Aquel día la tensión que se sentía en ese lugar no la había sentido en todos los años que había subido al apartamento de doña Carmen, era como aquella tensa calma pendiente a que la más mínima chispa desemboque un caos del cual no se conocen sus consecuencias.

Desde hacía doce años que llegamos a esa unidad residencial, cuando yo tenía 9 años, doña Carmen, en sus cuarentas, ya vivía ahí con su marido, quien no permanecía en casa y sus dos hijos, el mayor quien era un chico universitario y su hijo menor de 11 años, quien pronto se volvió mi compañero de juegos y pilatunas. A esa edad veía a doña Carmen como una señora mayor, madre de mi amigo, quien hacía de ama de casa, obsequiosa quien siempre nos ofrecía refrescos y meriendas cuando regresábamos con su hijo de jugar del parque.

El tiempo pasó y nuestras familias se fueron distanciando, en mi caso su hijo y yo elegimos carreras distintas; mientras él se inclinó por la ingeniería, yo me fui por la abogacía, por lo que nuestra relación se mantuvo en saludos cordiales cuando nos encontrábamos en las escaleras del edificio. Sin embargo, con doña Carmen las cosas cambiaron de manera incomoda para mi al principio. Cuando cumplí 18 años, la actitud de ella hacia mí cambió, cuando nos encontrábamos en las escaleras del edificio o en las calles del barrio, ella me trataba de manera algo coqueta, pero le restaba importancia, pues nunca me he considera físicamente atractivo y era la madre de mi amigo y la consideraba una mujer mayor que nunca se fijaría en alguien de mi edad, por lo que yo siempre le resté importancia a ese tipo de comportamiento y seguí mi vida normal.

Cuando ya estaba cerca a mi graduación, doña Carmen le comentó a mi mamá que ella tenía un problema con los regímenes de pensión, que se le embolataron unas semanas, en fin, lo que siempre ocurre cuando se va a cumplir los requisitos de la pensión, por lo que mi madre le dijo a ella que me iba a consultar a mi si le podía ayudar. Emocionado y nervioso por empezar a aplicar mis conocimientos en la vida real, acepte el caso, por lo que tenía que entrevistarme con ella, pedirle documentos y ver cómo debía proceder. Al día siguiente fui a su apartamento, ella me abrió la puerta y me saludó de manera caótica, organizó por aquí y por allá; mientras me decía “que pena el desorden”, me ofreció jugo y me dijo que se me sentara en el comedor. Finalmente se atavió lo mejor que pudo en el instante y se sentó a charlar conmigo, con las formalidades del caso, preguntas venían respuestas iban sin malicia alguna, cuando entramos en materia me dijo que le faltaban varios documentos, pero que volviera la semana siguiente y los tenía todos, nos despedimos de beso en la mejilla, pero ella me mandó un beso andeneado, lo cual pensé más que era un accidente.

A la semana siguiente regresé a su apartamento, ella me abrió con más seguridad que la última vez, estaba maquillada, arreglada y con un escote que mostraban un par de tetas provocativas, en las cuales nunca me había fijado, nos sentamos frente a frente en la mesa y yo trataba de mantenerle la mirada en sus ojos, lo cual resultaba cada vez más difícil, ya que ella hacía resaltar aun más sus tetas cruzando sus brazos debajo de ellas y acercándose hacia mi con la excusa de verificar cada documento que yo iba revisando, por lo que el cuadro que veía al frente mío, me iba generando una erección que se hacía incomoda pues tendría que disimularla cuando me fuera a levantar. Al tratar de mantener mi mente enfocada en los documentos que ella me había entregado, para disipar la tensión y enforcarme nuevamente le pregunté a ella sobre una fecha que no era clara en uno de los documentos, ella aprovechó eso para pararse de su mesa y hacerse a mi lado, con la excusa de verificar más de cerca; mientras me decía déjame ver, se fue inclinando hacia mí, por lo que sentí en mi hombro sus tetas, las cuales restregaba con sutiles movimientos con la excusa de verificar el documento que tenía en sus manos con el documento que tenía sobre la mesa. Aun seguí impávido ante la situación, tratándole de explicar cuál era la dificultad de la disparidad de las fechas, cuándo ella súbitamente me dijo esa camiseta se te ve muy bien, mientras agarraba mi pecho. En ese momento, no pude soportar más tener a esa mujer a mi lado, la volteé a mirar a los ojos mientras le agarraba las tetas y le decía que era las tetas más provocativas que había visto, cuál fue mi sorpresa cuando ella se puso totalmente roja se retiró de manera súbita con pose digna hacia la cocina; mientras yo seguía con la revisión de los documentos, allí solo.

En mi mente pasaban muchos pensamientos y las posibles consecuencias de mi atrevimiento, sin musitar palabra terminé de revisar los documentos, me levanté de la mesa y solo le dije debemos elaborar un derecho de petición, ella asintió de mala gana y me fui. Al día siguiente, mi mamá llegó con una sonrisa, diciéndome que se había encontrado a doña Carmen y le habló maravillas de mi profesionalismo y asesoría, lo cual me desconcertó un poco, pero todo ese temor se convirtió en un volcán de lujuria por poseer a esa mujer rolliza y madura; empecé a idear cómo abordarla y poder disfrutar las delicias de su carne.

Lo que se me ocurrió fue elaborar el documento que le dije debía presentarse, lo imprimí y me dirigí a su apartamento, golpeé la puerta y ella me abrió la puerta con cara de asombro, yo estaba decidido la saludé con indiferencia e ingresé al apartamento, le dije:

“Le traigo el documento que le comenté que día”

Ella solo atinó a decirme:

“pensé que me lo iba a enviar al correo”

En ese momento me acerqué con el amague de mostrarle dónde debía firmar, pero en esas me mande a buscar su boca y besarla, ella me devolvió el beso al principio con timidez, pero su lujuria explotó cuando deje todo lo que traía en las manos sobre la mesa y me dediqué a recorrer todo ese cuerpo, la intensidad de sus besos incrementó, mientras que su cara no daba crédito a lo que estaba ocurriendo.

En esa sala empecé a desnudarla, mientras le daba besos en el cuello, le cogía ese culo grande de mujer madura, y buscaba con desespero bajar a sus tetas, le quité la blusa y finalmente el brasier del cual salieron dos tetas grandes, algo caídas, pero deliciosas, dispuestas a ser chupadas, me abalancé sobre ellas y empecé a chuparlas con desesperó, mientras ella solo daba pequeños gemidos, no era de ser el mejor amante, sino el de satisfacer mis instintos en el pedazo de hembra, ella me fue guiando al cuarto de invitado, creo que por pudor a no violar su cama matrimonial, allí seguí recorriéndola con mi boca hasta bajar a su pantalón, se lo quité y sus pantis eran blancos, le dije que rico hoy voy a comer de vainilla, ella no entendió se los quité y empecé a chuparle su vagina inundada en sus propios jugos.

Me fui quitando la ropa hasta quedar desnudo, cuando me vio la verga erecta ella me pidió devolverme las atenciones y mamármela, pero yo estaba tan adicto a esa cuca, que no pensaba soltarla, por lo que terminamos haciendo un sesenta y nueve acostados de medio lado, estuvimos unos minutos así, y ella tuvo su primer orgasmo, dejándome los labios untados de sus fluidos, me acerqué a ella para besarla, mientras me decía papasito es lo más rico que me ha hecho un hombre, pero no me la vaya a meter que estoy sensible. En ese momento me acerque y nuestros cuerpos quedaron pegados, yo no le hice caso y la penetré con fuerza, ella solo dio un grito súbitamente y empecé a bombearla unos minutos, solo quería darme placer descargarme y dejarle esa cuca llena de leche; estaba en esas cuando me dice soy tu puta mi amor, bastó que dijera eso para terminarle y caer rendido sobre su cuerpo.

Nos abrazamos y nos besamos, luego de eso nos separamos, ella se limpió lo mejor que pudo, nos vestimos, a la salida me dio un beso apasionado, me abrió la puerta y salí con la satisfacción de haberme comido a mi putita madura.