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Esta es una de las muchas historias que hemos vivido mi esposa y yo al explorar nuestro mundo como hotwife y Cowboy.
Hace algunos años, acordamos que ella buscaría a otro hombre para tener sexo. Inicialmente era una fantasía mía, pero finalmente ambos decidimos experimentarlo. Mi esposa, una mujer de piel blanca, 1.65 m de estatura, con un trasero espléndido, piernas torneadas y senos perfectos, se sumergió en la aventura.
Un día, con su determinación característica, se propuso encontrar a un hombre para "que le diera verga" algo que, por cierto, le fascina. Con su ojo clínico, descubrió que un fulano que había conocido días atrás poseía una verga de 17 cm. Él notó que ella observaba su paquete, y entre risas nerviosas iniciaron un coqueteo. Mi esposa le dejó claro que solo buscaba buen sexo, nada más.
Tras varios días de conversación, llegó la noche en que visitaron su casa con la excusa de que él le mostraría unas mancuernas (era entrenador físico). Al entrar a la habitación, mi esposa relató que él comenzó a explicarle cómo usarlas, pero ambos empleaban palabras con doble sentido. Ella podía sentir su verga dura bajo la ropa y, al mirar por encima de su subastera, notó que la tenía muy erecta y sintio que deseaba tratarla como a una "perrita caliente". Su rostro delata cuando ella quiere verga, y en ese momento era evidente. Él la tomó por la espalda, la abrazó y la besó con intensidad mientras sus manos acariciaban su cuerpo. Mi esposa estaba tan mojada que ni siquiera recordó mi encargo: grabar y enviar fotos.
Él besó cada parte de su cuerpo senos, cuello, piernas hasta llevar sus dedos a su panocha, tocandola por encima de la tanga deminuta que llevaba. Ella, ya sumergida en su éxtasis, sintió cómo él metía uno de sus dedos mientras le quitaba lo poco que le quedaba de ropa. Retorciéndose de placer, le suplicaba más. Él, encatado por ver y sentir su panocha tan mojada bajó a chuparsela con tanta pasión que ella se vino en su boca.
Tras dejarle la joya hinchada, él deslizó su verga. Mi esposa abrió las piernas por completo. Él era fuerte, algo que a ella le encantaba y se montó sobre su cuerpo. Desde abajo, ella mira su expresión de placer mientras él decía, lo mucho que le encantaba el color rosado de su panocha. Él la penetraba con tanta pasión, cambiando poses: la alzaba las piernas, la ponía en cuatro para admirar su culo, en un m mento le pido que cerrara las piernas, para que ella pudiera sentir las venas de su verga hinchada.
Una vez se le vino, le dijo, finalmente, he cumplió mi fantasía: venirse dentro de tu concha mientras acariciaba ese trasero que tanto deseaba desde que la vio.
Al regresar a casa, mi esposa llegó exhausta pero satisfecha. Yo, ansioso, le pregunté por los videos y fotos, pero admitió que la pasión la había distraído. Aunque al principio me decepcionó, su relato detallado de cómo él se la comió, la intensidad de sus gemidos, el tamaño de su verga, me calentó tanto que terminé comiéndomela. Esa noche, recibió mucha verga mi mujer.
Este es solo un episodio de nuestras aventuras. Si desean más, con gusto compartiré otros. ¡Dejen sus comentarios!







