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Pasadas las 7 pm de aquella tarde noche de la fría Bogotá, le dije a Tamara que no podría llevarla, tenia otros asuntos laborales que hacer. Previamente le había dicho a José Antonio, nos encontraríamos, para charlar, en un bar muy conocido de La Macarena, a cinco cuadras del sitio, pero que llegara con discreción, para que no se levantaran sospechas de nuestra charla.
Él ya había consentido encontrarnos, pero (después me confeso) con inquietud e incertidumbre ante su sospecha, fundada, de que se relacionaba con su encuentro sexual con Tamara.
Nos saludamos con un nuevo apretón de manos. Yo, león en celo, con voz de rayo de luna llena. El, gato valiente, con piel de tigre. Te invito, le dije, ¿qué quieres tomar? Titubeante, me dijo lo que tú quieras pedir; cosa que me dio seguridad de que él estaba, en el fondo, entre temeroso y la necesidad de evidenciar su verdadera personalidad, no agresiva, cercana, de amigo.
Pedí un tequila, y antes del primer trago, le dije que sabía que él y mi pareja habían estado follando. Yo te explico, disculpa, lo siento… Le hice saber que mi conversación no era para buscar culpable, ni juzgar, que ambos nos comportaríamos como lo que somos, hombres. Tomamos un trago de tequila por cada duda, que genero un ambiente de confianza mutua, ayudando a que pasara de largo el terremoto.
Le explique que ya había conversado con ella; de las circunstancias poco común de lo que hicimos: sexo, sin cuestionamientos, salvaje, de disfrute pleno, libre. Que desde el mismo momento empecé con pensamientos inauditos, raros, que lo involucraba, sin que tuviera una explicación razonable, más que el hecho real de esa rara combinación de celos y excitación, quizás como recordatorio del animal que llevamos siempre.
Quedo perplejo de lo que escuchó, muy pensativo, nervioso, de mi actitud de sinceridad, poco convencional. Inmediatamente, con una reacción intuitiva, no razonada, se paró y me abrazó. Luca, tengo que expresarte mi sincero respeto, y, de alguna manera, admiración por la manera de manejar esta situación. Estoy apenado con Tamara, pues fui yo quien la provoco, sabiendo su estatus de compromiso, pero son los momentos humanos en que la pasión nubla la razón. Otros tragos siguieron el silencio y meditación de ambos.
José Antonio, cuéntame de ti. Migrante involuntario, pero con necesidad de supervivencia, de querer ayudar a mi familia en Barquisimeto. De pocos amigos acá, por las circunstancias, pero serio y responsable a pesar de mis 27 años, con una relación deteriorada por la distancia, y sin futuro cierto. Esto ultimo lo mas angustiante, y no es inspirar lastima, sino aprovechar las oportunidades. Agradecido con su trabajo, sus compañeros y bueno, con Tamara, que es mas que deseo sexual de paso, aunque ese día lo necesitaba, y lo disfrutamos. Por si te consuela, ella en verdad te quiere, aun cuando tuvo la valentía de tomar la iniciativa.
Luca, explícame lo que dijiste de hacer sexo con ella, simulando lo que hicimos, y quedarte pensando, de alguna manera, en mí. Tome dos tragos largos, para intentar explicarle lo que hasta ahora no tenía explicación para mí.
Le confese que había buscado información en internet sobre esa situación, si era común, de porque esa rara mezcolanza de celos & excitación. No encontré razón racional, más que intuir que el pensarlos desnudos, teniendo sexo, en una circunstancia arriesgada para ella, y disfrutarlo, como le hice disfrutar conmigo, que disparo la arrechera, sería la mejor explicación posible.
Ahora, la situación que aun persistía de imaginar, en sentido estricto, su verga, testículos, a partir de lo descrito por Tamara, no tenia explicación, no me había pasado, y esa rara sensación de comparar, de verificar, de conocer que es lo que la atraía a ella.
Callados, terminamos de un tirón lo que quedaba en ambos vasos de tequila. Le dije, disculpa, debo ir al baño, me dijo, tranquilo que yo también necesito ir.
Al entrar al baño, lo primero que aparece es un letrero de cuidar una limpieza inexistente, y tres urinarios, en que apenas se puede transitar. Coincidimos en simultaneo, con un señor mayor que se retiraba de inmediato. No pasaron dos minutos cuando José me dijo, Luca este soy, mostrando entre sus manos su verga, grande, semi excitado, cual trofeo por mostrar, acompañando de la frase: esta es la que se comió tu pareja, sin sentir vergüenza de decirme lo que le apetecía hacer sin tapujo alguno. No lo tomes a mal, pero creo te debo y te debes saber cómo soy, y si te parece, cumplir tu “fantasía” para que no sea algo que te atormente.
Me estremecí con un latigazo en toda la espina dorsal. Lo mire, y fueron segundos para descubrir qué tipo de palabras utilizar en esas circunstancias. Confieso que para mí interior, no expresado verbalmente, me dije que su aparato superaba con creses cualquier fantasía y descripción de Tamara; y no era solo el tamaño, que de por si es gigante, y es trofeo de triunfo para cualquier hombre, sino el todo, y en la circunstancia arriesgada, quizás desafiante de su actuación. Solo me atreví a expresar: entiendo por qué Tamara te eligió. Y acto seguido escuche casi a susurro, cuando José Antonio, más desenfadado, alargo su mano, cogió mi verga, diciendo, pero la tuya es grande también.
Fue de inmediato el estirón de ambos, que intentamos disimular, pero me dije, que viva la procesión que va por dentro. Fue claro, me dijo que no había nada que disculpar, que lo conversado, y su percepción sobre mí, que era de antes de esa tarde, le daba confianza de para hacer lo que hacia, y que ojala llegáramos a hacer amigos, cómplices, sin prejuicios, sin cuestionar. Lo toque también, ambos quedamos unos segundos intercambiando manos en el sexo contrario, cual pacto de hombre, que con mente flexible podían encausas sus emociones. Duro poco, con la entrada de otro hombre. Nos devolvimos a la mesa, ya para pagar, y le dije que había sido un grato en rato, la conversación y que esperaría poder comunicarnos en algún momento.
Ambos, con una sonrisa a medias, nos dimos las manos que antes habían sido llenadas de pasión. Por solidaridad y cortesía le pregunte si lo acercaba en mi moto, me dijo vivía para Los mártires, y que me alejaría de Cedritos. No pasa nada, le dije, y se montó detrás, en la moto. Esa noche, las pesadillas se convirtieron en un sueño en el paraíso.
Quedamos en hablar pronto. (continuara)