
Compartir en:
Allí, donde nos encontramos, quiero verte otra vez, dejo José Antonio un mensaje en mi wasap. Quiero comentarte algo que no pude decirte, y en verdad me gustaría hacer nuevos amigos.
Le dije que no podría en el lugar y hora que decía, pero que le confirmaría. Pasaron apenas diez minutos y le respondí que sí, de acuerdo. Tiempo en el cual alcance a cancelar otro compromiso laboral.
Llegue unos cuantos minutos antes que él, que se tornaron eternos. Esta vez serán cervezas, me dije, y rondaban las 4 Club Colombia, cuando apareció. Con su acostumbrado desenfado juvenil, con actitud de amigo de toda la vida, me dio un ferviente apretón de manos. Luca, no hay nada raro en que te dijera vernos, en verdad quiero hacer amistad contigo, ya sabes que acá no tengo muchas personas conocidas. ¿le comentaste algo a Tamara que ya conversamos?
Le respondí, con la misma interrogante: ¿tu le has dicho algo? No. Pues tampoco. He preferido esperar unos días para charlar cuando sea el mejor momento. ¿Una cerveza? Pues claro, pero con una condición, la próxima vez yo invito a comer unos pepitos (comida típica de mi país) pero es en un restaurante casero de una señora, cerca de Paloquemao. De acuerdo.
De inmediato dijo José Antonio: Si te contara la inmensa amargura que llevo tan dentro, me dijo. Después del día que estuvimos acá, noche tras noche llega a mi memoria como una condena lo que conversamos y el incidente que nos pasó en el baño. Ese recuerdo es el daño mas fuerte que me hago yo mismo, por vivir soñando que nunca más pudiera verte y poder conversar, arrepentido de que Tamara y Tu pudieran terminar mi culpa.
Te soy sincero, le respondí, no he sido el mismo con Tamara, nos queremos, nos gustamos, disfrutamos sexualmente, pero no creo que ambos lleguemos a realizar un proyecto de familia. Decidimos que mientras ambos queramos, estaremos en una relación, respetuosa, libre, sin condicionamientos, y que, eso sí, seriamos amigos bajo cualquier circunstancia. Y de otro lado, con relación al incidente de ambos, mientras yo te miraba, lo digo con sentimiento, mi pensamiento me traicionaba.
Se sonrojo, pero muy a su estilo me dijo que me entendía, pues le pasaba lo mismo.
Y como la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes, y los amores cobardes son llegan ni amores, ni a historias, se quedan allí, me dijo, Luca, caminemos un momento, para tener mejor privacidad. Fuimos a un lado apartado del bar, con una luz que vacila y promete dejarnos a oscuras. Mirando a los ojos me dijo: yo tengo una experiencia bisexual desde antes de llegar a Colombia, y espero que eso no te ofenda. Y sin esperar mi reacción, me dio un largo abrazo.
Dejo todos los recuerdos sin acabar, todos los misterios sin explicar, todas las preguntas sin contestar.
Decidimos salir, sin rumbo fijo, y aprovechando la neblina del puente, nos besamos. Tengo testigos: un perro, la madrugada y el frio. Vamos a chapinero, le dije, y de inmediato nos fuimos en la moto.
Entro primero, y quince minutos más tarde entre Yo. Nerviosos, pero seguro de que eso queríamos. Pedimos un Ron Viejo de Caldas. Le confese que nunca imagine una relación sexual con otro hombre, que era un laberinto que nunca había conocido, y me dijo que desde ese día, que me mostro su verga, y cogió la mía, quería tener una relación sexual conmigo, aunque fuera pasajera, y que confiara en él y romper ese mito.
José Antonio se desnudó primero, cual Dios del Olimpo, sin hoja de parra que tapara su anaconda virilidad.
Me desnudó, y de inmediato me besó, metiendo su lengua en mi boca, que produjo de inmediato el efecto amparito, me erice completamente, y sin poderlo controlar, despertó más deseos de lo que imaginaba antes. Me dijo: Ámame como soy, tómame sin temor, tócame con amor, que quiero perder la calma.
Le dije que me ayudara a descubrir la nueva sexualidad que quería experimentar, dejarme llevar. No me obligó, fue de manera instintiva que acerque mi boca a su miembro, llenándonos de placer, sin dejar de tener una sensación de vergüenza. Mis ojos verdes, con mirada serena, invitaba a una eterna sed de amar. El también bajo a mi monte de venus, y mirándome me beso la punta de mi pene, empezó a jugar con su lengua ardiente, experimentada, carrasposa, que me llevo al cielo.
Tardamos 2 horas, 20 minutos en el paraíso. Ya tenía (mos) que irnos, por prudencia. Nos juramos guardarnos ese secreto. Al despedirnos, con un beso, me dijo con sonrisa de pícaro:
"Para la próxima, quiero mojar ese durazno con todo". (continuará)