Una tarde lluviosa, sin nada de diferente, siguiendo la rutina salí del trabajo. Unos cuantos billetes en el bolsillo, las llaves y todo listo para dirigirme hasta el gimnasio. Siempre es así, la mayoría de los días. Un tanto de fila para entrar al transporte público (¿acaso algún día no la hay?), nada extraño, miradas que se cruzan con otras personas como quien disculpa su rutina, el estar ahí, el no cambiar su estilo de vida. En realidad no soy un hombre de cambios, la rutina me sienta bastante bien, por lo menos, la asumo sin tristeza, al contrario, con comodidad.
Como cualquier día unos minutos de espera hasta la llegada del bus (transmilenio). Y esos momentos de espera se convierten en una socialización silenciosa con los demás, que como uno, esperan poder llegar a casa. Aún recuerdo ese día, de pronto, la ví, era una chica normal, como yo, esperaba llegar a casa…o eso supongo. Iba en su traje de oficina, bien arreglada, pelo finamente planchado, un poco de maquillaje, no mucho, suficiente para ardonar todos esos rasgos de su cara que la hacen especial. Intercambiamos sonrisas al mirarnos, gestos de amabilidad habituales, no significan mucho, es más un gesto de resignacion de ante la situación real que debemos vivir.
Y a través de su ropa se veia su hermoso cuerpo, tonificado, las curvas que su pantalón dibujada por su cuerpo eran sensuales, naturales, perfectas. No era un cuerpo de modelo (¿acaso en realidad, alguien quiere un cuerpo perfecto, cómo se nos muestra en televisión?). Una cara muy tierna, labios delgados justo a su medida, su mirada reflejaba alegría. A través de la blusa se dibujaba su pecho, un tamaño, los botones de su blusa parecieran querer saltar con su tamaño. Sus caderas eran curvas, su cola tallaba perfectamente en su pantalón. Se marcaba un hilo delgado a cada lado, seguramente era su ropa interior. Llevaba tacones color piel, unos 7 cm de altura, muy elegante en todo su conjunto.
De pronto entramos al bus. En ese momento se siente la satisfacción de sentir que por fin es posible llegar a casa. Había un solo asiento disponible, como suelo hacer, permití que ella hiciera uso del mismo; con su mirada agradeció, no es habitual que este tipo de gestos se den con frecuencia, al contrario, la búsqueda de un asiento parece más bien una batalla campal. Una estación, se sube mucha gente…y así susceviamente. Era un viaje relativamente largo y de pronto, el bus terminó completamente lleno. En una de estas estaciones subio una persona mayor, usaba bastón, evidentemente no era posible para ella soportar tan largo viaje de pie. Ella (sí, ella misma, aquella a quien había dado mi puesto), dio su puesto a esta persona, quedamos juntos. Debo reconocer que en el fondo senti alegría de sentir que podiamos viajar juntos (¿extraño, no?). No habiamos intercambiado palabras, pero por algún motivo desconocido su cercanía me hacia sentir que el viaje era un poco más agradable.
Los arranques y frenadas del bus hacian que tuvieramos un contacto más cercano, nuestras piernas se juntaban, nuestras manos y, nuestros ojos parecian exclamar el suplicio que significaba el viaje. Su aroma era espectacular, no pude descifrar que fragancia era, pero es fácil de describir: perfecto.
Ella ajusto su posición dejando su cola sobre mi pelvis. Parecia como si la moviera, tal vez a propósito (tal vez no) buscando alguna especie de contacto. Era imposible no despertar, no sentir, no imaginar, con esta inmensidad de sensaciones. Mi erección era incontrolable, sentí además como mi corazón se aceleraba como antesala a lo que ocurriría más tarde. Trataba de no rozar mi pene erecto sobre su cola, en el fondo, sentía que podía estar violentandola con este acto, sin embargo, parecia que era ella misma quien quería sentirlo. Era un juego de me alejo y te persigo.
De repente, sin pensarlo, sentí como llevo su mano hacia atrás, no era una medida de protección para sentir mi respuesta involuntaria, al contrario comencé a sentir como me acariciaba, lo tomaba con su mano fragil y delgada, buscaba… y de pronto nuestras miradas se cruzaron sin pensarlo, sabiendo que lo prohibido impulsaba nuestros más sinceros deseos y pasiones, como si aquello, lo tabú, lo no permitido, condujera a la expresión, de lo que realmente somos…
Con una de mis manos comence a acariciar su hermosa cola, su muslo en su cara interna. La fuerza con que hacia suyo mi pene eran la expresión del gusto que sentía. De repente, bajo mi cremallera e introdujo su mano. El calor que sentí yo es indescribible, es, tal vez, de las ocasiones en las cuales mayor excitación he sentido. Su masaje me hacía sentir en el cielo. No pude evitarlo y mi mano termino sobre su vagina, acaraciandola de la manera más tierna que pude (en medio de esta situación).
Luego de acariciarme se hizo frente a mi. Cerró delicadamente mi cremallera, sólo sonreia (aún recuerdo esa mirada que combinaba pasión, alegría y entusiasmo). Acercó sus labios a los mios, no fue un beso apasionado, sólo un roce de la esquina de sus labios con los mios. Tomó con fuerza su bolso y se bajo apenas paró el bus.
No esperaba esto (ni lo espero, no lo busco). No intercambiamos palabras. Sin embargo, ella me regaló un momento realmente hermoso y lleno de pasión. Si lees esto…¡Gracias!