
Compartir en:
El deseo se construyó en miradas prolongadas, en la forma en que sus labios se humedecían antes de hablar, en la sutil inclinación de los cuerpos que acortaban la distancia entre ellos sin que ninguno diera un paso. Hasta que, inevitablemente, sucedió.
El ascensor fue testigo del primer roce genuino. Apenas se cerraron las puertas, él la tomó por la cintura con firmeza, atrayéndola contra su cuerpo. Ella dejó escapar un leve jadeo cuando sintió la dureza de su erección presionando contra su vientre. No hubo palabras, solo un beso intenso, húmedo, con la desesperación de quien ha esperado demasiado. Sus lenguas se encontraron en una danza ansiosa, mientras sus manos se exploraban con urgencia. Él deslizó los dedos por la abertura de su vestido, acariciando la piel caliente de su muslo, subiendo lentamente, provocándola sin prisa.
Cuando la puerta se abrió en su piso, salieron apresurados, entrelazados en un frenesí contenido. Apenas cruzaron la puerta de la habitación , él la empujó contra la pared, atrapándola con su cuerpo. Sus labios descendieron por su cuello, mordiendo la piel con suavidad antes de succionar con mas fuerza, dejando marcas de su deseo. Ella gemía, arqueando la espalda, entregándose a la sensación mientras sus manos temblorosas desabotonaban su camisa, deslizando los dedos por su torso firme.
-Me vas a volver loca… - susurró contra sus labios antes de morderle la boca con picardía.
Él gimió, sujetándola por las caderas para levantarla con facilidad. Ella rodeó su cintura con las piernas, sintiendo el roce de su dureza contra la tela húmeda de su ropa interior. El contacto la hizo estremecerse y mover las caderas instintivamente, buscando más fricción, más placer.
La llevó hasta la cama y la dejó caer sobre las sábanas con una mirada hambrienta. Se quitó el cinturón con un movimiento preciso y lo dejó caer al suelo con un chasquido. Luego, se inclinó sobre ella y, con manos seguras, deslizó los tirantes de su vestido, dejando que la tela resbalara lentamente por sus hombros, desnudando su piel centímetro a centímetro.
-Eres perfecta… -murmuró antes de atrapar un pezon entre sus labios, seccionándolo con una mezcla de dulzura y ferocidad.
Ella arqueó la espalda, enredando los dedos en su cabello, guiándolo más abajo, pidiéndole sin palabras que continuara. Su boca descendía por su vientre, dejando un rastro de besos ardientes hasta llegar al borde de su ropa interior. Con un movimiento pausado y provocador, deslizó la tela empapada por sus muslos, exponiendo su deseo sin pudor.
-Mmm… -murmuró él, deslizando un dedo por su centro resbaladizo, disfrutando la calidez y la humedad que lo esperaban-. Estás tan lista para mí…
Ella no podía a responder, solo gemir cuando él reemplazó sus dedos con su lengua, recorriendo cada pliegue con un ritmo que la hizo retorcerse de placer. Su lengua dibujaba círculos sobre su punto más sensible antes de hundirse en su interior, provocando espasmos de placer que la dejaron jadeante. Con cada lamida, con cada succión, la llevaba más alto, hasta que su cuerpo se tensó y un gemido profundo escapó de sus labios cuando el orgasmo la arrasó como una ola imparable.
Él no le dio tregua. Se incorporó rápidamente, liberándose del resto de su ropa. Su erección palpitaba, gruesa y firme, y cuando la posicionó bajo su cuerpo, ella sintió la punta presionando contra su entrada aún húmeda y sensible. Él deslizó su pene a lo largo de su sexo, frotándolo con lentitud, provocándola, haciéndola rogar con los ojos.
-Dime que me quieres dentro… -susurró contra sus labios, rozándolos sin besarlos.
-Por favor… -jadeó ella, moviendo las caderas en busca de él-. Fóllame ya…
Él sonrió con lujuria antes de empujar lentamente, haciéndola sentir cada centímetro de su grosor deslizándose en su interior. Ella dejó escapar un gemido tembloroso, sintiendo cómo la llenaba por completo.
Se quedaron quietos por un segundo, disfrutando la sensación , hasta que él comenzó a moverse con embestidas profundas y rítmicas , haciéndola temblar con cada acometida.
El sonido de sus cuerpos chocando se mezclaba con los gemidos, con el roce de las sábanas y la respiración entrecortada de ambos. Él la sujetó por los muslos, levantándolos para penetrarla más hondo, arrancándole un grito de placer. La velocidad aumentó , el control se desvaneció , y solo quedó el placer puro, salvaje, sin restricciones.
Cuando el clímax los alcanzó, fue como un incendio devorándolos por dentro. Ella se aferró a su espalda, clavando las uñas en su piel, mientras él gemia contra su cuello, derramándose dentro de ella en espasmos intensos.
Quedaron inmóviles por un instante, con los cuerpos aún entrelazados, la respiración agitada y el latido desbocado. Mientras ella cerraba los ojos, sabiendo que esa noche quedaría grabada en su piel y en su memoria para siempre.