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"Entonces, nos vemos allí". "Si, a las 3". "Perfecto, allí estaré. "Muy bien, te estaré esperando en la habitación del hotel, se puntual...". "Ok, nos vemos, adiós". "Chao". Elena colgó el teléfono de su casa, y se paro a pensar. Ya no había marcha atrás. La cita ya estaba pactada, la habitación de hotel pagada, ella le había dicho que la estaría esperando. No podía dejarla plantada, no se acobardaría a ultimo momento, después de tantas charlas por el whatsapp que fueron subiendo de tono hasta que al fin se animaron a arreglar su primer encuentro. "Cariño, ¿con quién hablabas?". "¿Ehh?... con... una amiga, me voy a ver con una amiga de la universidad". "Ah, ¿la que te encontró en Facebook?". "Sí, la misma". "Dale saludos de mi parte cuando la veas". "Pero si no la conoces de nada". "No importa, hazme quedar bien por si algún día la invitas a cenar a casa". "Ok, le daré tus saludos". Su esposo, como siempre, no sospechaba nada. Tras 11 años de casados, y una vida sexual en decadencia, Elena había decido explorar su sexualidad cama afuera, se adentró en los callejones oscuros donde los letreros de clubes desnudistas y de striptease alumbraban los corredores con tonos de luces led. Fue así que terminó manteniendo relaciones sexuales con completos desconocidos que la satisfacían tanto o más que su esposo cuando fueron jóvenes, y todavía no pensaban en el compromiso. Una noche, intencionalmente, se metió en un club de lesbianas. Le dio curiosidad, explorar un nuevo ambiente, y allí conoció a Karina, una joven preciosa a quien le dio lástima que estuviera sola en la barra del club. Le invitó un par de tragos, charlaron animadamente, y un poco por la desinhibición que proporciona el alcohol, Elena coqueteó con esa muchacha en mini falda y top escotado. Karina no se inmutó cuando apoyó su mano en su rodilla y la acarició, le dejó hacer y subir hacia su culo, a la vez que se acercaba a ella y apoyaba su mano en las anchas caderas de Elena. Se besaron tiernamente, y aquel roce de labios excitó a Elena más de lo esperado. No se separaron por un buen rato, sentadas en las sillas altas, rozando mutuamente sus piernas y tobillos. Karina la invitó a bailar, danzaron al ritmo de la música, frotando sus cuerpos, dándose besos de lengua cada vez más intensos. Karina la llevó hacia un rincón bajo unas escaleras, la acorraló con sus brazos a cada lado, y las manos de Elena se posaron en su culo. Karina manoseó los grandes pechos de Elena por encima de su blusa, y le dijo: "Me tienes como loca, mujer". "Enséñame Karina... enséñame ha hacerle el amor a una mujer", le rogó Elena, un poco fuera de sí, al estar extasiada por el placer que le proporcionaba ese manoseo de sus pechos. Karina le dijo que podía enseñarle, pero no allí. No estaba tan alcoholizada como Elena, y sabía que si la llevaba a su departamento, luego no recordaría nada de lo sucedido, y lo que Elena precisamente quería era tener una experiencia memorable. Sacó el móvil del bolsillo de sus jeans, agregó su número de teléfono con el nombre de "KAR69", y volvió a guardarlo en su bolsillo. Karina sacó a Elena de ese oscuro rincón, y la llevó afuera, a una plaza a un par de calles. Allí le explicó su plan, tener un encuentro sexual en un hotel alojamiento a las afuera de la ciudad, donde nadie las reconocería. Elena estuvo de acuerdo, Karina la despidió con un beso en los labios y una caricia en la mejilla, se alejó atravesando una arboleda, desapareciendo en la oscuridad. Al día siguiente, Elena creyó que todo había sido un sueño, pero al revisar su móvil, y encontrarse con un nuevo contacto, supo que había sido real. Llamó al número de "KAR69", y le atendió una voz dulce y femenina. "¿Ka...Karina?". "Sí, soy yo, ¿eres Elena?". "Sí, vaya, no recuerdo haberte dicho mi nombre". "Claro que me lo dijiste, pero estabas ebria mujer, por eso no te acordarías, pero yo si lo recuerdo. "¿Podrías refrescarme la memoria?". "¡Claro!". Karina le contó con lujo de detalles lo sucedido aquella noche, y Elena cambiaba su expresión de sorprendida y avergonzada, a excitada por los detalles y la voz de Karina, que la invitaba a imaginar los hechos. "Así que... estas casada Elena". "Sí". "Y dime, ¿habías besado o tocado a otra mujer antes?". "No, tu has sido la primera". "¡Pues vaya, qué privilegio!, entonces tampoco has tenido sexo con una mujer". "Es obvio que no". "¿Y te masturbas?". "¿Oye, pero qué clase de pregunta es esa?". "Por favor Elena, yo a los doce años ya me tocaba, ¿tu no?". "No... yo... nunca me he... tocado". "¡Ay mujer!, ¿y qué haces cuando no tienes a tu esposo a mano?". "Yo... nada, veo la televisión". "¿Y no tienes juguetitos?". "No...". "Vale... creo que tendré que trabajar mucho contigo, ¿recuerdas que te dije de tener un encuentro?, tu sabes... íntimo". "Sí, algo de eso recuerdo". "Vale, ¿y cuándo estás libre?". "No lo sé, tendré que revisar mi agenda". "¿Trabajas mucho?". "Sí, soy secretaria". "Mmmhh... una secretaria sexy". "No me acuesto con mi jefe, si a eso te refieres". "No, querida, no me refería a eso... pero bueno, revisa tu agenda, ve qué día estás libre y me llamas al móvil y me dices, ¿vale Elena?". "De acuerdo". "Me tengo que ir, chao". Elena la volvió a llamar después de la cena. Arreglaron verse en el hotel un sábado a la tarde, Karina le dijo que llevaría lencería erótica, "para encender tus deseos, guapa". Elena pasó por un local de lencería al salir de la oficina, se probó un par de conjuntos de encaje, y optó por uno rojo de encaje negro en los bordes. Guardó la caja con la lencería en su bolso de salir, su esposo jamás revisaría allí. Cuando Elena quiso acordarse, ya era sábado, el día estaba nublado y gris, pero eso no impediría que tuviera su primer encuentro sexual con una mujer. Desayunó con un nudo en el estómago, los nervios la atacaron desde el instante en que abrió los ojos. Su esposo se fue al club de natación después de almorzar, y llevo a Elena a una plaza en el Centro, donde supuestamente se reencontraría con su falsa amiga de la universidad para ir al hotel desde allí. Una vez su marido se fue, Elena pidió un taxi y la acercó al hotel que quedaba a unos diez minutos de la plaza. Suerte para Elena, el hotel alojamiento quedaba a las afuera de la ciudad y allí nadie la reconocería. Llego al hotel dando las tres en punto de la tarde. Entró apresurada, retiró la llave del mostrador, y la mujer que la atendía le dijo que la esperaban arriba. Elena corrió al ascensor, presionó cinco veces el botón del 5° piso, y salió al galope al llegar al destino, sin detenerse a observar las pinturas y los cuadros que decoraban las paredes del pasillo. Llegó a la puerta con el número 69, al final del pasillo, y se detuvo en seco ante ella. Del otro lado, Karina la esperaba. Ya no había marcha atrás, era ahora o nunca. Metió la llave, abrió la puerta violentamente, y lo primero que oyó fue su nombre. "¡Elena!". Karina, que había estado sentada en la cama, se levanto de un salto y fue a verla. Llevaba puesto un conjunto oscuro con lunares rosados, el cabello color miel suelto sobre los hombros, los ojos verdes delineados y los labios englosados. "Por fin llegaste, guapa, pensaba que no ibas a venir...". "Hola...Karina, pues si, aquí estoy como te dije". Karina se acercó a ella y la besó en los labios, con un sonrisa pícara en el rostro. Elena la admiró detenidamente. El cuerpo juvenil de Karina la convenció de no echarse atrás. La piel de porcelana, los pecho medianos, el torso largo, las caderas anchas y las piernas largas y torneadas. Karina dio un giro sensual, y los ojos de Elena quedaron cautivados por ese culo pálido y perfectamente redondo que pedía a gritos una nalgada. "Dime Elena... ¿te gusto como voy?". "Sí", dijo embelesada Elena. "¿Cuánto?". "Muchísimo Karina". "Pienso lo mismo de ti". Karina jugaba con los botones de la blusa de Elena. "Anda... ve a cambiarte, guapa, que no me iré a ninguna parte". Elena fue derecho al baño y se cambió a velocidad relámpago. En menos de un minuto llevaba puesto el conjunto que había comprado y dio por acertada su elección. Le favorecía más de lo que hubiese imaginado. Salió del baño, un tanto tímida, caminando hacia Karina, que la esperaba parada junto a la cama. "¡Vaya, vaya!, estás...". "¿Guapa?", le pregunto a Karina. "No... estas hermosa". Karina apoyó sus manos sobre sus hombros y la besó suavemente. Elena la abrazó rodeándola con sus brazos, presionándola contra su cuerpo, sintiendo la calidez de su piel y el ardor del suyo. La intensidad de los besos iban en aumento a cada segundo, y las caricias eran cada vez más sensuales. Las manos de Karina subieron desde su cintura hacia su teta izquierda que asomaba por la tasa del sostén. Ella refregó su mano, apartando sus labios de los de Elena para besar ese trozo de piel que se le puso de gallina. Karina la miró directo a los ojos, y dejó escapar una risa nerviosa. "Se supone que... ya que tu eres... mayor que yo, sin intención de ofender, tú deberías ser quien me enseñe". "Tienes razón, no sé qué estoy haciendo, no puedo creer que llegué hasta aquí" dijo Elena. "Tranquila, Elena, relájate, que no hay problema, yo te enseño". Karina hizo sentarse a Elena al borde la cama, se sentó a su lado, peinó un mechón de cabello tras su oreja con sus dedos, y llenó de besitos su mejilla. Deslizó su mano sobre su pelvis, y suavemente la frotó, haciéndola suspirar fuertemente. El corazón de Elena latió con fuerza, su pecho se elevaba y bajaba al ritmo de su repentina y acelerada respiración. "¿Recuerdas que me dijiste que nunca antes te habías masturbado?". "Si...". "Bueno... yo lo haré por tí". Al decir estas palabras, Karina metió su mano bajo las bragas de Elena, acariciando su coño, que inmediatamente se humedeció. Acarició la capucha del clítoris, y este salió al encuentro con sus dedos. Se lo frotó suavemente, con movimientos circulares, haciéndola gemir y mover sus caderas. Elena se echó hacia atrás dejándose caer sobre el colchón de la cama, sacudiéndose como una víbora al ritmo frenético de los dedos de Karina, que la masturbaba con sorprendente maestría. A Karina le excitaba sentir los jugos de Elena empapando sus dedos, su olor invadió sus fosas nasales, y siguió masturbándola hasta que Elena arqueó la espalda y, seguido de un alarido de placer, una cascada de jugos aterrizaron en los dedos de Karina, y sorprendentemente experta, amante. Karina retiró sus dedos, se los llevo a su boca y se los limpió, y se puso a besar el bajo vientre de Elena. Abrió sus piernas con delicadeza y le quitó las bragas, despacio, permitiendo que se deslizaran por su piel. Volvió a besar su bajo vientre, subiendo y lamiendo la línea del abdomen. Lamió su cuello, su mentón, su par de labios y la punta de la nariz. Elena abrió los labios para suspirar y Karina metió su lengua hasta el fondo de su garganta. Manoseó sus tetas, y metió las manos bajo su espalda, logrando desabrochar el sujetador. Lanzó el sujetador al aire, con destino el suelo. Acarició sus tetas, los pezones erectos, se los chupó y succionó de ellos, sobándolos con la punta de su lengua. Elena solo podía admirar la escena, con los ojos de Karina clavándose en los suyos por largos segundos, sin detenerse, tratando cada pecho del mismo modo. Karina volvió a descender hacia su coño desnudo. Lamió los labios vaginales, rosados y humedecidos, chupó el clítoris, y los gemidos de Elena fueron estimulante música para sus oídos. Se lo chupó con fuerza, lo refregó un poquito con las yemas de dos dedos, se llevó ese par de dedos a la boca, los chupó empapándolos en su saliva, y suavemente los introdujo en la lubricada vagina de Elena, rotándolos. Los músculos de su vagina los presionaron, soltándolos y apretándolos con una fuerza pasmosa, y Karina ejecutaba su mete-saca sin dejar de lamer el clítoris de Elena, que comenzaba a jadear y a arquear nuevamente su espalda. Dos orgasmos en menos de 15 minutos. Ni la propia Elena se lo creía, de tantos años que llevaba fingiéndolos. Karina retiró sus dedos de dentro de Elena, se puso de pie, frotándole las rodillas. Elena se recuperó de ese fortísimo orgasmo, se incorporó en el borde de la cama, sin apartar sus ojos de los de Karina. Ella llevó sus manos a su espalda, se desabrochó el sujetador y lo dejó caer al suelo. A Elena le enternecieron esos senos pálidos y de pezones rosados, firmes y ubicados a la altura de sus ojos. Karina dio un paso hacia ella, acarició su cabeza, y apoyó su mano en su nuca, empujándola directo hacia su seno izquierdo. "Acaríciame...". Elena acarició sus pechos, presionándolo suavemente con los dedos, frotando el pezón con las yemas, hasta endurecerlo. "Y ahora... chúpalo". Elena no dudó en obedecer. La teta entró completo en su boca, lo chupó y mamó de sus pezones como una bebota. Cerrando los ojos, lamiendo a ciegas ese pezón rosado, chupándolo con delicadeza. Karina acariciaba su cabeza, la observaba detenidamente, registrando esa escena en su retina. Elena trató la otra teta del mismo modo, valiéndole de sus labios y lengua, posando sus manos en el culo de Karina, acariciando y presionando sus nalgas, clavándole las uñas. Karina empujó su cabeza hacia atrás, dio un paso hacia atrás, se inclinó en perfecto ángulo, y se quitó las bragas, dejando a la vista un pubis perfectamente depilado. "Y ahora... arrodíllate". Elena se arrodilló ante ella sin chistar, elevó su rostro, y mientras sus miradas se clavaban la una con la otra, Karina volvió a acariciar su cabeza. "Sabes qué debes hacer, ¿verdad?... tu solo déjate llevar". Karina, cogiendo la cabeza de Elena con sus manos, la empujo hacia su coño, y Elena se puso a lamer los labios vaginales, apoyando sus manos en el culo de Karina, para que abriera más sus piernas. Chupó el clítoris, acariciando las nalgas de Karina de una mano y extendiendo la otra a lo largo de su abdomen, manoseando su teta izquierda. Karina echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos, y gimió sin cesar. "Oooohhh, sí... Ooohhh, Elena... ¡qué bien me chupas el clítoris, lindura!... sigue, sigue... no pares... aaahhh..." Elena estaba lame que te lame. Nunca creyó que los jugos de Karina serían tan ricos, y ella estaba que ardía, se sacudía y meneaba las caderas al ritmo de la voraz lengua de Elena. Karina se apartó de Elena, la empujó y la hizo caer boca arriba en el suelo, se arrodilló con su coño sobre su boca, y cabalgó un largo rato sobre esa viscosa lengua, presionando el rostro de Elena con sus glúteos. Por fin se calmó y se le quitó de encima, el rostro de Elena estaba enrojecido. Karina abrió sus piernas y restregó su coño contra el de Elena. Los labios vaginales parecían besarse, los clítoris se estimulaban mutuamente, y los jugos de Karina acababan penetrando en la vagina de Elena, que gemía a la par de ella, tomándose de las manos con los dedos entrelazados. Tuvieron un orgasmo simultáneo, otra de las tantas cosas fingidas por Elena en su matrimonio que resultaban hacerse realidad. Las dos mujeres se echaron en el suelo, exhaustas. Tratando de recuperar el aliento. "¿Y...?, ¿que tal tu primera vez con una mujer?". "Uff... ha sido...". "¿Increíble?". "Ha sido inolvidable". "Que bien, lo has hecho de maravilla Elena". "Tu también Karina". "Y... ¿cuando quieres que nos veamos de nuevo Elena?". Elena estaba a punto de responder, cuando sonó su móvil, y se levanto del suelo de un salto, revolvió frenéticamente su bolso hasta encontrarlo. Contesto y era su marido. La esperaba en casa para la cena. Elena cortó en menos de 20 segundos. "Debo irme Karina". Recogió su ropa del suelo y corrió al baño a vestirse. Salió acomodándose la blusa que se había puesto al revés. Karina la ayudó y sacudió sus hombros, para llamar su atención. "¿Volveremos a vernos?". "Por supuesto, yo te llamo luego". "O mejor yo te llamo, tendré una semana agitada" le dijo Karina. Elena cogió su bolso y se lo puso al hombro. Le dio un beso rápido a Karina y le dijo adiós. "¡Espera Elena!". Karina la detuvo en el marco de la puerta y la tomó de la cabeza para besarla intensamente. Un beso de despedida. "No me olvides Elena...". "Ni en sueños". Elena atravesó el pasillo girando su cabeza cada dos o tres pasos mirando hacia la puerta. Karina la observó desde el marco de la puerta hasta que entro al ascensor y se perdió de su vista. Elena se subió a un taxi y puso rumbo hacia su casa. Al comienzo del trayecto, su móvil volvió a sonar. El identificador de llamadas decía "KAR69". "¿Si?". "Ya te extraño Elena". "Yo también te extraño", ¿cuando podré volver a verte Karina?". "La próxima semana... ¿mismo lugar... y misma hora?". "Me parce perfecto". "Y te invito a un café". "Me encanta el café". "Y a mí me encantas tu Elena...". Elena se ruborizó. Sonrió como una tonta enamorada y largó una carcajada. "¿Qué es tan gracioso Elena?". "Nada, es que... ha sido maravilloso, muero de ganas de volver a estar contigo Karina". "Y eso que aún no te he enseñado todo". "¿Y cuánto me falta por aprender?". "Mucho, Elena... mucho". "¡Vaya!". "Ok, te llamo más tarde que voy llegando a casa, chao". "Chao, guapa". Elena cortó la llamada, y por un momento, se sintió vacía. Elena se mantuvo sumida en sus pensamientos, rememorando lo que acababa de experimentar en ese cuarto de hotel, y ansió con todas sus fuerzas que la semana pasara tan rápido como el correcaminos.
Continuara...