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Años más tarde, en una fiesta del trabajo, me encontré en un bar cara a cara con mi peor pesadilla. Ella me hizo la vida prácticamente imposible durante toda la preparatoria en le colegio femenino.
Apenas me vio, mostró esa fastidiosa risita de superioridad y cuando me di la vuelta y salí corriendo a los baños, escuche esa maldita carcajada que me atormentaba hasta en sueños.
Me quedé un rato metida ahí un rato y cuando ya no escuché más ruido fuera decidí salir para irme a casa. Estaba recostada contra la pared del frente, con los brazos cruzados y no más abrir la puerta se abalanzó sobre mí, dejándome prisionera entre sus brazos. Era como un maldito déjà vu, todo me temblaba.
- Hola cachorrita, tiempo sin verte
- Juliana no quiero problemas
- Yo tampoco, solo quiero invitarte a una copa
Muerta de miedo, acepté su propuesta y terminamos en la barra sentadas tomando varias copas de tequila. Nunca se disculpó, nunca siquiera se atrevió a sentir pesar o condescendencia de mí, seguía ahí con su actitud fría que me aterraba, pero que al mismo tiempo envidiaba.
Ni sé cómo, será por el licor, me fui relajando y ella también hasta se reía de mis chistes, era hasta medio raro verla reír. Me contó de su matrimonio, de su trabajo y yo hice lo mismo. Me empecé a sentir en confianza y ahí fue cuando mi bocotá le dio por lanzar unas palabras sin que mi cerebro se lo autorizará.
- Siempre pensé que me hacías todo eso porque te gustaba
Esa mujer se me quedó mirando como si me fuera a matar y sentí como si el alma abandonara mi cuerpo, esa noche iba a morir. Luego se empezó a reír sin parar, a carcajadas, sin siquiera importarle que los otros la voltearan a mirar como si estuviera loca.
- Ay cachorrita, haberlo sabido antes, nos hubiéramos evitado tantos problemas
- Saber ¿qué? --pregunte apenada--
- No importa, solo estoy de paso una noche y creo que te debo una, así que si quieres vamos a mi AirBnB
- ¿Qué? --la mire aterrada-- ¿Vamos a donde? ¿Qué?
Sacó un billete, pagó la cuenta dejando una generosa propina y se levantó de la mesa sin decir nada, yo me quede ahí, sentada, pasmada mientras la veía caminar hacia la puerta. Allá me dio una última mirada y leyendo sus labios entendí
- ¿Vamos o te quedas?
Mi cuerpo se levantó como si tuviera resortes y daba pasos hacia ella aun cuando yo le ordenaba desde mi mente no hacerlo. Nos montamos a un taxi, que nos llevó a un barrio a las afueras.
No me dejó ni siquiera pensar en arrepentirme, abrió la puerta de mi lado, me empujo para sacarme y ella, deslizándose por la silla, salió por el mismo lugar.
- Juliana, yo creo que...
- No cachorra, hoy no tienes nadie que te salve
Me tomó de la cintura, como cuando lo hacía en la prepa para llevarme a los baños a darme una paliza, me metió dentro de la casa y literalmente me empujo hasta caer en uno de los muebles.
- ¿Quieres tomar algo antes?
- ¿Antes de qué?
- Pobre cachorra, siempre tan inocente
- Juliana, yo me tengo que ir, mi esposo...
- Eso lo debiste haber pensado en el bar, si estás acá es porque quieres que te cumpla alguna especie de sueño retorcido que tenes en esa cabeza de ratón
- Creo que es un malentendido, a mí no me gustan las...
- A mí tampoco, por eso fui clara en decirte que te debía una
- Sigo sin entender
- Entonces ¿vas a tomar algo o no?
- Un vaso de lo más fuerte que tengas
Tomó un par de vasos de vidrio de la alacena, les colocó hilo adentro y los llenó hasta el borde con whiskey. Lo colocó en la mesa de centro y se sentó en un mueble frente al mío, con su típico sentado machorro dejando las piernas abiertas.
- Bebe, lo vas a necesitar
Tome el vaso y casi de un sorbo entero, lo bebí y terminé tosiendo como una primípara.
- Quitate la ropa
- Juliana, yo no...
- Que te quites la puta ropa
Maldita sea, sentía una combinación de miedo que me llevaba al pasado, pero también sentía como un calorcito y excitación por su maldita actitud. Tímidamente, me empecé a quitar el vestido, hasta quedar en ropa interior.
- ¡TODA!
- Pero Juliana, yo no... nunca
- ¡TODA HE DICHO!
Ella me miraba de arriba a abajo, escudriñando cada rincón de mi cuerpo. Las manos me temblaban mientras me quitaba el broche del sostén y lo dejaba caer, tratando de cubrir mis senos con mis brazos. Luego deslice con la otra mano mi ropa interior y junte mis piernas tratando de no mostrar.
- Yo pensaba que eras estúpida en el colegio, pero ahora entiendo todo
- ¿Estúpida? ¿por qué?
- Primero que todo quítate las manos, déjame verte
- Juliana, esto ya es demasiado, yo mejor me voy
- No te mueves ni un maldito centímetro sin mi permiso
- Pero...
- Pero nada, quita las putas manos de encima
Retiré lentamente mis manos de mi cuerpo y las dejé caer a los lados, luego ella con su mano me pidió que separara las piernas. Lo hice lenta y tímidamente hasta que sentí como los labios de mi sexo se separaron delatando mi humedad.
- Muy bien, muuuuyyy bien, si señor eres todo un postre
- Ahora contesta --exigí frunciendo mis cejas--
- Porque las otras, cuando me veían, salían corriendo, para no meterse en mi camino. Vos, en cambio, parecías no entender, pero ahora sé que aunque me tenías miedo lo disfrutabas, ¿o me equivoco?
- Claro que te tenía miedo y claro que salía corriendo cuando te veía, es más, hoy cuando te vi, fue lo primero que hice correr
- Si, al mismo lugar que corrías antes, al baño, donde sabías que igual te iba a encontrar
Se me subieron todos los colores y así desnuda no tenía como esconderlo, hasta mi pecho se tornó de color rojizo. Ella se soltó a reír a carcajadas, se levantó y tomo abundante de su trago, descargó el vaso sobre la mesa de forma brusca y se regó un poco de licor.
- Para tu fortuna, aún me sigue gustando darle placer a los masoquistas como vos
- ¿Masoquista?
- Sí, sumisa y masoquista
Recogió mi ropa del suelo y se perdió camino en el corredor en dirección a una de las habitaciones. Gritando.
- Es tu última oportunidad, si te querés ir, no te detengo
- Me devuelves mi ropa
- ¡No! --grito con ironía--
- ¿Entonces como me voy a ir?
- Así, desnuda
- Cómo se supone que salga así y llegué a mi casa
- Cinco, cuatro, tres, dos, dos y medio
Apareció en el corredor y se apoyó contra una de las paredes, estaba completamente desnuda, con una máscara de cuero en la cara, un arnés con un diodo negro grande en el cual tenía colgando una soga roja; y una correa gruesa golpeando la palma de su mano.
- Lastimosamente, hoy no traje todos mis juguetes, pero creo que con esto va a ser suficiente --dando un golpe en su palma abierta-- al menos la primera vez
- ¿La primera vez? --pregunté asustada--
- Sí, yo sé que me vas a buscar por más, al parecer ese es nuestro destino
- Esto ni siquiera va a pasar, yo me voy
Se rio con la misma maldad que lo hacía en el colegio cuando me tiraba el almuerzo por el inodoro y me quitaba el dinero de las onces.
- dos y tres cuarto, última oportunidad
Me levanté a toda prisa, agarré una manta que estaba sobre uno de los sillones y me cubrí el cuerpo, abrí la puerta y al verme así desnuda me quedé pasmada, sabía que no iba a ser capaz de salir.
Ella se acercó por detrás, y mientras decía "uno" empujaba la puerta y la volvía a cerrar. Me agarró del cabello, me miró a los ojos, me olió el cuello y luego pasó su lengua desde mi clavícula, por el cuello y atrapó mi lóbulo entre sus dientes, mordiéndolo.
- Se terminaron tus oportunidades, cachorra
Dándome una fuerte palmada en las nalgas. Me tomó de la cintura y me llevo a la mesa, tirando a un la silla de la cabecera y luego empujo, haciendo que mi torso cayera contra la madera.
- Si te mueves, no vas a poder explicarle a tu tierno esposo las marcas que te van a quedar, pero si te quedas quieta, voy a ser condescendiente y me voy a asegurar de tener cuidado
Amarro una de mis muñecas, pasó la soga por debajo y luego amarró la otra, estirándolas al límite hasta dejarlas bien abiertas. Luego me empezó a tocar todo el cuerpo con la correa, bajando por mis muslos, separándolos con sus pies.
Se hizo de rodillas y podía sentir el calor emanar de su boca, era como si derritiera un témpano de hielo con su aliento, el cual no tardo en empezar a gotear, anhelaba sentir su lengua clavarse en mi sexo, pero nunca lo hizo.
Después se levantó, tomando la punta de la correa, empezó a darme pequeños golpecitos por acá y por allá, cuando lo hacía en mis muslos y gemía ella reía con maldad. Pasó por mi sexo, acalambrando mis labios y mi clítoris y subió hasta mi asterisco, jugando con la punta de la correa, dando vueltas sobre sus pliegues.
- Ya tendremos tiempo otro día para esta belleza marrón
Sentí el primer azote fuerte en las nalgas y recogí las piernas de dolor, apretando mis labios, metiéndolos en la boca para evitar gritar. Ella se acercó por detrás, al inclinarse sentí su dildo frío entre mis nalgas.
- Me gusta, cuando se quejan y lloran, ¿acaso no lo recuerdas?
Me dio otro correazo y pude sentir el ardor en las nalgas, esta vez pude aguantar gritar, pero no una lágrima que se me escapó y que ella sonriendo recuperó con la punta de su lengua.
Me separó bien las piernas, se hizo de rodillas para amarrarlas con los sobrantes de la soga a las patas de la mesa. Pasó sus dedos entre mi sexo y los sacó empapado, se paró detrás lubricando su dildo con mis jugos, me tomó de las caderas y empezó a pasarlo por toda mi raja, hasta que mis labios se separaron y lo terminaron de lubricar.
- Ay rayos, esto no puede ser posible, ¿dios mío? ¿Qué estoy haciendo?
- Que lindo, blasfemias y mentiras, sabes muy bien perra --correazo en la nalga-- que quieres y hasta que no escuche esa fastidiosa voz de ratón pedirlo no lo voy a hacer
Me torturo por varios minutos, cuando creía que al fin lo iba a meter, hacía un movimiento y el glande terminaba estrujando mi clítoris dejándome peor de excitada.
- Sí, sí, quiero que me lo metas
- ¿Perdón? No escuche bien las palabras mágicas
- Por favor Juliana, métemelo, métemelo de una vez
Se inclinó hacia adelante y colocó la punta de su dildo en mi sexo, el cual se derretía dándole la bienvenida.
- Repite después de mí: "quiero que me folles --haciendo una larga pausa-- ¡mi ama!"
Con la cara desfigurada de placer, volteé a mirarla a los ojos, ella rio con maldad.
- ¡TE ODIO JULIANA! --le grité con los ojos llenos de sangre-- ¡TE ODIO!
Ella me agarró detrás del cabello, empujo mi cara contra la mesa desfigurando uno de mis cachetes contra la madera.
- ¡Yo también pedazo de idiota!, ahora dilo, dilo de una vez para mostrarte cuanto
- ¡Mételo!
- ¡No!
- ¡Que me lo metas de una puta vez!
- ¡No! --la muy maldita reía a carcajadas--
- Quiero que me folles
- Dilo, de una vez, yo sé que quieres
- ¡Mi ama!
Me soltó el cabello, pasó la correa por mi cuello y me levanto tomándola con fuerza hacia ella hasta sentir sus pezones erectos contra mi espalda. Sentí como ese dildo se clavaba en mi interior. Mis ojos se fueron hacia atrás y fue imposible acallar los gemidos.
Me follo como una animal, sin importarle cuanto tratara de hacerla detener, sin importarle los insultos o ruegos que le lanzara, sin importarle detenerse al menos un segundo mientras tenía un orgasmo, lo que causaba que muy pronto viniera otro y otro y otro.
Solo se detuvo hasta que ella misma se sintió complacida, con la respiración agitada por el esfuerzo. Soltó uno de los nudos de mi muñeca y se separó dejándome libre.
Ella se sentó en uno de los muebles de la sala, mientras tomaba un poco de whiskey, me miraba como una pervertida mientras se masturbaba y relamía mis fluidos de su mano.
Tirada en el piso, tratando de quitarme la soga, la miraba con rabia y a ella solo le causaba risa. Maldita sea, ¿por qué me tenía que excitar tanto que esa mujer me tratara así?
Al fin recogí fuerzas, me levanté y traté de darle una cachetada, pero detuvo mi mano tomándolo de la muñeca, con la fuerza de su mano me hizo poner de rodillas y luego me tomó del cabello y me obligo a mamárselo.
Ella gritaba extasiada como si de verdad sintiera lo que le estaba haciendo. Movía su pelvis de arriba a abajo y no pude evitar meterle un par de dedos. Su sexo hervía como un volcán y al adentrarme en su sexo, podía sentir sus fluidos caer como lava ardiente.
Perdió el control, se agarró de la parte superior del mueble, separé sus piernas y al ver su sexo no pude evitar el impulso de meterme en el, saborear sus jugos y darle placer. Que extraña, pero placentera sensación, descubrir lo adictivo que puede ser hacerle sexo oral a otra mujer.
Salí de entre sus piernas, me monté a horcajadas sobre ella metiéndome su dildo La cabalgaba exhibiendo mi cuerpo para ella, acariciando mis pechos, tomando sus manos para que los apretara.
- Ni lo pienses
- No me importa, me debes muchas
Me tiré hacia adelante y nos fundimos en un delicioso, placentero y sexual beso, jugando con nuestras lenguas. Me separé tomándola del cuello y le propine una cuantas cachetadas.
- No sigas, no te conviene
- No me importa
Traté de hacerlo de nuevo y me agarró la mano, llevándola hacia mi espalda, se metió uno de mis pechos en su boca y empezó a morderlo de una forma muy placentera, pero que sin duda iba a dejar marca.
Me atrapó con ambas manos en el cuello, cortándome la respiración, la miré desafiante, invitándola a hacerlo con más fuerza. Encorve mi espalda y metí mis dedos en su sexo sin cuidado alguno, penetrando y dando palmadas en su clítoris, hasta que dejo caer sus manos, me miro fijo a los ojos y me sonrió mientras bañaba mis dedos con su orgasmo.
Me bajé de encima, ahí de pie me empecé a reír igual que ella lo había hecho, tomando un poco de licor con una risa triunfal y burlona.
- ¿Ahora quién es la cachorra de quién?
- ¿De verdad? ¿Quieres jugar ese juego?
- ¿Por qué no? ¿Te parece si lo averiguamos en la ducha?
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Juliana, cada año por la misma época, viene a visitar a sus familiares. No le gusta quedarse en la casa de ninguno porque sabe, que por una semana todas las noches las tiene reservadas para que nos olvidemos de nuestros esposos e hijos.
Cada año incansablemente volvemos a jugar los papeles de dominante y sumisa, cachorra y ama, que tanto hemos disfrutado desde que nos conocemos.
Espero con ansias que ya sea diciembre otra vez, que vuelva con su arsenal de tortura y haga con mi cuerpo todo lo que ella desea y que yo tanto disfruto.