Varios años después de la última mamada que le di a mi vecino (unos 5 años), descubrí que había un lugar donde podía ser libre y dar rienda suelta a mi arrechera. Como les dije en mi anterior relato me inicie en el mundo gay gracias a mi vecino, pero entre los 14 a los 19 años ni volví a probar un verga, no porque no quisiera, sino porque no tuve una oportunidad clara. Una tarde estando en la universidad, me puse a investigar sitios en Bucaramanga para hacer cruising (en ese tiempo no sabía que se llama así, de modo que usé alguna otra palabra para buscarlo), encontré que existían no uno, sino dos saunas gay en la ciudad.
Esa misma tarde decidí ir al sitio, no sin haber amagado entrar en al menos dos ocasiones antes de tocar a la puerta. Cuando por fin me paré frente a la entrada de este sitio, me abré un señor y me saluda, me pregunta la talla y me cobra la tarifa de la entrada. Sigo hacía los casilleros, me desvisto y me pongo una toalla en la cintura. Todo lo que veía era nuevo, como era aún temprano no había mucha gente, primero pasé a una sala donde se proyectaba porno gay, luego pasé a un sauna (de los de madera) y finalmente entre al turco, donde mi vida cambió.
Entré al turco y había un señor que se salió al rato de yo entrar, decidí recostarme y cerré los ojos. Un minuto después escucho que entra alguien, no le doy importancia y sigo recostado con los ojos cerrados, posteriormente siento que me tocan la pierna, de la impresión no hago absolutamente ningún movimiento y dejo que este individuo me manosee la pierna a su antojo. Con el tiempo él va subiendo su mano hasta llegar a mi verga que para ese entonces estaba completamente erecta, la toma y yo sigo inmóvil. En realidad yo tenía una mezcla de terror y excitación. Este sujeto empieza a hacerme sexo oral, era la segunda vez en mi vida que me hacían sexo oral (la primera había sido mi vecino en una ocasión). En ese momento abrí los ojos y me quedé mirando, el sujeto se dio cuenta y sonrió. El señor era un hombre de unos 40 años, ni gordo ni flaco, con un poco de barba.
Cuando ya sentía que me iba a venir lo aparté de mi verga, él entendió y me dijo que si yo se la chupaba. Esta sería la segunda verga que yo chuparía en mi vida, y era la verga de un completo desconocido, no sé como pero mi respuesta fue meterme esa verga en la boca y empezar a dar una mamada que jamás olvidaré, porque creo que ese día me gradué de gay, o al menos de bisexual.
Duré unos cinco minutos hasta que el señor empezó a tener espasmos como de que se iba a venir, y eyaculó, no sin antes alcanzarme a untarme la cara con su semen. Me miró y le dio risa, a mi no me pareció gracioso, el señor se abalanzó a besarme y yo me aparté (dato curioso: jamás he besado a un hombre, quizá se me hace muy gay), entonces me limpió con su dedo y luego chupo el semen que había en él. Si decir una sola palabra me salí y fui de una a los casilleros a cambiarme e irme.
En ese memento sentí remordimiento, pero a la vez estaba feliz porque después de unos años volví a tener una verga en la boca y me gustó. Después de ese día los saunas gay de la ciudad se convirtieron en mi lugar de escape.