Algunos ya han leído varios de mis relatos y aunque saben que soy un cornudo empedernido lo cierto es que me costo muchísimo llegar a convencer a mi esposa.

Para quienes no me han leído antes mi esposa es bajita piel trigueña, pequitas en la piel, cara bonita, unos pechos tamaño medio con pezones oscuros grandes, piernas lindas y un culito paradito muy rico. Desde que nos conocimos siempre fue una mujer abierta y disfrutamos de muchas aventuras entre los dos, sin embargo, muy al comienzo de la relación yo le dije que mi mayor morbo era ver a mi novia o en su caso esposa estar con otro hombre delante mío, verla coqueteando y ser manoseada por desconocidos o simplemente que me contará sus aventuras sola con otros hombres.

Pero del dicho al hecho hay mucho trecho y al principio no fue todo como yo pensaba, ella si estaba con otros hombres pero no era muy buena contándome lo que pasaba y yo quedaba como a medias, otras veces me decía que no quería pero yo sabía con quien me había metido, tal vez al principio se sentía algo cohibida porque no sabía como reaccionaría yo, esto le pasa a muchas parejas que están empezando en esto.

Así que me cansé de que las cosas no se dieran y puse manos a la obra, cree un perfil en una página de contactos y empecé a buscar el macho corneador perfecto, uno que cumpliera todas las expectativas.

Cuando al fin lo conseguí armamos un plan, un día yo saldría con ella y el caería como por casualidad al mismo bar, me saludaría y nos haríamos pasar por conocidos, que no amigos porque habrían muchas preguntas personales que yo no podría responder de él, ni él de mi.

Efectivamente el día llegó yo le compré ropa a ella (lo hago con frecuencia para que tenga ropa escotada, faldas provocativas y tangas de infarto y obvio a ella le encanta ¿a qué mujer no le gusta que le compren ropa?). El "amigo llegó al bar nos saludamos, el se sentó relativamente cerca, pidió una cerveza y se quedó allí como quien está esperando a alguien. En un momento empezó a preguntarme por mi vida por mi trabajo, yo le conté algunas tonterias sin importancia y en un momento le dije que si esperaba a alguien o que si quería acompañarnos, mi esposa sin problema entró en confianza y tras varios tragos parecíamos conocidos de hace mucho tiempo.

Yo le había dicho a él que cuando yo me retirara al baño me demoraría más de la cuenta para que el le echara los perros como "a mis espaldas".

La noche continuó y afortunadamente el hombre era buen conversador, además de su metro ochenta y cinco, su barba bien cuidada y sus enormes brazos tenían encantada a mi esposa.

Ya se fue llegando la hora en que uno va pensando si se va a casa y todo acabo o si es momento de trasladar la fiesta a otro bar.

En algún momento el fue al baño y mi esposa me contó que él se le había estado insinuando y que a ella no le era indiferente, que ese podría ser el momento de hacer lo que yo quería.

Cuando regreso yo le guiñé un ojo y el supo que todo estaba hecho. Salimos del bar yo le dije a mi esposa que me dejara manejar la situación y al subirnos al taxi sin más miramientos le indiqué que nos llevara a un motel a las afueras de Manizales, nuestra ciudad.

Ya en el taxi y después de unos metros ella y el se empezaron a besar, ella tenía una blusa de esas que se usan sin brassier (le compro muchas así), así que el le mando la mano y le sobó las tetas, el taxista intentaba disimular pero no se perdía minuto por el retrovisor.

Llegamos al hotel y yo dije que me quedaba afuera fumándome un cigarrillo, que se adelantaran ellos.

Yo esperé un tiempo prudente y con mucho sigilo entré a la habitación, habíamos pedido una habitación que tenía unas escalas, la cama estaba como en un segundo piso, ví las luces apagadas y subí despacio para no interrumpir.

El cuadro no podía ser mejor, el hombre se había acostado y ya no tenía ropa, mi esposa se la estaba chupando y la cogía del pelo como queriendo metérsela toda de un golpe, ella le chupaba los testículos y el pene como si no hubiera un mañana y de vez en cuando paraba para dedicarle una mirada de deseo.

Después de un rato, ella se volteó y aquello se convirtió en un 69, el le chupaba el coñito totalmente empapada y ella ya muy desconcentrada abandonaba en ocasiones su labor de chupar aquel miembro para sentir esa lengua bailando entre sus jugos. Yo en aquella escalita y a cierta distancia me empecé a masturbar.

En un momento el no aguantó más y como era muchísimo más grande la acomodó en la cama acostada y se preparó para penetrarla, empezó a meterlo suave y ella loa agarró como queriendo que la penetrara de una, de forma salvaje (a ella le gusta así, duro, salvaje, animal), entonces él no se hizo de rogar, la metió de un golpe y ella soltó un grito de placer, aquel hombre parecía que iba a destrozar a mi esposa, le metía aquella verga como si la fuera a partir en dos y ella con la almohada sofocaba los gritos de placer.

Ella tuvo un orgasmo violento y pocos minutos después el se vino en un acto que parecía el de un salvaje gritando y bufando como un toro.

Ambos se acostaron exhaustos en la cama y entonces yo me acerqué como si nada a charlar. Estuvimos un rato así tomando y conversando hasta que ella de tanto tocarle la verga volvió a pararse, ella aprovechó la oportunidad y se le hizo encima, ambos sudaban copiosamente, ella me humillaba diciéndole a él que estaba muy rico, que no había probado nada así y después de un plancentero y largo rato él se vino de nuevo.

Esta vez si fue el final, incluso mío que en una triste esquina me vine de tanta paja.

Seguimos hablando mucho tiempo más con él hasta que se fue a vivir a otra ciudad. Desde esa entonces la técnica no me ha fallado, me han fallado los citados, pero ella siempre ha estado dispuesta a disfrutar con los "amigos o conocidos" que me encuentro en un bar.