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Y ahí esta el, extasiado, rozando la belleza de su ser entre las sabanas blancas que suavemente masajean su piel. Yo, oculta tras la cámara, capturando milimétricamente todos sus movimientos y saboreando mis labios mientras traigo a mi mente todos los recuerdos de este día, y el sentir que me produce esa bella piel bronceada de un atardecer sobre mi piel.
Sólo queda el éxtasis de aquel momento lleno de amor y de lujuria en medio de gemidos, besos apasionados y caricias, con el único testigo... el sol.