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Jorge y Marcela habían continuado sus encuentros, manejando con cuidado el delicado equilibrio de su relación. Cada momento juntos era un escape, una mezcla de pasión y complicidad que los alejaba de la rutina y las posibles consecuencias de ser descubiertos. Sin embargo, en una de esas escapadas, la realidad estuvo peligrosamente cerca de interrumpir su mundo secreto.
Era un viernes por la tarde cuando Marcela envió un mensaje a Jorge:
"Tengo algo especial planeado para nosotros. Nos vemos en el Hotel Nutibara a las 7:00 p.m."
El Hotel Nutibara era un lugar elegante en Medellín, lo suficientemente discreto como para pasar desapercibidos, pero con el nivel de comodidad que Marcela adoraba. Jorge llegó puntual, encontrándose con ella en el lobby. Vestía un vestido rojo ajustado que resaltaba su figura, y su perfume llenaba el aire a su alrededor.
—Siempre logras dejarme sin palabras —dijo Jorge mientras ella lo tomaba del brazo y lo guiaba hacia la recepción.
La habitación estaba en el piso 10, con una vista impresionante de la ciudad. Tan pronto como cerraron la puerta, la tensión acumulada durante la semana desapareció. Sus besos eran intensos, cargados de deseo y urgencia. Marcela se dejó llevar, disfrutando del vigor de Jorge y entregándose por completo al momento.
Sin embargo, mientras descansaban después de la pasión, Marcela recibió un mensaje en su teléfono. Era de su nuera, Daniela:
"Estoy cerca del Hotel Nutibara, comprando unas cosas. ¿Te interesa salir por un café?"
El corazón de Marcela dio un vuelco. Miró a Jorge, que notó de inmediato el cambio en su expresión.
—¿Qué pasa? —preguntó él, incorporándose.
—Es Daniela… mi nuera. Está cerca del hotel —dijo en un susurro, tratando de no entrar en pánico.
Jorge se levantó rápidamente, considerando sus opciones. Si Daniela los veía juntos, el escándalo sería inevitable. Decidieron que lo mejor era esperar y evitar salir hasta que estuvieran seguros de que ella se había ido.
Marcela, siempre precavida, bajó las cortinas de la habitación y apagó las luces, dejando que solo el resplandor de la ciudad iluminara el espacio. Sentados en la cama, sus corazones latían al unísono, no solo por el temor de ser descubiertos, sino también por la emoción de lo prohibido.
—Esto es una locura —susurró Marcela, con una mezcla de risa nerviosa y adrenalina.
—Y eso lo hace aún más emocionante —respondió Jorge, inclinándose para besarla de nuevo.
Pasaron unos minutos que se sintieron eternos. Finalmente, Marcela recibió otro mensaje de Daniela:
"Ya terminé mis vueltas. Otro día nos tomamos ese café, ¿vale?"
Marcela dejó escapar un suspiro de alivio y mostró el mensaje a Jorge, quien no pudo evitar reír.
—Por poco y nos descubre —dijo él—. Esto fue demasiado cerca.
—Demasiado cerca —repitió Marcela, todavía con una sonrisa nerviosa—, pero definitivamente valió la pena.
La noche continuó con una mezcla de risas y susurros, ambos conscientes de que la línea entre el placer y el riesgo hacía su relación aún más intensa. Sabían que tendrían que ser más cuidadosos en el futuro, pero por ahora, decidieron disfrutar cada momento, sin pensar en las consecuencias.