Nunca le dije a Andrea que todo fue preparado. Disfrutó aquella noche tanto que no quiero fastidiar el recuerdo. Tampoco la hemos vuelto a repetir. Vicky y yo hemos hablado de ello en el chat y decidimos que una segunda vez ya no sería igual para ninguno de los cuatro.

HHelena

Soy mujer heterosexual

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Categoria: Voyerismo
Fecha de Publicación: 2022-05-27 02:59:26
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