Me llamo María José, tengo 36 años, soy de Medellín y soy lesbiana. Mido 1,65, tengo cabello negro rizado, ojos negros y senos grandes. Este es mi primer relato, lo que voy a narrar a continuación es una historia de la vida real.

Desde que tuve uso de razón, supe que había algo diferente en mis gustos. A los ocho años, mientras mis amigas hablaban de sus crushes de las caricaturas, yo me encontraba pensando en las heroínas y princesas con una admiración que sentía más allá de la amistad. Ya en la secundaria, mientras mis amigas suspiraban por los chicos de la clase, yo fingía interés por encajar, aunque mi atención siempre se centraba en las chicas de cabello liso (negro es mi color favorito) y sonrisas encantadoras. Sin embargo, guardé en silencio esos sentimientos, temerosa de no ser comprendida y de enfrentar los prejuicios de mi entorno. Fue un proceso lento y doloroso. Incluso llegué a fingir estar en una relación con un amigo para que mis padres no sospecharan nada. Pero a mis 18 años todo cambió para siempre.

El día de grado de la secundaria y luego de celebrar con mi familia, asistí a una fiesta a la que me invitó mi mejor amiga para celebrar con su familia en su casa de campo. Aunque el ambiente era ruidoso y un poco abrumador, estaba decidida a divertirme y, tal vez, conocer a alguien especial. Fue ahí donde la vi: Una mujer de 30 años con un porte seguro y una risa que resonaba en el lugar. Alta (1,75 calculé y luego podría confirmar que era así), de cabello negro bastante corto pero que le quedaba muy bien, ojos marrones, un cuerpo torneado donde se notaba su trabajo de gimnasio y una sonrisa capaz de derretir el hielo más duro. Llevaba un vestido rojo que terminaba un poco más abajo de sus muslos y unas botas de cuero negro tipo militar que la hacían ver entre salvaje y sexy. Nuestras miradas se cruzaron y la mujer, llamada Valeria, se acercó a mí con naturalidad, presentándose. A pesar de la diferencia de edad, la conexión entre dos fue instantánea. Valeria me ofreció una compañía y comprensión que nunca había experimentado antes. Mientras conversaba con ella, sentí que estaba viviendo uno de esos momentos decisivos, una noche que cambiaría mi vida para siempre.

Pasamos el resto de la fiesta hablando de todo, olvidando a los demás que estaban alrededor. De vez en cuando algún tipo se acercaba con la intención de llamar la atención de Valeria, pero ella lo despachaba con un “gracias, pero no” y una mirada seria y fría. Valeria me habló sobre su vida, su trabajo y sus aventuras, mientras yo la escuchaba fascinada, disfrutando de cada segundo de la conversación. De vez en cuando, nuestras miradas se cruzaban y sentía mis mejillas sonrojarse, pero no apartaba la vista; quería seguir allí, junto a Valeria, experimentando esa calidez que nunca antes había sentido.

Hacia el final de la noche, Valeria me propuso salir al jardín para escapar del ruido y respirar un poco de aire fresco. Allí, bajo las luces tenues que colgaban de los árboles, Valeria tomó mi mano y el tiempo pareció detenerse. Nerviosa pero decidida, dejé que mis dedos se entrelazaran con los de Valeria. Hablamos un poco más, hasta que, con una sonrisa dulce, me preguntó si me gustaría salir a tomar un café algún día. Sintiendo que mi corazón latía con fuerza, acepté sin dudarlo.

Cuando llegué a casa, me fui a la cama de inmediato. Allí, empecé a recordar lo que había pasado con Valeria y, aunque sentía que había sido una situación inocente, no pude evitar excitarme imaginado besar a Valeria y acariciar su cuerpo. Mi excitación me llevó a masturbarme imaginando a Valeria desnuda sobre mi besándome y recorriendo mi cuerpo con su boca. Acaricié mis clítoris y mis senos con pasión desenfrenada hasta tener un delicioso orgasmo y me dormí profundamente.

En las semanas siguientes, comenzamos a vernos con frecuencia. (aprovechando que yo empezaría la universidad en 2 meses). Íbamos a cafeterías, paseábamos por la ciudad y compartíamos largas conversaciones que parecían no tener fin. Valeria me fascinaba, pero me daba miedo decírselo porque estaba segura de que me rechazaría por mi edad, aunque sentía que ella también parecía estar atraída por mí. Nos habíamos hecho muy amigas, y una tarde me dijo que la acompañara a comprar un par de bikinis pues se iría de vacaciones a la costa caribe del país en navidad. Obviamente acepté encantada. Fuimos a una pequeña, pero muy exclusiva tienda, donde debes tener membresía para entrar. La encargada nos recibió con mucha amabilidad y le pasó a Valeria varios bikinis para probarse. Fuimos al probador y mientras ella se cambiaba, yo esperaba afuera. Cuando salió con el primer bikini me quedé muda

- Majo (así me llamaba ella) ¿qué tal me queda?

- …..

- Tierra a Majo ¿estás ahí? Jajajajaja

- Ehh, sii. Te queda muy bien. Eh, ahhh.. pero habría que ver más modelos

- Tienes razón.

Los bikinis que había escogido eran muy sexys y dejaban poco a la imaginación. Cuando salió con el último, uno rojo que solo tapaba sus pezones y su vagina y atrás una tirita que se perdía en sus nalgas, por poco me desmayo, Mi corazón se puso a mil.

- ¿Qué opinas de este?

- Es muy pequeño ¿no te incomoda?

- Para nada. Además, es ideal para broncearme. Me gusta que el bikini me deje marcas, pero no muy grandes.

- Pues entonces es ideal. Y te queda muy bien, como los otros.

- Los llevaré todos entonces y te regalaré uno por tu compañía.

- Oh no, no es necesario. Lo hago con gusto. Además, no tengo cuerpo para lucir ninguno.

- Claro que sí. Y no acepto un no como respuesta. Y, por cierto, tienes un lindo cuerpo.

- Muchas gracias, entonces me quedaré con el bikini naranja. Creo que se me verá bien.

- Bueno, un día de estos vamos a piscina, lo usas y te doy mi opinión.

- Listo. Acepto

Salimos de la tienda, Valeria me invitó a cenar y luego me llevó a casa. Al irme a la cama, no pude evitar tocarme pensando en Valeria en ese diminuto bikini rojo, en cuanto me gustaría quitárselo y hacerle el amor sin parar.

La siguiente semana no pudimos vernos porque ella estaba muy ocupada en su trabajo, pero hablábamos por teléfono todos los días. Por el fin el sábado me invitó a cine, pero me dijo que fuera a su casa ya que el cine estaba cerca de ella. Al llegar a su apartamento vi un papel que tenía mi nombre doblado y pegado en la puerta. Cuando lo abría decía “Majo, tuve que ir a la oficina por algo urgente y llegué hace poco. Cuando leas esto, estaré en la ducha. Por favor, busca la llave debajo del tapate de la entrada y ve a mi habitación”.

Hice lo que decía la nota y al llegar a su habitación, aún no salía de la ducha. La saludé desde afuera y me respondió que en un minuto salía. Cuando lo hizo, estaba envuelta en una pequeña toalla que luchaba con esfuerzo por no soltarse y dejarla desnuda. Me saludó como siempre, con beso en la mejilla, me miró a los ojos y me tomó de las manos.

-Majo, tengo que decirte algo y no sé cómo lo vayas a tomar

- (oh, no. Está casada. O tiene pareja. O ya no quiere ser más mi amiga) Claro, dime.

- Desde que nos conocimos en la fiesta, he sentido algo por ti. Algo que se ha intensificado con el paso de estos meses. Algo que no puedo seguir ocultando. Me gustas Majo, me gustas mucho. Es más, me encantas y quisiera que fueras mi pareja. Si crees que nuestra diferencia de edad es un obstáculo, te entenderé perfectamente. A lo mejor quieras estar con una chica de tu edad.

- Vale, solo tengo algo que decirte

Y sin dudarlo, solté sus manos, tomé su cara, cerré mis ojos y le di un suave beso. Mi primer beso con una mujer.

-¿Eso significa que sí?

- Claro. Tú también me gustas mucho y temía decírtelo de igual manera por nuestra diferencia de edad. 

- Majo, me haces muy feliz

- Y tú a mí.

Nos pusimos de pie y nos besamos, esta vez con más pasión. Su toalla cayó al piso, me separé de ella y por primera vez pude ver su cuerpo sin ninguna barrera. Valeria se acercó, y me desnudó lentamente mientras no dejaba de besarme. Me pidió que me acostara en su cama y se puso sobre mi para seguir besándonos (tal como lo había deseado). Era maravilloso sentir su piel cálida y suave. Dejó mi boca y bajó a mi cuello lamiéndolo y haciendo que mis pezones se pusieran muy duros. Bajó sus labios a mis senos y me los chupó mientras estimulaba mi clítoris. Cuando estaba a punto de venir se detuvo, bajo hasta mis piernas, las abrió y su boca besó y chupó mi vagina y mi clítoris como si su vida dependiera de ello. Chupó mi clítoris con intensidad y lo mordió un poco hasta que me hizo venir (lo cual no tardó mucho) en medio de un grito de deseo que llenó toda la habitación, en un orgasmo que derramó un mar de jugos en su boca y que ella bebió gustosa. Al terminar subió a mi boca y me besó mientras jugaba otra vez con mi clítoris, que de nuevo se puso duro casi al instante y me di un nuevo orgasmo masturbándome con suavidad, pero con deseo.

Cuando se acostó a mi lado, yo aun jadeaba y casi no podía hablar. Como pude me acosté sobre ella y la besé.

- Gracias, ha sido maravilloso. Pero me siento algo mal porque me hiciste terminar 2 veces y tú ni una sola.

- No te preocupes, ya habrá tiempo para eso.

Nos besamos y nos quedamos un rato más en su cama hablando y besándonos como 2 adolescentes enamoradas. Cenamos en su apartamento, me llevó a casa y quedamos en vernos el lunes.

Espero les guste esta primera parte. No hubo mucho sexo, pero prometo que en las siguientes partes si lo habrá 😉. Por favor, no sean muy duros en sus comentarios, es la primera vez que escribo un relato.