Cuando era un adolescente no conocía lugares donde poder tener sexo con hombres, estaba desesperado por mamar un pene y cobijar un miembro viril en mi interior. Era un muchacho del montón ni feo ni bello, no era adicto al deporte aunque tampoco estaba mal. En mi casa mis hermanos mayores tenían novias y nadie sospechaba que me gustaban los hombres, yo era tímido, retraído, pero no afeminado, tal vez si hubiese sido un poco afeminado o con mucha personalidad habría debutado sexualmente antes, pero la verdad es que mis ganas de estar con un hombre me las guardaba muy en el fondo, sólo las sacaba por las noches, cuando me masturbaba mucho, me tocaba entero, apretaba mis tetillas, metía dos dedos en mi culo hasta lo más profundo que ´podía, varías veces intenté que la leche entrara en mi boca para eso practiqué varias posiciones donde quedaba con el pene justo en dirección a mi boca, pero tenía mala puntería y siempre mi semen salía disparado a mi ojos o sobre la almohada, de todas formas me chupaba los dedos con los restos que me quedaban, me gustaba el semen.
Ese verano sin duda alguna sería igual a los otros veranos, iríamos a la playa con mi familia, me volvería loco mirando tanto hombre en pantalón corto, incluso miraría a mis hermanos disimuladamente. Llegó el día señalado y partimos a la misma playa de siempre, nos instalamos en la casa que arrendábamos cada año, luego salimos a dar una vuelta, terminamos tomando café con galletas y pasteles donde siempre, yo miraba como uno de mis hermanos le metía mano a su novia tratando que nadie se diera cuenta y luego iba al baño, yo le notaba el bulto muy marcado en su pantalón corto, su novia se reía y él se ponía rojo, mis padres conversaban entre ellos y por la calle todo el mundo se dirigía hacia la playa o volvía de allí.
Al segundo día dije que no quería ir a bañarme, me apetecía dar una vuelta por la plaza, andar en bicicleta etc.. mis padres y mis hermanos se fueron a la playa, yo me quedé solo y aunque me había prometido la noche anterior no pajearme hasta que volviéramos a la ciudad y así tener harta leche para tomar y esparcirla por mi cara, rompí mi promesa, me metí al baño , quedé empelotas, me miré al espejo y comencé a pajearme delante de el, recorría mi cuerpo con mis manos, restregaba mi pene contra el espejo mientras besaba la superficie del espejo como si besara a un macho, me corrí contra el espejo y con mi lengua recogí toda le leche.
Salí a la calle con una polera muy liviana, un pantalón corto y zapatillas. caminé hacia el centro de la pequeña ciudad, me tomé un café donde siempre, luego continué por la calle principal, me detuve un par de veces a mirar algo, llegué hasta la plaza y me senté a mirar la gente que iba y venía, el sol estaba muy despiadado a esa hora, así es que me levanté y seguí mi trayecto, caminé hacia una zona que no recordaba haber estado, una calle estrecha que subía y luego bajaba y desde su parte más alta se podía ver el mar. Seguí mi caminata por esa calle cuando hacia un costado se habría un pasaje, un especie de callejón, me llamó la atención y me encaminé hacia ese lugar, al fondo del callejón sin salida había una fachada que en alguna época había sido imponente, pero ahora estaba a mal traer, una marquesina envejecida decía: Cine El Príncipe, pensé que no quedaba nada ahí, más que recuerdos y basura acumulada, me acerqué y para mi sorpresa vi que había una pequeña ventanilla y al costado una puerta mal pintada, en la ventanilla había un hombre viejo atendiendo, me miró con cara de pocos amigos y me señaló un letrero que decía: Sólo adultos, más que atemorizarme me encendió, sentí ganas de entrar y ver que pasaba, mi cuerpo intuía que dentro aguardaba lo que tanto necesitaba, miré el precio y me acerqué al hombre ofreciendo el doble para que me dejara entrar, negó con la cabeza, pero saqué dos billetes más y los puse sobre el mostrador, el hombre miró a su alrededor, tomó los billetes y los guardó, me señalo la puerta. Entré, la oscuridad me invadió el olor a cosas viejas, a sexo a polvo acumulado en todas partes, en algún momento pensé en dar marcha atrás y salir de ahí, pero por el contrario seguí adelante, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y comencé a visualizar algunas siluetas que al igual que yo caminaban por el pasillo, miré la pantalla exhibían una porno antigua, tal vez de los 70 hetero, la verdad no me importaba la película. La sala estaba casi vacía, me senté en uno de los tanto vetustos asientos, estaba caliente, me comencé a tocar mirando aquí y allá, de pronto se sentó a mi lado alguien no supe distinguirlo en ese momento, al poco rato sentí como su pierna tocaba la mía, sentí de inmediato que si ese desconocido trataba de tocarme no pondría ninguna resistencia, deseaba ser tocado, manoseado por un hombre y así fue el hombre estiró su mano hacia mis piernas, se dio cuenta que llevaba sólo pantalón corto así es que sin perder el tiempo empezó a manosear mis piernas, sentí que mi verga estaba muy erecta chorreaba precum que manchaba mi pantalón, la respiración agitada, trata de acallar un gemido, pero no podía, me di cuenta que era un hombre maduro, tal vez entre 40 a 50 años, tenía las manos grandes ásperas tal vez trabajaba de obrero en algún lugar, mientras una de sus manos recorría mis piernas, la otra se metió por entre mi polera y empezó a pellizcar mis tetillas, gemí casi sin control sobre mi cuerpo. El hombre intentó sacarme la ropa, mi mente no quería, pero mi cuerpo daba órdenes que no se podían desatender, con una facilidad increíble me quitó la polera y luego tiró mi pantalón corto hacia abajo y lo bajó completamente hasta el suelo, quedé empelotas, con mi ropa tirada en el suelo, el hombre se apoderó de mi como una bestia, sentí como mordía mis tetillas, como manoseaba mis nalgas, como besaba mi boca y mi cara, tenía mi cara con su saliva. Yo esta rendido, el placer me invadía, tenía un charco de precum alrededor de mi miembro, mis manos buscaron con desesperación su verga, gemí y me estremecí cuando tuve por primera vez entre mis dedos una verga de macho, era hermosa, no grande, gruesa, muy dura y tiesa. Como si me hubiese leído la mente, el hombre se puso de pie y me ofreció ese miembro que no dudé un instante y me tragué todo lo que más pude, no sabía chupar verga, pero tenía la intuición de un hombre con ansias por otro hombre, chupé esa verga maravillosa y luego busqué sus huevos y los besé, me los eché a la boca, los degusté con delicadeza, estaba feliz.
Me di cuenta que varios hombres se habían acercado a nosotros, eso me excitó aún más y traté que vieran bien a pesar de la oscuridad como me comía toda esa verga, el hombre no aguantó más y se corrió en mi boca, tragué todo lo que pude y lo demás se escurrió por mi boca al piso. El hombre se arregló el pantalón y se marchó dejándome caliente como nunca y completamente desnudo. De pie saboreando aún los restos de semen del desconocido me seguí pajeando, se acercó un hombre también mayor, obeso, sin decir nada me plantó un beso y luego comenzamos a acariciarnos, se acercaron otros, sentí manos por todos lados, caricias, besos, me apretaban, abrían mis nalgas con sus manos, sentí una lengua por primera vez ensartada en mi agujero, creí morir de placer, me corrí en la boca de alguien, pero seguí allí hasta volver a estar erecto. Un hombre me acomodó y trató de penetrarme, le ayudé poniendo saliva en mi agujero y en la cabecita de su miembro, nunca había sentido tanto deseo de ser penetrado, dolió, pero no estaba en mi cabeza desperdiciar esa oportunidad así que resistí el dolor hasta que se convirtió en puro placer, gemía sin vergüenza, movía mi culo y pedía verga sin miramientos, el hombre me llenó de semen, sacó su verga, y se marchó, me sentí vacío, pero sólo un instante porque otro ocupó su lugar, me sentí lleno de verga de nuevo. Llevaba mucho tiempo en el cine, hasta que se encendieron las luces y el hombre de la ventanilla se acercó diciendo que iban a cerrar, me vio ahí empelotas, con mi cara llena de moco, entre mis nalgas corría el semen, lo miré suplicante, él sacó su miembro y lo puso en mi boca, lo tragué ansioso hasta que me corrí en su mano y él se corrió en mi boca, tragué toda esa enorme cantidad de semen y luego dejé muy limpio su verga con mi lengua. Empelotas me llevó hasta su baño privado donde me lavé y aseé. El hombre me dijo que volviera al cine un día sábado porque ese día habían muchos hombres, me sonreí dándole las gracias por la información. Felizmente nos quedaríamos en ese lugar vacacionando más de un mes!