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BRENDA Y EL PISO 9
Estoy en mi turno de trabajo, soy enfermera y ando algo aburrida. Terminé la relación con mi novio hace unos meses y, aunque emocionalmente estoy bien, siento que algo me falta. Teníamos una vida sexual muy activa y ahora mi cuerpo me reclama. Me siento aburrida, en una vida monótona de mucho trabajo y cero emoción.
Estoy sentada en el escritorio de la sala rellenando las fichas de los pacientes cuando de repente entra Carlos, quien es el ingeniero de sistemas y se encarga del mantenimiento de los equipos y el sistema interno del hospital. Viene hacia mí y me saluda muy enérgico, diciéndome:
“Dime, ¿cuál es el problema?”
¿¿Problema de qué?? Le respondo yo de muy mala manera (me había molestado su actitud tan confianzuda y como tan enérgico).
Uyyy, ¿está brava o fue que no le dieron anoche? Me dice riéndose (¡qué tal el atrevido!! Además de adivino.
—No, señorita Brenda, yo le pregunto por el sistema. Me informaron que había problemas y por eso vengo. —No se me enoje —me termina diciendo, picándome un ojo y sonriendo muy coquetamente… Sinceramente, estaba de muy mal humor, pero algo en su energía me hizo soltar una leve sonrisa y bajar un poco la guardia.
Le permití revisar el sistema y, mientras él trabajaba muy concentrado en el computador, pude observarlo bien. Carlos nunca me había llamado la atención como hombre… Es más, como nada; era simplemente un trabajador más del hospital y no lo había detallado, pero en ese momento lo vi con otros ojos, mejor dicho, LO VI.
Es un hombre blanco, de cabello negro corto; su barba, que cubría la mitad de su rostro y enmarcaba su boca con unos bellos labios, era hermosa, perfectamente arreglada, y le daba una apariencia de hombre fuerte. Tenía los ojos de un tono café claro que resaltaban entre sus cejas gruesas. Seguí con mi inspección disimulada y pude notar por la abertura de su camisa que tenía vello en su pecho; luego me desvío a sus manos, que estaban ocupadas en el computador. Madre mía, qué manos más lindas, gruesas y fuertes como sus brazos. Sin duda es un hombre muy masculino; es bello, me he dicho para mis adentros. Él está totalmente concentrado en su trabajo en el computador mientras yo empiezo a sentir una oleada de calor dentro de mí que me toma por sorpresa. Debería irme y volver luego, pero en realidad verlo me estaba produciendo sensaciones que extrañaba. De repente empiezo a imaginar cómo sería sentir sus manos en mi cuerpo; veo su cuello y su barba y siento ganas de olerlo, de pasar mi lengua por sus oídos… ¡¡¡Dios!!! No, debo controlar mis pensamientos (seguro esto es por tanto tiempo sin sexo que estoy así de morbosa).
Estoy perdida en mi lujuria mental cuando él me mira repentinamente, haciendo que nuestras miradas se crucen. Yo, con mil sensaciones dentro de mí, desvío la mirada hacia otro lugar, muerta de la vergüenza; él, al parecer, lo ha notado, pero solo sonríe y termina su trabajo en el computador. Antes de retirarse, charlamos un poco y yo, con mi actitud más dócil, mostré un poco de interés en él, por lo que al despedirse me pidió mi número celular con la excusa de si me fallaba de nuevo el sistema y terminé dándoselo.
Sinceramente, me sentí extraña; hace mucho no coqueteaba con un hombre, aunque las ganas de sexo me estaban matando.
Ese mismo día, mientras veía pacientes y seguía mi rutina laboral, no podía dejar de pensar en Carlos, en su boca, su cuello, sus manos, en su forma tan varonil de actuar… y cuando recibí su primer mensaje, me emocioné mucho, debo admitirlo.
Empezamos con lo típico formal: ¿y cuántos años tienes? ¿Tienes novio? ¿Cuánto tiempo llevas en el hospital? ¿Qué te gusta hacer? Etc.
Hasta que nos pusimos traviesos y terminamos hablando de nuestros gustos en la cama y las fantasías sexuales que teníamos. Este hombre me estaba generando unos pensamientos muy lujuriosos y, para este punto, con todo lo que me decía, yo ya lo deseaba, así que me abrí un poco a su juego sin saber esto a dónde me iría a llevar…
Entre este cortejo sexual por mensajes de WhatsApp, Carlos me dice que al siguiente día iría a visitarme y que me robaría un beso (sí, era así de lanzado), a lo que yo le dije que ni en sus sueños pasaría algo en el trabajo (por supuesto que no quería que nadie supiera).
Mi mente perversa me traicionó haciéndome ir al siguiente día arreglada como nunca antes, con mi uniforme de enfermera impecable, el cual consistía en un vestido blanco ajustado al cuerpo y por debajo unas medias veladas blancas con su respectivo liguero junto con los zapatos de enfermería. Esta vez me puse un conjunto de lencería morado que me encanta y que resaltaba por debajo del vestido; se podía notar claramente y eso me encantó. Con mi cabello recogido en una cola de caballo, maquillaje sensual y mi perfume favorito, estaba decidida a volver loco a Carlos.
¡¡Cuando lo vi entrar en la sala del hospital, casi se me sale el corazón!! Estaba bellísimo, creo que también me quería seducir ese día, los 2 cazándonos, jajajaja.
Se acercó a mí, me dio un beso en la esquina de los labios que yo lo sentí por todo el cuerpo y ahí supe que yo sería de ese hombre ese mismo día. Hablamos tontamente y se fue dejándome bien inquieta y deseosa.
Unas horas después me envía un mensaje preguntándome si quiero conocer un lugar del hospital que casi nadie conoce. Eso me pareció extraño, pero como andaba muy aventurera y algo caliente, acepté. Me dijo que nos encontráramos en el piso 9.º del hospital. "¿¿Qué?? ¡¡Estás loco!! ¡Ese piso está abandonado y es super tenebroso! ¡¡Por eso mismo!! —me dice él.
Te espero en 1 hora…
Uff, madre mía, ¿qué estoy haciendo…? pienso mientras voy subiendo las escaleras del piso 7.º al 9.º. Me tiemblan las piernas, tengo el corazón acelerado, me sudan las manos y mis pantys están mojados… Sí, estoy algo excitada, esto es una locura, pero no puedo evitarlo, esto me emociona más que inyectar a mis pacientes, jejeje.
Llego al 9.º piso; de verdad es un lugar tenebroso, muy oscuro, con la pobre luz de una lámpara de techo que hace corto y hace parecer el pasillo del terror de una película. Camino un poco buscando a Carlos hasta que este sale de un cuarto de baño.
“Hola, enfermera”, me dice. Pensé que le daría miedito subir aquí sola conmigo.
¿¿Miedo?? ¿Por qué habría de darme miedo? ¿O es que estoy en peligro?
—¡Tal vez! —me dice sonriendo y acercándose; me toma de la mano y entramos al cuarto de baño. Es un baño grande y oscuro, huele a humedad y está lleno de polvo, lo cual me hace pensar en mi pulcro uniforme blanco, a lo que le digo que no puedo seguir ahí porque no me quiero ensuciar y debo volver a trabajar. Carlos se aparta de mí, me mira de arriba abajo y me dice luego de unos segundos: “¡quítatelo! No fue una sugerencia, lo sentí como una orden, y yo para ese punto, con toda la adrenalina y la calentura que tenía encima, simplemente lo hice. Lo miré fijamente mientras bajaba el cierre de mi vestido lentamente hasta abrirlo por completo. Me lo quitó dejando mi cuerpo al descubierto, usando solo mi lencería morada y las medias blancas de liguero. No hicieron falta palabras; la mirada de lujuria que me lanzó Carlos me lo dijo todo. Le encendió mucho verme y cómo no, si me veía muy mamacita ;)
Se mordió los labios y se tocó la entrepierna por encima del pantalón; tenía una erección que se veía notablemente y a mí eso me puso a mil. Yo estaba tan nerviosa como caliente, perdida en la adrenalina, la cual creció cuando se vino hacia mí.
Me agarra con una mano del cabello por detrás de la nuca y con la otra por la cintura, tira mi cabeza hacia atrás y me besa… empieza a besarme suavemente, aunque me sujeta con firmeza, besa mis labios y poco a poco empieza a meter su lengua, la cual es bien recibida por la mía. Ufff, qué rico, cómo me ha calentado ese beso. Empieza a tocarme lascivamente, fuerte; me besa la cara, las orejas, el cuello mientras con la otra mano toca mis senos. Yo estoy perdida en la lujuria, dejándome llevar, dejando que haga lo que quiera conmigo. Me carga y me sienta sobre un lavamanos, queda la posición perfecta para que el tenga total disposición de mi cuerpo, descubre mis senos que están listos para el, los sujeta con las dos manos, pasa su lengua por mi pezon, lo lame, lo chupa, succiona… joder que excitada estoy… sigue su recorrido por mi abdomen aquí me pongo un poco tensa pero verlo a el tan deseoso de mí y oírlo gemir y la manera en la que me esta tocando dispersa cualquier tensión, llega a mi pelvis y aspira mi olor, nos miramos perdidos en deseo, borrachos de lujuria… hace mi tanga hacia un lado descubriendo mi humedad y se sumerge en ella como si fuera un pozo de elixir bendito haciendo que yo me pierda en tiempo y espacio, solo disfrutando del placer de la vista tan espectacular y las sensaciones que su lengua me estaba generando…mis manos aprietan mis senos , halo su cabello… estoy tan excitada que siento que voy a correrme, el lo siente y acompaña su boca con sus dedos los cuales empuja dentro de mi en un vai ven que me mata y en poco tiempo me hace explotar en medio de agudos gemidos que me genera el orgasmo… me ha hecho correr en su boca y se lo ha bebido todo como un animal sediento…
Me besa y me ayuda a incorporarme, aunque yo estoy temblando y aún extasiada. El olor a sexo de su boca me encanta y quisiera seguir, pero debo volver a mis pacientes. Le devuelvo el beso y le digo que debo irme; él me mira un poco desconcertado, pero lo entiende: “Esto no se queda así” y me muestra su enorme erección. Está agitado, cachondo tanto o más que yo. “Claro que no, papasito… ya te compensaré por este delicioso orgasmo, pero ahora debo irme a trabajar”. Me visto, me peino un poco y salimos del baño. Antes de salir del pasillo, nos besamos llenos de deseo y complicidad. Yo voy primero, luego bajas tú, le digo.
Regreso a mi sala de trabajo con una sonrisa en el rostro y las piernas temblando; ¡¡espero poder concentrarme y no matar ningún paciente!! Ahora solo puedo pensar en las ganas que tengo de montar a ese hombre… pero por ahora, ¡¡a trabajar!!
*Nuevo mensaje de WhatsApp*: ¿¿TE GUSTÓ, MAMASITA??
Continuará…