
Compartir en:
Hoy es el miserable aniversario de ese desgraciado día. Aún hoy, después de 5 años, se siente irreal que el cáncer me la haya arrebatado sin que yo pudiera hacer algo, mi esposa, mi amiga, mi compañera y todo…
El color de la vida simplemente ha perdido un cúmulo de matices desde que ella no está, y no me atrevo a decir que los ha perdido por completo, pues el amor de mi vida se encargó de encomendarme la tarea más importante de todas antes de partir, cuidar el valioso tesoro que ambos forjamos. Una señorita ahora convertida en toda una mujer, quien durante este tiempo ha logrado pintar los monocromáticos días que la muerte dejó a su paso.
Nuevamente, es esa maldita fecha, no puede haber día en el que me sienta más incómoda que en este. No me malinterpreten, amo a mi madre tanto como lo haría cualquier hija. Es solo que los momentos que se suponen deberían ser bonitos recuerdos como la fiesta de mis 15 años o mi graduación del instituto están manchados por la asfixiante ausencia de quien era mi todo. Ahora mi todo es este extraño al lado mío que se jacta de ser mi padre, pero a quien desconozco desde que ella no está. En una cara donde solo existía el brillante reflejo de la alegría, ahora solo permanece una oscura expresión melancólica que ennegrece los divertidos momentos que vivimos juntos. Quien antes poseía un físico comparable con el de un deportista profesional, ahora carga con una panza que pocas veces se sacia de tomar cerveza. Ese admirable hombre que conseguía estremecer mi corazón cada que me levantaba por los aires, actualmente a duras penas puede aguantar el peso del pasado sobre sus hombros.
Al principio traté de sacarlo del abismo. Con frecuencia se dice que en los casos cuando se pierde a uno de los padres, es deber del otro plantarse firme y ser fuerte por el bien de sus hijos, pero en nuestro caso fue al contrario y, eventualmente llegué a un límite que no creí tener prefiriendo desistir en mis intentos por salvarlo antes de que me arrastrara con él a un lugar muy oscuro del que sabía que ninguno podría escapar. No quería que se mancharan los pocos recuerdos hermosos que aún conservo de cuando era mi héroe y orgullo.
Ahora ese lamentable hombre cree que encerrándome con él todo un fin de semana en esta apestosa cabaña donde solíamos venir con mamá de vacaciones hará algún cambio en nuestra relación.
He decidido que para conmemorar a mi esposa este año mi hija y yo deberíamos visitar la casa de verano en la que compartimos tantos momentos de alegría, quizás esta experiencia nos regrese un poco de ese júbilo de tiempos lejanos.
Soy consciente de que mi pequeña no está muy entusiasmada con la idea de permanecer varios días aquí, ya que la cabaña se encuentra en una isla un tanto alejada de nuestro hogar. Hemos vivido en una isla relativamente grande toda nuestra vida, pero este lugar es diferente, completamente aislado, deshabitado y prácticamente desconocido para cualquier otra persona; es aquí donde desde nuestra juventud y antes de que fuéramos marido y mujer, mi esposa y yo conocimos los inconmensurables placeres que dos cuerpos pueden entregarse mutuamente, fue en este lugar donde presencié su intimidad y donde concebimos a nuestra princesita, los mejores recuerdos de mi vida están impregnados en esta isla alejada de la mano de Dios.
Puede que sea una idea un tanto infantil y egoísta pretender o, casi que obligar a mi hija a construir conmigo nuevas memorias basándome en las antiguas, pero la realidad es que he planificado este viaje con una segunda intención, alejarla de la sociedad y privarla de todo contacto con ella, pues en la isla difícilmente hay recepción de teléfono, mucho menos de internet y estoy seguro de que hasta ahora no sospecha para nada lo que voy a hacer con ella.
Es absurdo, macabro y asqueroso. Sin internet, sin chats, adiós Netflix, redes sociales, todo. Esta isla es prácticamente una tortura para cualquier joven, por suerte pude camuflar mi cámara entre mi ropa interior y así al menos tener algo con que distraerme en este agujero atemporal.
Aunque es una isla realmente pequeña y nadie más vive aquí, si lo piensas detenidamente es completamente factible que no tenga que permanecer todo el tiempo con él, estar juntos en casa se ha convertido en una actividad insoportable, la privacidad, antes de por sí ya era escasa, incluso estando mamá, ahora, es una seguidilla de acontecimientos vergonzosos uno tras otro. Constantes encontronazos con la desnudez del otro en el baño por parte y parte, intromisiones desvergonzadas a las habitaciones en momentos inoportunos, creo que lograr presenciar los audibles momentos de autosatisfacción de cada uno comienza a rozar con el límite de lo inmoral, eso sumado a que fácilmente haya visto más veces el venoso pene de mi padre que el de alguno de mis amigos me ha hecho ser consciente de las incomodidades que representa estudiar desde casa, a la vez que el sujeto trabaja de la misma manera.
Y es que no solo he comenzado a percatarme de eso. Su mirada, cada vez siento el peso de sus desvergonzados ojos, escaneando todos los rincones de mi cuerpo, analizándolo, juzgándolo, podría jurar que desnudándolo. No me atrevo a especular sobre las perversas fantasías que su mente pueda estar recreando con mi silueta o hasta qué inmorales parajes lo lleva a perderse su imaginación cuando me ve o incluso, cuando me escucha en mi intimidad.
Su presencia se ha vuelto sofocante, al percibirla de cerca siento como cuando habla, su aliento hace temblar mis muslos como la parálisis a la que se debe de atener una presa cuando se ve de frente con su depredador y reconoce que no hay escapatoria de sus garras.
Lentamente, la cómoda sensación que experimentaba mi cuerpo al estar junto a mi padre, al ser acariciada por él, abrazada o mi mimada, se ha pervertido y mutado en una asquerosa aversión por su tacto y el áspero agarre de sus inmensas manos sobre mi piel desnuda. Lastimosamente, ya no veo a mi padre con el respeto con el que lo hacía, pues es evidente que él ya no me ve de la misma manera en que solía.
Es obvio que este viaje tiene una razón oculta, y cómo no la tendría, si descubrí el secreto de mi hija. La verdad es que no somos pobres, pero tampoco me atrevería a decir que somos ricos, gracias a mi trabajo tenemos un poco más de lo necesario y por supuesto siempre me he encargado de que a mi princesita no le falte nada, incluso se me podría tomar como un padre tonto que cumple los caprichos de su hijita, pero el problema está justamente ahí, últimamente ya ha dejado de requerir mi billetera para hacer realidad sus deseos, incluso se me hace difícil recordar cuándo fue la última vez que me pidió algo, y aun así, paquetes con toda clase de “lujos” como ella los llama, no dejan de llegar a nuestra casa. Ropa, libros, cómics, figuras de esas series de muñequitos japonesas que tanto le gustan, no paran de colmar su habitación.
En principio pensé que se estaría proponiendo a ahorrar, ya que no la veía salir de casa para ir a un supuesto trabajo, pero la idea quedó descartada a la vez que la intriga aumentó en una ocasión que por pura curiosidad vi los precios de los “lujos”, mercancía que se podría tratar como tal, pues su valor no era remotamente asequible con su mesada, algo más estaba sucediendo, algo oculto y que no me generaba buena espina, hasta que una noche todas mis dudas quedaron esclarecidas tras descubrir el sucio origen del dinero de mi hija.
Suelo dormirme antes que ella, dado que, a diferencia de su horario académico, el mío es fijo y requiere que tenga un buen descanso en la noche, pero una velada me desperté de madrugada por culpa del alto volumen de la música proveniente de su cuarto, ella suele estudiar, trabajar o lo que sea que haga en ese bendito computador, escuchando su música asiática, no obstante, esa noche estaba particularmente alta y no me dejó conciliar el sueño.
Una vez interrumpido, fui a pedirle que le bajara un poco, se lo dije a través de la puerta, pero no recibí respuesta, toqué varias veces y siguió sin escucharme, pensé que había se había quedado dormida con el computador encendido; sin embargo, me encontré aludido por un extraño ruidito que se repetía varias veces de forma aleatoria, en principio parecía como una alarma, pero al aclarar mis sentidos se me pareció más al sonido de monedas cayendo unas sobre otras, similar al que hacen las máquinas del casino.
Me decidí entonces a entrar hasta que me obstaculizó el seguro de la puerta, algo que desde hacía años estaba prohibido en el hogar por regla de mi difunta esposa. La situación no me gustó para nada por lo que corrí a buscar las llaves de repuesto, con premura abrir la puerta y procurando no asustarla con mi intromisión, me asomé para enterarme sobre lo que ocurría y, llegados a este punto les diré una cosa con total honestidad. Nada en este mundo, ni nadie, te puede preparar para lo que vi en el cuarto de mi hija.
Comúnmente se cree que los hombres y sobre todo los padres, sabemos cuidar mejor a nuestras hijas de los demás hombres porque sabemos perfectamente cómo éramos nosotros mismos de pequeños, pero repito. Nada te puede prevenir lo suficiente como para que no se te parta el corazón, observando a tu pequeña hija, a la niña de tus ojos, estar completamente desnuda con toda su intimidad expuesta y con la plenitud de su interior a la vista de quien sabe cuántas y qué tipo de personas en internet. Es devastador presenciar el orgásmico placer de tu pequeña, transmitido como un evento televisivo directamente a la pantalla de cualquier degenerado; desde la propia comodidad del cuarto en donde la viste crecer durante toda su vida.
Escuché, como mi pulga agradecida entre sollozos lagrimeantes y húmedos espasmos, las donaciones provenientes de nombres que evidentemente no eran siquiera reales. En ese momento tu cerebro solo piensa: “quién será el desgraciado, que se regocija pensando que, con su asqueroso dinero, hace temblar las entrañas de mi hija con ese maldito vibrador fucsia, que se estremece dentro de su vulva”.
Su cara extasiada de placer intentando mantener su jadeante lengua dentro de su boca, sus largas coletas teñidas de rosa revoloteando al unísono con sus pequeños senos, las regordetas piernas cubiertas simplemente por un par de calcetines largos que se agitan sin control en el aire y su encorvada cadera revolcándose en un mar de sudor y jugos vaginales que encharcan la silla que juntos compramos para su cumpleaños, era una escena lamentable y lo peor, es que no podía odiar a un solo responsable del desastre que era mi hija; eran varios los culpables y cada uno sigue siendo un completo desconocido para mí.
No maquillaré la verdad de los hechos jactándome de ser un padre progresista, moderno, de mente abierta o cuál sea la clase de basura con la que se tratan de engañar esos sujetos que muy adentro sufren viendo a sus hijas expuestas a esta sociedad de mierda. La realidad es que fui cobarde como todos ellos, pero no trataré de ocultarlo ahora. Sí, fui cobarde y decepcionante, volví a cerrar la puerta de su cuarto y no me atreví a enfrentarla después de eso. Y no, no tengo una respuesta profunda para explicar mi forma de actuar, simplemente ya no soy el hombre que una vez fui, él sí que hubiera hecho algo, pero mi valor murió hace 5 años también.
Es por eso por lo que me decidí por esta estrategia, aislarla de sus redes sociales, de su trabajo y de todo aquel que crea que puede profanar a mi niña pasando por encima de mí. Apelaré a las memorias de una versión anterior de mí y el carácter con el que contaba en ese entonces para enfrentar este problema de raíz y decidirme a hacer eso que debí hacer hace mucho.
- Padre, iré a dar un paseo por la playa.
- Espérame, termino de desempacar mis cosas y te acompaño.
- ¿No te es suficiente encerrarme en una isla? ¿Tenemos que estar juntos todo el tiempo? Dame un poco de espacio, estar con un viejo deprimente es asfixiante.
Mis palabras arribaron a una expresión devastada, no pretendía lastimarlo tanto, realmente no quiero herirlo constantemente, pero es que su sola esencia me turba a tal grado que siento que me desquicio con facilidad.
Por eso suelo alejarme de él, últimamente adquirí esta necesidad de buscar rincones privados, así como este pequeño claro entre los árboles que he hallado al borde de la playa.
Solo en sitios así puedo ser yo misma, desinhibirme y hacer todo lo que no podría bajo la mirada de mi padre o, al menos, que no debería. Porque la realidad es que su persona si me molesta, me molesta que me atraiga tanto, me molesta que cuando escucho su voz desearía que se arrimara a susurrarme todo tipo de improperios a mi oído, me disgusta su físico; sus manos, sus brazos, su panza y más me disgusta, querer que me toque con esas mismas manos, que explore con ellas cada rincón de su niñita y profane los agujeros más recónditos de mi cuerpo. Me desespera imaginar cómo sería que esos brazos volverán a levantarme igual a cuando era pequeña, y tal como en ese entonces, me ponga sobre su regazo para que nuestros sexos estén más cercanos de los que deberían estar el de un padre y su hija.
Es denigrante que, entre mis fantasías más perversas, desee; anhele, tener esa panza sobre mí, frotándose con el roce desnudo de mí erizada piel púbica. Detesto que ese trágico hombre me obligue a esto, tocarme en medio de la nada, recluida en la soledad de la intemperie buscando saciar mis incontrolables deseos utilizando toda la destreza de mi imaginación para recrear un escenario en el que ambos podamos brindarnos todo el placer del mundo, olvidando nuestros lazos sanguíneos, importando solo nuestro pecaminoso amor.
Quiero que introduzcas sus gruesos dedos en mí, tal como lo estoy haciendo con los míos, que acaricie el contorno de mis pequeños senos y los eleve, estimulándolos con la promesa de que algún día se desarrollarán a la altura de los que lo deleitaron antes. Quiero que roce con delicadeza mis pezones y trace lentos círculos alrededor de ellos erigiéndolos hasta sentir que se desprenden de mi pecho, a la vez, ojalá hiciera alarde de su fuerza semental, aplastándolos entre ellos y halándolos, generando una electrizante ráfaga que estimule mi intimidad y me haga estar lista para cuando se disponga a introducir su vergota en mi pequeño coño.
Me imagino cómo será el acercamiento de su rígido miembro a mi rosadita y húmeda vagina, mis dedos son la única herramienta con la que puedo simular las penetraciones que tanto quiero recibir de mi propio padre, pero jamás el tamaño de ellos llegará a imitar el descomunal diámetro que yo misma he visto cuando curioseaba de pequeña, los atestigüé a él y a mi madre fornicar en varios lugares de la casa, lugares que yo también marqué con mi esencia al masturbarme en ellos, imaginando que me hacía todo lo mismo que le hacía ella.
Estoy segura de que para una jugosa verga como la suya debería abrir lo más que pueda mis piernas y extender la entrada a mi paraíso, anhelando ser mancillada por el hombre que me dio la vida.
Quiero verga… quiero que me coja, la quiero toda dentro de mí. Quiero que haga un desastre conmigo, quiero verga y no cualquier verga, quiero la verga de mi papi.
Hacer la cena, aunque sea solo para nosotros dos, es algo nuevo que tuve que aprender desde la muerte de mi esposa. Pensándolo bien, hay muchas cosas que tuve que aprender desde que nos dejó. Al principio creí que era mi deber como padre único, tener que aprenderlas por el bien de mi hija, que era una necesidad imperante suplir los dos puestos a la vez, pero con el tiempo me di cuenta de que no lo advertía como una tarea, al contrario, es un privilegio; es la satisfacción de ver a los ojos tu pulguita y darte cuenta de que todo este esfuerzo vale la pena porque es para ella y no por ella.
Muchas de estas nuevas actividades, como cocinar, alistar su ropa, estar pendiente de su salud femenina, son cosas que hubiera deseado poder haber hecho por mi mujer. Aunque en parte, siento que lo hago porque cuando miro a mi hija, veo en ella la sombra de su madre, su delicada belleza, su tierno semblante, su férreo carácter y su hipnotizante ingenio, son todos los atributos que me enamoraron de su madre.
Lástima que por ahora parezcamos casi que extraños en la misma casa, hoy más que nunca. Desde que llegó de su paseo por la playa, siguió derecho y me ignoró hasta llegar a su habitación donde se encerró, impidiéndome nuevamente lograr salvar nuestro decadente vínculo. Son estas, el tipo de batallas que se te hacen más difíciles una vez te quedas solo como padre, ya que era una lucha que podías enfrentar en equipo y con la que ahora debes lidiar por tu cuenta.
- pulga, la cena está lista. Sal y hablemos un rato mientras comemos.
- ¡Lárgate, no quiero hablar contigo, no quiero nada de ti!
Nuevamente, me habla como si fuera la persona que más detesta en el mundo, está decidido, será esta noche. Si no arreglo nuestra relación aquí y ahora la perderé para siempre.
- pulga, ábreme por favor, no me obligues a entrar por la fuerza. Es muy importante lo que te quiero decir.
- ¡no te atrevas a entrar, te lo juro, si entras, no me hago responsable!
Abrir la puerta y tal como esa nauseabunda noche, nada me habría preparado para ver a mi hija posando desnuda frente a una cámara una vez más.
¡TE DIJE QUE NO ENTRARAS! DEJA DE MIRARME ASQUEROSO PERVERTIDO, ¡DE VERDAD ERES DESPRECIABLE!
- Pulga, ¿por qué? ¿Por qué acá? ¿Por qué mancillas nuestro lugar especial tomándote fotos desnudas para ellos?
- ¿a qué te refieres con ellos?
- Puedes insultarme todo lo que quieras, pero no me tomes por estúpido, desde hace tiempo sé que te desnudas y te masturbas frente a personas en internet.
- ¿cómo lo supiste? ¿Por qué no me habías dicho nada?
- eso no importa. Dime, ¿por qué de todos los lugares, tenías que manchar el recuerdo del que compartimos con tu madre?
Nada en este mundo te puede preparar como hija para ver las lágrimas brotar del rostro de tu padre y saber que tú eres la causa de ello.
- Porque… porque… ¡Porque no son tú, papi! Porque ninguno de esos pervertidos eres tú. Tengo un deseo irresistible por ser tuya, por convertirme en tu mujer y sé lo desquiciado que eso suena, sé perfectamente que yo también soy una degenerada como todos mis espectadores al querer reemplazar el puesto de mamá, deseo que me veas como la veías a ella, ansío que me trates como lo hacías con ella y codicio que me comas como a ella. Es por eso que, para suplir esos desvergonzados anhelos, busco complacerme con la atención de otros señores y estando aquí, alejada de ellos y tan cercana a ti. Siento que me desquicio a cada segundo.
- entonces, ¿son estos los deseos oscuros a los que te refería en las transmisiones? ¿Por lo que llamas a tu audiencia “reemplazos”?
- Sí, porque definitivamente ninguno puede llegar a ser como tú, o lograr lo que tu sola mirada provoca en mí. Pero, espera, ¿cómo es que sabes lo de las transmisiones? No es algo de lo que suela hablar a menudo, ¿hay algo más que me quieras contar?
- la verdad, pulga, llevo un largo tiempo sabiéndolo, pero también viéndote. En principio y cuando no tuve el valor para enfrentarte, entré a una de las transmisiones para ver de qué se trataba todo eso y, poco a poco, la decepción inicial fue reemplazada por la curiosidad de entender ¿Por qué hacías lo que hacías? Lentamente, tu carisma en los en vivo, tu lujuria, me fueron cautivando; de pronto me vi disfrutando de tu contenido como cualquier otro fan.
-pero tú no eres cualquier fan, pudiste tenerme cuando fuera que lo quisieras. Si es que entiendo tus sentimientos.
- los entendiste perfectamente pequeña, es algo que al igual que tú, me avergüenza admitir, porque también sé que está muy mal desear a mi propia hija, no quería que me despreciaras más de lo que ya lo haces.
- ay papi… yo nunca podría despreciarte de verdad, por el contrario, haberte podido contar lo que siento y que tú seas recíproco, es lo mejor que me ha pasado y viendo que ambos queremos lo mismo, ¿qué te parece si tú y yo…?
Sus dedos comenzaron a recorrer mi pecho, dando pequeños saltos como si realizaran una rápida caminata, escalando mi cuerpo hasta llegar a mi nuca.
Mi hija juntó sus manos tras mi cuello y empinándose tanto como podía, se esforzó en alcanzar mi boca.
5 años sin sentir el cariñoso tacto de los labios femeninos involucrándose con los míos, sabía que debía detener este pecaminoso preámbulo, pero sus lascivas manos ya se estaban transportando a mí entre pierna y el súbito roce de sus pechos desnudos contra mi barriga, hacían que una neblina se condensara en mi mente impidiendo que la conciencia reaccionara.
Entonces, como hombre y mujer, ya no como padre e hija, nos entregamos al diabólico descenso, a la lujuria, al pecado y a lo insano; a un incesto tan abismal que no parecíamos reconocernos en el desenfreno de nuestros besos y caricias.
Papi me agarró entre sus gruesas manos, apresando mi cintura, recreó mi fantasía y me levantó sobre él. Con mis delgados brazos abracé su cabeza mientras absorbía su aliento a través de húmedos besos, con mis piernas me enganché a su voluminosa cintura, pero fue en vano, para cuando me di cuenta ya estaba en medio de una caída libre en dirección a la cama.
La gentileza con la que me había tratado toda la vida parecía haberse esfumado y todo lo que quedaba era una bestia sedienta en mi cuerpo. No me puedo quejar, era todo lo que alguna vez había deseado, que mi papi me devore y colme mi interior con las extensiones de su ser.
Sin perder el tiempo, introdujo su grueso pene en mi pequeño orificio y fue todo un reto recibir el impacto de semejante cincel, pues mis bordes no alcanzaban a expandirse a tiempo para que el instrumento que me creó perforara mi coño. Laboriosamente, los dedos y la lengua de mi padre despejaron el camino para de nuevo obligarme a tragar la venosa pija, esta vez mi conducto estaba lo suficientemente lubricado y mis labios muy dilatados. En cuanto el borde de su glande pasó rozando las texturas anilladas de mi interior, los espasmos y las pequeñas explosiones de éxtasis se hicieron sentir a través de todo mi cuerpo.
En cuánto la verga de mi padre llegó al límite de mi vientre, sentí una corriente que electrificó todos mis huesos de abajo hacia arriba, llegando a mi cabeza y arrebatándome un sórdido gemido de placer.
Una y otra vez la cabeza de su pene besó mis fronteras, obligándome a contraer los dedos de los pies y aferrarme a las pocas secciones musculosas que permanecían en el físico de mi progenitor.
Mi mente se queda en blanco con cada embestida, solo podía pensar en que por fin éramos uno, finalmente mi papá estaba dentro de mí y, dentro mío quería el mismo semen que me engendró, deseaba sentir el burbujeante y cálido líquido que contenía a mis hermanitos, derramarse de mi útero.
Tomé esas delicadas caderas y las hice chocar con mi pubis, su perlada piel tersa desentonaba con la mía que ya era áspera, ensombrecida y próxima a las arrugas.
Mis manos de hombre mayor profanaban las facciones de mi pequeñita, más parecidas a las de una muñequita. La levanté con cuidado y la posé sobre mí, sus caderas comenzaron a saltar y sus cabellos rosas danzaban frenéticamente en el aire, sus pequeñas tetas a duras penas sufrían algún cambio, no obstante, su juvenil ingle se deformaba cada que impactaba con la raíz de mi falo, consumiéndolo hasta perderlo de vista.
Jamás creí que mi pulguita estaría cabalgándome en el mismo lugar donde la concebí un par de décadas atrás.
Fácilmente, puede rendirme al placer que me estaba brindando el trabajo de mi pequeña, pero qué clase de padre sería si le dejara todo el esfuerzo a ella. Nuevamente, la moví, esta vez sin procurar cuidado alguno, pues ya no tenía cabeza para pensar en ello, estaba poseído por los instintos primarios. Posicioné su pequeño, pero redondo culo frente a mí y con vigoroso ímpetu, lo perforé y lo profané como todo un semental, quería introducirme completamente en mi princesita y quería hacerla mía; buscaba que su coño únicamente volviera a sentir placer con mi verga.
Su pequeño cuerpo no podía resistir el embate del mío y mucho menos la deliciosa satisfacción que le estaba generando nuestra sacrílega unión, éramos una masa de carne prácticamente amorfa que no podía definirse con ningún término que no escandalizara al más liberal de los progresistas, un padre penetrando a su hija, una joven devorando el miembro de su papito, una familia fornicando.
- Ah... Papi… mételo así… lo quiero, lo quiero todo adentro, ¡lléname!
Entonces por un momento la cordura tomó control de mí y evitó una calamidad cuando ambos nos sentimos listos en el clímax, los poros de su hipnotizante culito se erizaban a la vez que los músculos internos de su vagina asfixiaban mi pene; mis manos no podían controlar la fuerza con la que apretaban su sudado cabello y diminuta cintura, pero antes de liberar mi blanquecina sustancia en su paraíso, saqué al implicado de su vientre y me descargué en el exterior de su vulva, mi semen bañó la entrada de su coño, su ano y los cachetes que temblaban por la abrupta sensación candente que los impregnaba.
Fácilmente, un litro de mi esperma retenido por bastante tiempo, humedecía el sexo de mi propia hija, la pulguita se dejó caer sobre la cama, completamente extenuada y de inmediato, yo la acompañé.
- Eso fue increíble, no creí amar tanto a alguien después de tu madre.
- ¿Eso quiere decir que ahora puedo tomar su lugar?
- no seas tonta mi pequeña, ella es su madre y eso no lo podrás cambiar…
Sabía que esa respuesta le disgustaría, pero quería jugar un poco con sus emociones tal como ella lo había estado haciendo conmigo.
- pero lo que sí cambió es que ahora eres mi mujer.
Sí papi, soy toda tuya, por lo que no te tienes que preocupar por mis transmisiones de ahora en adelante, ya que te tengo a ti no los necesito a ellos y presiento que nunca los volveré a necesitar, todo lo que he querido en la vida mi papi me lo ha dado y ahora en adelante eso seguirá igual.
Fin.
¡Hola a todos y gracias por leer mis relatos!
Quería tomarme un momento para informarles que si les gustan mis historias y mi estilo pueden ver todos mis relatos en patreon.com/Lujurian69