La historia que voy a relatar ocurrió hace poco. Menos de un año. Pero la historia de mi amistad con Lucía, la otra protagonista, es mucho mas vieja. Somos compañeros de trabajo y grandes amigos desde hace mas de diez años.

Primero un poco de contexto. Yo soy un hombre de mediana edad, ingeniero de profesión, casado, y laboro en al misma empresa desde hace mucho tiempo. Quizá demasiado. Lucía es una mujer madura y atractiva, sicologa de profesión y soltera. En todo este tiempo solo le conocí un novio, que inclusive era un gran amigo mío. Pero él falleció durante la pandemia dejando a Lucía en una estado parecido a la viudez. Siempre hemos sido grandes amigos. Nos entendemos bien. Hemos compartido muchas veces en diferentes escenarios, como fiestas de empresa y nunca, hasta hace un año, había pasado nada parecido a lo que voy a relatar.

Salía yo tarde del trabajo después de un día especialmente duro, cuando me percaté que Lucía estaba todavía en su oficina. Fuí a saludarla. Charlamos un poco y luego, como sabía que mi esposa no me esperaba en casa porque andaba de viaje, invité a Lucía a tomarnos una cerveza. Nos fuimos a un lugar pequeño, algo oscuro pero acogedor, que se encontraba muy solo por ser un dia de mitad de semana. Bromeamos un poco acerca de que parecíamos dos amantes en una escapada, pero además de eso no le dimos mayor importancia. Nos dedicamos a degustar las cervezas del lugar, muy buenas por cierto, y a conversar sobre temas de la empresa. Después de la tercera tanda de cervezas de repente ella me hizo una pregunta que lo cambiaria todo.

“Oye, te voy a hacer una pregunta indiscreta. Te atreves a responderme?”

“Claro que si. Dale” le dije yo confiado.

“Alguna vez has tenido un romance con alguien de la empresa?”

La pregunta me agarró por sorpresa. No me la esperaba. Lo peor era que yo si había tenido algo, hace algún tiempo, con una chica que ya no labora allá. Pero era algo que ya había enterrado en el baul de los recuerdos con la idea de no contarlo nunca a nadie. Lo pensé y me decidí a contárselo a Lucía. Le relaté mi experiencia con esa chica e inclusive le conté con detalle las veces que hicimos el amor. Ella escuchó con los ojos muy abiertos. 

“Vaya, nunca hubiera esperado eso con esa niña. Parecía tan inocente” dijo al fin ella. Estuvimos en silencio unos breves momentos y lugo yo le solté la pregunta obligada.

“Ahora Lucía, cuéntame tu has tenido aventuras con alguien de la empresa”

“No nada. Yo no he tenido nada con nadie de la empresa” contestó ella.

“ Y por fuera de la empresa, que aventuras has tenido?” insistí yo.

“Pués casi nada. Desde que murió mi novio no he hecho absolutamente nada. Estoy en un estado casi que de santidad” dijo riéndose.

“Pero no es justo Lucía, yo te conté el secreto mas grande de mi vida y tu no me cuentas nada a cambio” bromee yo simulando disgusto.

“Déjame me tomo otra cerveza y te cuento un secreto mío” dijo ella. Y efectivamente después de mi insistencia y de otra cerveza me contó la siguiente historia.

“Te voy a contar algo que no le cuento a nadie. Me encanta el sexo oral. Disfruto haciendo mamadas. Me encanta el sabor del semen cuando terminan en mi boca. A mi novio le hacía sexo oral continuamente. En su carro o en su apartamento. Es de las cosas que mas extraño de él.”

Quedé estupefacto. No esperaba esa confesión. De algún modo la imagen que tenía de ella no concordaba con esta nueva imagen. Pero me encantaba. Instintivamente esta confesión me excitó. Ya imaginaba a mi amiga haciéndome un oral y solo con pensar en ello ya me producía una erección. Ella parece que algo notó porque me soltó esta frase.

“Que te pasa? Te antojaste?”

“Claro, y quien no se antoja en una situación asi?” atiné a decir.

“Pués si quieres te hago un oral. A mi me encantaría.” dijo ella.

“Pués claro que me gustaría, pero dónde? Acá?” dije yo mirando alrededor y evaluando la posibildad de hacerlo en ese mismo lugar.

Ella, que obviamente ya había sopesado esa posibildad, solo se rió y metió su mano bajo la mesa, y la colocó sin ningún miramiento sobre el bulto que ya hacía mi pene bajo el pantalón. 

“Tranquilo, esto está muy solo y el mesero no aparece por acá si no lo llamamos” dijo ella. A continuación me masajeó mi pene por encima del pantalón. Yo estaba que alucinaba. Literalmente me abandoné a lo que ella quisiera hacerme. Ella busco el cierre de mi pantalón y lo abrió. Urgó con su mano hasta sacar mi pene. Yo le ayudé liberandolo lo mas que pude. Ella inició entonces un masaje completo con su mano, masturbándome suavemente. Yo cerré mis ojos y me recosté en la silla, concentrado en lo que me hacía mi amiga. En cierto momento ella se agachó y engulló con su boca mi pene e inició la mamada. Lo hacía muy bien. No había exagerado para nada cuando dijo que era adicta a mamar. Era notable la habilidad con la cual estimulaba mi glande con su lengua, para luego engullir totalmente mi pene con una mamada profunda. Llegué bastante rápido. Todo ni semen fué a su boca. Lo tragó con deleite. No se desprendió de mi pene hasta que no estuvo segura que no eyacularía más semen. Luego de esto, fuí al baño para organizarme y al retornar a la mesa ella estaba con una gran sonrisa, lo había disfrutado plenamente. Nos tomamos otra cerveza y le dejé claro que no quería convertirla en mi amante. Ella me dejó claro que no quería serlo, pero que estaba disponible cuando quisiera repetir la mamada, solo como amigos. Y asi ha sido desde entonces. Ocasionalmente nos encontramos en algún lugar propicio y ella me hace unas mamadas espectaculares. En algunas ocasiones incluso hemos usado mi auto para ello. Buscamos un lugar lo suficientemente solo y parqueamos por un rato mientras ella me atiende. Ella ha demostrado ser una verdadera adicta al sexo oral. Y yo como buen amigo procuro brindarle la oportunidad para que satisfaga su adicción.