
Compartir en:
Llegué cerca de las 8 de la noche a saludar a la familia de mi mejor amigo de la universidad. Una visita tradicional todos los diciembres cuando voy a mi ciudad natal. Todos se encontraban festivos por la época del año cuando veo a lo lejos a Ángela. Estaba con un vestido escotado que dejaba muy a la vista las enormes tetas pecosas que tiene. Habían pasado ya 13 años desde la última vez que la vi: yo tenía 20 y ella 42, y por tres meses fui su amante, su joven juguete sexual que la llenaba de leche, decía ella que esa era su forma de alimentarse de colágeno. Nuestra relación era secreta, porque además de casada, es la tía de mi gran amigo.
Me acerqué a saludarla amablemente y al darle un beso en la mejilla, pude sentir su delicioso olor. El mismo perfume que ha usado siempre. No pude evitar tener una erección solo con haberla olido y sentir su piel en mi boca. Los años claramente habían pasado para ambos, pero ella seguía siendo una mujer monumental. Nuestra relación había terminado porque se fue con su esposo e hijos a vivir a Estados Unidos, por eso no la había vuelto a ver en tantos años.
La noche continuó y yo solo la miraba de reojo por ratos. No quería que mi amigo notara el deseo que sentía por su tía. Ella, estuvo el resto de la noche al lado de su esposo. Cuando me fui a despedir de ella, me dijo en voz baja cerca al oído, que la recogiera al siguiente día a las 7 pm en el centro comercial. Me quedé sin respiración. No podía creer que de nuevo iba a poder disfrutar de Angelita.
Cumplí muy puntual la cita y ella estaba ya esperando. Se subió al carro y me saludó con un beso en la boca. Su lengua seguía siendo traviesa como siempre. Arranqué hacia uno de los moteles de la ciudad. En el camino le colocaba mi mano en una de sus piernas e inmediatamente ella la quitaba. Estaba realmente desconcertado por eso. Tal vez ya la química no era la misma.
Llegamos al motel y al entrar a la habitación no pude resistir más y me lancé a ella para tocarla. De repente, me dio una bofetada que me dejó frío. Inmediatamente me ordenó ponerme de rodillas y quitarme la camiseta. La obedecí aún en shock por la bofetada. En ese momento me dijo que esa cachetada era por hacer algo sin que ella me lo ordenara. En ese momento, sentí un corrientazo de excitación por mi cuerpo y sentí mi verga dura apretando en mi pantaloneta.
Parada delante mío, empezó a tocar mis tetillas. Se llenaba los dedos de saliva y luego jugueteaba con mis pezones, dándome mucho placer. Luego, empezó a desvestirse. Vi sus grandes tetas salir de su blusa. El tiempo las había descolgado más pero eso me fascinaba. Así mismo, ver de nuevo su coño, unos vellos cortos muy bien arreglados, me hizo recordar todo lo que hicimos 13 años antes. Ella se acercó a mí y pude sentir el olor de su vagina, empecé a salivar muerto de ganas por probarla de nuevo. Ella me tomó de la cabeza y empezó a restregar su cuca en mi cara, yo estaba en el paraíso. Poco a poco sentí cómo se iba humedeciendo, hasta que me ordenó que empezara a chupársela. Gustoso obedecí a mi dominante madura. Empecé a hacerle un oral delicioso, a disfrutar su sabor, que era tal como lo recordaba. Un rato después, su respiración ya estaba muy agitada y gemía fuertemente. Por reflejo, con una de mis manos busqué mi verga para sacarla de la pantaloneta y empezarme a masturbar. Una segunda bofetada me sorprendió. Me dijo que no me había dado permiso para tocarme.
Continué mi labor oral, sintiendo la cara quemada por las bofetadas, pero extasiado complaciendo a esa hermosa madura. No tardó mucho en tener un orgasmo que llenó mi cara de squirt. Estaba en el cielo, bañado por esos líquidos de hembra en calor. En ese momento me ordenó ponerme de pie y desnudarme. Así lo hice. Mi verga durísima saltó y ella inmediatamente la tomó en sus manos. De nuevo todo mi cuerpo tembló de excitación. Me ordenó acostarme en la cama y sacó unas sogas de su bolso. Me amarró fuerte las manos a la cama, quería asegurarse que no pudiera moverme. En ese momento empezó a besarme desesperada. Y luego a lamer mi cuello, mis axilas. Chupó mis tetillas y me hacía retorcer de placer. Finalmente quedó frente a mi verga. Me dijo que la había extrañado, que siempre le había encantado su tamaño. Se la llevó a la boca y empezó a darme una de las mejores mamadas de mi vida.
Después de un rato, empezó a notar mi respiración agitada y se detuvo. Cerró la mamada con un tierno beso en mi glande. Me miró a los ojos y sentí sus manos agarrándome las piernas y levantándolas. Inicialmente me sorprendí, pero ella empezó a chuparme el culo y darme placer enorme. Luego bajó mis piernas y me indicó que de nuevo era mi turno. Acomodó su vagina en mi cara y una vez más la devoré hasta que me dio sus chorros sagrados de nuevo. Estaba algo ahogado por la posición y por esos jugos maravillosos, cuando ella decidió que había llegado el momento de sentarse en mi verga.
Pude sentir el placer de volver a estar dentro de ella, dentro de mi madura, mi dueña. Me cabalgó por un buen rato, tres veces se levantó y lanzó chorros de squirt hacia mi pecho y cara. Yo estaba en éxtasis. Se volteó y me empezó a cabalgar de espaldas. Yo moría por tocarla, nalguearla, pero no podía soltar mis manos. Esa mezcla de placer y frustración fueron la mezcla perfecta en esa faena. Ella empezó a cabalgar más rápido y solo gritaba que no se me ocurriera venirme aún. Tarea que resultaba complicada debido a toda la excitación que yo tenía.
Momentos después, se volteó de nuevo a cabalgarme de frente. Pude ver de nuevo esas tetas caigas saltando al ritmo de su cabalgata. Estaba demasiado arrecho y resultó un alivio cuando finalmente me ordenó que le llenara la cuca de leche. Aceleré el movimiento de mis caderas y terminé dentro de ella entre gritos de placer de ambos. Ella de quedó un momento encima mío, con mi verga dentro de ella. Luego se levantó, y sentí unas gotas de mi propio semen cayendo en mi abdomen desde su cuca. Pensé que había terminado el primer round, pero no era así. Inmediatamente ubicó su coño en mi cara de nuevo y libero todo mi semen encima. Yo no podía creer la arrechera que eso me estaba provocando. Me empezó a restregar su cuca en la cara y yo estaba loco de placer.
Cuando ella se levantó, mi verga seguía durísima, no se había dormido ni por un instante. Me desató y me ordenó irme a duchar.
Cuando regresé de la ducha, ella estaba acostada masturbándose y solo me dijo “Ahora es tu turno. Soy toda tuya”
Esa noche follamos como locos. Me hizo descargar 3 veces más. Al despedirnos, me dijo tímidamente que le daba pena que ya estaba mayorcita. Yo le respondí que siempre sería suyo, que cada vez que quisiera, así fuera en otros 13 años, iba a tenerme a sus pies, y recibiría toda mi leche, que tanto le encanta.