Es una noche especial, una noche de celebración, una noche en la que solo importamos tú y yo, o al menos, eso creía yo al salir de casa, después de haber seguido una serie de instrucciones que habías dejado para mí en un WhatsApp a tempranas horas del día.
En este mensaje me dejaste muy claro que sería una noche donde tú tendrías el control como tanto yo lo deseaba, me pediste querías mi pecho y mi ingle me hicieran ver como todo un hombre, querías una densa más no abundante capa de vello bien arreglada. Querías saliera de casa recién bañado, con una barba de tres días bien arreglada y marcada, un pantalón de chándal, camisa larga y un blazer a juego; y aunque me sorprendí mucho, me especificaste lo más importante
– NO USES ROPA INTERIOR –
Quede sorprendido, nunca había recibido de tu parte un mensaje de estos, ni si quiera una señal en nuestro día a día de estos gustos de tu parte, aunque debo reconocer, los nervios acompañados de una gran erección salieron a flote mientras mi mente asimilaba.
El turno de trabajo se me hizo eterno, no dejaba de pensar que tenías en mente, salgo rápidamente de laborar corriendo hacia casa, el tiempo es oro y tenía aprovechar al máximo el tiempo que me quedaba para poder cumplir al pie de la letra todos tus deseos.
Al estar listo miro el reloj, justo a tiempo para salir en mi auto a recogerte, me siento raro al caminar de manera libre no más “protegido” por mi pantalón, me aplico loción ese olor que me regalaste y que tantas veces me has repetido entre suspiros y gemidos que te encanta y me pongo en marcha hacia tu casa.
Aunque como habitualmente llegue diez minutos antes, sabes una de mis mayores características es mi puntualidad, al llamarte me dices con todo autoritario dejándome un poco sorprendido – no puedes pasar, espera por mí en el auto – el tiempo se me hace eterno, buscas torturarme y terminas tomando más tiempo de lo habitual.
Al bajar estas hermosa y me dejas con la boca abierta, llevas un vestido que te hace brillar y resalta todos y cada uno de los atributos de tu cuerpo, un labial de color rojo carmesí delinea tus labios y tu sonrisa brilla a metros de distancia, tus ojos bien marcados se ven más grandes de lo habitual y una sonrisa pícara asoma al ver como de manera rápida bajo a abrirte la puerta del auto. Intento darte un beso el cual tú solo respondes con un pico diciendo – la noche aún es joven, no puedo dañar aún mi maquillaje – te montas al carro y posteriormente lo hago yo, fascinado con el olor de tu perfume y un leve bulto marcado en mi pantalón al ver tu cuerpo cubierto por esa fina y delgada tela.
Al montarme al carro te pregunto hacia donde nos dirigimos a lo que respondes de manera autoritaria acompañada de una sonrisa – en tu celular tienes la ubicación – no me dices más, y me pongo en marcha.
Mientras conduzco disimuladamente subes tu vestido dejándome ver un poco más de tus piernas te giras un poco en el asiento y con tu mano compruebas haya cumplido cada una de tus órdenes, metes la mano por entre mi camisa y acaricias mi pecho, sonríes, la retiras y la llevas a mi entre pierna, haces que de mi brote un suspiro, sonríes y te acomodas en tu sitio nuevamente.
Llegamos a nuestro destino, es un restaurante discreto en uno de los mejores sitios de la ciudad, enfocado solamente en parejas y sensaciones, lo habíamos visto en redes, te había expresado mi curiosidad al respecto, pero nunca comentaste sobre él. Nos bajamos y el auto se lo lleva un valet parking, al entrar das dos nombres que no reconozco para la reserva, todo lo tenías planeado, nos entregan dos elegantes antifaces, nos los ponemos y nos dirigimos a la mesa.
Es una cena por tiempos, por lo que poco a poco los platos van desfilando por la mesa, una rica y deliciosa comida inspirada en el pacífico y todos sus afrodisíacos acompañada de una botella de vino rosado la cual empieza a consumirse más rápido de lo habitual. Estamos contentos veo tu sonrisa y tus ojos brillar como hace mucho no, sé hay algo en tu mente, sé que tienes más planes, pero por más que llegara a preguntar no me dirás.
Mientras consumimos un suave mus de chocolate como postre, doy un pequeño salto en la silla al sentir como tu pie fundido en tu tacón empieza a subir por mi pierna y se posa directamente en mi pene, el cual no hace más que crecer al sentir dicha presencia en él. Sonríes pícaramente como lo has hecho toda la noche, retiras tu pie y te paras diciendo que vas al baño no sin antes acercarte por detrás a mí, darme un suave pero excitante beso en el cuello, el cual hace que mi piel se ponga de gallina y decirme al oído de manera sensual – esta noche mando yo – no me das tiempo de asimilar y te retiras contoneando tu cuerpo para que no solo yo sino los demás asistentes te puedan observar.
Al volver y ya habiendo terminado la cena me tomas de la mano y me dices te acompañe, nos acercamos a una puerta negra iluminada por una tenue luz roja la cual le da un intrigante contraste, le haces un gesto al vigilante que custodia dicha entrada, el cual abre y nos permite el acceso.
Cruzamos por un oscuro pasillo en el cual se empieza a sentir música al fondo, suena una canción que se te gusta y empiezas a contonear tu sensual cuerpo al ritmo de la música, “Often” es la encargada de que me deleite con tus movimientos. Al terminar de cruzar este pasillo abro para ti otra puerta, la cual nos lleva a una zona de diversos reservados ocultos por vidrios polarizados, un bar oculto donde la sensualidad brota de cada rincón, en donde para deleite de todos los espectadores de cada reservado una pareja se mueve suave y sensualmente, se besan y acarician sus cuerpos, dando un espectáculo que sin ser vulgar agita cada fibra de nuestros cuerpos.
Pasamos y cierras la puerta, detalló el lugar, es un pequeño cuarto con una ventana al espectáculo la cual en cualquier momento puede ser tapada por una cortina y así señorearnos en nosotros, tiene un sofá de madera y cuero y una silla de madera también al otro lado, veo una maleta negra que creo reconocer de tus pertenencias, me causa intriga y al intentar preguntarlo depositas tu dedo índice en mis labios haciendo que me caye y me dices – no tienes permiso de hablar – entiendo tu juego, me excita y lo acepto.
Inicialmente nos sentamos en el sofá a ver el espectáculo, es imposible mi erección no sea notada, pones tu mano sobre ella y lentamente la pasas sobre toda la extensión de mi falo, veo como por medio de tu vestido, tus grandes y excitantes pezones se marcan, lo que me pone a pensar que al igual que yo no llevas ropa interior, por lo menos brasier. Intento con mi mano acariciar tus piernas y así comprobar si llevas bragas para lo cual inmediatamente retiras tu mano de mí y con un gruño me dices – recuerda que aquí hoy mando yo – asiento con mi cabeza y continúo viendo el show.
Cuando crees que ya es suficiente te pones en pie, pienso, ya terminó el sufrimiento y ahora si vamos a jugar, pero que equivocado estaba yo, la que jugará serás tú; me haces parar y sentar en la silla solitaria la cual habías puesto en la mitad del lugar, atas mis manos con unas esposas en cuero las cuales traías en la maleta negra que efectivamente conocía, reemplazas el antifaz de la entrada por uno que me quita la visual por completo y pasas tu lengua por mis labios. Todo esto en vez de asustarme hace que me excite aún más, si es que es posible.
Lentamente abres mi camisa dejando mi pecho a tu disposición y sueltas el botón de mi pantalón, al sentir una pequeña muestra de libertad mi pene salta quedando expuesto ante ti. Siento como subes por mi pierna nuevamente haciéndome sentir que aún llevas esos tacones negros que tanto me habías pedido te regalara, juegas con mi pene, suspiro, siento como te acercas y pones tus senos cerca de mí, los pasas por toda mi cara, me retuerzo en la silla al sentir la impotencia de no poder tocarlos, sonríes y te retiras.
Te sientas sobre mis piernas como si de una dama de compañía se tratara, me abrazas, sigo sin verte, me das un beso y me dices al oído – hoy cumpliré todas tus fantasías – intento hablar y nuevamente me das un beso.
Te retiras, siento movimientos, siento que sacas cosas, me muero de intriga, no sé qué pasa a mi alrededor, como puedes me sueltas, desnudas y vuelves a atar, en ese corto lapso intento tocar tu cuerpo y recibo una cachetada por mi acto – te dije que yo soy quien manda esta noche – me quedo quieto y dejo que hagas conmigo lo que deseas.
Al estar atado nuevamente, te retiras y debido a la intriga que no me abandona y a los efectos de las delicias afrodisíacas del Pacífico, mi pene no pierde tamaño, siento que tu lengua lo recorre en todo su largor gimo como hace mucho no y vuelves y paras.
– Si tu misión es torturarme, créeme que lo estás logrando – alcanzo a decir antes de que introduzcas en mi boca lo que después me daría cuenta eran tus bragas empapadas de tus flujos.
Siento que te pones de pie y lentamente tus manos retiran de mis ojos ese bloqueo a la visión, mientras se acostumbran y enfocan la visión, das dos pasos atrás, al recobrar la visión veo algo que hace que mi pene brinque de la lujuria y una gota de líquido preseminal brote.
Te observo, estás casi desnuda, de no ser por un arnés en cuero que adorna tu cuerpo conectado a unos ligueros del mismo material y tus tacones en los que tan sexy te ves, lo estarías. Caminas frente a mí solo con el fin que me deleite, que observe como tu cuerpo y tus atributos realzan gracias a dicha lencería. No sabes lo mucho que me excita verte así, dominante, sensual, sexy y al mismo tiempo sentirme indefenso, sumiso y lo acepto lo que más me gusta humillado ante ti.
Te acercas a mi bailando al ritmo de “Crazy In Love”, canción de fondo en el bar, muy sensualmente acercas tu cuerpo al mío, buscas seducirme, buscas incrementar mi excitación si es que es posible, lentamente te pones de rodillas y juegas con mi verga alternando entre tus manos, tu lengua y tu boca.
Estoy tan pero tan excitado que cada una de las venas de mi pene se marca, es una de las características que más te gusta de él. Te pones de pie – hoy seré yo quien determine cuándo llegarás – te sientas en una de mis piernas mientras me miras a los ojos, logro sentir como tu vagina queda completamente tocando mi pierna, te empiezas a mover lentamente masturbándote con mi pierna, de no ser porque “Moment” suena de fondo tus gemidos se escucharían por todo el lugar, siento lo mojada que estás, siento como tus fluidos caen por mi pierna, entre fuertes gemidos y tus uñas dejando marcas al recorrer mi espalda y pecho llegas a tu primer orgasmo, caes sobre mi pecho respirando fuerte y me dices – la noche recién empieza – te paras y contoneando tu cuerpo te retiras de mi campo de visión.
Siento como las esposas de mis manos quedan libres al mismo tiempo que un autoritario – ponte de rodillas y besa mis pies – resuena en la habitación, hago lo que me ordenas, me acerco de rodillas a ti, beso uno a uno tus dedos, tu empeine tus tacones. Me tomas del pelo y poco a poco haces que suba tomando con mi boca los flujos de tu néctar que han caído por tus piernas. Llego a tu vagina, levanto la mirada pidiendo autorización y como respuesta de un solo impulso presionas mi cara contra ti.
Empiezo con mi lengua y labios a acariciar cada uno de tus labios, tomo tu néctar, lo saboreo, no sabes cuanto me gusta tu sabor, llego a tu clítoris y con mi lengua firme empiezo a hacer círculos en él, un gran gemido es escuchado a la vez que agarras fuerte mi cabello. Me tiras al suelo, quedo boca arriba y te pones sobre mi lengua, empiezas a moverte haciendo un facesitting y siendo tu quien me folla la boca buscando tu placer, aumentas el ritmo, empiezas a jadear cada vez más fuerte y rápido, te conozco, se estás llegando a tu segundo orgasmo de la noche, toda mi cara se llena de ti, te quedas quieta por un momento mientras te recuperas, no te importa me esté quedando sin aire, cuando lo haces, te haces hacia un lado y con tu lengua recorres mis Labios y mejillas, pruebas tu propio sabor, me miras y guiñes un ojo.
Te pones de pie dejándome tirado en el suelo, atas las esposas que aún están en cada una de mis muñecas a un arnés, a la vez que atas mis pies, quedo boca arriba, en posición fetal humillado ante ti. Me miras a los ojos, sonríes de manera nerviosa, no estás segura de Lo que sigue, solo sabes quieres cumplir mis fantasías que pensándolo bien ya son más tuyas que mías.
En el momento en que siento que algo vibra apareces frente a mí, tienes un juguete que no reconozco; te esmeraste y tenías preparados juguetes adicionales para esta noche. Lo acercas a mi boca y hace que lo saboree, es un plug anal con vibración, lo sacas de mi boca, lo llevas a tu vagina y nuevamente lo acercas a mí al mismo tiempo que tu boca empieza a mamar mi verga. Te detienes, te retiras y con tu juguete favorito empiezas a masturbarte nuevamente, no sabes cuanto me estás torturando, te ríes al ver mi cara de desespero, sabes con esta es la tercera vez que interrumpes mi orgasmo.
Dejas dentro tuyo tu juguete favorito y te pones de rodillas frente a mí, sigo expuesto y humillado ante ti, empiezas con tu boca nuevamente a hacerme una felación siento lo excitada que estás, nunca en la vida me habías mamado así la verga. Sin que me dé cuenta llevas dos de tus dedos a tu vagina y tomas los flujos que brotan de ella y los llevas a mi ano, doy un pequeño brinco y me dices – recuerda esta noche eres mío, relájate y disfruta – así lo hago, cierro los ojos y empiezo a dejarme llevar.
Siento como mi ano se dilata y poco a poco abre paso a tus dedos, me duele un poco, pero gracias a tu boca en mi pene, el dolor es reemplazado por placer, siento un vacío en el momento en que sacas tus dedos, pero este vacío no dura mucho dado que siento como el dildo anal empieza a entrar en mi al mismo tiempo que una vibración suave empieza a acariciar mi punto P. Me duele sientes como contraigo, y una cachetada acompaña un – cállate puta y relaja, se querías esto hace mucho y sino mira tú verga más dura que nunca – estoy en shock, me duele, me siento humillado, mi supuesta “hombría” ha desaparecido, pero todo hay que aceptarlo, nunca había sentido tanto placer tanto así que de manera natural gimo como lo haría una puta y si eso soy a partir de este momento tu puta.
Ya no hay dolor y empiezo a buscar moverme, en ese momento sueltas mis ataduras, me das un beso y sin pensarlo dos veces llevas la vibración de mi interior y el tuyo a su máximo, estás tan excitaba que cuando te miro estás convulsionando con un squirt, un squirt de esos que tantas veces he intentado que ocurra y que solo hasta que la imaginación se convirtió en realidad llego.
– gracias – te digo entre gemidos, nunca había sentido tanto placer debo aceptar, entre risas de complacencia recibo un – aún no termina – te das cuenta estoy por llegar, quien creyera, un orgasmo sin que mi pene sea estimulado, pero eso por ahora no está en tus planes. Lentamente retiras el dildo mientras gimo y con mi cadera intento no salga. Sonríes, te paras y nuevamente sales de mi visual. Volteo buscándote y veo que sacas algo más de la maleta, literal quedo con la boca abierta, sacas un strap on, nunca había visto en persona uno, lo particular de él, es que tiene dos vergas, una para ti y una para mí.
Sigo en shock viendo cómo te lo pones, como te penetras primero, lo amarras a tu cintura y una verga muy similar a la mía queda frente a mi – de rodillas – se escucha en la habitación, sigo en shock y no soy capaz de hacer caso, con tu tacón sobre mi pecho me sacas del trance en que estoy y me repites la última orden, hago caso, estoy de rodillas ante ti, empiezas a pasar esa verga de plástico por mi rostro, tengo miedo, se me nota, pero la excitación es más y como toda una putita empiezo con mi boca a buscar esa verga, esa verga que terminará de hacer lo que aquel pequeño dildo empezó, desvirgarme, y hacerme todo un hombre o mejor dicho tu puta.
Cuando crees que es suficiente, tomas de mi cabello y me pones en cuatro en el sofá de aquel pequeño recinto, lubricas nuevamente mi ano y de manera firme y constante empiezas a penetrarme, escuchas mis gemidos mezclados con quejas de dolor, es una gran dimensión desconocida que me está llenando – así te quería tener – dices mientras me das una nalgada que resuena por la habitación opacando incluso más notas de “Sacrifice” sonando de fondo.
– sentirás lo que me haces sentir tu – se escucha cuando estoy completamente penetrado y humillado ante ti, la última virginidad que tenía ya se ha ido por completo, empiezas un suave mete y saca, me tomas del cabello, atas mis manos sobre mi espalda y suavemente aumentas el ritmo de aquel vaivén – mueve perrita, que rica estás – me dices. Nunca te había visto tan excitada, tan poseída por el deseo.
Cuando ves que estoy nuevamente cerca del orgasmo, paras nuevamente, intento protestar girando mi cabeza e inmediatamente recibo una cachetada de tu parte, te giras y me pones boca arriba, mis piernas las pones sobre tus hombros y nuevamente me penetras, te digo no aguanto más, estoy como nunca, me has interrumpido en más de tres ocasiones el orgasmo y si le sumamos el millón de nuevas sensaciones recibidas, es humanamente imposible no explotar. Me miras, vuelve en ti esa sonrisa pícara, aumentas la fuerza de tus embestidas en mí, me inclinas un poco y empiezas con tu mano a pajearme – es el momento – me dices, palabras que son gloria para mis oídos, empieza a brotar ese líquido blanco que tanto te gusta y saboreas de mi pene, los chorros de esperma salen con una fuerza que ninguno de los dos habíamos visto, con una gran diferencia, esta vez no caen sobre tu angelical pero pervertidor rostro, caen sobre mí, sobre mi cara específicamente, para eso me habías girado.
Me dejas tomar aire, doy un suspiro, siento como ese pene, nuestro nuevo mejor amigo, empieza a salir de mí. Creía todo había acabado, pero que equivocado estaba, aún te quedaba una jugada, en vez de limpiarme, tomas en tu mano este pene, como si yo tomara el mío, y lo pasas por cada parte de mi cuerpo donde derrame mi orgasmo, lo pasas por mi cara, lo llevas a mi boca, lo saboreo, no sabe tan mal como siempre creí y terminas en un delicioso y apasionado beso, un beso blanco lleno de pasión, deseo y un nuevo mundo descubierto y que nos hará disfrutar como nunca creímos hacerlo.