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Habíamos estado cerca de dos horas en la habitación del hotel. M había experimentado varios orgasmos, ya hacía un tiempito que era mi esclava y no sólo lo había aceptado, lo disfrutaba mucho, ambos lo disfrutábamos. No es tan simple lograr ese feedback entre Amo y sumisa. M empezaba a humedecerse no bien empezábamos una sesión... o un encuentro, si les gusta más (en definitiva es lo mismo). Aquí me permito una aclaración, el común de la gente piensa que BDSM significa golpes y violencia física, pero no es estrictamente así, hay muchísimas variantes. Lo que si es concreto es que hay alguien que domina y otro que obedece. Siempre consensuado y hablado claramente de antemano. Volviendo al relato, la habitación 206 de este hotel que frecuento, tiene una cruz de San Andrés, M estaba sujeta a esa cruz completamente desnuda, salvo por su collar de sumisa y el antifaz ciego, mientras yo me duchaba. Volví a la habitación cubierto solamente con una toalla, su cuerpo respondió sólo con percibir mi presencia. Noté como se tensaba su cuerpo en un estado de alerta, aunque de inmediato tomó su actitud sumisa. Parado en medio de la habitación le dije: —Te traigo un refrigerio, putita. La liberé, le saqué el antifaz y le pedí que se acercara y se arrodillara. Rápidamente se puso de rodillas frente a mi. Sin que se lo dijera abrió su boca y sacó la lengua, a la espera de lo que fuera a darle. Tomé unos precintos plásticos que llevaba en mi bolso y até sus manos a la espalda, le acaricié la cabeza y le dije: — Buena chica. Volvi a ponerme delante de ella, me quité la toalla liberando mi erección, mientras a ella se le hacía agua la boca y pequeños hilos de saliva caían por sus labios, hasta los pechos. Tenía mi pija en la mano y la masturbaba lentamente, mientras veía en sus ojos como crecía el deseo de tenerla completamente en su boca, de atragantarse con ella, de saborearla. — Esta es tu nueva vida. Ahora me pertenecés. Le dije mientras se la metía en la boca. M estaba entregada, yo le daba lo que quería justo cuando lo deseaba. Sin usar las manos, empezó un movimiento lento de cabeza, metiéndola y sacándola, y una de las veces la sacó de su boca rozándola suavemente con los labios y dándole pequeñas lamidas en la punta. Abrió su boca, dispuesta a recibirla, cuando la tomé del pelo y eché su cabeza hacia atrás metiendo con dureza mi verga en su garganta. Lo hacía con la fuerza suficiente como para provocarle arcadas, ella disfrutaba y babeaba. Poco después sentí la llegada del orgasmo y acabé profusamente, M lo tragó todo. La saqué despacio y dejé que la limpiara completamente con su lengua y sus labios. — Te gustó putita? — Sí Amo, me encantó. — Ahora te voy a lavar, como a las buenas perras, para que estés lista para mi. — Sí Amo. Enganché la correa a su collar y cuando vi que se levantaba, le dí un tirón a la correa. — Las perras andan en cuatro patas putita. Es la última vez que te lo digo. — Sí Amo. La llevé al baño e hice que se metiera en la bañadera, en cuatro patas. Con una seña le indiqué que sería ahí donde haría sus necesidades. Meó ahí mismo, la orina caía sobre sus piernas, noté cierta vergüenza mezclada con placer. Me miró y vió una pequeña sonrisa en su cara, supo que algo estaba imaginando. Puse mi mano en el chorro de pis, y empecé a extendero por su cuerpo, y finalmente en la cara, y al final le hice lamer mi mano. Finalmente templé el agua de la ducha, y la lavé como si lavase a un perro, le gustó y se dejó hacer. De repente me miró asombrada cuando notó algo entrando en su culo, y al principio se asustó y sintió cierta molestia, ya la había penetrado analmente en varias oportunidades, incluso con vibradores de diferentes tamaños, en este caso se trataba de una pera de goma para enemas. Le acaricié la cabeza y se tranquilizó. — Vamos a lavarte ese culito, no te preocupes, pronto habrá pasado. Es sólo agua tibia en tu interior, que luego expulsarás, y lo repetiremos hasta que el agua salga limpia. Estuvimos bastante tiempo con eso. Limpié los restos que habían quedado sobre su cuerpo, tiré de la correa levantando su cabeza, y la besé suavemente. Volví a tirar de la correa y salió de la ducha, y se arrodilló en posición de sumisa sobre una toalla, mientras yo la secaba con el toallón. Me siguió gateando y fuimos hasta la cama, me recosté y ella se sentó a mi lado. — Espero que te este gustando tu nueva vida, putita. — Sí Amo, me encanta. — Hoy estás siendo muy obediente, te merecés un pequeño premio. Ponete cómoda y abrite de piernas para mí. Mostrame como gozás hasta que acabes otra vez como a buena putita que sos. M se puso boca arriba y abrió sus piernas para mí, tal como le ordené. Se empezó a masturbar, le gustaba y me gustaba verla disfrutar, su ritmo fue en aumento hasta que arqueó su cadera y acabó gimiendo. — Dejame que saboree tu mano con tus flujos de putita caliente. Me deleité con sus dedos en mi boca, la caricié en el rostro y la besé otra vez, le dije que se recostara a mi lado, la abracé y así nos quedamos un buen rato.