En una noche de viernes, me encontré con ella en el cine. Estábamos viendo una película de esas bien emocionantes, de esas de acción que te quitan el aliento, y de a poquito, nuestras manos se fueron encontrando en el portavasos compartido. Sus ojos chispeaban con la luz de la pantalla, y sentía ese deseo que solo puede pasar cuando estás con alguien especial. Nos mirábamos de reojo, y las risas coquetas y cómplices se encuentran.

Entre las luces tenues de la sala, nuestros labios finalmente se encontraron en un beso tímido, como esos que te dejan con ganas de uno más pasional. El sonido de la película se volvía un murmullo de fondo, todos estaban concentrados en la película como zombies, dejamos de ver la película, y solo estábamos nosotros dos compartiendo ese momento. Fue como un baille de labios cómplices juguetones, explorándose con una mezcla de nervios y deseo intenso. Llevé mis manos a su monita tenía ese líquido que te hace desear que el tiempo se detenga.

En el tercer acto de nuestro juego, el deseo se intensificó. Era como si las personas en el cine desaparecieran y solo quedáramos nosotros dos, inmersos en ese intercambio de roces. Cerré los ojos para saborear cada instante, sentí la calidez de su aliento y su excitación. Era un beso apasionado, y nos ganó el deseo, se baja su ropa interior dejando como su única distracción su falda y me baja el cierre del jean, disimuladamente se sienta sobre mi, no hay nadie a los lados, sólo al frente pero no veían nuestras escena, más erótica que la que desempeñaban el y la actriz principal. Era como un concierto en su momento más sublime que te deja con ganas de más, llegamos a la misma vez, haciendo un grito que se confundió cuando él y la actriz principal salvaron el país en un acto heroico… Una experiencia que quedó grabada en la memoria ganando el Oscar al mejor sexo que nadie, más que nosotros pudo ver...