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El amigo escurrió sus manos por la tanga de mi mujer y comenzó a chapotear sus jugos vaginales. Su vulva desaparecía completos un par de dedos con facilidad que luego volvían a aparecer brillosos. Ella dejó de besarlo pero mantenía su rostro pegado al de él con los ojos cerrados para saborear cada instante y movimiento. Sus gemidos tenues me indicaban que la estaba pasando muy bien.
Mi perspectiva era ideal para apreciar los detalles y cada gesto de ambos. Aquel morbo que estuvo dormido por tres años entre mi mujer y yo había regresado con toda su fuerza y ambos volvimos a disfrutar la sensación de rebasar los límites y abrirnos a las posibilidades. Los recuerdos de aquella primera vez en la que otro de sus amigos la montaba como un toro con las piernas de ella a los hombros regresaron a mi, y con ellos todas las emociones que sentí por primera vez: el morbo, dolor y placer mezclados que se convierten en una adiccion. La sensación de libertad, culpa y complicidad entre ambos.
Pero mi atención regresó al lugar y momento que estaba presenciando. Ella se montó con una pierna en cada lado de él. La acción y las manos pasaron a sus nalgas. La promesa se había cumplido y ella se lo mencionó. El asintió pero le dijo que ahora tenía otra promesa pendiente que yo le había hecho. Ella me miró intrigada y él le dijo al oído lo que hablamos en las escaleras: que esa noche se la iba a dar por ahí. La respuesta de mi mujer fue una sonrisa maliciosa y respondió que eso dependía de cómo hiciera lo demás. Y con eso se soltaron a besarse y manosearse con frenesí, pero las manos de él apenas se despegaban del culo de ella. Ella restregaba su vulva, aún en forrada en la tanga, sobre el miembro de su amigo. Yo por mi parte comenzaba a tocarme sobre el pantalón que ya también había mojado.
Decidí acercarme un poco más a ellos y escuchar mejor los jadeos de ambos. El olor del perfume de mi mujer se había intensificado al mezclarse con su sudor, esa es otro aspecto de ella que me encanta. Toque su espalda mojada y la sentí hirviendo pero ella no pudo atención a mi presencia. El comenzó a abrirse el pantalón pero no se bajo el boxer. Entonces hizo una pausa para decirnos que no tenía preservativos, nunca se imaginó que haría falta en esa cita. Yo y mi mujer habíamos hablado al respecto y concluimos que considerando todo lo que sabíamos de él, ambos nos sentíamos cómodos con la idea de prescindir del condón.
-Oscar, no hace falta - le dije. - A menos que tú prefieras usarlo, claro - agregué.
Él me miró un par de segundos y estaba claro que fue otra sorpresa increíble de la noche para él. La miró a ella también y sosteniendo el contacto visual dejó salir del pantalón su tranca de piedra. Ella bajó la mirada y sorprendida regresó a sus ojos mientras la acariciaba con suavidad. - No sabía que eso tenías ahí guardado! - Le dijo mientras la acomodaba en en la entrada de su vagina, y levantó la pelvis para dejarle a él todo listo para que el la deslizara hacia adentro. La humedad de ambos era perfecta, y centímetro a centímetro la penetró hasta que no tenía nada más para meter. Yo me limitaba a disfrutar el espectáculo en primera fila… hasta ese momento. En la siguiente entrega les cuento más de esa noche que fue larga.
(Aprecio los comentarios y likes para saber si la forma de relatar nuestras experiencias, que no son pocas, van por buen camino)