Con aquella chica peludita nos metimos debajo de las cobijas y comenzamos a tirarnos pedos bien apestosos. Yo llevaba tres días sin bañarme, y ella dos días, por lo que estábamos oloroso de suciedad corporal.
La habitación estaba completamente desordenada y sucia, con platos sucios, restos de comida y paquetes, ropa sucia tirada por todos lados. Así nos gustaba porque nos sentíamos más libres.
Después de un rato, ella fue al baño a cagar y no cerró la puerta, por lo que el asqueroso olor salió e inundó el apartamento bien rico.
Medio se limpió, no bajó la cisterna y volvió a meterse bajo las cobijas para arruncharse conmigo. Yo le di besitos en las axilas peludas y después ella me mamó las tetillas.
Yo tenía puestas las mismas medias desde hacía más de una semana, por lo que ya tenía pecueca.
Mientras ella me chupaba las tetillas, yo le metía un dedo en el anito todo cagado, y sentía esa caquita fresca y calentita.