Guía Cereza

Tenemos que hablar (parte 6) Epilogo de una experiencia. La vida sigue.

por: luca2014 Publicado hace 3 días Categoría: Hetero: Infidelidad 132 Vistas
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A besos yo la despertaba al rayar el día, desando que el idilio durara toda la vida, pero no, lo cosas tan hermosas no duran así. Lo nuestro duro poco mas de un año, los tres supimos llevarlo bien. Religiosamente llegaba José Antonio los domingos a las 6.30 en su bici, subía a tomar un tinto, y nos íbamos Tamara y Yo con él a ciclovías, siempre rutas distintas, Alto de San Miguel, Calera, Parque Nacional, etc. Antes de las 2 pm, a veces un poco más tarde, ya estábamos de regreso para ducharnos los tres, juntos, a compartir nuestros cuerpos, salvo en periodo menstrual de ella, que quedaba cupo solo para José y Yo. Festival de rock al parque, cine, bares, comidas, etc cuentan en nuestras hojas de vida. Algunas escapadas de Tamara y José, que sabían disimular, o de José y Yo, que poco se podía disimular, pero eran aceptadas y consentidas. Nunca nadie sospechó de nuestra relación triádica. Bueno, quizás una vecina, buena persona, pero algo chismosa, del antiguo apartamento en alquiler, que, por su viudez y antigüedad, intentaba visitarnos bajo cualquier pretexto, cuando José llegaba entre semana, para chequear los acontecimientos que suponía, pero que no dimos lugar a verificaciones. Que era un buen colega de trabajo de Tamara y punto.  Su indiscreción ocasional, creo que intencionada, me tenia al tanto de cuando se veían ellos dos solos. Pero la sangre no llegó al rio. Y menos cuando nos fuimos en alquiler para chapinero, que por el ambiente y vida social no daba lugar a sospechas.  


La única novedad respecto a las actividades sexuales que comente en el relato anterior es que, con la paciencia de un buda del himalaya, llegue a penetrar a José Antonio, al principio a regañadientes, más por complacencia de amigo, que, por su decisión, pero que de a poco fuimos estandarizando y llegando a un placer mutuo, aceptado. Tengo que de4cirlo, que aun cuando mi verga no es de tamaño despreciable(17cm), los estragos no se comparaban con sus 20cm mal medidos y endemoniados la mayoría de las veces. Es que José en la normalidad es calmado, aunque alegre, pero en la intimidad un Satanás, lujurioso, que pareciera llevaba tatuado en su cerebro el Kamasutra.  


Un detalle que no puedo dejar de recordar. Un día llego a nosotros, al apto, y apenas entro se quito su camiseta, mostrando su escultural abdomen, y dijo, ¿Qué notan nuevo? Nos miramos Tamara y Yo, pero no identificábamos nada, hasta que nos dijo con una sonrisa de oreja a oreja: cómprense gafas. Desde ahora no solo los llevo tatuados en mi corazón, sino también en mi piel, y nos mostro orgulloso un tatuaje en reconocimiento de cada uno, artístico, no de figura humana, y señalaba, esta eres tú, Tamara y ese tu Lucas. Yo, que nunca lloro por nada, lo hice, brotaron unas lágrimas por el acto noble, casi infantil, pero lleno de simbolismo para lo tres. No abrazamos, como un preludio del fin.


Hoy en día, 2025, esta es la situación:


Tamara, que no llegó a graduarse en la universidad, por asares de la vida, con su familia, están viviendo en Guayaquil desde hace dos años. Con una pareja, tiene un niño hermoso, Sebas, y trabaja en una peluquería, con bastante éxito. Nos comunicamos por Instagram, cuando la privacidad de ambos lo permite. Se mantiene linda, como siempre, y esperamos ocasión de poder vernos algún día. Entre el respeto por su nueva vida, y el siempre deseo de ambos, pues esta por ver que nos depara la vida. De lo que no hay dudas es de que somo amigos con letra mayúscula. Conozco a su pareja, se ve buen hombre, la quiere, y eso para mi es bastante.


Yo, Lucas, he progresado en el estatus social, me gradué de ingeniero, con buen empleo, ya apartamento propio, cambie moto por auto, en una relación estable, con una niña de apens una año, le pusimos María Antonia, maría mi esposa, Antonia, yo. De alguna manera quería compensar lo que José Antonio había echo, de llevarnos tatuados en toda su existencia. La ternura de mi niña.  Muchas veces, en mi soledad, añoro tiempos pasados.


José Antonio, vive en Cúcuta, pues había ido a visitar a su familia, que nos conocemos, y que sabe somos los tres buenos amigos, con la añadidura de agradecimiento de su madre por acogerlo en Colombia y por las ayudas económicas que con total desinterés hice varis veces, como acto humanitario y de verdadera amistad con José. Nunca pido nada, mas bien se oponía, pero quien tiene buen corazón, actúa en consecuencia. Al regresarse a Colombia, encontró trabajo estable y mejor remunerado allí, con oportunidades de viajar con más frecuencia a su patria.  También nos comunicamos por Instagram con mas frecuencia. Me comento que lleva una relación informal con un amigo de la policía, todo discreto, tan chistoso como siempre, me dijo que no su amigo de la comunidad del anillo, pero que se lo da frecuentemente, cuidándose de la esposa e hijos, y que muchas veces tiene que cruzar a San Cristóbal para asegurar privacidad. Que, por supuesto le dijo a su amigo de su experiencia con nosotros, y nada que reprochar. Solo que hace unos días atrás, que hablamos, me dijo que él y su amigo vendrían a Bogotá, por trabajo de John, en la semana del 9 al 15 de marzo, que quería nos conociéramos, y me dijo que ya habían reservado en el Hotel boutique Quinta Camacho.


Quede helado. Había elegido el mismo hotel donde por primera vez hicimos el amor Tatiana, El y Yo. 

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🍒 Pregunta Cereza

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  • hace 3 días
    Con honestidad, no se que hare, si ser consecuente con mi actual vida, o si encontrarme con José Antonio, con la sospecha de que querrá de alguna manera repetir algo similar. Por supuesto que como amigos , los invito a un restaurante, etc, pero llegar al hotel, alli donde ambos sabemos, me deja pensando.