Guía Cereza
Publicado hace 2 años Categoría: Tríos 966 Vistas
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El beso surtió el efecto esperado, su compañero se inclinó para ver más cerca lo que le hacía a la morena, mi pene reacciono ubicándose en ese estado entre duro y blando que tanto gusta a algunas mujeres y en ella, sus senos aun rodeados por las cintas de cuero fueron, a través de la erección de sus pezones, confesores de lo que al interior de su cuerpo pasaba. La mano antes en la espalda bajaba ahora para acariciar sus nalgas. ¡Que delicia! Unas nalgas grandes, firmes, redondas y una piel delicada. Con solo haber tocado esas nalgas, de esa forma tan directa y descarada, ya valía la pena haber ido al club ese día.

 

Quien rompió ese eterno silencio fue ella al preguntar que si me gustaban las morenas; respondí que con un cuerpo así me gustaba una mujer sin importarme el color en que viniera. Las risas nos ubicaron de nuevo en lo que allí se estaba jugando, un claro proceso de flirteo de un hombre hacia una pareja, una transacción de deseos para definir si cerrado el negocio todos disfrutaríamos de una buena faena de sexo. Mientas su compañero confesaba que disfruta mucho ver a su mujer culiada por otros y que incluso a veces ella llegaba sola al club para ir buscando amantes furtivos, la morena deslizo su mano por encima de la toalla hasta alcanzar mi pene. Lo apretó suavemente y lentamente fue recorriéndolo para sentir que tan largo y grueso era. “Se siente rico” fue su respuesta mientras que yo ya apretaba duramente sus nalgas y me acercaba de nuevo a atacar el cuello, esta vez con los dientes. Un suspiro acompaño una apretada fuerte de mi verga la cual ya estaba completamente dura, me deslice hacia su espalda y ubique todo mi pene en medio de las nalgas, mientras que mis manos levantaron vuelo para tomar sus senos. De esta forma su compañero pudo tener una mirada directa a lo que un desconocido le hacía a su mujer. ¿Te lo vas a comer? Le preguntó su compañero. Con un movimiento de cabeza la morena afirmo lo que yo tanto deseaba.

 

El cuarto privado estaba a unos cinco metros, el compañero la tomo de la mano y avanzo en ese rumbo, le sigue ella con paso firme y con un sensual movimiento de caderas pero con la mirada un poco baja. A mí me llevaba cogido de la verga por encima de la toalla. Con una señal de la mano el compañero les indico a algunos hombres que habían visto el movimiento y que se estaban acercando que se detuvieran pues no estaban invitados a la fiesta. Al entrar al cuarto hubo un problema con el pasador de la puerta, estaba malo y no permitía asegurarla bien. Entramos y me acomode apoyando mi espalda sobre la cabecera de la cama, estire mis piernas, las abrí  y me quite la toalla.  Mi verga levantada hacia el techo palpitaba y con dos dedos comencé a acariciarla suavemente. Mientras tanto el compañero se sentó con una pierna sobre la cama y observo como la morena, ya de rodillas sobre la cama, se acercaba a mí gateando y mirándome a los ojos. Mientras ella hacia esto yo sacaba un condón y rasgaba la envoltura, la morena me lo quitó de la mano, lo puso en su labios y con la boca me lo fue colocando desde la punta de la verga hasta la base. Que delicia la sensación de esos labios cuando van aprisionado cada centímetro de verga para asegurarse que el condón baje completamente. Era evidente que la morena tenía experiencia y mucho mejor que eso, actitud.

 

La mamada fue una delicia, la morena me acariciaba las pelotas con una mano y con la otra tocaba mis piernas, mi pelvis y mi pecho. En algunos momentos solo rodeaba con la lengua el glande, en otros abría la boca más y se iba engullendo lentamente cada trozo de carne. Mi respiración se agitaba, el compañero en silencio se tocaba la verga y no perdía detalle de la acción de la nena. En un arrebato de arrechera la morena se retira de mi pene, coge el condón, lo quita y arrojándolo al suelo exclama algo molesta, “esta mierda sabe a caucho”. Pasa a meterse de nuevo mi verga en su boca y moverla más rápido, sus movimientos de cabeza, boca y lengua me estaban llevando a la gloria. El obvio pensamiento sobre la seguridad de hacerlo sin condón con una desconocida vino a mi mente de inmediato, sin embargo ya que pipi parado no cree en dios le deje a él precisamente que resolviera el futuro de mi salud sexual.

 

Con mis manos tocaba sus senos y apretaba los pezones firmemente al compás de sus mamadas. Puse mi mano sobre su cabeza y comencé a empujarla con fuerza, quería ver si era capaz de tragársela toda, realmente quería ver que de sus ojos salieran lágrimas, es muy excitante cuando uno logra eso en una mujer. El golpe seco de la palma de su compañero en las nalgas nos sacó de esa conexión que habíamos hecho los dos, el tipo ya más arrecho le propino otra serie de nalgadas que hicieron que ella se excitara más y moviera ese culote pidiendo acción en otra parte de su cuerpo. Con una mano el compañero comenzó a tocar su vulva, movía hacia todos lados la palma abierta y el sonido de su concha húmeda indicaba que sus jugos estaban listos para ser recibidos por la boca del tipo quien se puso en cuatro y metió su lengua, nariz y toda la cara en medio de las piernas. La nena dejo de mamar y comenzó a gemir más duro, le abrí la boca con una mano e introduje mis dedos para jugar con su lengua. El tipo se arrodillo sobre la cama y abrió con las dos manos las nalgas para introducir su pene sin compasión y sin permiso. La reacción de la nena fue volver a tomar mi verga y mamármela más duro, con más fuerza, me le estaba comiendo la boca así como el compañero se le comía la cuca.

Cambiamos de posición, la nena se acostó sobre su espalda, el tipo acerco el pene hacia la cara de la nena quien empezó a mamarla. Era un pene normal, algo más grueso que el mío. Yo busque un nuevo condón, dadas mis dudas de Fé no quería dejarle este segundo chance a un dios en el que a veces no creo. Me lo puse, levante sus piernas ubicando sus talones sobre mis hombros y procedí a penetrarla. La nena sintió como toda mi verga entro hasta el fondo, arqueo la espalda para acomodarse mejor y sentir las embestidas que le daba cada vez más rápido. Saco el pene que tenía en la boca y en medio de gemidos comenzó a decir que se la metiera más duro, que esa verga estaba rica y que no se la fuera a sacar. Acomode sus piernas alrededor de mi espalda y procedí a empujar con más fuerza, con una mano me ocupe de un seno y con la boca del otro. El clímax estaba a punto de llegar para todos, sin embargo el ruido de la puerta nos sacó de ese momento de arrechera. Un tipo había logrado abrirla y se estaba sacando la verga para poder ver y con su cuerpo sostener la puerta para que nadie más entrara. Mire seriamente al nuevo intruso y le dije que se quedara allí pero que solo podía ver. Con la cara desencajada por el deseo alcanzo a decir que él se quedaba ahí quieto.

 

Aproveche esa interrupción para decirle a la nena que quiera darle en cuatro. Cambiamos de posición y el compañero se quedó de pie al lado de la cama, su verga se notaba húmeda y el olor a sexo de la habitación inundaba todos los sentidos. Si bien quería cogerla en cuatro también quería ver su cuca, saber y probar que era lo que me estaba comiendo. Con la mano en el abdomen levante sus caderas para apreciarla completamente. Una cuca limpia, completamente depilada con labios carnosos pero no tan gruesos era adornada por un botón que hervia rojo de la excitación. Con mi lengua comencé a explorar sus labios, su clítoris y toda la vulva. Su olor sin ser molesto era claramente de mujer negra, cosa que exploto en mi cabeza en forma de deseo. Mi reacción fue meter aún más mi cara y empegotarme de sus jugos, quería llevarme en cada poro algo de su aroma de hembra arrecha. La nena busco la verga de su compañero y volvió a mamarla, esta vez se centró en las bolas, las chupaba, las lamia y se metía una a la boca. Comencé a meterle dos dedos en la cuca, entraron con facilidad, ella estaba ya muy húmeda. Jugué un rato más cambiando entre una masturbada con los dedos y con la lengua. Me levante sobre la cama y de nuevo acomode sus caderas para preparar la penetración, con una mano dirigí mi pene hacia su cuca. Esta vez la primera embestida fue suave, estaba fascinado viendo ese culo en cuatro y no quería perderme el espectáculo de ver como esa cuca se iba tragando poco a poco mi verga. Las siguientes penetraciones fueron duras y rápidas, la morena apoyo con fuerza sus manos sobre el borde superior de la cama y comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás, estaba pidiendo más verga y eso era justo lo que estaba dispuesto a darle. Cruce mis piernas por delante de su cadera, llegando mis rodillas a la altura de su cintura, con una mano tome su cabello y hale su cabeza hacia arriba, era el momento de darle con todo. Soltó la verga de su marido y los gemidos se hicieron más fuertes, menos sincronizados, un “jueputa que rico” evidencio que lo estaba disfrutando mucho. Comencé a darle nalgadas, las dos primeras fueron tímidas, pero la aprobación por parte del compañero me dijeron que podía darle más duro. La nena grito fuerte, su climax estaba llegando mientras que yo me concentre en dejar mi verga quieta en lo más profundo para que ella disfrutara de su orgasmo plenamente. Con una mano se apretaba los senos fuertemente, se mordía los labios y arqueaba su espalda descontroladamente. Por mis piernas comenzó a resbalar una cantidad considerable de sus jugos. El temblor de sus piernas término con algo de rigidez en sus rodillas, el orgasmo se iba desvaneciendo mientras que su cuerpo se iba recomponiendo. Yo comencé de nuevo a moverme lentamente sacando mi pene hasta la punta y luego metiendo suavemente. ¿Dónde te quieres venir? Me pregunto ella. Le dije que en sus senos pero que quería clavarla un rato más.

 

De nuevo un cambio de posición, esta vez la acomode en el borde de la cama y me puse justo frente a ella con los pies en el suelo. Quedamos más cerca del intruso nuevo que del compañero, aquel estiro el cuello para ver la cuca de la morena y aumento más el ritmo de su paja sin dejar de apoyarse en la puerta. Ya con ella de frente le di un beso en la boca. Jugamos con nuestros labios y nuestras lenguas, que apenas se conocían por primera vez y que se enredaron en un mutuo saludo mientras la iba penetrando. Con sus piernas muy abiertas, el olor a sexo de mujer complacida era más fuerte, el golpeteo de mi pelvis en su cuca hacia salpicar jugos para todos lados. Allí comencé a darle más duro, no veía su cara, solo estaba concentrado en ver como mi verga entraba y salía rápidamente. La nena comenzó a gemir de nuevo, con una mano frotaba rudamente su clítoris y en la boca sus dientes apretaban algunos dedos de la mano libre. Mi excitación era mucha, sentía como los músculos de mis piernas se iban tensionando y como corrientasos de placer, cada vez más seguidos, se apoderaba de mi verga. Estaba a punto de estallar así que saque mi verga, rápidamente me quite el condón y con una mano en su hombro la traje hacia mí, sus senos quedaron a la altura de mi verga, sin dejar de darse dedo acerco su boca para darme dos lengüetazos en la punta de la verga, con la otra mano cogió mi pene y con unas fuertes sacudidas logro sacarme el polvo ansiado que se depositó sobre sus pechos y su cara. Quito su mano de mi pene, aumento el ritmo de su mano en la cuca y se restregó mi semen sobre pecho y abdomen mientras alcanzaba un segundo orgasmo acompañado de unos gemidos entre cortados. Ya un poco relajada y con una mirada picara tomo con dos dedos unas gotas de semen que habían caído cerca de su boca, saco su lengua lo probo y me sonrió.

El polvo había sido monumental, solo atine a decirle que lo había disfrutado mucho, y a reafirmarle algo que ella ya sabía, que era un polvaso de mujer. Ya con la cabeza más despejada pude observar como el intruso había dejado un reguero de semen en el suelo al lado de la puerta y se disponía a salir. El compañero de la morena se acercó y la beso en un gesto tierno de agradecimiento. Sin más palabras nos acomodamos un poco, era momento de irnos.

 

Mientras yo me quede en el baño del tercer piso ellos bajaron a la zona del vestier. Cuando baje ya ambos se estaban cambiando, el primero que salió fue el compañero, esto me dio la oportunidad de preguntarle a la morena su nombre y atrevidamente rogarle porque me diera su número. Miro hacia la puerta del vestier para confirmar que su compañero no estaba a la vista, me dijo este es mi número y me llamo Andrea…

 

 


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