Guía Cereza
Publica tu Experiencia

Relatos & Experiencias

Complejo de Electra

Desde chica tuve un gran apego por mi padre, hombre muy apuesto, que por supuesto me adoraba, mi hermano mayor lo era con mi madre, algo que es común en muchas familias. Pero por lo que recuerdo, solía decirle que era mi novio y que me casaría con él, que lo tomaba como una gracia mía, aunque sentía eso, presta a besarlo en cualquier oportunidad, incluso apenas cruzaba la puerta al llegar del trabajo, corría a adelantarme a mamá, creo que se produzco una rivalidad entre mi ella y yo.

Me llamo Adriana, actualmente tengo 22 años terminando mis estudios de Administración de Empresa. Esto sucedió hace unos años atrás cuando entraba en la Universidad, creo que la atracción hacia mi progenitor lo descubrí cuando era una adolescente bastante inquieta y curiosa. En mi casa, siempre tuvimos la libertad de estar en ropa interior sin ningún problema, no nos parecía nada raro, mi madre a veces se paseaba con pequeñas tangas y corpiño, y por supuesto yo también, a mi padre siempre lo veía de slip y a mi hermano usando bóxer.

Sucedió un día en que mi padre me descubre, al pescarme fumando un cigarro de marihuana, no tenía más de catorce años, pero nunca lo había visto tan furioso, al tomarme de un brazo colocándome sobre sus rodillas, dándome una seguidilla de palmazos hasta hacerme llorar. Aunque parezca mentira, a pesar del dolor sentí una extraña excitación, producto de ese castigo, al sentir su mano golpear mis glúteos. Mi madre le reprochó lo que me había hecho, al que yo, que me mantuve varios días sin dirigirle la palabra, lo bueno de todo fue que nunca volví a fumar eso.

Hasta que un día, me habló, disculpándose de ese proceder, que sin esperar demasiado, lo abracé y besé sus mejillas, contenta por lo que me dijo, y por supuesto también le pedí perdón por mis actos, a partir de ese día hubo algo entre nosotros, o más bien sentí algo más fuerte hacia él.

En ese periodo mi madre enfermo, a pesar de los esfuerzos y tratamientos para curarla de un mortal cáncer. Y poco después de cumplir los 18, ella falleció. Fue un golpe terrible, principalmente para mi padre, un hombre muy apegado a ella que en ese momento tendría 44 años. Realmente esta desgracia destruyó a todos, pero especialmente a papá, apenas atendía la empresa, se había abandonado en lo personal, y permanecía cuando estaba en casa, mirando televisión, aunque parecía bastante ausente en lo que veía, sumado la lejanía de mi hermano, que estudiaba en otra ciudad.

Por mi parte, comenzaba mis estudios universitarios, por lo que también permanecía fuera de casa, a pesar que había decidido viajar todos los días para volver y tratar de acompañar más a mi padre. Como ya mencione siempre tuve un gran apego a él, mayor que a mi madre. Yo trataba de entretenerlo, le contaba cosas de mis compañeros de clase, intentaba distraerlo y sacarlo de ese estado depresivo. Desde chica me sentaba en su falda (sus piernas) y me dormía abrazada a él, cosa que al crecer, fui abandonando esa costumbre, pero retomé ese hábito para intentar divertirlo y demostrarle mi cariño.

Cada fin de semana llegaba mi hermano, por lo que la pasábamos los tres, e intentando alegrar a papá, a fin de poder sacarlo de ese confinamiento que lo embargaba. De su depresión que tenía me daba miedo que podría llegar a quitarse la vida. El hecho de acariciarlo, mimarlo, tratar de recrearlo, fue poco a poco transformando su estado, aunque no lo suficiente, pero ya por lo menos nos hablábamos más. En dos o tres oportunidades que estaba sentada sobre su regazo, me dio la sensación en que lo motivaba, creo que me alegró, no desde el punto de vista sexual, sino que algo lo estimulaba y que era su hija, la que le provocaba esa nueva sensación. Así que a partir de ese momento continúe con esa práctica, en algunos momentos intentaba rechazarme y en otros permanecíamos callados, disfrutando ese placer imprevisto, de una manera individual y como algo tácito. A veces lo besaba muy cerca de su boca, diciéndole que lo quería mucho, él sonreía y me abrazaba, retribuyendo los besos. Esto fue aparejando cosas, al punto que me obsesioné hasta ir un poco más, aunque pensaba que no debía de ser lo correcto. Lo más cercano que logré fue que me acariciase las piernas.

Fue una noche, mientras veíamos televisión, estaba con un corto camisón que me llegaba arriba de mis rodillas, casi en mis muslos, yo estaba muy pegada a mi padre, su mano se posó en mi pierna, acariciándomela suavemente. Me pegué más a su cuerpo, disfrutando en lo que me hacía, mientras su mano rosaba mi entrepierna, sentí que mi vagina comenzaba a segregar fluidos por efecto de esos mimos. Me fui acomodando y entreabriendo mis piernas, a la espera de que su mano continuase internándose, hasta llegar a sentir sus grandes dedos en mi sexo. Ya no pensaba que era mi padre, sino en un hombre maduro al que podría llegar a entregarme. Su mano con total lentitud rosaba mis bragas por el interior de mis muslos y lograba erizar mis bellos al contacto de la punta de sus dedos y mi piel, Yo me encontraba deseada, desesperada por que tocase mi intimidad, en ese instante, cuando el timbre del teléfono nos trajo a la realidad, despertándonos de ese momento de deleite. Mi padre se levantó rápidamente para atender, cosa que entendí perfectamente. Fue como un aviso, que le indicaba que no estaba haciendo lo correcto. Esperé que después de hablar un buen rato, retornáramos a nuestro “juego”, pero no fue así, no intente continuarlo, posiblemente no era ni seria lo adecuado.

Si bien, tenía relaciones esporádicas con un amigo de la universidad, que típico de joven, rápidamente al entrar en contacto su pene con mi vagina, en unos pocos minutos terminaba, y yo quedaba deseando que me poseyeran con la fuerza de un hombre viril. A pesar de tener un par de novio cuando era más joven, siempre al momento de llegar a tocar sus penes, se cortaban o eyaculaban, ni decir de sus dimensiones, ya me hacia la idea que era lo que más podría a llegar a tocarme. La idea de tener algo más con mi padre fue prosperando, transformándose en una obsesión. Sabía que mi padre era una persona muy correcta, que sería algo difícil llegar a tener algo así.

La vez que salía de ducharme, suponiendo que estaba sola en la casa, me envolví la toalla a la cintura, con mis florecientes pequeñas tetas al aire, de improviso surge mi padre, yo sin llegarme a tapar, me quedé parada, mientras me observó durante unos segundos, continué mi camino, mientras él se dirigía a su dormitorio. Jamás comentamos nada al respecto, pero una noche llegué a casa, bastante pasada de bebida, tropecé al entrar, haciendo demasiado ruido, lo que atrajo la atención de mi padre que estaba en su dormitorio, y que vino rápidamente a ver lo sucedido, y al verme en ese estado, me levantó, optando por llevarme a mi habitación, comenzando a sacarme la ropa, llevándome para darme una ducha fría, hasta que comencé a despejarme un poco. Apenas se fue, me quité las bragas, quedándome un rato más en la ducha, mi mente comenzó a imaginar sus manos recorrerme completamente mi cuerpo, sentía la yema de los dedos en todo mi cuerpo y no soporte más y lleve mis dedos a mi vagina, comencé una sesión de frotación sobre mi clítoris, que al poco rato ya estaba hinchado de gusto, me salí rápido hasta que me sequé y me coloqué una bata, me dirigí a la habitación de mi padre, pidiéndole que quisiera dormir junto a él, que a pesar de su negación, seguí insistiendo hasta que lo aceptó.

Me acosté detrás de él, sintiendo su cuerpo caliente, abrí la bata apoyando, mi pecho contra su espalda, enervando mi cuerpo ante ese contacto, hasta que pasé mi mano por su cintura, hasta adquirir la pose “cucharita” perspectiva, muy deliciosa, que fue acatado por mi padre.

A la mañana siguiente mientras desayunábamos. Me dice:

“Anoche merecías unos buenos palmazos, por tu estado deplorable”

“Lo hubieses hecho, papi, solo tenías que bajarme las bragas” le conteste…

Automáticamente cambio el tema, hablando de otra cosa.

Una noche decidí entregarme, así que me puse mi más corto camisón, sin nada en mi interior, era una noche ideal, una fuerte tormenta eléctrica azotaba la ciudad, papá sabia de mi temor hacia las tormentas, así que mientras mirábamos televisión me acurruqué muy junto a él, mis piernas contraídas apenas tapaban mi pubis completamente desnudo, aunque al tenerlas juntas no se notaba si tenía algo puesto. Tomé la mano de mi padre, acariciándola y colocándola sobre mi muslo, su contacto se hizo sentir rápidamente, eso me permitió juntarme más a él, demostrando mi placer al apreciar su mano. Así permanecíamos mientras sus dedos subían y bajaban por la piel de mis muslos. Mi mente estaba más pendiente de su contacto que de lo que veíamos por televisión.

Le pregunté; cómo estaba…

El me contestó: “Muy bien, hacia largo tiempo que no me sentía así. Te diré algo, me dijo… te pareces muchísimo a tu madre cuando era joven así como tú”

“Gracias, me da mucha satisfacción que me lo digas. Ojala pueda llegar a aportar lo mismo que ella” le respondí. Me miró algo confuso por mi contestación, diciéndome “Que quieres decir?”…

“No nada, papi, nada” volví a responderle

Me recosté sobre sus piernas, entrecerrando los ojos, disfrutando de sus caricias suaves y continuas. Rascaba mi cuello, llevándome a un estado de somnolencia, relajando mi cuerpo, mientras sentía como su mano subía por mi muslo hasta llegar cerca de la cintura. No sé qué pasó pero en determinado momento me desperté, sola en mi cama, realmente me sentí molesta, pero comprendí la actitud de papá.

Pasaron unos días, sin llegar a intentar algo más, notaba que mi padre trataba de eludirme, aunque mi presencia parecía alterarlo, lo que noté es que nuevamente mantenía su aspecto físico al de antes de fallecer mi madre, manteniéndose atlético, brazos musculosos y nada de grasa abdominal.

Una noche, al llegar a casa no estaba, me extrañó, dado que siempre permanecía a esa hora en casa. Aproveché para darme un baño, después de ducharme me envolví con la toalla, me prepare un sándwich, llevándolo a la sala mientras veía televisión. Como a la hora regreso mi padre, me besó y se sentó a mi lado en la esquina del sofa, hablamos un poco, lo veía bastante animado, incluso diría yo que un poco ebrio. Me recosté sobre sus piernas apoyando mi cabeza muy cerca de su miembro con mis piernas flextadas a lo largo del sofá.

Media dormida, en esa posición, con un movimiento que hice, la toalla se deslizo y una de mis pequeñas tetas quedó al descubierto, si bien no me percaté enseguida, al darme cuenta, no hice nada para cubrirla. Mi cabeza sobre sus piernas me hizo percibir que se estaba excitando. Me contenté de esa reacción, a lo que moví más mi cabeza sobre su bulto, giré un poco mi cabeza, intentando poner mi boca sobre aquel volumen, mientras pretendía ir abriendo algo la toalla que me cubría. Percibía la tensión que se había creado entre ambos, llevé mi mano a su verga, apoyándome “casualmente” mientras intentaba levantarme, deslizándose la toalla quedando mis senos, al descubierto.

Mi respiración entrecortada demostraba mi estado de ansiedad y nerviosismo, en parte temía que reaccionase impulsivamente, dándome una bofetada por ser tan osada. Sin ninguna pausa, me lance sobre su boca y besé a mi padre en sus labios, mientras apretaba su miembro bastante erecto por sobre las ropas, sus manos tomaron mis pechos y yo trataba de sacar su verga por lo que rápidamente baje su cremallera, mientras papá me besaba y manoseaba mis delicadas tetas, apretando mi pezón ya bastante duro. En un instante se acerco y yo sentía su lengua recorrer mi pequeño pezón bien rosado y erecto por el contacto y la forma como lo succionaba y lamia. Al tiempo en que mi mano llegaba a su miembro bien erecto por sobre la ropa interior. Mi sorpresa fue que sin aún tener la carne en mis dedos, se sentía gruesa y de una longitud formidable. Agitaba su aparato y apretaba con mis pequeñas manos, mientras papá me quitaba la toalla. Nuestras bocas estaban en un contacto permanente, su lengua hurgaba a la mía, se juntaban y entrelazaban entre sí, combinando nuestras salivas de un lugar a otro, era un paroxismo total. Ahora yo Removía totalmente su erecto pene, tenía mis manos directas en su piel, aquella piel que recubría un gran miembro, erecto a su plenitud, lo pajeaba de arriba abajo sin poder mirarlo en toda su extensión, cuando traté de ir a mamárselo, acercando mi boca a su gran cabeza, un chorro de su esperma mojó mi rostro. Salpicándome gran cantidad por mi cabello y cara. Automáticamente papá se contuvo, pero yo continúe metiéndolo en mi boca, dándole las ultimas mamadas antes de contraerse nuevamente y sentir que había eyaculado la totalidad. Papá me abrazó y hasta se puso a llorar, por la tensión o no sé por qué otro motivo.

Continuará... 

Maduro45xile

Soy hombre heterosexual

visitas: 2745
Categoria: Amor filial
Fecha de Publicación: 2023-05-23 21:51:55
Más Relatos Por Maduro45xile
Compartir en:

1 Comentario

Que delicia de relato.....que envidia

2023-05-27 09:32:57