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Estaba muy atareado con los preparativos de la cena, no terminaba aún cuando escuché un mensaje nuevo, era de mi esposa. A Juan le gusta el vino tinto, no lo olvides, al menos dos botellas. A las siete y media estaba todo servido, y ella empezaba a tardar. Decidí no molestarla aunque se suponía que ya hace rato iban a llegar.
Marcaba el reloj las nueve y media, cuando los sentí entrar a los dos. Al parecer habían decidido encontrarse en algún otro lugar. Me disponía a pararme de la cama cuando mi esposa entreabre mi puerta: no vayas a salir, no te preocupes por la cena, ya comimos. Yo estaba absorto pero no alcance a decir nada antes de que cerrará de nuevo la puerta.
tipo dies y cuarto decidí ir a la cocina, la sed y la curiosidad me enviaban. Cruzaba el pasillo cuando pude ver la puerta de la habitación principal abierta. Fui a la cocina y le dí vueltas. Ella había estado hablando de él toda la semana. Estaba emocionada porque realmente le gustaba. Habían salido un par de veces y hoy lo harían por fin, en casa y en nuestra cama.
yo de verdad quería verlo, con suerte no me verían y todos felices. Traté de ser cauteloso y silencioso. Pude verlos, si, y fue una tremenda sorpresa. Mi esposa estaba de pie, apoyada en el tocador que le obsequiè en el primer aniversario, y él, detrás de ella, con cada mano a lado y lado de su cintura, le daba embestidas lentas pero rítmicas y constantes, se miraban al espejo y se daban un beso de vez en vez.
El era grande y fornido, y ella, desnuda pero usando sus tacones, resaltaban su esbeltez y silueta que se definían preciosas.
Fue después de un beso, cuando él susurró al oído de ella, ambos se detuvieron y como instantáneamente ella se encontraba regañandome. Salí volado, pero igual en la habitación me alcanzó y la terapia fue aterradora.
Él se unió en algún momento, y hablaban de lo serio que debía ser todo y de que el estaba dispuesto a intentarlo si ella de verdad me controlaba. En ese momento se quedaron en silencio y ella me dijo: no te quiero merodeando, ya escuchaste, antes de irte vas a lavar el auto de Juan, adentro y afuera, así que andando...
No me quedó de otra y se volvió casi un ritual. Con el tiempo empezó a traer cosas, como zapatos, tenis, colchas y en general todo tipo de cosas, que debía lavarle mientras ellos hacían el amor.