Llevaba 5 años en la empresa y sentía que no avanzaba, estaba estancado, el mismo sueldo, los mismos trabajos. Mi esposa me decía que tuviera paciencia, que ya se darían mejores las cosas.
A mis 50 años la verdad es que dudaba que llegaría algo mejor, más bien era el camino sin retorno hacia la vejez, la pérdida de empleo en fin… aunque no me quitaba los años que tenía si me preocupada por mantenerme en forma, gimnasio, deporte, caminatas etc. No quería quedar obsoleto y terminar mis días en un asilo.
Al finalizar el día viernes mis quehaceres laborales me disponía a partir al gimnasio para mi rutina de ejercicios y luego a casa. Sin embargo antes de salir me llama el jefe a su oficina:
-. Tome asiento Javier, necesito que conversemos un momento sobre su situación en nuestra empresa. Tragué saliva, me esperé lo peor, mil imágenes pasaron por mi cabeza. Oscar, mi jefe prosiguió.
-. Hemos estado haciendo una evaluación profunda del personal, ahora que Mariano decidió jubilarse y su puesto queda vacante y hemos decidido que el más apto para ocupar ese lugar eres tú. Creo que mi cara reflejó mi alegría, porque el jefe río y dijo:
-. Por tu expresión parece que aceptas. No podía hablar sólo atiné a mover la cabeza en señal de afirmación.
Llegué a casa con una enorme sonrisa, le comuniqué las buenas noticias a mi mujer, esa noche celebramos yendo a comer a un restaurant caro.
El lunes comencé en mi nueva oficina, más grande, mejor iluminada, pero con un montón de documentos y archivos que debía revisar. Así pasó el primer mes y mayor fue mi alegría cuando recibí el pago y era un poco más que el doble de lo que ganaba antes.
A mediados del segundo mes en mi nuevo puesto, mi jefe Oscar me llama nuevamente a su oficina, esta vez para decirme que ahora que tenía un puesto de confianza, podía, si quería, participar del club de campo a que iban cada tanto los directivos y amigos de nuestra empresa como de otras, casi no dejé que terminara de contarme cuando dije que sí, que quería participar de ello. Oscar me dijo que tenía algunas reglas que eran insoslayables, nadie de los que participaban el club podía saltarse dichas normas:
-. Norma número uno en el club no se admiten mujeres, es un club reservado para hombres con temas de hombres y diversión de hombres
.- Norma número dos, nadie puede comentar fuera del club lo que allí ocurre
.- Norme número tres, todos los que aceptan participar en el club también aceptan lo que ocurre dentro, si alguien no acepta estará fuera del club y del empleo en la empresa
.- Norma número cuatro, no se admite invitados por parte de los participantes, a menos que cuente con la aceptación del directorio del club.
Oscar me señaló las normas haciendo hincapié en la inviolabilidad de la normativa y la voluntad de aceptarlas. Yo le contesté que estaba de acuerdo con todo, que no había objeción.
Pasó una semana cuando un viernes, Oscar pasó a mi oficina y me dijo:
-. Hoy por la noche nos vamos al club, estaremos todo el fin de semana, contamos contigo.
Luego se marchó de la oficina. Llegué a casa y le conté a mi esposa lo que podía sin entrar en detalles, sólo diciéndole que era bueno para mi desempeño en la empresa participar de estas instancias, mi esposa lo comprendió y me dijo que no me hiciera problemas, ella aprovecharía el tiempo para ir a visitar a su hermana.
Me fui en mi automóvil por la carretera hasta doblar hacia un camino de tierra que se perdía en el campo, una media hora de trayecto y apareció una gran casona antigua, a un costado la montaña y un río en el cual se reflejaba la luz de la luna. Toqué el timbre y un hombre salió a mi encuentro, sin decir una palabra me condujo a un salón ornamentado en dorado y rojo, allí se encontraban varias personas que conversaban y tomaban un trago alegremente, puros hombres, me pareció que entre 30 a 60 años o tal vez más, no conocía a nadie, hasta que desde otra habitación llegó Oscar acompañado por otro hombre desconocido, me saludó y al poco rato me fue presentando a todos los que se encontraban ahí, todos empresarios hombres poderosos de los cuales había escuchado alguna vez, pero ahora tenía delante de mí.
Esa noche bebí bastante aunque cuidándome de no quedar borracho perdido, recorrí la casa, los jardines, estaba asombrado y feliz, sentía que era el lugar que me merecía.
Sentí que me llamaban, era Oscar que me pedía acudir al salón para el comienzo del evento principal, acudí aprisa. El salón era muy amplio con asientos cómodos de cuero, espejos que cubrían todo el largo de una pared, toda una serie de detalles que resplandecían. Pensé: seguro que el evento son algunas bailarinas semi desnudas que terminarán en la cama de alguno de estos hombres poderosos.
Me senté junto a Oscar mientras un mozo a mi lado volvía a llenar mi copa. Comenzó una música suave que poco a poco fue tomando más ritmo, por una puerta aparecieron cinco hombres vestidos como si fueran guerreros antiguos, empezaron a realizar pasos de baile con destrezas guerreras con lanzas incluidas, me sentí desconcertado y también mareado, pensé en dejar de beber, la música fue cambiando, tornándose sensual como susurros eróticos. Los hombres mientras bailaban y movían sus lanzas se fueron quitando sus ropas, mi desconcierto aumentaba, miré a todos lados, pero todos estaban absortos en los danzarines, me sentí incómodo y mareado. Los hombres quedaron completamente desnudos, sus cuerpos eran perfectos, trabajados, sus músculos brillaban con la luz, bailaban y pude ver como sus miembros se iban poniendo erectos, cualquiera de esos miembros sobrepasaba los 18 de largo y gruesos. Sus bailes se hicieron más eróticos, comenzaron a tocarse entre ellos, se acariciaban las nalgas, los penes, vi como algunos se arrodillaban metiéndose la verga de otro en sus bocas, chupaban un rato y luego se ponían de pie para seguir bailando suavemente.
Me quise poner de pie, pero me encontré sin poderlo hacer, aunque el mareo era persistente no estaba ebrio, mis sentidos estaban intactos, pero sentía sueño y mareo. La música paró, pero los hombres siguieron bailando, tocándose.
Un hombre mayor se puso de pie y dijo:
-. Esta noche ese especial, tenemos un nuevo participante en nuestro club y hay que iniciarlo.
Se escucharon aplausos y risas, entonces vi como los bailarines se acercaron a mí, no entendía nada, menos cuando me tomaron entre todos y me llevaron al centro del salón, los demás se agolparon para ver lo que iba a suceder.
Los hombres me fueron desnudando poco a poco, comenzaron a acariciarme, me fueron besando el cuello, mordieron mis orejas, apretaban mis tetillas. No entendía nada, estaba horrorizado, busqué con la mirada a Oscar para que me ayudara, pero lo vi con la verga afuera del pantalón masturbándose mientras miraba mordiéndose los labios, lo que me ocurría.
Me desnudaron completamente, sentí todas esas manos, esas bocas, luego me obligaron con su fuerza a ponerme de rodillas y abrir la boca, así fue como sus vergas fueron entrando una a una en mi boca, unas más gruesas otras más largas, caía baba de mis labios, tenía toda la cara embadurna en saliva y jugo preseminal de aquellos hombres. Los espectadores habían dado rienda suelta a su propia lujuria y algunos se masturbaban mirando el espectáculo, otros se besaban entre sí mientras se quitaban la ropa.
Tenía la mandíbula casi adormecida de tanto tener la boca abierta para recibir las embestidas de las vergas, quería llorar, escapar, pero no tenía opción alguna de irme de allí. Entonces los hombres comenzaron a correrse en mi boca, me llenaron de semen, casi no podía respirar, tenía semen en los ojos, pegado en el pelo, caía de mi boca, alguno lo recogía del suelo y me lo echaba dentro de la boca de nuevo, intenté escupirlo, pero era demasiado así que tuve que tragar una buena porción, luego los hombres me tiraron al piso y desde esa posición pude ver como aquellos hombres que me habían invitado al club se corrían arrojando su leche sobre mi cuerpo, quedé todo cubierto de semen de pies a cabeza, sentía mi cuerpo resbaloso y pegajoso, intenté ponerme de pie, estaba a punto de llorar, olía a semen, a verga de macho, sentía la boca aún con semen. Los hombres volvieron a la carga, se acostaron a mi lado volviendo a besarme, recorrer mi cuerpo, me abrieron las piernas y me levantaron un poco, pude observar como comenzaban a chupar mi verga, otro se puso bajo mi cuerpo y empezó a chupar mi culo, no podía creer lo que me estaba pasando, mientras un hombre se tragaba toda mi verga en su boca, otro hundía su lengua en mi agujero entraba en mi ano, otros me mordían las tetillas, mis labios. Tenía el culo ensalivado cuando uno metió uno de sus dedos y luego otro, entraban todo lo que podían en mi ano. Sentía dolor, ardor en mi culo, luego sin decir nada uno de aquello hombres puso su verga a la entrada de mi agujero y empezó a empujar, tuve miedo, sentí un dolor indescriptible mientras aquella verga se incrustaba más dentro mío, me sentí partido en dos, atravesado por un fuego que hacía arder mi culo, aquel hombre estuvo un rato dentro mío y se corrió, su leche inundó todo mi interior, apenas salió de mi culo se puso otro, luego otro, así los cinco, cuando todos terminaron, me dejaron ahí tirado. Mi culo estaba abierto, manaba mucha leche desde mi interior haciendo un charco en el piso de mármol. Luego me venció el sueño.
Al otro día, me sentí avergonzado, dolido, traicionado por Oscar, fui en su busca, estaba en el río bañándose, lo encaré, discutimos, me abalancé sobre él golpeándolo en la cara con toda mi fuerza, Oscar de un puñetazo me lanzó a las aguas y se arrojó sobre mí, forcejeamos, intenté volver a golpearlo, pero él esquivó el golpe y con un puñetazo me arrojó lejos, luego arrastras me sacó del agua, yo sangraba por la nariz, estaba indefenso, Oscar desnudo, de pie ante mí, comenzó a orinarme encima, sentí los chorros caliente de su meado sobre mi cara, luego me arrancó la camisa y los pantalones, yo lloraba débilmente, él me abrió de piernas y sin decir nada, de un golpe me penetró, su pene entró profundamente en mí, nuevamente el dolor hizo presa de mi cuerpo, intenté golpearlo, pero su fuerza era mayor y finalmente me quedé quieto mientras Oscar me penetraba, no sé cuánto tiempo duró, pero al correrse fueron varios los chorros de leche que quedaron depositados en mi interior. Oscar sacó su pene, se puso de pie y se metió nuevamente al río después lo vi salir del agua y así desnudos como estaba dirigirse a la casa. Yo me quedé ahí tirado, nuevamente abierto chorreando semen, entre lágrimas empecé a pajearme hasta lograr correrme de manera abundante.
El resto de la tarde casi no salí de mi habitación, pero por la noche tuve que ir a un nuevo evento en el salón, esta vez no bebí un trago, me senté lejos de Oscar y entre mis ropas llevaba conmigo un cuchillo.
El nuevo evento comenzó y todos debían quitarse la ropa, no me quedó otra que hacerlo, así que envolví bien el cuchillo entre los pantalones y lo dejé sobre la silla. Una vez que estábamos todos desnudos una voz en off iba diciendo lo que debíamos hacer, lo primero era situarnos todos en el centro del salón, luego debíamos buscar un compañero o más y jugar con él o ellos, el juego consistía en toda clase de placeres sexuales. Yo no escogí a nadie y estaba dispuesto a golpear a quien se me acercara y luego acuchillar a los que pudiera y escapar de ahí, pero sentí que me abrazaban por detrás, era Oscar con uno de los bailarines de la noche anterior, antes que pudiera atinar a algo ambos se habían posicionado de mi cuerpo, sentí los besos, las caricias, Oscar gemía y me pedía que le abriera las nalgas, el otro hombre me hizo arrodillar y meterme su verga toda dentro de mi boca. Se estaba llevando a cabo una orgía sin lugar a dudas, en un momento dado entró un hombre al salón y comenzó a filmar todo lo que ahí sucedía. La cámara captó cuando estaba con toda la verga de Oscar dentro de mi culo y toda la verga del bailarín en mi boca. Luego Oscar se metió mi verga en su boca hasta hacerme correr.
Desde el techo del salón comenzó una lluvia de champán que inundó nuestros cuerpos, no sé cuántas bocas chupaban mi cuerpo bebiendo, yo también lo hice.
Me encontré entre un amasijo de cuerpos, vergas erectas, culos abiertos, semen champán, me corrí muchas veces más esa noche para quedar tirado abrazado a Oscar sobre el piso del salón a nuestro lado otros cuerpos apiñados, desnudos, resbalosos de semen y sudor.
No comenté ni una palabra a mi esposa lo sucedido en el club de campo, aunque estuve más silencioso que de costumbre, pero traté al máximo de no levantar sospechas.
Durante la semana traté de no hablar con Oscar, en la reunión semanal, participé poco y luego me excusé con dolor de cabeza para retirarme temprano. Fui al gimnasio, estaba metido en mis ejercicios cuando siento que alguien me toca el hombro, me doy vueltas y en frente mío estaba el bailarín del club de campo, se llamaba Gabriel, me puse rojo, traté de cortarle todo tipo de conversación, pero él se quedó ahí, al lado mío, luego me propuso ir a un lugar más tranquilo, así es que tomamos nuestras cosas y así en pantalón corto nos encaminamos por una calle hasta una casa en ruinas, nunca había estado en ese sector, tenía un poco de miedo y no quería ser tocado de nuevo por ese hombre, sin embargo el me hizo entrar por entre unas tablas y alambres hasta el interior de la casa. Apenas hubimos cruzado el umbral, él me arrimó contra una pared y sus manos se metieron por mi pantalón corto, no me dio tiempo a reaccionar y ya estaba desnudo mientras ese hombre me besaba metiendo su lengua hasta mi garganta, se desnudó también y me hizo arrodillar para mamar su verga, me sentí lleno de verga nuevamente, después me puso de pie y él se arrodilló por mi parte trasera enterrando su cara entre mis nalgas, sentí como su lengua me penetraba, acto seguido nos recostamos sobre el suelo mugriento y abrí mis piernas, me enterró su verga hasta lo más profundo y comenzó a moverse cada vez más rápido. Estábamos en eso cuando me percato que nos miraba un mendigo, le hice saber a Gabriel, pero no hizo el menor caso y siguió dándome duro, el mendigo se acercó a nosotros, se puso muy cerca nuestro y comenzó a pajearse, cuando Gabriel se corrió dentro mío, el mendigo también se corrió lanzando sus chorros de leche en mi cara, Gabriel sacó su verga y se puso a chupar mi pene hasta hacerme correr, el mendigo se alejó.
Llegó el día viernes tenía temor a lo que pudiera pasar, no sabía cómo reaccionar si Oscar me decía que debía acompañarlo nuevamente al club de campo, pero no pasó nada, Oscar se despidió de todos, pasó por mi lado sin decir una palabra. Es fin de semana estuvo aburrido, mi esposa cariñosa como siempre, noticias en tv, un poco de arreglar el jardín por la tarde, unas palabras con los vecinos, lo de siempre, en mi interior, me preguntaba si estarían en el club de campo, si estaría Oscar, si estaría Gabriel, nos fuimos a la cama, mi esposa se durmió, pero yo no podía dormir, daba vueltas a uno y otro lado de la cama hasta que me levanté, me fui al living encendí la tv, pero tampoco me tranquilizó, me metí al baño inconscientemente sabía lo que me tranquilizaría, me quité el calzoncillo y comencé a pajearme sentado en la taza del váter, recordando el club y a Gabriel, en determinado momento miré hacia donde mi mujer guardaba sus cosas y sin pensarlo saqué un peine con el mango largo y grueso, le puse saliva y lo metí en mi culo, lo metí hasta el fondo y lo movía frenéticamente recordando la verga de Gabriel dentro mío, las vergas de los bailarines dentro mío, la verga de Oscar dentro mío, el semen del mendigo cayendo sobre mi cara y con el mango del peine enterrado hasta la empuñadura me corrí, me quedé ahí sentado y nuevamente comencé a pajearme y mover el peine dentro mío hasta lograr una segunda corrida.
El día martes no aguanté más y me metí en la oficina de Oscar, él me miró, sin dar rodeos le dije que quería ir al club, él se sonrío.
-. Sabía que era cosa de tiempo, tu adicción por los hombres una vez que comienza no termina más, se río y luego dijo acércate, lo hice y se desabotonó el pantalón, sin miramientos me arrodillé al poco rato tenía esa verga durísima entera dentro de mi boca, se corrió y me tragué todo su semen, me puse de pie y él sentado como estaba me empezó a chupar mi pene mientras metía tres de sus dedos en mi culo, exploté con gemidos de placer.
-. Entonces este fin de semana estaremos en el club de campo, le dije
-. Por supuesto, agregó
-. Gabriel también estará, dije con una sonrisa
-. Todos estaremos ahí para darnos placer, ambos nos reímos y luego salí satisfecho de su oficina