Cuando estaba en la universidad tuvimos con mis amigas dos grupos de WhatsApp. Uno para lo académico, que por varios semestres fue el único. Y otro para cositas malositas, que tuvimos que crear después porque una compañera a veces enviaba material no apto para niñas (ja, ja, ja, ja). A este último le pusimos por nombre LAS PERVERJIRILLAS.

Esa compañera, a la que voy a llamar Dany, una noche nos compartíó las 'DickPics' de chicos de la facultad que habían caído en sus redes.

Y digo que cayeron en sus redes porque era una cazadora. Podrían sospechar una perversión de cualquiera de las del grupo menos de ella, que era la más chiquita, aunque no la de menos edad, y tenía una carita tierna e inocentona de la que nadie podría pensar mal.

Tal vez por eso los chicos la consideraban una presa fácil. La bobita a la que podrían impresionar y utilizar. Pero la verdad es que de boba no tenía ni un pelo.

Cuando alguno le tiraba los perros, se hacía la desentendida y con su simpatía los animaba a más. Hasta los adulaba, dándoles seguridad y luego se evadía astutamente, con una maestría de la cual aprendíamos.

Según ella, tenía un hermanito en condición de discapacidad, que tenía que cuidar para ayudarle a su mamá. Así que siempre tenía una excusa indiscutible. Pero lo cierto es que solo tenía una hermana, que era mayor y residía en el exterior. Así que en la mayoría de casos todo quedaba en una recalentada de motores que a los pobres chicos les causaba mucha frustración.

A falta de oportunidades para una cita, los tipos se esforzaban en los chats y casi siempre terminaban muy muy calentones, enviando fotos de aquello de lo que se sentían tan orgullosos, a cambio de ver las intimidades de Dany, que en realidad eran las fotos de partes íntimas de alguna chica anónima, que Dany previamente había descargado de internet. Obvio, eella procuraba que la chica tuviera características en común.

La primera vez que nos envío las 'DickPics' el grupo entró en shock. Chicos a los que conocíamos ya nada tenían para sorprender. Les conocimos todo, en algunos casos hasta su mala habilidad para rasurarse o las uñas sucias. (Ja, ja, ja, ja, ja).

Habríamos sentido mortificación si no hubieramos conocido el contexto. Nada más los chats hacían evidente su actitud de machitos convencidos, aprovechando que la bobita Dany era fácilmente impresionable. Por lo menos, eso creían.

En este punto quiero detenerme para explicar un tema que parece no ser entendido por el 99% de los hombres.

Ver la foto de un pene no es un hecho que por sí mismo, puramente, produzca deseo. en serio, amix. Cuando lean que una mujer afirma lo contrario, conviene que duden de que sea una mujer, porque el deseo femenino depende de más ingredientes.

En aquel caso, el hecho de invadir su intimidad, sin su conocimiento ni su consentimiento, era un ingrediente que sí hacía que el ver sus fotos y leer sus chats produjeran morbo, que estimularan. Esa idea de vulnerarlos, de ejercer un poder intrusivo que los despojaba de privacidad anónimamente, desencadenaba sensaciones sexuales perversas. Deli...

Sin ese ingrediente, todo habría sido distinto. Por ejemplo, habría sido desagradable si esos mismos tipos nos envaran sus fotos directamente.

De hecho, antes de eso nosotras nos habíamos empu**** con un tipo de la U que le envió así, sin más ni menos, una 'DickPic' a una compañera, cual acosador.

Entonces ¿cuál es la diferencia?

En ese caso, la iniciativa del tipo pasó por alto algo importantísimo: la tradicional y generalizada tensión que hay entre el impulso sexual masculino y la soberanía de las mujeres. 

Lo primero, o sea, el impulso sexual masculino, es con frecuencia inoportuno y va acompañado de cierta arrogancia y una imagen de sí mismo poco realista (¡cómo se  sobrevaloran!). Y lo segundo, la soberanía femenina, es tomada por poco y constantemente está amenazada en este ambiente en el que los hombres tienen ventaja porque, además de fuerza, disponen de mecanismos culturales para actuar como malp****** sin remordimientos ni consecuencias que lamentar, mientras que a las mujeres nos pueden denigrar y atormentar, incluso por el simple hecho de rechazarlos.

Esa tensión está mentalizada y es latente. Es poco inteligente pasarla por alto, amix.

A este pequeño comentario filosófico debo añadirle que un desnudo femenino no se percibe de la misma manera que un desnudo masculino.

Cuando un hombre de imprevisto y sin un contexto adecuado envía su 'DickPic', probablemente supone que va a causar un efecto sexual similar al que tienen las 'PutiSelfies' que enviamos las mujeres. Y lo supone porque simplifica todo a mostrar una parte sexual. Pero no solo no es equivalente, sino que se sobrevalora. Y olvida que, en aquel contexto de tensión que expliqué antes, ese gesto tiene la mayoría de veces una significancia ofensiva, que nos genera molestia y repulsión.

Observar las partes íntimas de la mujer envuelve la idea de invasión a un aspecto de su privacidad custodiado con mucho esmero, muy restringido, protegido de la mirada del hombre, que culturalmente cuesta la pérdida de dignidad. (Poder). Estimulante, ¿verdad? En cambio, observar las de un hombre normalmente no entraña valor, no conlleva reto ni mérito, es una moneda corriente y devaluada.

Además, nada más contrario al ideal de un hombre seguro y poderoso, que es lo que normalmente nos seduce a las mujeres, que la escena de un pordiosero del sexo que va enviando 'DickPics' sin restricciones ni condiciones con la esperanza de que alguien se compadezca de su estado de mendicidad sexual.

Por eso, cuando Dany nos compartió aquellas imágenes y los screenshots de las conversaciones, revelando al detalle no solo el aspecto de sus penes erguidos, sino el estado de enajenación mental que los ponía a suplicar en el chat, su efecto en nosotras fue estimulante e intenso y se mantuvo por días. Al menos en mí. Y le pedimos que siguiera en su cacería, con lo cual, al cabo de unos meses, logramos hacernos a todo un catálogo. Así descubrimos esa faceta sexual de la personalidad de todos esos tipos, tan variadas como el aspecto de sus partes íntimas.

La sensación de poder y vulneración hacía que deseara muchas cosas. No tanto tener a alguno de ellos, entre los cuales había un nene que sí me gustaba, sino replicar la estrategia con un chico de mi semestre que me parecía lindo, pero que era tan caballero y puesto en su lugar que no entendía mis señales de apareamiento (ja, ja, ja, ja, ja).

Pues, bueno, para no extenderme más, la historia termina en que lo embosqué: usé una identidad falsa en una cuenta de FB. Eso sí, tuve muuuuuucha paciencia. Tuve que aprender a reconocer a qué reaccionaba, qué lo animaba a dar like, cositas así. Y luego, a través de historias, conseguí que fuera un poco más allá, hasta que conseguí me escribiera.

Fue todo un proceso. Me tocó comprar una simcard y desarrollar la habilidad de fingir un acento regional que odio. (ja, ja, ja, ja). Hasta que por fin consegui que aquel gatito mostrara las garritas. El muy muy dejo la timidez y se atrevió. Pude descubrir cómo se portaba cuando estaba así, ansiosito. (ja, ja, ja, ja). Porecito... Y, obvio, lo pude veeeer, pude verlo como Dios o trajo al mundo.

Me autoestimulé muchos días con sus fotos y sus chats, más que todo con sus chats. Y de repente, un ataque de remordimiento me llevó a eliminar la cuenta y reportar la simcard. Me le esfumé. Apliqué el 'ghosting'.

Era muy lindo, me gustaba mucho. Así que decidí hacer las cosas de una forma diferente. Me le lancé, fui más evidente. Y él, aunque seguía siendo tímido, me correspondió. Así y todo, me lo comí, uffff... Y sí, fue tan bueno como parecía en esa expariencia virtual que tuvimos antes, pero el pobre nunca se enteró que yo era la de la cuenta de 'Catfish'.

* Si quieren que les cuente con detalle cómo fue eso, con detalle de la cuenta falsa hasta el desenlace, espero al menos unos cincuenta likes. :P