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¡Me exita sólo escribirlo!

Una noche de diciembre coincidimos en la misma casa un grupo bastante heterogéneo. Algunos venían con su pareja, otros andábamos solos, sin embargo las conversaciones denotaban cierta tensión sexual. Jugamos verdad o reto, pero del modo reto o reto. En un primer momento jugamos a quitarnos prendas, pero no exteriores, sino interiores. La mayoría de las chicas ya no tuvimos sostén, ni pantis. Por su parte los chicos perdieron su ropa interior, lo que para todos era emocionante, pues habíamos jugado, así que teníamos sudadera o pantaloneta.


Entre los chicos estaba Pablo, un hombre atlético, siete o quizás ocho años menor que yo quien estaba con su novia. Era serio, no quería jugar, pero igual ya había perdido sus boxer. En algunas ocasiones, cuando entrenábamos juntos, lo había notado mirando mi cuerpo y muy nervioso cuando coincidía con mi mirada.


Después de haber jugado nuestras prendas, una de las chicas sugirió que el siguiente paso era auto acariciarnos delante de todos, por encima de la ropa o metiendo las manos entre los pantalones.


Yo fui la primera en perder, así que metí la mano por la pretina y comencé a acariciarme. Hubo un silencio total, mis pezones estaban erguidos, las risas se pausaron, yo exageré mi actuación y sentada con las piernas cruzadas en el piso, comencé lento hasta que en un par de segundo cerré los ojos y aceleré un poco mientras hacía sutiles ruiditos.


Cuando abrí los ojos dirigí la mirada a Pablo, solté la risa y todos rieron también. Juan Pablo estaba bastante incómodo, dijo que no quería jugar más y se paró de allí rápidamente, su novia le reclamó y él contestó de mala manera dirigiéndose a la cocina por otra cerveza.


Todos nos movimos del lugar y nadie más se masturbó. A los pocos minutos coincidí con Pablo quien aún estaba en la cocina, entre el refrigerador y el mesón, cómo un gato agazapado.


Saqué la cerveza y al momento de cerrar la puerta del refrigerador sentí que me tomó de la mano. No dijo palabra, me bajó la pantaloneta y notó que aún no tenía mis pantis, me recostó sobre el mesón, sacó su pene y comenzó a clavarme desde atrás.


Empecé a gemir y me tapó la boca con la mano, mientras respiraba fuerte cerca a mi oído. Su pene era realmente más grueso y grande de lo que algún día imaginé y su ritmo para penetrarme era alucinante. En un par de minutos tuve un orgasmo y al instante Pablo también. Se retiró, se quitó el preservativo, se subió la sudadera y salió de la cocina.


Yo temblaba de placer, ¡que delicia!


Nunca conté ese encuentro, pero me enteré que no fuimos los únicos en travesuras. Hubo varios exitados con mi masturbación que terminaron teniendo sexo esa noche, talvez por eso nadie nos descubrió, jejeje.


adn123

Soy mujer heterosexual

visitas: 2471
Categoria: Sexo con maduras
Fecha de Publicación: 2023-08-27 14:02:41
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1 Comentario

Bien relato, no solo por lo excitante sino por su redacción .

2023-11-24 18:37:10