Guía Cereza
por: sex-girl28 Publicado hace 1 mes Categoría: Fantasías 202 Vistas
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El mundo aséptico y apático a la realidad, comenta que la casualidad solo son cosas de la imaginación, ¿hasta qué punto tienen la razón?. 

Aunque la imaginación puede ser perjudicial para el cuerpo, siempre termina siendo la aliada y cómplice perfecta para desear con solo ver y eso lo vuelve más excitante e interesante porque sin duda alguna hemos sido blanco fácil para la esclavitud a la que nos somete el querer y no poderte hacer o tener. La chica de la barra llamada Murad con su mirada dulce pero coqueta a la vez logro detenerme en el tiempo, la chica de la barra aquella que con su cabello claro y su estilo original se roba el espacio para admirarla sin incomodarla. 

La chica de la barra así la recuerdo porque llegue de la nada sin conocerla y ahora es imposible no querer charlar con ella y verla. Entre su voz y la música me dejo deleitar sentada en la barra de aquel lugar, me resulta fascinante y tentador el pensar que tanto la podre conocer, confieso que me inquieta cuando la tengo cerca y que el desear mil cosas con respeto no hace que los pensamientos sean complejos, por el contrario se vuelven más intensos. 

Quien no ha querido alguna vez despojarse de los prejuicios para dar rienda suelta a los actos reprimidos por el miedo a las críticas, quien no duda arriesgarse con algo tan simple como saludar y cortejar, porque limitar el cuerpo y la mente sin saber realmente cuales pueden ser nuestros límites. Dejar claro que desear no es pecar si no por el contrario es liberar, la chica de la barra como a mí me gusta nombrar, es la musa perfecta para que cada palabra que utilizo yo para redactar sea un contrato y acuerdo pactado entre mis manos y el deseo, ese mismo que logra enredarme y volverme sumisa, loca y adicta sin querer rehabilitación, todo gracias a la chica de la barra de la cual hoy les hablo yo. 

Deja que tu mente cobije tu cuerpo, que tus deseos se vuelvan consejeros ante la perversión intensa y profunda que te obsesiona a convertirla en aquella tentación, en ese pecado culposo, pero plenamente disfrutable que te rompe el miedo y te inspira a querer formar el descontrol como el que ahora siento tomando a la chica de la barra como inspiración para un deseo en cada hora del reloj.

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