Guía Cereza
por: Sildenafil Publicado hace 1 año Categoría: Interracial 2K Vistas
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Gaticos calientes se firmaba Belkis en la app. Era una negra muy pinchada, orgullosa de los estudios doctorales que adelantaba. . Delgada, con un cuerpo exquisito, rostro pasable. Ropa elegante, falda larga, zapatos y bolso de cuero. Manos finas, anillo de brillantes. ademanes delicados.

En lo cotidiano difícil de tratar, con un olfato que percibía los menos intensos olores, gustos complicados, un molesto aire de superioridad.

En la que me metí pensaba. La había contactado en Adults, intercambiamos números, unas pocas conversaciones y una cita para almorzar en un restaurante costoso. "Invito yo", dijo cuando hice alguna resistencia.


Alli estaba frente a frente con ella en ese restaurante japonés, separados por la mesa, oyéndola, sin musitar palabra, intimidado y con ganas de salir corriendo. Jugaba nervioso con un lapicero que cayó al suelo. Cuando me agaché a recogerlo, ella me dijo que mirara bien debajo de la mesa. Y eso hice. Oh, se había recogido la falda, las piernas abiertas, sin bragas y con las manos abría su coño. Me sorprendí, pero reaccioné rápido. Estiré mi mano y roce ese rico coño. La iba a retirar pero ella la agarro y empezó a restregar fuerte su coño que en un instante se había llenado de humedad. Me arrastré un poco y le di un lenguetazo.


Bastó para matar la doctora. Ahora era una puta quien me hablaba y me pedía que saliéramos rápido de allí.


Ya en el auto se agachó, con afán sacó mi verga y se pegó de ella. Llegamos al motel y acabando de entrar a la habitación tiro su ropa, se recostó contra una mesa quedando en cuatro y me ordenó que le rompiera el culo.

Yo estaba desconcertado y ella empezó a gritar lo que quería. Métela de una, que me duela. Dame nalgadas, gritame puta, haz lo que quieras que seré tu sumisa.


Belkis movía sus caderas como perreando en discoteca. Bramaba con mi verga en su culo, le daba nalgadas y pedía más, retorcía sus pezones, la halaba fuerte del cabello. Pedía que fuera más fuerte.


Todo su cuerpo convulsionó de placer. Temblaba todo y gritaba que era una puta con suerte.


Tomamos aire. Ella alcanzó su teléfono, me dijo que hablaría con su novio y marcó. Al contestarle empezó a hablar suave, con entonación de línea caliente. Quiero tomar tu verga con mano. Acariciarla, que tu prepucio baje y tú glande quede a la vista.


Me hacía lo que prometía hacer esa noche a su novio. Se puso en cuatro de manera que su culo quedara a mi alcance. “Lameré tu verga, llegando a tus testículos, hacía y relataba. Pasaré mi lengua por tu culo y lo chuparé. Quiero esa verga grande y dura. Que mojes tus dedos y los metas en mi culo para dilatarlo -yo lo hacía- mientras me trago tu verga hasta quedarme sin aire. Me sentaré entonces sobre tu verga y la meteré en mi culo. Suave. Despacio. Hasta tenerla todo adentro. Y comenzaré mi cabalgata. Agárrame del cabello. Nalgueame fuerte. Coge mis tetas, apretalas, retuerce mis pezones. Dame dolor, que soy tu puta, tu perra, gritaba”.


Relataba todo lo que sucedía y yo me esforzaba por permanecer en silencio.


Nos encontramos unas 10 veces. Cada vez proponía un juego. Se vestía de niña de jardin, de profesora, de policía, de médica uróloga para examinar mi próstata y buscar mi punto G que si existe allí.


Alguna noche se disfrazó de puta esquinera para que yo contratará

¡Qué buena puta la doctora!


Al terminar de leer, regale un puto like.






Sildenafil

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